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RADIO GUADALUPE – MARIA
Padre Edward Broom, OMV (P.Escobita)
Espiritualidad Católica Ignaciana y Mariana
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RADIO GUADALUPE – MARIA
Uno de los mayores regalos que nuestro Salvador misericordioso dio al mundo, ese primer Domingo de Pasuca, fue el don del Sacramento de la confesión. Jesús pasó a través de las paredes, luego sopló el Espíritu Santo sobre los Apóstoles y dijo: “Recibid el Espíritu Santo; A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes retengáis los pecados, éstos les son retenidos.” (Jn 20, 21-23)
En este momento, con estas palabras y con el soplo del Espíritu Santo, Jesús instituyó el Sacramento de su infinita misericordia que nosotros llamamos el Sacramento de la confesión.
En este breve ensayo, nos gustaría animar a todos a tener una gran confianza en la misericordia de Dios y acercarse con fe, confianza y humildad, a este Sacramento. Ofreceremos diez cortas sugerencias y palabras de aliento para ayudarnos a recibir con mayor provecho este gran Sacramento de su misericordia.
1. CONFIANZA EN LA MISERICORDIA INFINITA DE DIOS. Jesús dijo a S. Faustina, que lo que más hiere su Sagrado Corazón es la falta de confianza en su misericordia infinita. E igual dijo, que si el pecador tuviera tantos pecados como los granos de arena en la orilla del mar, si tan solo confía en su misericordia, todo desaparecería en el abismo de su Misericordia. San Pablo nos recuerda: “Donde abunda el pecado, sobreabunda la misericordia de Dios.” De hecho, los más grandes pecadores pueden llegar a ser los más grandes santos si tan solo confían incondicionalmente. Los ejemplos abundan: María Magdalena, el buen ladrón, San Agustín, Santa Margarita de Cortona, San Ignacio de Loyola, San Camilo de Lelis, Santa María de Egipto y muchos más…
2. PREPARACIÓN. Prepárese bien para la recepción de los Sacramentos. La teología sacramental enuncia este principio importante: uno recibe gracias en proporción a la disposición del corazón y de la preparación previa. Tenga un buen Examen de Conciencia a la mano y dese tiempo para prepararse bien para este encuentro con su Salvador amoroso y misericordioso. Busque un lugar de silencio para encontrarse con Jesús. Anote los pecados en una hoja de papel de modo que cuando usted entre al confesionario por los nervioso, no se le olvide las cosas que va a confesar. Por lo general, cuanto mejor se prepare, mejor será el resultado, ¡como es el caso en cualquier práctica!
3. ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO. Trate de entender que nuestra religión es fundamentalmente una relación personal de amistad con Jesús. Jesús de hecho es el amigo que nunca falla. Si entendemos que la esencia del pecado es hacerle daño a la persona que nos ama y murió en la cruz por nosotros, entonces será mucho más fácil evitar el pecado. En la Última Cena, Jesús llama a los Apóstoles – Amigos – y es verdad, somos los amigos de Jesús. El pecado no es tanto romper una regla, sino romper el Corazón amoroso de Jesús.
4. VALORAR EL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y VALORAR LAS GRACIAS Y OPORTUNIDADES. Veamos la banalidad con que tratamos a la Eucaristía, estamos tan acostumbrados a la santa Misa, que corremos el riesgo de no valorar lo que con tanta facilidad se nos da por pura gracia. Al igual que en un matrimonio, siempre se corre el riesgo de no valorar al cónyuge. Del mismo modo, podemos tomar a Jesús y los Sacramentos banalmente. Nuestra actitud debe ser tal, que cada vez que recibimos la Eucaristía, o acudamos a la confesión, debemos recibirla como si fuera nuestra última Comunión, y la Comunión sobre la cual seremos juzgados. En muchas sacristías hay un cartel que dice: “Reza la Misa como si fuera tu primera Misa, tu última y tu única.” De igual modo, debemos esforzarnos por recibir el Sacramento de la misericordia como si fuera nuestra primera, última y única confesión!
5. FIRME PROPÓSITO DE ENMIENDA. Hay cinco pasos para hacer una buena confesión:
a) Examen de conciencia;
b) Dolor por nuestros pecados;
c) Firme propósito de enmienda;
d) Confesión de los pecados al sacerdote;
e) Llevar a cabo la penitencia impuesta por el sacerdote.
Detengámonos por un momento en el tercer paso ya que en este punto todo penitente debe poner mayor empeño. ¿A qué nos estamos refiriendo? Simplemente que para hacer una buena confesión, tiene que haber un compromiso firme de nuestra parte para evitar cualquier persona, lugar, cosa o circunstancia que podría llevarnos a las trampas del pecado. Esto exige auto-examen, el auto-conocimiento, humildad y fortaleza. Esto también exige que analicemos la película de nuestra vida para ver dónde, por qué, cuándo, cómo, con quién y qué nos condujo a caer en el pecado. Hay muchos dichos al respecto: “El que no conoce la historia está condenado a repetir los mismos errores.” Sócrates afirmó: “Una vida que no se examina es una vida que no vale la pena vivir.” Hay otro proverbio clave de los Padres del desierto que dice: “Conócete a ti mismo”. O usemos la imagen de Supermán: Debemos conocer nuestro propio punto débil, nuestra kryptonita, nuestro talón de Aquiles”.
6. RECE POR EL SACERDOTE/CONFESOR.Leemos en el diario de Santa Faustina, que en una ocasión, S. Faustina salió del confesionario y sintió una intraquilidad, una falta de paz, algo que usualmente experimentaba después de hacer su confesión sacramental. Jesús se le apareció y le dijo que la razón de su falta de paz se debía a que no había pedido por el sacerdote confessor antes de entrar en el confesionario. Una breve oración por el sacerdote – un Ave María, una oración al Espíritu Santo o a su angel de la guarda – puede mejorar drásticamente nuestra confesión. ¡Inténtelo!
7. CUALIDADES DE UNA BUENA CONFESIÓN. En el Diaro de Santa Faustina, Jesús pone de relieve tres condiciones indispensables de una buena confesión. 1) La transparencia; 2) La humildad y 3) La obediencia. Cuando confesamos nuestra culpa al sacerdote, quien representa a Cristo, el Médico divino, debemos ser lo más claro y transparente posible. No debemos intentar justificar nuestros actos, racionalizarlos o culpar a otros por nuestros pecados. ¡Seamos humildes! Por último, debemos obedecer los indicativos o el consejo que el cura nos da, ¡ya que él representa a Cristo!
8. LA CONFESIÓN FRECUENTE. En la vida espiritual, es muy importante recibir bien los sacramentos y recibirlos con regularidad. La Iglesia permite y nos alienta a que nos confesemos con regularidad para crecer en santidad, y claro, uno está obligado a confesar los pecados mortales cometidos según la especie y el número exacto o debe manifestar un aproximado. Sin embargo, los santos y los Papas nos animan incluso a que confesemos los pecados veniales, a esto se le llama “Confesión de devoción”. También se puede confesar los pecados mortales de la vida pasada y renovar la pena por haberlos cometido ya que a menudo los pecados dejan una mancha profunda o están profundamente arraigados en el alma. ¡La confesión frecuente sirve para borrar y eliminar la mancha poco a poco! Pero cuidado! Evite hacer confesiones mecánicas, rutinarias o superficiales sin un firme propósito de enmendar su camino.
9. ACLARAR DUDAS. Si tiene cierta confusión moral, duda o incertidumbre acerca de algún asunto o acción, debe ser humilde y directo y pedir a su confesor que se lo aclare. La teología moral nos enseña que nunca debemos actuar sobre una conciencia dudosa. Por el contrario, hay que aclarar la cuestión moral con nuestro confesor antes de actuar. Un de los mayores regalos que podemos experimentar estando en la tierra es una conciencia bien formada y paz en el alma.
10. ACCIÓN DE GRACIAS. Después de haberse confesado, asegure de dar infinitas gracias a Dios por su misericordia, su bondad, su compasión y por el don del Sacramento de la confesión. Dios se regocija viendo un alma agradecida y generosa. Hagamos nuestra la oración del salmista: “Dad gracias al Señor porque Él es bueno; porque es eterna su misericordia.”
El padre Ed Broom, OMV (Oblato de la Virgen María), conocido también como Padre Escobita, fue ordenado sacerdote por san Juan Pablo II en 1986. Es asistente del párroco en la Iglesia de San Pedro Chanel en Hawaiian Gardens (California). Allí imparte retiros, da los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, organiza y dirige su propio programa de radio y televisión en Guadalupe Radio –Barriendo Conciencias.
Maria – es la Hija de Dios Padre, la Madre de Dios Hijo y la Esposa Mística del Espíritu Santo – ella es – la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. Ella es, Estrella de la mañana, Torre de marfil, Arca de la Alianza, Lirio puro – ella es – la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.
Es, Refugio de pecadores, nuestra vida, dulzura y esperanza, es la mano que levanta al desvalido, ella es, la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. Es VIDA en medio de las amenazas de la cultura de la muerte, es DULZURA para quien está envuelto en el lodo de experiencias amargas y dolorosos, es ESPERANZA cuando todo parece desesperación – ella es – la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.
Es, Reina de los ángeles, Reina de los mártires, Reina de los confesores, Reina de las vírgenes, Reina de todos los santos y Reina del santísimo Rosario – ella es -la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA!
Es la Obra maestra de la creación, el deleite de escultores y pintores, es melodía de compositores, es palabra expresiva y magnífica de la palabra escrita de los maestros, ella es, la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA!
En medio de las tempestades, torbellinos, tormentas y diluvios que golpean fuertemente contra la corteza de nuestras almas, ella es Stella Maris – la Estrella del Mar; mientras la oscuridad se disipa y el cielo de la mañana atrae un nuevo amanecer, Ella es la Estrella de la mañana, ella es la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.
Cuando el diablo, la carne y el mundo golpean agresivamente a la puerta de nuestros corazones, para seducir y apartarnos de lo que es veraz, puro, noble y bueno, Ella, la Purísima, la santísima, el Lirio del campo, la Rosa mística, la Rosa más fragante y hermosa del jardín de Dios está presente para proteger y ampararnos – ella es – la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.
Por lo tanto, invoquemos a María, confiemos nuestra vida, nuestras angustias, nuestras penas, nuestras esperanzas y gozos y todos nuestros proyectos a Maria. Pídamosle con fervor para morir en sus brazos de María.