Cuando los días parezcan oscuros y depresivos, ábrete y charla con tu madre
En la siguiente lista presento diez diferentes maneras como podemos mostrar a María, nuestra madre, un gran amor, y sin duda por su poderosa intercesión, atraerá para nosotros las gracias para convertirnos en lo que estamos llamados a ser: santos (como la gran mayoría de nuestras madres lo son).
- HABLA CON ELLA. Tenemos que formarnos el hábito de hablar frecuentemente con María, confiar en ella, hablarle desde nuestro corazón como lo hizo Jesús, su hijo y el hijo de Dios. María es nuestro modelo, nuestra guía, nuestra amiga y nuestra más querida madre. Nos ama demasiado como para no charlar con ella a menudo.
- COMIENZA TU DIA CON MARIA. Al levantarte tu primera acción podría ser ofrecer el día totalmente a Jesús, en todo lo que digas, hagas y pienses. ¿Por qué no ofrecerlo a través del Inmaculado Corazón de María? Dale a Jesús, a través de María, tus ojos, tus oídos, tu mente, tu corazón, tus intenciones…, en una palabra, dale todo a través de su madre, María.
- ÁMALA. Una madre nunca se cansa de escuchar que su hijo le dice que la ama y que es la mejor de todas. La tentación podría ser que nos dijéramos, “si ya lo sabe, ¿para que se lo digo otra vez?”. Es cierto, una buena madre ya lo sabe, pero expresarlo con palabras hará que su corazón salte de contento. Lo mismo se puede decirle a María: “Madre Mía, te amo” a lo largo de la jornada. La madre de Dios experimentará una gran alegría en su inmaculado corazón.
- SAL DE PASEO CON ELLA. Cuando viajemos, no obstante, el viaje sea corto o muy largo, podrías invitarla a venir contigo, con tu familia, a tu lado. Es una buena compañera de viaje que te va a proteger en el camino de muchos peligros y de muchos peligros y accidentes tanto físicos como morales.
- IMITA A MARIA. Si conocemos a alguien profundamente, lo imitaremos y lo amaremos. San Luis María Grignon de Montfort subrayó las diez principales virtudes de María que podríamos imitar: su profunda humildad, su fe viva, su obediencia ciega, su oración constante, su oblación perenne, su incomparable pureza, su amor ardiente, su heroica paciencia, su angélica amabilidad y su gloriosa sabiduría.
- CONFIA Y “SUPERCONFIA” EN MARIA. Si de verdad tenemos confianza en una persona, le podemos platicar nuestras penas, sabiendo que esa persona especial nos cuidará y nos protegerá. Dios Padre le confió a María el cuidado de su único hijo. Por lo tanto, podemos dejar la totalidad de nuestra vida a su cuidado. San Bernardo dijo que nunca se ha sabido de alguien que se abandonara a María que fuera defraudado.
- DILE A MARIA TUS TEMORES Y CAIDAS. Podemos ser tentados por el demonio –quien verdaderamente odia a la Virgen María— para sentirnos inhibidos de contarle a ella nuestros temores y nuestros profundos sufrimientos. Pero María, la mejor de las madres, conoce con claridad cuando su hijo se encuentra más herido, cuando necesita el más tierno amor y cuidado. Cuando los días parezcan oscuros y depresivos debemos abrirnos y charlar con María, nuestra madre. Ella es, como dos títulos que le dan las Letanías, “refugio de los pecadores” y “salud de los enfermos”.
- LLAMALA EN MEDIO DE LA TENTACION. Nuestra vida es una guerra constante: somos soldados de Cristo y de María. Eso significa que siempre estamos en el campo de batalla. Nuestros enemigos son tres: el mundo, el demonio y la carne. Conscientes de esta intensa realidad del combate espiritual, si llamamos a María la victoria estará con nosotros. La célebre batalla de Lepanto se ganó tras invocar a María y rezar el Rosario, por insistencia del papa san Pío V.
- PROMUEVE EL AMOR A MARIA COMO UNA MADRE. Si ya tenemos la experiencia del amor, la ternura y el cuidado de María en nuestra vida diaria, entonces, sin lugar a dudas, quisiéramos hacerla conocer a muchos más. María no es amada y honrada por una razón principal: no es conocida. ¿Cómo puede serlo? De muchas maneras. Recomendado buenos libros sobre ella; recomendando el rezo del Rosario (y rezándolo diariamente) o recomendando llevar el Escapulario de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
- MUERE EN LOS BRAZOS DE MARIA. El momento más importante de nuestra vida es el exacto momento en que morimos. Ese momento determinará nuestro destino eterno: el cielo o el infierno. ¿Por qué no nos prepararnos para morir en gracia al menos 50 veces al día? Rezando el Rosario lo podemos lograr. Cada vez que rezamos el Avemaría nos preparamos para llegar a tener una muerte santa y feliz.
El padre Ed Broom, OMV (Oblato de la Virgen María), conocido también como Padre Escobita, fue ordenado sacerdote por san Juan Pablo II en 1986. Es asistente del párroco en la Iglesia de San Pedro Chanel en Hawaiian Gardens (California). Allí imparte retiros, da los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, organiza y dirige su propio programa de radio y televisión en Guadalupe Radio –Barriendo Conciencias.