morales, físicos) porque lamentablemente ven a sus ¨seres queridos¨
distanciarse de la Iglesia, dudar e incluso negar que Dios existe, peor aun se
han convertido en enemigos de la Iglesia cuando antes parecían valorarla y
amarla. Estos hijos por quien ellas han
dado todo para educar— en particular en el ámbito moral y espiritual.
Más bien son innumerables las
madres que pasan por este sufrimiento desgarrador y que lloran lágrimas de
angustia. Esta realidad dolorosa se vive en todos los ámbitos.
perder la esperanza y mucho menos desesperarse!
Jesús una vez respondió en un caso desesperante — ¡se necesita confiar en Dios! ¡Para el hombre, muy poco se puede hacer!
Pero para Dios, todo es posible. ¡Especialmente para aquellos que confían
sin límite en la siempre activa y amorosa Divina Providencia de Dios!
fiesta se celebra el 27 de agosto y al día siguiente la de su hijo, San
Agustín, el 28 de agosto: madre e hijo fueron canonizados y sus fiestas se
celebran un día tras el otro! ¡Qué mensaje tan profundo! Pero uno
solo, sin el otro nunca hubiera llegado al
altar!
era un verdadero desastre, por decirlo suavemente. Su marido Patricio, ¡un pagano, probablemente
rompió todos los mandamientos y no sólo una vez! Él era un pagano no
bautizado, tenía un temperamento terrible, era explosivo como un palo de
dinamita con un fusible corto. Además,
era un borracho. Y por si fuera poco,
Patricio era infiel, cometió adulterio contra su esposa Mónica. ¡No es
una imagen grata de familia para publicar en Facebook, ni en el álbum de
familia! A pesar de estos monumentales
fracasos morales de su marido, Mónica amaba a su marido Patricio.
mente brillante, pero con una debilidad carnal, le dio rienda suelta a los
vicios más bajos y se hizo esclavo a la lujuria. Sin formalizar ningún
compromiso de matrimonio, Agustín vivió con una concubina, quien finalmente le
da un hijo por nombre «Adeodato» — que significa regalo de Dios.
Por muchos años el arrastra esta cadena de la lujuria, aunque mas tarde
le causaría intenso remordimiento de conciencia.
chismosa! ¡Que problemas! ¡Mónica se gano la lotería! ¡Su marido como
un animal salvaje, su hijo un joven adicto al sexo y su suegra balbuceando
palabras ofensivas e hirientes de la nada!
dejaría a su marido, maldeciría a su hijo y hablaría mal de su suegra para
desquitarse! ¡Pero con Mónica no fue así, y ahora la conocemos como Santa
Mónica!
sino también fue recibido en la Iglesia a través del bautismo y los
sacramentos! En gran parte debido a la
oración, santidad y paciencia de Mónica.
Agustín ya tiene treinta y pico de años , sigue en su lucha contra la
lujuria. Realmente quiere romper y
dejar atrás esta cadena que lo ata.
Finalmente, él escucha la voz de un ángel en el jardín que le dice
«Toma y lee», y él lo hace! Él
abre la Biblia a la Carta de San Pablo a los Romanos (ROM. 13:13), exhortándole
de no ceder a la carne, sino que se revista del Señor Jesucristo.
borracheras, nada de promiscuidad y el libertinaje, nada de rivalidades y los
celos. Mas bien revístanse del Señor
Jesucristo y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne.»
(Romanos 13:13-14). Poco
después de este acontecimiento providencial, San Agustín fue bautizado, recibió
los sacramentos y como un polluelo, comienza su vida de católico. Vale mencionar que Agustín recibió los
sacramentos a manos de San Ambrosio, a quien Agustín admiraba como padre y
fuente de la verdad.
controlar esa lengua indomable!»
este «cambio triple», esta triple conversión, este triple milagro de
gracia? ¿Qué hizo ella? Como futuros miembros de la «Cofradía
de Santa Mónica» seguiremos los pasos de nuestra fundadora!
reprendía constantemente a su esposo Patricio.
¡Era inútil! Algunas de sus amigas peleaban con sus maridos quien
estaban ebrios y eran violentos. ¡Estas
mujeres acababan con los ojos morados o con peores cosas! En cambio, ¡Mónica
practicaba el silencio, rezaba por su esposo y
aunque sufría, ofrecía su sufrimiento al Señor!
Evangelio, de día y de noche Mónica invadió constantemente al cielo con sus
oraciones! Muchas madres primero
intentan cambiar a sus hijos/hijas caprichosos con la fuerza de coerción verbal
o regañándolos. ¡Es un esfuerzo inútil! Mónica confió más en Dios
que en cualquier esfuerzo humano! Para
Mónica fue «Dependencia en Dios» y no «¡autosuficiencia»
de lágrimas por la conversión de su familia, pero especialmente por su hijo
descarriado, Agustín. Ella vivió la
bienaventuranza: «Dichosos los que lloran, porque serán consolados.»
(Mt. 5:4) Sus lágrimas no fueron una actividad fútil, mucho menos de
desesperación, sino de profunda tristeza debido a que sus hijos ofendían al
Señor. Pero ella confiaba que el Señor,
en Su tiempo y por el poder de la gracia, daría la
conversión.
silencio con su angustia, ella consultó a las autoridades eclesiásticas, en
donde se encontraba un santo y famoso — mas bien un obispo santo, San Ambrosio.
Este gran hombre de Dios y Doctor de la Iglesia, se conmovió con las
lágrimas de Mónica,¡ la consoló asegurándole que el Señor escucharía a una
mujer que derramaba tantas lágrimas! El Señor vio sus lágrimas y tuvo
compasión de su corazón roto!
5. PACIENCIA. En una sociedad de «ritmo acelerado», todos quieren
resultados rápidos y obvios. Como la
mujer que rezaba con fervor e insistencia: «¡Señor, dame paciencia y ahora!»
Muchas madres que sufren tienen una espiritualidad que se podría llamar
espiritualidad de «¡microondas!»
Es decir, una espiritualidad en donde piden algo y lo quieren ahora,
instantáneamente, sin espera, como poner algo en el microondas por 45 segundos,¡
listo y hecho! Así no obra el Señor y Mónica lo sabía. Después de unos largos treinta y pico de años
vio la conversión de su hijo Agustín.
Principalmente, fue la obra de la gracia de Dios. Sin embargo, ¡Mónica fue el catalizador que
hizo caer la gracia de Dios!
asociación, «Cofradía de Santa Mónica», hay que recordar las armas
que ella utilizó para la conversión de su familia: ¡su marido, su hijo y su
suegra! Ella colocó una confianza, un
deposito sin reservas, en Dios y su Divina Providencia, siguió con una oración,
ferviente, llena de fe, frecuente — lanzo ardientes dardos al cielo
penetrando el corazón amoroso de Dios.
Lágrimas, pero no lágrimas de
cocodrilo de sentimentalismo y desesperación, sino lágrimas de dolor por el
pecado y los pecados de sus seres queridos, oración con humildad y
dirección. Ningún hombre es una isla,
algo completo en sí mismo; todos estamos unidos, formamos parte del Cuerpo Místico
de Cristo. Por último pero no menos
importante, ella ejerció una paciencia infinita. Mónica no impuso su «hora» y tiempo
a Dios, sino esperó pacientemente el tiempo de Dios, que siempre es el
«mejor momento.” ¡Bueno, mamás tiempo para inscribirse! Apúntense
en la «Cofradía de la Santa Mónica.”