Santo. A quienes perdonéis los pecados,
les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn
20, 21-23)
instituyó el sacramento de la Confesión y otorgó a sus apóstoles y a sus legítimos
sucesores, el sacerdote que ha recibido el orden sacerdotal, el poder de
perdonar los pecados en Su nombre. Cuán
agradecidos debemos estar por este don dado a su Iglesia.
Dios, acudamos al sacramento de la Confesión. Hagamos una buena preparación y confiemos en
el océano infinito de la misericordia de Dios.
presentaremos cinco efectos maravillosos que produce la confesión en el alma de
la persona que frecuenta este sacramento.
Jesús te hace esta invitación a ti lector: »Vengan a mí todos los que
están afligidos y agobiados y yo los alivié. Carguen sobre ustedes mi yugo y
aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón y así encontrarán
alivio, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mt 11, 25-30)
1. GRACIA SANTIFICANTE. Cuando hacemos una buena confesión
sacramental, Jesús perdona nuestros pecados mortales por medio de la persona
del sacerdote y se restaura la gracia santificante en nuestra alma. ¡El alma vuelve a la vida!
Toma valentía y humildad examinar la conciencia, aceptar nuestras sombras y
miserias, arrepentirnos, presentarnos ante el sacerdote y abrirle nuestro
corazón con sinceridad. ¡Dios ama un
corazón humilde!
nos acercamos al sacramento de la misericordia de Dios, confesamos humildemente
nuestros pecados al sacerdote – crecemos en auto conocimiento. Conocemos más nuestra realidad; nuestros
puntos fuertes y débiles. Y es así que
podemos evitar futuras caídas. Los
historiadores bien conocen el dicho:
»Quien no conoce la historia, se condena a repetir sus errores.» Ahora, respecto a nuestra vida espiritual, si
desconocemos por qué pecamos, cómo pecamos o cuándo pecamos, ¡volveremos a
caer! ¡Es un ciclo vicioso ad-infinitum!
MENTE. En la tragedia de William
Shakespeare, encontramos el personaje de Lady Macbeth que no estaba en paz y se
lavaba las manos sin cesar, símbolo de que quería limpiar su consciencia. Hoy muchos viven con nerviosismo, tensión,
estrés, desánimo y depresión. Y peor
aún, desconocen por qué su alma está en este estado de angustia. La razón se resume con estas pocas palabras: por el PECADO.
El pecado no confesado se estanca en el corazón e inquieta y atormenta la
conciencia. Por qué no conseguir la paz
interior, haga una buena confesión HOY!
Cuán hermosas y alentadoras palabras pronuncia el sacerdote después de la confesión:
«Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al
mundo por la Muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo
para la remisión de los pecados, te conceda, por el misterio de la Iglesia, el
perdón y la paz. Y YO TE ABSUELVO DE TUS
PECADOS EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO, + Y DEL ESPÍRITU SANTO». — «Amén».