Cada año Dios deja caer una lluvia de bendiciones, especialmente en la temporada de Cuaresma y en Semana Santa que culmina con el Domingo de Pascua – La Resurrección de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. La resurrección es el triunfo sobre la muerte, ¡el pecado y el diablo!
Sin embargo, los frutos de estos días santos se reciben en proporción con la disposición interior del alma, su apertura a la gracia de Dios y su docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. Por tal, si vivimos nuestra fe cristiana con fervor, cosecharemos abundantes gracias.
¡MAGNANIMIDAD! La palabra »magnanimidad» es una palabra importante en la espiritualidad Ignaciana y significa gran generosidad de ánima. San Ignacio de Loyola, en la anotación al director de los Ejercicios Espirituales, hace hincapié en la importancia que el ejercitante entre a estos ejercicios con gran magnanimidad – con ánima o espíritu grande.
Empecemos Semana Santa con esta misma disposición de espíritu: con MAGNANIMIDAD. Entremos en el Misterio Pascual del sufrimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesús con un deseo ardiente de amar a Dios de forma total, plena y sin reservas. ¡Vivamos esta Semana Santa como si fuera la última – porque solo Dios sabe si la es!
¡VIVE EL TRIDUO PASCAL INTENSAMENTE!
El Triduo Pascual son los tres días del núcleo de la fe cristiana: la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor (Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo). Estas meditaciones ofrecen una oportunidad de profundizar el Misterio Pascual con una adhesión profunda a Cristo para recibir los más abundantes frutos y llegar a una auténtica conversión de vida. Porque así, podremos decir como San Pablo: »Ya no soy yo quien vive, sino Cristo quién vive en mí.»
JUEVES SANTO. El Jueves Santo conmemoramos con amor, asombro y gratitud inexpresable, la institución de dos Sacramentos. Estos sacramentos que nacen para nuestra santificación y salvación del Sagrado Corazón de Jesús son: El sacramento de la Santa Eucaristía y Orden Sacerdotal (el sacerdocio). Como impulso de nuestro corazón debe brotar alabanza y agradecimiento a nuestro Señor Jesucristo por haber dado a su Iglesia tan sublime don. Este don de la Santa Eucaristía, que nos la dio hasta el fin de los tiempos, lo podemos recibir todos los días (si tenemos la debida disposición). La Santa Eucaristía es verdaderamente y sustancialmente el CUERPO, SANGRE, ALMA y DIVINIDAD de Jesús. La palabra »Eucaristía» significa »acción de gracias». De todo nuestro ser debe brotar la expresión más exaltada y sublime de agradecimiento.
ORDEN SACERDOTAL. El mismo Jueves Santo, Jesús instituyó el sacramento del Orden Sacerdotal – el sacerdocio católico. Este sacramento fue instituido por Jesús en el piso superior (el Cenáculo) en la Última Cena – que también fue la primera Misa – cuando Jesús pronunció estas palabras: »Haced esto en memoria mía.» Es en este momento que Cristo designa a sus apóstoles como los primeros sacerdotes y obispos.
El Jueves Santo, en la Misa de la Última Cena y el lavatorio de los pies, debemos rezar por los sacerdotes en forma universal. Debemos rezar por las vocaciones al sacerdocio, por los seminaristas que se preparan y para quienes son sacerdotes. Recemos por los sacerdotes jóvenes, por los sacerdotes ancianos, por los sacerdotes enfermos, por los sacerdotes que se sienten tentados, por los sacerdotes que tienen dudas y por los sacerdotes que han caído para que regresen a Jesús el Buen Pastor de sus almas. Con gran pesar Jesús oró: »La mies es abundante y los obreros son pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su viñedo.» Son muchas las almas en peligro por falta de obreros y por falta de sacerdotes santos y fervorosos. El Jueves Santo, recemos entonces con fervor y con el corazón en alto, por los sacerdotes. Al comulgar, ¡ofrezcamos nuestra Comunión por ellos! ¡Cuánto anhela Jesús nuestras oraciones!
VIERNES SANTO. Una reflexion sobre el Viernes Santo: El Jueves Santo contemplamos a Jesús en la Última Cena bendiciéndonos con dos sacramentos, la Eucaristía y el Orden Sacerdotal. El Viernes Santo dirigimos nuestra atención y nuestra mirada hacia la cruz. Con una voz recemos la oración de san Francisco de Asís: »Te adoramos Cristo y te alabamos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.»
CONTEMPLACIÓN DE LA CRUZ Y LA CRUCIFIXIÓN. Pasa tiempo en silencio contemplando una imagen gráfica de Jesús crucificado, medita y contempla su SANGRE PRECIOSA.
Con amor, reverencia y devoción y con un espíritu de reparación, contemple las llagas de donde brotó la Sangre Preciosa de nuestro Salvador. Primero, vea su cabeza una corona tejida de espinas, vea las espinas puntiagudas que traspasan su ceja y penetran el cerebro de nuestro amado Señor, vea como corre su sangre incesantemente; fije los ojos de su alma en la sangre que derramó por la salvación de su alma. Jesús sufrió su dolorosísima pasión por el mundo entero, pero en forma persona, ¡la sufrió por ti!
Si fueras la única persona en todo el universo, el amor de Jesús para ti es tan grande que Él hubiese derramado igual cada gota de su Preciosa Sangre por la salvación de tu alma. ¡Cuán precioso somos para Dios! Cuán preciosos somos para su Sagrado Corazón.
Contempla ahora sus manos traspasadas por los clavos. Las manos que bendijeron a los niños, las manos que al tocar los ojos de los ciegos les restauraron la vista, las manos que tocaron a los leprosos y sanaron la lepra al instante, las manos sagradas que transformaron el pan en su Cuerpo y Sangre, estas mismas manos ahora están clavadas a la cruz y no dejan de brotar sangre.
Contempla sus pies: Estos pies caminaron para traer la buena nueva a los forasteros, los abandonados, los pobres y los despreciados. ¡Jesús vino para liberar a los cautivos! Pero ahora estos pies no se pueden mover. De la llaga de los pies ahora solo brota sangre para que podamos caminar el camino de pureza, justicia y paz.
EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Por último, contemplemos el Sagrado Corazón de Jesús traspasado por la lanza. De esta fuente de vida, brotó Sangre y Agua para la vida sacramental. El agua es símbolo de los sacramentos del Bautismo y Confesión. ¡La Sangre es símbolo de la Santa Eucaristía! En todas nuestras penas y angustias, temores y sufrimientos, ¡busquemos refugio seguro en el Sagrado Corazón de Jesús!
SÁBADO SANTO: EL DOLOROSO E INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
SÁBADO SANTO. Muchos no entienden lo que es el Sábado Santo. Los siguientes son los sentimientos y el espíritu que debemos cultivar en este dia. ¿Ayuno? El Viernes Santo es obligatorio el ayuno. Pero el Sábado Santo la Iglesia anima a los fieles a que ayunen, pero no es obligatorio. ¡Pero SILENCIO! Sí, ¡silencio! El ruido y bullicio no deben llenar el día sino el silencio. ¿Por qué? Para poder contemplar a Jesus con un espíritu de oración.
NUESTRO CORAZÓN Y NUESTROS PENSAMIENTOS. Acompañemos a nuestra Madre Santísima, nuestra Señora de los Dolores con nuestro corazón y nuestros pensamientos. La Iglesia recomienda que pasemos tiempo con ella reviviendo los momentos de la pasión. Entremos a su Inmaculado Corazón, y al pie de la cruz, revivamos la pasión, el sufrimiento y la muerte de Jesús por los ojos de María. Porque nadie jamás ha penetrado lo hondo del sufrimiento de la pasión de Jesús mejor que su Madre Inmaculada.
CONCLUSION: Vivamos el Triduo Pascual con MAGNANIMIDAD. Entremos al Triduo Pascual con gran amor y gratitud a Jesús por haber entregado su vida por mí, por haber derramado cada gota de su Preciosa Sangre por mí, como si fuese yo la única persona en todo el universo. ¡Cuán grande es el amor de Jesús por mí y por ti!
El padre Ed Broom, OMV (Oblato de la Virgen María), conocido también como Padre Escobita, fue ordenado sacerdote por san Juan Pablo II en 1986. Es asistente del párroco en la Iglesia de San Pedro Chanel en Hawaiian Gardens (California). Allí imparte retiros, da los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, organiza y dirige su propio programa de radio y televisión en Guadalupe Radio –Barriendo Conciencias.