Padre Edward Broom, OMV (P.Escobita)

Espiritualidad Católica Ignaciana y Mariana

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Nov 12 2021

LECTURAS DEL DIA | 12 DE NOVIEMBRE 2021

Memoria de San Josafat, obispo y mártir

«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)    

VIERNES, 12 de noviembre Lc. 17, 26-37 «Quien busque conservar su vida la perderá, pero quien la pierda la salvará».

Noviembre es el mes dedicado a rezar por Todas las Almas y un oportuno recordatorio de nuestra propia muerte pendiente. «No preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti». (John Donne)

ESTÉ LISTO Y PREPARADO PARA ENCONTRARSE CON EL SEÑOR JESÚS por el P. Ed Broom, OMV

Accidentes de avión, accidentes de coche, barcos que se hunden, plantas petrolíferas que explotan, incendios forestales kilométricos… muchas de estas catástrofes repentinas e imprevisibles terminan a menudo con la pérdida de vidas humanas. Qué fácil nos resulta mirar estas catástrofes desde la distancia y no tener en cuenta que un día, una hora, un minuto, un segundo será el último de nuestra corta vida en la tierra.

Aunque no sea el más popular de los temas, es muy ventajoso y propicio para nuestro bienestar espiritual leer, meditar y reflexionar sobre la realidad de nuestra propia mortalidad, y el carácter precario e incierto de nuestra corta estancia o peregrinación en la tierra.

NOVIEMBRE: MES PARA REFLEXIONAR SOBRE LAS ÚLTIMAS COSAS. La escatología es la rama de la teología que se centra en lo que se llama Las Últimas Cosas: la muerte, el juicio, el cielo, el infierno y, para los católicos, la realidad del purgatorio. Además de estas últimas cosas, debemos añadir una docena de cosas a la ecuación: la realidad de la eternidad. Una de las razones de la meditación sobre estos temas serios es precisamente porque el Año Litúrgico de la Iglesia está llegando a su fin normal: la celebración de Cristo Rey y luego el nuevo año de la Iglesia comienza con el Tiempo de Adviento.

UNA REFLEXIÓN SERENA SOBRE LA REALIDAD DE LA MUERTE. Por ello, invitamos a todos a entrar en una breve reflexión sobre la realidad de la muerte, de cómo aceptar su inevitable realidad y dar pasos concretos para estar preparados. La gran santa doctora de la Iglesia, Santa Catalina de Siena afirma: «Los dos momentos más importantes de nuestra vida son el ahora y la hora de nuestra muerte». ¿Te suena? Esta en la última parte del Ave María!

1. SANTOS Y SANOS RECORDATORIOS DE LA MUERTE. En general, el mundo americano y moderno se esfuerza por hacer todo lo posible para evitar y eludir la realidad de la muerte, a pesar de que, como se ha mencionado anteriormente, nos bombardean constantemente con noticias flagrantes de muertes, ya sea desde una perspectiva individual o colectiva. ¿Cuáles son entonces los santos y sanos recordatorios de la muerte? Hay muchos y que nos lleven suavemente a prepararnos para el eventual e inevitable momento clave de nuestra vida: ¡el momento de nuestra muerte!

a) EL CRUCIFIJO. Señala la muerte de Jesús en la cruz por amor a nosotros y por la salvación eterna de nuestras almas inmortales. Contemplar a Jesús colgado en la cruz -por amor a ti y a mí- puede suscitar en nuestras almas y en nuestras vidas prácticas el deseo de convertirnos del mal y del pecado, y de amar lo que Jesús realmente ama: su Padre Eterno y la salvación de las almas.

b) EL CEMENTERIO. Al pasar por cualquier cementerio, ya sea católico o no católico, siempre deberíamos rezar al menos una breve oración por el eterno descanso de aquellos cuyos huesos yacen en ese lugar de enterramiento. Quién sabe cuántas almas verán aliviados sus sufrimientos, o incluso serán liberadas del Purgatorio como resultado de estas breves, fervientes y frecuentes oraciones ofrecidas por ellas.

c) MISA DE FUNERALES. Para los sacerdotes que trabajan en Parroquias muy ocupadas, las Misas Fúnebres son frecuentes. Sin embargo, debemos hacer la conexión entre la persona que yace en el féretro y nosotros mismos, en el sentido de que un día seremos nosotros los que yacen en el féretro en nuestra propia misa de funeral.  Ninguna de estas ideas pretende asustarnos, sino despertarnos a la realidad de nuestra propia mortalidad, es decir, ¡un día todos deberemos afrontar la realidad de la muerte!

d) El día de todos Los Fieles difuntos. Cada año en el calendario de la Iglesia católica hay una celebración litúrgica del Día de Todos los Fieles Difuntos. En realidad, el sacerdote puede celebrar tres misas en ese día: 1) Por las intenciones del Papa; 2) Por el bien de todas las almas; 3) Por las intenciones privadas del sacerdote. Rara vez se le permite a un sacerdote celebrar tres misas. Esto resalta la necesidad e importancia de rezar por las almas del Purgatorio, y por supuesto la mayor oración que se puede ofrecer es el Santo Sacrificio de la Misa. Aunque no es un Día de Obligación, como en el caso del Día de Todos los Santos el día anterior, es muy recomendable asistir a la Misa en el Día de Todos los Fieles Difuntos y recibir la Sagrada Comunión si su alma está en la disposición adecuada.

e) TRAGEDIAS LOCALES E INTERNACIONALES. Aunque sea muy doloroso, cuando hay tragedias a nivel local, nacional o incluso internacional en las que se producen múltiples muertes, estos momentos deben ser para nosotros un santo recordatorio de la sobria verdad de nuestra propia mortalidad.

Ahora pasemos a formas concretas de estar bien preparados para nuestra propia muerte, de modo que podamos encontrar a Jesús, no tanto como nuestro estricto Juez, sino como nuestro misericordioso y amoroso Redentor y Salvador.

2. VIVIR CADA DÍA COMO SI FUERA EL ÚLTIMO.  Los santos son unánimes en esta filosofía de vida, es decir, trata de vivir cada día de tu vida como si fuera el último. No quiero ser apocalíptico ni macabro, pero en realidad podría serlo. No queremos ser como las vírgenes necias de la parábola de Jesús, que no tenían aceite en sus lámparas, de modo que, cuando llegó el novio, se quedaron encerradas fuera del banquete de bodas. (Mt 25,1-13) La falta de aceite en los frascos simboliza a los que carecen de la gracia santificante en sus almas. San Alberto Hurtado, S.J., el dinámico sacerdote jesuita chileno afirmaba: «Hay dos lugares para descansar: el cementerio y el cielo».

3. ¡¡¡MORIR DIARIAMENTE!!! Nuestra constante lucha diaria es la que se libra contra la realidad del pecado en nuestros cuerpos mortales. San Pablo nos recuerda que debemos dar muerte a las apetencias de la carne y dar rienda suelta al espíritu. En efecto, ¡se trata de un morir diariamente a sí mismo en nuestros cuerpos mortales para vivir plenamente en Cristo!

4. SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN Y DE LA MUERTE. Otro modo muy eficaz de morir a uno mismo es el sacramental, recurriendo con frecuencia al sacramento de la confesión. Confesamos nuestros pecados al sacerdote que representa a Cristo, recibimos la absolución y, de este modo, morimos al pecado y resucitamos a una vida nueva y a un nuevo nivel de santidad. En efecto, toda buena confesión es una revivencia del Misterio Pascual de Jesús: ¡¡¡Su pasión, muerte y resurrección!!!

5. MEDITAR A MENUDO SOBRE LAS ÚLTIMAS COSAS.  Si tenemos constantemente ante nuestros ojos la realidad de nuestra muerte, el Juicio que sigue inmediatamente después de nuestra muerte, y la realidad del Cielo y del Infierno, esto sirve como un poderoso trampolín para convertirnos. Como nos recuerda el proverbio bíblico «Vanidad de vanidades… todo es vanidad» (Ecles 1:2)… ¡Tal vez se relaciona con Dios y con nuestro último fin!

6. SANTAS COMUNIONES FERVOROSAS. De todos los medios o armas espirituales para prepararnos a una muerte santa y feliz, la Santa Misa y la Santa Comunión ocupan el primer lugar de la lista. Jesús nos ofrece esta consoladora promesa: «Yo soy el Pan de Vida. Quien coma mi Carne y beba mi Sangre tendrá vida eterna y yo lo resucitaré en el último día».  (El discurso del Pan de Vida-Jn. 6:48, 54)

7. UNE TUS SUFRIMIENTOS A LA CRUZ Y AL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA.  A medida que envejecemos, nuestra salud se vuelve más frágil y Dios nos visita con diversas formas de sufrimiento -físico, mental, emocional, social, moral, espiritual, familiar, etc.- ¡la lista continúa! La clave para abrir la caja del tesoro de las gracias de Dios es reconocer nuestros sufrimientos y unirlos con los sufrimientos de Jesús en la cruz, más específicamente en el Santo Sacrificio de la Misa. Al unir nuestros sufrimientos y cruces a la Pasión de Jesús, nuestros sufrimientos tienen un valor infinito.

8. PEDIR LA GRACIA. Jesús nos invita con estas palabras: «Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá la puerta. El que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre la puerta». (Mt 7,7-9) San Alfonso de Ligorio, que de hecho escribió una obra maestra de la literatura sobre este tema, Preparación para la Santa Muerte, afirma con rotundidad sobre este punto: «La gracia de todas las gracias es morir en estado de gracia». Debemos pedir con fervor y frecuencia esta gracia de todas las gracias: ¡morir en los brazos de Jesús, María y San José!

9. PEDIR LA POSIBILIDAD DE RECIBIR LOS ÚLTIMOS SACRAMENTOS. En efecto, sólo Dios sabe el día, la hora, el minuto y el segundo en que nuestra vida terminará y viajaremos del tiempo a la eternidad. Podemos suplicar humildemente al Señor, si es su voluntad, que nos conceda la gracia extraordinaria de poder recibir los últimos sacramentos antes de morir. Existe lo que se llama un Rito continuo para los que se acercan a la muerte: La confesión, la unción de los enfermos, que culmina con el viático, es decir, la última comunión o la Santa Cena para los que viajan de esta vida a la vida eterna.

10. EL SANTÍSIMO ROSARIO Y NUESTRA SANTÍSIMA MADRE. Por supuesto, concluimos nuestra reflexión sobre las últimas cosas, más específicamente el tema de la muerte, con la Santísima Virgen María, el Ave María y el Santo Rosario. En efecto, cada vez que rezas el Avemaría estás preparando tu alma para el momento más importante de la muerte, pero con la presencia y la asistencia de María, la Madre de Dios, la Madre de la Iglesia y tu Madre amorosa. En la segunda parte del Ave María rezamos «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén». Por tanto, si rezamos el Rosario a diario, en realidad nos estamos preparando para morir con María a nuestro lado cincuenta veces. ¡Qué consuelo: saber, al final de nuestra vida, que hemos sido fieles al rezo del Santo Rosario y que María estará presente en nuestro lecho de muerte, ayudándonos a tener una muerte santa y feliz y a ser recibidos misericordiosamente por Jesús en nuestra Casa eterna! Oh María, Madre de la misericordia, ruega por nosotros. Para que vivamos santamente y experimentemos la gracia de todas las gracias: la gracia de una muerte santa y feliz. Amén.

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: LECTURAS DEL DIA

Nov 11 2021

LECTURAS DEL DIA | 11 DE NOVIEMBRE 2021

Memoria de San Martín de Tours, obispo

«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)    

JUEVES, 11 de noviembre Lc. 17, 20-25 «Pero primero tiene que sufrir mucho y ser rechazado por esta generación».

Nadie escapa de esta vida sin sufrir. Forma parte de nuestra naturaleza y mundo caídos tras el pecado de Adán y Eva. La «Buena Noticia» es que Cristo da a nuestros sufrimientos el poder de salvar almas cuando se unen a sus sufrimientos en la representación del Calvario en cada misa. ¡Esforcémonos con la siguiente meditación en no desperdiciar nuestros sufrimientos!

SANTIFICAR EL SUFRIMIENTO EN UNIÓN CON CRISTO por el P. Ed Broom, OMV

Cuando nos enfrentamos a la realidad del sufrimiento, la mayoría de nosotros nos encogemos, retrocedemos o incluso huimos de él. Queremos huir a algún rincón especial donde creemos que estaremos exentos de la realidad del sufrimiento. Sin embargo, esto no es posible. Nos guste o no, el sufrimiento es una parte inevitable de la condición humana: nuestra condición caída como resultado del Pecado Original.

Enfrentados a esta sobria realidad del sufrimiento, debemos aceptar la realidad de que el sufrimiento nos hará «mejores o amargos». De todas las religiones del mundo, la católica es la única que da una respuesta positiva y clara a la cruda realidad del sufrimiento. El sufrimiento, por su propia naturaleza, no es bueno ni malo -es neutro-, y depende en gran medida de cómo lo interprete el individuo y lo viva.

Medios por los que podemos santificar nuestro propio sufrimiento personal:

Realmente el único medio positivo por el que podemos santificar nuestro sufrimiento es uniendo nuestro sufrimiento con la vida y los sufrimientos de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Jesús podría haber salvado al mundo de muchas maneras, pero eligió salvar al mundo mediante su encarnación, su vida, sus enseñanzas, sus milagros, pero sobre todo mediante el sufrimiento que quiso soportar por todos nosotros. Este sufrimiento de Jesús se manifestó más claramente el Viernes Santo, cuando fue condenado a muerte, cargó con su cruz, fue crucificado y colgado durante tres largas horas en la cruz por nuestra salvación. También nos enseñó el significado del sufrimiento y el modo de sufrir con su propio sufrimiento.

Depende de nosotros no desperdiciar nuestro sufrimiento quejándonos y huyendo del sufrimiento. Más bien, nos corresponde unir nuestro sufrimiento a los sufrimientos de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, especialmente en su dolorosísima pasión.

1. Reconocer nuestro sufrimiento en sus diversas formas.

Nos corresponde reconocer los diversos tipos de sufrimientos que Dios puede enviarnos. Además, es clave reconocer que muchos de los sufrimientos que padecemos son enviados por Dios, como leemos en el Libro de Job, que fue afligido por muchas formas de sufrimiento.

¿Cuáles pueden ser las diferentes formas de sufrimiento? En efecto, ¡hay muchas! El sufrimiento físico es el más evidente. Nuestro cuerpo sufre de una forma u otra: dolor de cabeza, de muelas, de espalda, ataque al corazón, operaciones y recuperación, etc.

El sufrimiento social: la sociedad y su entorno nos hacen sufrir. La sociedad y la cultura parecen alejarse de Dios y de toda moral; debido a ello sufrimos. 

Sufrimiento familiar-un miembro de la familia, posiblemente muy cercano a nosotros, ha tomado decisiones erróneas y está siguiendo un camino equivocado. Nos gustaría dirigirlos por el camino correcto, pero se niegan a escuchar. Sufrimos.

Sufrimiento emocional: miedos, preocupaciones, angustias, penas, incertidumbres sobre el futuro, tristeza debido a muchas circunstancias. Este estado interior nos causa un gran sufrimiento. 

Sufrimiento espiritual: a pesar de mis buenos esfuerzos, parece que Dios está distante, que no me reconoce ni se preocupa realmente por mí. La Santa Madre Teresa de Calcuta pasó más de 40 años en este estado de oscuridad espiritual. Los místicos llaman a esto La noche oscura del alma.

Todo lo anterior son diversas formas en las que somos propensos a sufrir. Podemos sufrir en una o más de las formas enumeradas anteriormente o incluso en más formas que las enumeradas. Ahora bien, el elemento clave es ser conscientes de nuestro sufrimiento en estas diversas áreas y luego unir nuestros sufrimientos al Señor Jesucristo en sus sufrimientos. Por medio de esta unión con Cristo, nos santificamos a nosotros mismos, santificamos a nuestra familia, santificamos a la Iglesia -el Cuerpo Místico de Cristo- y santificamos al mundo en general. 

Por eso, Santa Teresa de Lisieux, conocida como «La Pequeña Flor», afirmaba «Cuando hacemos el mal, el mundo entero se rebaja; cuando hacemos el bien, elevamos el mundo entero más cerca del cielo». 

2. Unión con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Santa Misa

Demos un gran paso más en la comprensión de nuestra unión con la Pasión, el sufrimiento y la muerte de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. En efecto, Jesús murió hace más de 2000 años. Sin embargo, nos prometió la unión con su pasión, muerte y resurrección en la Santa Misa.

Él lo prometió: «Estaré con vosotros todos los días, incluso hasta el final de los tiempos». (Mt 28,20) ¿Dónde está? En su Iglesia, que tiene como uno de sus títulos más gloriosos el de Cuerpo Místico de Cristo. Muy especialmente, Jesús está presente en el Santo Sacrificio de la Misa. Cada vez que un sacerdote ordenado celebra y ofrece la Santa Misa, Jesús está realmente presente en el momento de la consagración bajo la apariencia del pan y el vino. Jesús se convierte en la Víctima inmaculada, el Cordero de Dios y Salvador del mundo en la Misa. Lo que ocurrió en el Monte Calvario hace más de 2000 años, en este momento se hace de nuevo presente. Jesús en la Misa se ofrece a sí mismo -su Cuerpo, Sangre Alma y Divinidad- al Padre eterno por nuestra salvación.

3. La llave que abre la reserva de gracias de nuestro sufrimiento

Ahora bien, la clave para hacer llover un diluvio de gracias sobre nosotros mismos en nuestro sufrimiento es la siguiente: unir nuestros sufrimientos personales a Jesús, la Víctima en el Santo Sacrificio de la Misa. En otras palabras, poner en la patena de la Misa el dolor de cabeza, el conflicto con el marido o la mujer, el trastorno emocional, la propia noche oscura. Entonces, cuando el sacerdote, que representa a Cristo, consagra la hostia y el vino en el Cáliz, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, tus sufrimientos son elevados a lo alto para tu santificación, así como para la santificación de todos aquellos por los que rezas, ¡y para el mundo entero!

4. Un paso más para que nuestros sufrimientos sean más eficaces

Es necesario un paso más para que nuestros sufrimientos sean más eficaces. Es éste: la recepción de la Sagrada Comunión. Es importante participar en la Misa y en la consagración; sin embargo, es mucho más completo si recibimos el fruto de la consagración que es la Santa Comunión: el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús, nuestro Señor y Salvador.

Al recibir a Jesús con fe, fervor, amor y devoción nuestros sufrimientos se santifican al máximo, y aún más Jesús nos da la gracia, la paz y la fuerza para llevar nuestra cruz, e incluso aliviará el dolor. Escucha sus palabras más consoladoras: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga es ligera». (Mt 11, 28-30)

5. Empieza ya: Santifica tus cruces y sufrimientos diarios.

Así que por qué no empezar ahora. Recuerda esas palabras clave: ofrécelo. Reza tu ofrenda matutina y entrégalo todo a los Corazones de Jesús y María. Luego, cuando te visiten los sufrimientos -ya sean físicos, morales, psicológicos, emocionales, sociales, familiares, etc.- únelos a la cruz y a Jesús, y al Santo Sacrificio de la Misa. Entonces tus sufrimientos adquirirán un valor infinito, porque están unidos a los propios sufrimientos de Jesús, y Jesús es a la vez hombre y Dios.

Que la Virgen que sufrió bajo la cruz, Nuestra Señora de los Dolores, nos alcance la gracia de no desperdiciar nuestros sufrimientos, sino de santificarlos uniendo nuestros propios sufrimientos a la Pasión, muerte y Resurrección de Nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, para nuestra salvación y la de muchos otros.

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: LECTURAS DEL DIA

Nov 10 2021

LECTURAS DEL DIA | 10 DE NOVIEMBRE 2021

Memoria de San León Magno, Papa y doctor de la Iglesia

«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)    

MIÉRCOLES, 10 de noviembre Lc. 17, 11-19 «Diez quedaron limpios, ¿no? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha vuelto ninguno más que este extranjero a dar gracias a Dios?»

Es importante entender por qué Jesús está decepcionado, incluso triste. ¿Crees que buscaba la gloria? ¿O al menos los buenos modales de un «gracias»? Para encontrar la respuesta debemos entender por qué fuimos creados.

Fuimos creados por Dios con un propósito: entrar en relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, una relación de amor, de amistad, de familia. ¡Esta es la verdad que define quiénes somos!  

¡Esto lo cambia todo! Esto cambia cómo vemos a Dios y cómo nos vemos a nosotros mismos. Cómo vemos la vida, cómo vemos la muerte y cómo vemos la eternidad. El P. Ed nos ayuda a entender cómo crecer en la amistad con Jesús.

CINCO FÁCILES PASOS PARA EMPEZAR A VER A JESÚS COMO TU SEÑOR Y AMIGO por el P. Ed Broom, OMV

Buen Pastor; Pan de Vida; Cordero de Dios; Camino, Verdad y Vida; Luz del mundo; Alfa y Omega; Principio y Fundamento; Cristo, Hijo de Dios vivo; Redentor y Salvador; Amigo fiel; Hijo del Padre; Hijo de la Virgen María: todos ellos son títulos cristológicos. Cada uno de estos títulos refleja un aspecto único y glorioso de Jesús. Él es Señor, Dios y Salvador y anhela ardientemente ser nuestro amigo en el tiempo y en la eternidad.

Por lo tanto, nos gustaría ofrecer algunos pasos concretos que podemos dar de inmediato para construir una Amistad fuerte, dinámica y permanente con Jesús, que sí es el Amigo que nunca nos falla, y que anhela ser nuestro Amigo en el Cielo por toda la eternidad.

El sentido común nos enseña que es totalmente imposible amar a una persona si esa persona es totalmente desconocida para nosotros. Por eso, en la composición de los Ejercicios Espirituales, el retiro de un mes completo, San Ignacio anima al ejercitante a pasar de 11 a 12, o incluso 13 días, con el único propósito de contemplar la vida de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Así, el ejercitante puede pasar de cuatro a cinco horas diarias contemplando la vida pública de Jesús durante cerca de dos semanas. La gracia que San Ignacio insiste en que los ejercitantes pidan es la siguiente: «Conocimiento íntimo de Jesús, para que le amemos más ardientemente, y le sigamos más de cerca».

Imagínate pasar de 50 a 60 horas durante dos semanas contemplando la Vida Pública del Señor Jesús en silencio y con el corazón abierto. ¿Cuáles serían los frutos de tal ejercicio espiritual? Sin duda, sería una amistad personal y dinámica con Jesús.

Dicho esto dejemos caer las redes en el abismo infinito de la Persona de Jesús el Señor, Jesús nuestro Dios, Jesús nuestro Salvador, Jesús nuestro Redentor, Jesús el Hijo de María, y Jesús que desea ser y de hecho será nuestro Mejor Amigo en el tiempo y por toda la eternidad.

1. Conocer los Evangelios

El punto de partida para conocer al Señor Jesús debe ser con los Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y San Juan. No deben ser leídos como literatura, poesía o como una mera búsqueda pagana o secular de conocimiento. Todo lo contrario, los Evangelios deben ser leídos, o mejor aún, meditados y rezados para llegar a conocer, amar y seguir a Jesús.

2. ¿Un método de oración?

Sí, hay muchos métodos de oración, pero nos gustaría sugerir un método breve, sencillo y práctico para abrir la puerta al conocimiento y a la amistad con Jesús a través de la meditación de la Palabra de Dios en nuestro corazón, como la Virgen María.

a) REZAR PRIMERO. Antes incluso de abrir el Evangelio, pide al Espíritu Santo luz y amor en tu meditación bíblica.

b) LEER. Lee despacio con la docilidad de Samuel en el Templo: «Habla, Señor, que tu siervo te escucha».

c) PIENSA. Como la Santísima Virgen María piensa, reflexiona, rumia la Palabra de Dios. En otras palabras, acepta la lucha que supone comprender la Palabra de Dios.

d) ABRE TU CORAZÓN: HABLA. Abre tu corazón y habla con el Señor Jesús. Deja que los sentimientos de tu corazón fluyan libremente mientras hablas con el Señor.

e) AMIGOS. Santa Teresa de Ávila compara la oración con la amistad. Habla con Jesús sobre lo que tienes en tu mente y en tu corazón relacionado con la Palabra de Dios que estás leyendo.

f) NOTAS: Cuando hayas terminado tu tiempo de oración, anota durante unos minutos en tu diario de oración las luces, pensamientos, intuiciones, inspiraciones, consuelos que Dios te ha dado.

g) ACCIÓN. A continuación, trata de poner en práctica lo que Dios te ha dado. En otras palabras, pasa del corazón y la mente a los pies: ¡pon en práctica la Palabra!

3. Comentarios bíblicos

Otra herramienta muy útil para conocer mejor a Jesús y amarlo con gran pasión es hacerse con un buen comentario bíblico. Hay muchos, pero me gustaría ofrecer simplemente una fuente ¡¡¡PATRÍSTICA!!! Con esto se quiere decir, profundizar en lo que algunos de los Padres de la Iglesia han predicado y escrito sobre la Vida de Cristo. ¿Quiénes son los Padres de la Iglesia? Existen tanto los Padres occidentales (latinos), como los Padres orientales de la Iglesia. Algunos nombres importantes entre los Padres occidentales: San Agustín, San Ambrosio, San Jerónimo, San Gregorio Magno. Algunos nombres importantes entre los Padres orientales: San Juan Crisóstomo, San Basilio, San Gregorio de Nicea, San Atanasio. Estás en un terreno sólido y seguro con los Padres de la Iglesia -tanto de Occidente como de Oriente-.

4. Un clásico moderno

En Sinu Jesu-Cuando el corazón habla al corazón: El Diario de un Sacerdote en Oración, un Monje Benedictino. Este clásico moderno puede encender un fuego en tu corazón por el amor a Jesús el Señor como tu 

mejor amigo. Escucha y medita un breve pasaje de este texto tan inspirador: 

«Escúchame. Ábreme el oído de tu corazón y te hablaré como te he prometido. Mi Corazón tiene mucho que decirte. Te instruiré. Te enseñaré. Te mostraré el camino que debes seguir. Mi corazón te anhela. Deseo tanto tu compañía». (En Sinu Jesu: página 21) 

Sin duda, una meditación lenta y orante de este texto te ayudará a conocer a Jesús como un Amigo íntimo, y empezarás a enamorarte de verdad del Señor Jesús. En el prólogo, el autor deja claro que este libro no es sólo para los sacerdotes, ¡sino para toda persona que desee sinceramente una creciente amistad con Jesús!

5. María: El atajo hacia el Sagrado Corazón de Jesús

Jesús es feliz cuando llegamos a conocer y amar a los que Él conoce y ama mejor. El primero de los amigos y amantes de Jesús es su propia Madre, la Santísima Virgen María. Conociendo a María, reflexionando sobre sus palabras y su vida ejemplar, nos sentiremos motivados a acudir a Jesús. La Virgen nunca impide la unión con Jesús, sino que fomenta una profunda unión con él. De hecho, las últimas palabras registradas de María en la Biblia están en el contexto de las Bodas de Caná. Las últimas palabras de María fueron: «Haced lo que Él os diga». (Jn. 2:5) El mejor consejo del mundo. 

En resumen, creced en el conocimiento y el amor a María, y ella os colocará en el Sagrado Corazón de nuestro Señor y Salvador Jesucristo en el tiempo y para toda la eternidad.

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: LECTURAS DEL DIA

Nov 09 2021

LECTURAS DEL DIA | 9 DE NOVIEMBRE 2021

Fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán

«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)    

MARTES, 9 de noviembre Jn. 2,13-22 «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? …el templo de Dios, que sois vosotros, es santo».

¿Creemos en las palabras de Jesús? «Vosotros sois el templo de Dios». «El Espíritu de Dios habita en ustedes». El templo de Dios, que tú eres, es santo».

Creamos en las palabras de Jesús y sigamos el modelo que nos dejó en su Vida registrada en la Sagrada Escritura: Oración, Servicio/Caridad, Sacrificio y Sufrimiento. 

Oración: 1) Nuestra Hora Santa diaria, la Confesión frecuente (cada dos o tres semanas), la Misa diaria y la Sagrada Comunión tan a menudo como sea posible, un Rosario diario.

Servicio/Caridad: 2) Vivir nuestro día en servicio a todos los que encontramos en nuestra jornada según su necesidad y nuestro estado de vida, es decir, ¡capacidad de ayudar! 

Sacrificio o sufrimiento: 3) El ayuno voluntario, así como los sufrimientos que Dios permite que nos lleguen en el transcurso de nuestra jornada, y de nuestra vida.

Hoy nos centraremos en la Caridad, especialmente en el ámbito de la salvación. ¡¡¡Meditación oportuna en este mes de las Almas!!!

CONVIÉRTETE EN UN PUENTE SÓLIDO HACIA EL CIELO por el P. Ed Broom, OMV

¡Ayuda a las almas a alcanzar una muerte santa y feliz! En el proceso, salvaremos nuestra propia alma.

Santo Tomás de Aquino nos ofrece esta sucinta definición de la caridad (que por cierto significa amor sobrenatural); la caridad es querer el bien del otro. ¿Cuál sería entonces el mayor bien absoluto para el otro? 

A los ojos de Dios, con respecto a la persona humana, el mayor bien que ésta puede alcanzar es la salvación de su alma inmortal. Jesús expresó esta verdad con brillante claridad en estas inequívocas palabras «¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma? (Mt 16,26) 

Sólo hay dos caminos, dos senderos, dos destinos eternos, ¡y nada más! Jesús dice que el camino que lleva a la perdición es ancho y hay muchos que lo eligen. Jesús continúa diciendo que el camino que lleva a la vida eterna es estrecho y son pocos los que lo eligen, pues es el Camino de la Cruz. Es el Viernes Santo que conduce a la gloria de la Resurrección. En una palabra, o elegimos el camino estrecho de la cruz y seguimos a Jesús sin reservas y así alcanzamos el cielo; o elegimos el camino ancho de la facilidad, la comodidad, el lujo, el placer y el pecado, y perdemos nuestra alma en las llamas eternas del infierno, y esto es para siempre.

La gran masa de la humanidad vive para el mundo, para su glamour, su placer, su poder y su fama. Sus ojos se fijan sólo en lo que este mundo ofrece. Muy pocos, en efecto, tienen los ojos elevados a la realidad del Cielo, o se preocupan mucho por su destino eterno. La mayor tragedia del mundo es desperdiciar la salvación eterna. Qué ciertas son las palabras de Jesús: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma?» (Mc 8,36)

Siendo este el estado actual de las cosas, meditemos en oración sobre las Verdades Eternas, 

sobre la realidad de la muerte, el juicio, el cielo, el infierno y también, de importancia capital, la eternidad, es decir, por los siglos de los siglos. Pero esforcémonos por hacer todo lo posible para convertirnos en un sólido puente por el que muchos puedan cruzar de esta vida al Cielo para estar con el Señor Jesús y su Madre, y los ángeles y los santos por toda la eternidad. De hecho, ¿cuáles son los pasos prácticos que podemos dar para ayudar a los que están en la carretera del infierno y llegar al cielo?

1. ORACIÓN.  

San Alfonso María Ligorio afirmó a bocajarro la necesidad indispensable de la oración para nuestra salvación eterna con estas palabras que se citan en el Catecismo de la Iglesia Católica «El que reza mucho se salvará; el que no reza se condenará». Un poderoso ejemplo bíblico que ilustra esta verdad son los dos hombres que estaban colgados en las cruces entre Jesús en la cruz del Calvario aquel primer Viernes Santo: los dos ladrones. Uno se perdió; el otro se salvó. El buen ladrón se salvó precisamente porque rezó al final de su vida. Rezar es hablar con Jesús. El buen ladrón habló con Jesús y le pidió misericordia. Jesús respondió inmediatamente con estas palabras consoladoras y reconfortantes: «Amén, amén te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso». (Lc 23: 43) Sus pocas pero fervientes oraciones salvaron al buen ladrón, y como bromeó el Ven. Arzobispo Fulton Sheen «Y murió como un ladrón, porque robó el cielo».

2. MEDITAR SOBRE LA BREVEDAD DE LA VIDA 

A los muchos que se han desviado hacia la tierra de nadie -The Waste land de T.S. Eliot-, es decir, hacia la incredulidad, la duda y el escepticismo, recuérdales lo corta e incierta que es la vida. El salmista nos recuerda esta verdad: «Nuestra vida es como la flor del campo que levanta la cabeza por la mañana, pero se seca y muere al ponerse el sol». (Sal 103,15-16) San Agustín comenta el carácter efímero y transitorio de la vida humana con estas penetrantes palabras «Nuestra vida en comparación con la eternidad es un mero parpadeo». Santiago añade: «Nuestra vida es como una bocanada de humo que aparece y luego desaparece». (Sant 4,14)

3. INCERTIDUMBRE DE LA VIDA. 

No sólo la vida humana es un parpadeo, una bocanada de humo en comparación con la eternidad, sino que además, toda la vida humana es precaria, incierta y sujeta a cambios, y eso significa la muerte. Casi a diario estamos expuestos a muertes intempestivas: a nivel internacional, nacional, local, e incluso a nivel personal o familiar. Ninguno de nosotros puede excusarse de sentirse sorprendido o incluso conmocionado por alguna persona que haya caído en la flor de la vida en algún trágico accidente. En estos tiempos, COVID también nos ha hecho muy conscientes de la fragilidad de la vida. No es por ser apocalípticos, pero podríamos ser tú o yo en cualquier semana, día, hora o minuto. Jesús nos advierte de la naturaleza incierta y precaria de la situación humana en la contundente, concisa y catastrófica parábola del rico insensato. Este hombre creía que lo tenía todo hecho a la sombra para una larga vida de facilidad, comodidad y placer. Jesús puso fin a sus sueños utópicos proclamando que moriría esa misma noche. ¿Y a dónde irán a parar entonces todas sus posesiones?

4. TRAER A LAS OVEJAS DESCARRIADAS, A LOS HIJOS PRÓDIGOS A LA CONFESIÓN.  

Dada la brevedad e incertidumbre de la vida, más allá de toda duda, uno de los mayores actos de caridad que puedes realizar es convencer a una oveja descarriada, o a un Hijo o Hija Pródigo (Lc 15, 11-32), de que vuelva a Dios mediante una buena Confesión Sacramental. Dale a esa persona descarriada, cuya alma tiene un valor infinito, un folleto de examen de conciencia. Díle dónde y cuándo son las confesiones. Acompáñele a la Iglesia y al confesionario. Díles qué deben hacer cuando se confiesen. Entonces, ve tú primero a confesarte y sal con una sonrisa radiante, para animarles. Santiago promete que si hacemos volver a un alma errante, salvamos nuestra alma y expiamos una multitud de pecados. (Santiago 5:20)

5. RECEPCIÓN DE LOS ÚLTIMOS SACRAMENTOS ANTES DE QUE EL SEÑOR NOS LLAME     

Una de las mayores gracias que podemos recibir sería recibir los Últimos Sacramentos antes de pasar de esta vida a la otra. Existe un Rito continuo que el sacerdote administra a los moribundos. El orden adecuado es el siguiente: Confesión, Unción de Enfermos, luego la Eucaristía, y si fuera su última Comunión, se llama Viático -que significa alimento para los caminantes en su camino hacia el Señor-. Este sería el orden ideal si el enfermo tiene la fuerza física, así como la lucidez mental. La confesión perdona los pecados; la Unción de los Enfermos une a la persona que sufre a la Pasión del Señor en la cruz y da esperanza; la Eucaristía, el Pan de Vida, alimenta y da fuerza para la última batalla contra los enemigos del alma.

6. EL PERDÓN APOSTÓLICO. 

Muy pocos son conscientes de los muchos tesoros que la Iglesia ofrece a quienes están dispuestos a recibirlos. El Perdón Apostólico se extrae de los tesoros de la Iglesia que brotan de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús (El Misterio Pascual) y es administrado por el sacerdote, normalmente después de los tres últimos Sacramentos de los que hemos hablado anteriormente. Las palabras que dice el sacerdote son las siguientes: «Por los santos misterios de nuestra redención, que Dios todopoderoso te libere de todos los castigos en esta vida y en la vida futura. Que os abra las puertas del paraíso y os acoja en la alegría eterna». O «Por la autoridad que me ha dado la Sede Apostólica, te concedo el pleno perdón y la remisión de todos tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Con estas palabras, pronunciadas por el sacerdote sobre el moribundo, se le concede la plena remisión de toda la pena debida por sus pecados. En concreto, al recibir el Perdón Apostólico, el moribundo puede tener acceso pleno y total al Cielo tras su muerte. ¡Qué regalo tan increíble y qué pocos católicos son conscientes de este don!

7. INDULGENCIAS PLENARIAS. 

Algo relacionado con el Perdón Apostólico es el de la recepción de lo que se llama la Indulgencia Plenaria. Si se cumplen las condiciones, la persona que recibe la Indulgencia Plenaria tiene todos sus pecados perdonados, así como la pena temporal debida por esos pecados. Si muriera después de haber recibido correctamente la Indulgencia Plenaria, también podría ir al cielo inmediatamente después de su muerte. Dicho esto, las siguientes son las condiciones requeridas para recibir la Indulgencia Plenaria:

LA CONFESIÓN SACRAMENTAL. En primer lugar, la Confesión Sacramental hecha con el sacerdote debe ser cumplida. Bien preparada, expresada y con verdadero y firme propósito de enmienda, dentro de las 2 semanas anteriores o posteriores a un acto indulgente (ver nº 3 más abajo).

COMUNIÓN SACRAMENTAL. A continuación, participación en la Santa Misa con una ferviente recepción de la Sagrada Comunión -el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo-.

ACCIÓN REQUERIDA PARA LA INDULGENCIA PLENARIA.  Hay varias acciones posibles, pero ofreceremos tres para elegir: 1) El Rosario en Familia o rezar el Rosario delante del Santísimo Sacramento; o 2) Hacer el Vía Crucis; o 3) Meditar la Biblia, la Palabra de Dios, durante al menos 30 minutos.

REZAR POR LAS INTENCIONES DEL PONTÍFICE A continuación, rezar por las intenciones del Santo Padre, el Papa, un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.

FIRME PROPÓSITO DE DEJAR EL PECADO. Por último, pero no menos importante, para recibir la Indulgencia Plenaria, la persona debe estar en estado de gracia y hacer el propósito más firme de renunciar a todo pecado -tanto mortal como venial- así como a las ocasiones cercanas de pecado. Dicho esto, si a pesar de nuestros esfuerzos, caemos en pecado venial debido a la debilidad humana, esto no niega la Indulgencia Plenaria.

Si se cumplen estas cinco condiciones, podemos obtener la Indulgencia Plenaria, lo que significa que nuestra alma queda limpia de todos los pecados, así como de toda la pena por ellos. Si el Señor nos llamara de esta vida a la vida eterna en este mismo momento, ¡podríamos tener acceso inmediato al Cielo! Cuántos regalos gratuitos ofrece Jesús a través de su Iglesia, pero ¡¡¡qué poca gente los aprovecha!!! 

Una consideración más, podemos aplicar la Indulgencia Plenaria a nosotros mismos, pero no a ninguna otra persona viva. ¡Sin embargo, podemos aplicar nuestra Indulgencia Plenaria a un alma que sufre en el purgatorio para su liberación inmediata! Ganando una Indulgencia Plenaria diariamente, cuántas almas podríamos liberar del purgatorio al cielo en nuestro tiempo de vida -almas que intercederían con gratitud por nosotros aquí en la tierra. A esto lo llamamos la Comunión de los Santos. La Iglesia Triunfante, los santos del cielo; la Iglesia Doliente, las almas del purgatorio; y la Iglesia Militante, los que luchamos por el buen combate aquí en la tierra. 

8. ACTO PERFECTO DE CONTRICIÓN.  

Otra práctica muy importante que debe ser predicada y enseñada a lo largo y ancho del mundo es la de esforzarse por hacer un Acto Perfecto de Contrición tan pronto como seamos conscientes de haber caído en pecado mortal. Esta práctica debe practicarse especialmente antes de retirarse cada noche. Porque si morimos en estado de pecado mortal, vamos al infierno. 

La confesión sacramental no siempre es posible debido a la escasez y falta de sacerdotes. Sin embargo, podemos hacer un Acto Perfecto de Contrición en cualquier momento y lugar, si nos mueve la gracia de Dios. Por «Acto de Contrición Perfecto» se entiende que nuestro dolor por el pecado mortal no es simplemente Miedo al Señor y miedo al castigo eterno -esto es Desgaste o Contrición Imperfecta-. Para que sea Contrición Perfecta, el dolor debe surgir de lo más profundo de nuestro corazón con el firme propósito de evitar pecar en el futuro debido al verdadero amor a Dios. En otras palabras, no queremos pecar ni siquiera en lo más mínimo porque Dios nos ama mucho y queremos devolverle su amor con todo el amor de nuestro propio corazón. Si se dice un Acto de Contrición Perfecto, podemos ser restaurados al estado de gracia incluso antes de la Confesión Sacramental. Sin embargo, en la ocasión más rápida y temprana aún debemos recurrir a la Confesión Sacramental.

9. LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA PARA LOS MORIBUNDOS 

Cuando una persona se está muriendo, las tentaciones, especialmente la de ceder a la desesperación, pueden ser muy intensas. Un medio poderosísimo y eficaz para salvar a un alma así es rezar la Coronilla de la Divina Misericordia que Jesús enseñó a Santa Faustina y le recomendó vivamente. Jesús dijo estas palabras a Santa Faustina: «Hija mía, anima a las almas a rezar la Coronilla que te he dado. Me complace concederles todo lo que me piden al rezar la coronilla. Escribe que cuando recen esta coronilla en presencia de los moribundos, me presentaré ante mi Padre y ante el moribundo, no como el Juez justo, sino como el Salvador misericordioso. (Diario # 1541) Antes, el Señor le dijo a Santa Faustina, según consta en el Diario: «En la hora de su muerte, defiendo como mi propia gloria a toda alma que lo diga por un moribundo, la indulgencia es la misma». (Diario nº 811). Aunque no estemos físicamente presentes ante el moribundo, mientras se rece la Coronilla, el moribundo seguirá recibiendo la gracia extraordinaria de la salvación, a través de las Llagas de nuestro Salvador misericordioso. Por lo tanto, hagamos todo lo posible para rezar la Coronilla de la Divina Misericordia por los moribundos y para promover este mensaje poco conocido y esta maravillosa Promesa.

10. NUESTRA SEÑORA: EL ROSARIO Y LA SALVACIÓN ETERNA  

Otra poderosa arma que tenemos a nuestra disposición para ayudarnos a alcanzar la gracia de todas las gracias, y morir en estado de gracia, es rezar diariamente el Santísimo Rosario. San Padre Pío hablaba así del Rosario: «¡Dame mi arma!». En efecto, si usted y su familia han adquirido el hábito de rezar diariamente el Santísimo Rosario, entonces se están preparando para la muerte al menos cincuenta veces cada día. ¿Cómo? Cada vez que dices las palabras al final del Ave María, rezas: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén». Con estas palabras, estamos invitando a María a estar con nosotros en el mismo momento de nuestra muerte, ayudándonos a implorar el perdón y la infinita misericordia de Dios a través de su poderosísima intercesión.

En conclusión, San Alfonso de Ligorio nos enseña que «la gracia de todas las gracias es morir en estado de gracia».  Si se hace, nuestra alma se salva para toda la eternidad. Por ello, te animamos encarecidamente a que leas este artículo, intentes comprenderlo e incluso memorizar su contenido. Luego compártalo con sus seres queridos, así como con muchos que se han alejado de la fe. Pero lo más importante: esfuércese por vivir este mensaje. Si lo hacéis, el cielo será vuestro para toda la eternidad. Que la Virgen rece por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amen!

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: LECTURAS DEL DIA

Nov 08 2021

LECTURAS DEL DIA | 8 DE NOVIEMBRE 2021

Lunes de la XXXII Semana del Tiempo Ordinario

«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)    

LUNES, 8 de noviembre Lc. 17,1-6 «Las cosas que causan el pecado se producirán inevitablemente, pero ¡ay de aquel por quien se producen! Más le valdría que le pusieran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que hacer pecar a uno de estos pequeños».

¡No se dejen engañar! El excelente artículo del P. Ed que aborda cómo los padres pueden involucrar a los niños en la Fe, es una exhortación para que cada persona adulta que tiene contacto con los niños en su familia , ¡actúe!

¡Todos seremos responsables de la salvación de estos niños por nuestra actuación o falta de actuación para llevarlos a la verdad de Cristo y su inmenso amor por ellos! 

Casi todos tenemos la oportunidad de hablar con los niños -de los nuestros, de los familiares o de los amigos. A los niños les encanta hablar y ser escuchados. Ay de los que no escuchan primero a los niños y luego no comparten con ellos la Buena Nueva de Cristo a su nivel.  

CINCO MANERAS EN LAS QUE LOS PADRES PUEDEN INVOLUCRAR A LOS HIJOS EN LA FE  por el P. Ed Broom, OMV

La principal obligación de los padres hacia sus hijos es preparar el camino para la salvación de sus almas inmortales. Jesús lo señaló muy claramente: «¿De qué le serviría al hombre ganar el mundo entero y perder su alma en el proceso? ¿Qué puede cambiar un hombre por su propia alma?». (Mt 16,26) Este pasaje bíblico fue decisivo para la conversión del gran misionero San Francisco Javier.

En este breve ensayo, nos gustaría señalar cinco decisiones y prácticas concretas que los padres pueden llevar a cabo para allanar el camino del cielo a sus hijos. No olvidéis nunca, padres, que vuestra principal obligación es llevar a cada miembro de la familia al cielo, para que esté con Dios, la Santísima Virgen María, los ángeles y los santos por toda la eternidad. 

1. BAUTISMO 

Disponed el bautismo de vuestro hijo lo antes posible. Durante el transcurso del embarazo, los buenos padres pueden hacer todos los preparativos previos para que el niño sea bautizado rápidamente. Las charlas bautismales, los papeles, los padrinos, etc. pueden estar preparados y listos incluso antes de que nazca el niño. Recordad las palabras de Jesús, refiriéndose al niño pequeño; «Dejad que los niños vengan a mí porque como tales es el reino de los cielos». (Mc 19,14)

2. ¡REZA INMEDIATAMENTE!

Un niño puede ser comparado con una esponja. La naturaleza de una esponja es la de absorber, especialmente líquidos y normalmente agua. Sin embargo, si la esponja absorbe agua sucia, entonces el agua sucia será escurrida; si el agua limpia, entonces el agua limpia será escurrida. Un niño de tres años puede ver la televisión y repetir palabras o canciones tontas, ofensivas y vulgares. Si este es el caso, ¿por qué los padres no deberían llenar la mente, el corazón y los labios de su hijo con oraciones a su Ángel de la Guarda, a María, a la Trinidad, al Padre Celestial? Por qué permitir que el niño se llene de basura; mejor, ¡llenarlo de hermosas oraciones!

3. OFRECERLO

Padres, os invitamos a enseñar a vuestros hijos la corta pero importantísima frase: «¡Ofrecedlo!». Lo que realmente significa es aprovechar los sufrimientos y las cruces diarias que Dios envía a los adultos, ¡y también a los niños! ¡Cuánto sufrimiento se desperdicia porque no se ofrece a Dios! ¿Por qué no enseñar a los niños, aunque sean pequeños, a ofrecer el dolor de cabeza, el dolor de muelas, el calor o el frío, la caída y golpea de una rodilla magullada y cortada, para que estos sufrimientos tengan un valor infinito para la conversión de los pecadores y la salvación de las almas? Nuestra Señora de Fátima dijo que muchas almas van al infierno porque no hay nadie que rece y ofrezca sus sufrimientos por ellas. Los corazones de los niños son tiernos y compasivos. Considerad los muchos sacrificios y sufrimientos ofrecidos por la salvación de las almas por los tres niños de Fátima: Lucía, Francisco y, sobre todo, Jacinta, que era la más pequeña. Mamá y papá, sois los primeros maestros, especialmente en el ámbito de la fe. ¡Sed fieles a vuestra vocación matrimonial!

4. «AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO». (Jn. 15:12)

El último y más grande mandamiento de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo fue el del amor: amar a todos como Él nos amó. Los padres que son bendecidos por Dios para tener más de un hijo deben hacer un esfuerzo concertado de su parte para amar a todos sus hijos y sus almas inmortales. Sin embargo, el diablo siempre busca sembrar la semilla de la discordia, la confusión, los celos, la rivalidad, las comparaciones y las sospechas. Los padres deben esforzarse con toda la energía de su voluntad para fomentar el respeto mutuo, la humildad, el amor y la armonía entre sus hijos.

Los padres deben evitar a toda costa el «complejo de Caín». ¿En qué consiste? El complejo de Caín consiste en enfrentar a un hermano con el otro. Da lugar a los feos frutos de las comparaciones, las rivalidades, los celos que a menudo conducen a la envidia, las peleas, el odio y el asesinato, si no físicamente, al menos en el corazón. ¿Cómo se puede evitar el «complejo de Caín»? ¡Un remedio sencillo! Todo está relacionado con la unión con Dios en la oración, las tres dimensiones de la oración familiar diaria. Los padres deben rezar por sus hijos; los padres deben enseñar a sus hijos a rezar; finalmente, ¡los padres deben rezar con sus hijos diariamente! Si se hace, esto resultará ser uno de los remedios más eficaces para evitar el feo, pero demasiado frecuente, «complejo de Caín.»

5. LA PRESENCIA REAL. 

Buenos padres católicos, os exhortamos encarecidamente a que enseñéis a vuestros hijos, lo antes posible, el significado de la «Presencia Real» de Jesús en la Misa, en la Consagración y en la Sagrada Comunión. Además, los padres deben enseñar a sus hijos, incluso a los más pequeños, que Jesús está realmente presente en la Iglesia en el sagrario. ¿Cómo se puede hacer esto con éxito por parte de los padres? A continuación, varias sugerencias.

1) Misa dominical.  Explique a sus hijos que el acontecimiento más importante de cada semana es la asistencia al Santo Sacrificio de la Misa del domingo, pero también la participación plena, consciente y activa.

2) Reverencia.  El mundo moderno ha perdido el sentido de lo sagrado en las iglesias de hoy. Los padres deben enseñar a sus hijos que la iglesia es la Casa de Dios y un entorno sagrado y santo. En la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento en el tabernáculo, debe haber un silencio cultivado que fomente tanto la oración como la reverencia. Además, la vestimenta modesta en la iglesia también hablan de reverencia.

3) Genuflexión.  Modelando la reverencia frente al tabernáculo, los padres deben ejecutar una genuflexión correctamente, rodilla derecha en el suelo con las manos cruzadas sobre el corazón, y luego explicar a sus hijos por qué se hace esto y ayudarles a hacer lo mismo. Sencillamente, se hace para adorar a Jesús verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento, el Señor de los Señores y Rey de los Reyes que reside en su pequeño Palacio o Castillo. Los Reyes Magos se postraron ante el Niño Jesús en Belén; nosotros nos postramos mediante una genuflexión reverencial ante Jesús, digno de toda adoración y alabanza en su Presencia Sacramental depositada en el Sagrario. 

4) La Sagrada Comunión.  Padres, trabajad en el crecimiento de vuestra fe en Jesús realmente presente en la Eucaristía; no podemos dar lo que no tenemos. Los niños al ver a sus padres después de recibir la Sagrada Comunión arrodillados con la cabeza inclinada, hablando con Jesús dentro de ellos, es un poderoso testimonio de Su Presencia Real. Ellos creen, porque nosotros creemos.

5) Visitas al Santísimo Sacramento.  Uno de los primeros poemas que recuerdo haber aprendido de niño es el siguiente relacionado con las visitas eucarísticas: «Siempre que veo una Iglesia, me detengo a hacer una visita, para que cuando muera, el Señor no diga, ¿quién es?». Los padres deberían adquirir el hábito de detenerse de vez en cuando con sus hijos para visitar a Jesús realmente presente en el Santísimo Sacramento en el Sagrario. Aunque la visita sólo dure cinco minutos. Recuerden a sus hijos que esto es muy agradable para Jesús, cuyo Sagrado Corazón se alegra cada vez que nos acordamos de Él y le visitamos.

En conclusión, los padres deben tomarse en serio su obligación de ser un San Juan Bautista e indicar a sus hijos el camino a Jesús y la Vía del Cielo, esforzándose por poner en práctica estos cinco consejos prácticos: 

1) El bautismo: las gracias del bautismo temprano; 

2) La oración-la llave del Cielo; 

3) Ofrecer el Sufrimiento-para un propósito, la Conversión de los Pecadores y la Salvación de las Almas; 

4) El amor: vivir el amor en la familia; 

5) El Señor Eucarístico: crecer en la fe, el conocimiento y el amor a Jesús, Pan de Vida, Rey de Reyes y Señor de Señores.  

Que María, la Madre de Dios, la Madre de la Iglesia y nuestra propia Madre Celestial, nos alcance gracias extraordinarias con sus oraciones omnipotentes.

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