Santa Catalina de Sena, mística italiana, guerrera de la oración, estigmatizada, Doctora de la Iglesia, dijo que los dos momentos más importantes de nuestra vida son: ahora y la hora de nuestra muerte. ¿Se le hacen conocidas estas palabras? ¡El Ave María! En la última parte de esta hermosa oración tan agradable a Nuestra Madre Santísima, decimos las mismas palabras: …ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dado lo importante que son estos dos momentos, pidamos a Dios que nos conceda la gracia de vivir de forma que agrademos a Jesús, Jesús quien vendrá a juzgar a vivos y muertos. Presentaremos cinco formas de prepararnos para una muerte santa para así poder vivir para siempre con la Santísima Trinidad, María, los ángeles y los santos.
¡PREPARACIÓN! Todo en la vida requiere de algún tipo de preparación. Nos preparamos antes de un evento deportivo, antes de una fiesta sorpresa, antes de acudir a una cita, antes de tomar un examen. ¿No deberíamos prepararnos para el momento más importante, para el momento de nuestra muerte, para tener una muerte santa y llegar al cielo y estar con Dios???
1. EL PECADO Y EL ARREPENTIMIENTO. Todos somos pecadores. La Biblia dice que el hombre justo cae siete veces al día. Si caemos en la desdicha de cometer un pecado mortal, no nos desalentemos, mas bien confiemos en la misericordia de Dios. Pero es necesario hacer inmediatamente un acto de contrición perfecto e ir al confesionario lo más pronto posible. Espiritualmente hablando, vivir en pecado mortal es jugar a la ruleta rusa con el alma. Jesús nos advierte una y otra vez, que estemos preparados porque nos sabemos ni el día ni la hora de nuestra muerte. »Llegará como ladrón de la noche.»
2. IMITEMOS A LOS SANTOS: VIVAMOS CADA DÍA COMO SI FUESE NUESTRO ÚLTIMO DÍA. Una de las características que comparten los santos es que están perfectamente conscientes de la brevedad de la vida. El salmista lo expresó así: »Nuestra vida es como la flor del campo que florece de día, la azota el viento y muere de noche.» Los santos viven cada día como si fuese el último. ¡Porque en verdad lo podría ser! Tan inciertos son los días y las horas de nuestra vida, nuestra existencia es precaria. Cada mañana al abrir los ojos, debemos arrodillarnos y consagrarnos a Jesús y María. Hagamos el firme propósito, en imitación de los santos, de vivir este día con el más intensísimo amor a Jesús y María. ¡Vivámoslo con un celo ardiente de salvar almas, con el firme propósito de cumplir los deberes de nuestro estado de vida con la mayor pureza de intención y la mayor perfección!
3. COMULGAR CON GRAN FERVOR. (Lea Juan 6, 22-71) ElDiscurso del Pan de Vida. Jesús nos enseña con gran claridad quién es Él, lo que Él desea y lo que Él promete a aquellos que le obedezcan. ¿Quién es Jesús? Jesús dice: »Yo soy el pan de vida». Jesús está verdaderamente presente en la Santa Comunión, en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. ¿Qué quiere Jesús? Jesús, el Pan de vida, quiere que cada uno de nosotros lo recibamos en la Santa Comunión con gran fe, gran amor y gran devoción lo más que sea posible. ¿Acaso es posible que en la oración que Jesús nos pidió que rezáramos, el Padre Nuestro -»danos hoy nuestro pan de cada día» – que Jesús nos estaba exhortando a que lo recibamos en la Santa Comunión todos los días? ¡Haga la prueba! Si lo hace, ¡va en camino al cielo! ¿Qué nos promete Jesús? Jesús lo dice con gran claridad. Y no sólo lo dice con gran claridad sino que lo repite una y otra vez el su discurso del Pan de vida — ¡nos promete el CIELO! Pongamos atención a las palabras de nuestro Señor y Salvador. Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.» (Jn 6, 53-54) ¡Claro como el agua! ¡La promesa es el cielo para aquellos que se alimenten con la Eucaristía, el Pan de Vida!
4. VIVIR SIEMPRE EN LA PRESENCIA DE DIOS. El Hermano Lorenzo alcanzó un gran santidad de vida llevando acabo un practica sencilla: ¡vivió en la presencia de Dios! Otra Doctora de la Iglesia, santa Teresa de Ávila, señala que pecamos porque olvidamos o mas bien ignoramos la presencia de Dios. También, no desaproveche el uso de sacramentales como recordatorios de la siempre presente presencia de Diosl. Usemos estos sacramentales: el escapulario, la medalla milagrosa, estampas con la imagen de Dios, imágenes de María, la Divina Misericordia, la medalla de san Benito, un crucifijo, rezar el Angelus a las 9:00, 12:00 y 6 de la tarde y por último decir pequeñas jaculaciones — todo esto nos puede ayudar a estar conscientes de la presencia de Dios. San Pablo nos recuerda citando al poeta griego diciendo: »En Él vivimos, nos movemos y somos.”
5. MARÍA SANTÍSIMA: EL AVE MARÍA Y EL ROSARIO. El medio más poderoso para alcanzar una muerte santa y dichosa es por medio de la siempre presencia de María. No desvaloremos el poder que María tiene en nuestra vida, especialmente en el momento crucial de nuestra muerte, cuando pasamos de esta vida al tribunal de Dios. Si cultivamos el hábito de rezar el Ave María diario, o más bien dicho el santo Rosario, en el momento de nuestra muerte tendremos una poderosa aliada, una poderosa abogada. ¡María Santísima es Señora abogada nuestra, es Madre de Dios, Madre de la Iglesia y es nuestra Madre! Si hemos rezado el santo Rosario con gran amor, fervor y fe todos los días de nuestra vida, »Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén», entonces María estará presente con nosotros en nuestra última agonía para recibir nuestro ultimo suspiro y pedir a Dios misericordia y perdón por nuestros pecados!
Hermanos en Cristo y María, reconozcamos quiénes somos, por qué estamos aquí, hacia dónde vamos y cómo llegar. Por nuestro bautismo somos hijos e hijas de Dios. Estamos aquí para llegar al cielo. ¿Cómo llegamos? Obedeciendo los mandamientos de Dios y amándolo con fervor en todo momento. Si tenemos clara nuestra filosofía de vida entonces tendremos claro nuestro destino, el cielo. Pongamos en práctica estos cinco consejos, confiando que un día con María Santísima contemplaremos el rostro de Dios por toda la eternidad!