Padre Edward Broom, OMV (P.Escobita)

Espiritualidad Católica Ignaciana y Mariana

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Abr 05 2022

LECTURAS DEL DIA | 5 DE ABRIL 2022

Martes de la V semana de Cuaresma

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: LECTURAS DEL DIA

Abr 04 2022

FIGURAS DEL PADRE

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El padre Ed Broom, OMV (Oblato de la Virgen María), cariñosamente conocido como el Padre Escobita, fue ordenado sacerdote por san Juan Pablo II en 1986. Es asistente del párroco en la Iglesia de San Pedro Chanel en Hawaiian Gardens (California). Allí imparte retiros, da los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. El Padre Broom presenta con regularidad diversos temas en EL SEMBRADOR TV y Radio e organiza e imparte un curso de preparación a los fieles en diversas parroquias de la archidiócesis de Los Ángeles para la Consagración total a Jesús mediante María. Para leer artículos o escuchar audios en inglés o en español, por favor vaya a www.fatherbroom.com

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: Podcast

Abr 04 2022

LECTURAS DEL DIA | 4 DE ABRIL 2022

Lunes de la V semana de Cuaresma

«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)

LUNES, 4 de abril Jn. 8,12-20 «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida».

En el Evangelio de hoy, Jesús dice «Yo soy la luz del mundo». En el Sermón de la Montaña, Jesús dice: «Vosotros sois la luz del mundo. Vuestra luz debe brillar ante los demás… para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre celestial». (Mt. 5:14,16) Hoy, contemplemos con abundante acción de gracias la luz resplandeciente que precedió a la Luz de Cristo.

Parte 1: LA LUZ DEL MUNDO por el P. Ed Broom, OMV

Parte 2: MARÍA, ESTRELLA DEL MAR… por San Bernardo de Claraval

Parte 3: UNA HISTORIA VERDADERA… por el P. Ed Broom, OMV

PARTE 1: LA LUZ QUE BRILLA EN EL MUNDO por el P. Ed Broom, OMV

La luz – qué cosa tan hermosa es la luz. No hay luz que brille en toda la creación más hermosa que la Santísima Virgen María. Sólo ella es la Inmaculada Concepción, preservada del pecado original en el momento de su concepción en el vientre de Santa Ana y preservada de la mancha del pecado durante toda su vida. En la luz pura de María, vemos claramente las tinieblas de nosotros mismos. Por eso, el poeta Wordsworth llamó a María «el alarde solitario de nuestra naturaleza manchada».

El ángel Gabriel la saludó: «¡Salve, María, llena de gracia!» (Lc. 1:28) ¡Ella fue la primera luz del amanecer disipando las tinieblas, dando paso al resurgimiento de la Luz del Hijo de Dios! Como la luna refleja la luz del sol, María es el reflejo perfecto del Hijo de Dios. Su presencia da calor a los corazones enfriados, curación a los corazones heridos, valor a los pusilánimes, y la Luz de Cristo a las almas oscurecidas por el pecado.

La Luz de Cristo brilló por primera vez desde el vientre de María. A través de María, la estrella que anunciaba el nacimiento de Cristo penetró en el vientre de Isabel, haciendo saltar de alegría al niño que llevaba dentro. La luz que nos guía a través de las tempestades y tormentas de la vida es María, Estrella del Mar. La luz en la ventana que nos da la bienvenida a casa es la luz del amor maternal de María por cada uno de nosotros, que brilla desde nuestro verdadero hogar en su Corazón Inmaculado, donde forma a sus hijos a imagen y semejanza de su Divino Hijo, Jesús.

La Luz de Cristo que ilumina nuestras mentes iluminó primero la mente de María. Cuando el Espíritu Santo cubrió con su sombra a María y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, Jesús comunicó a María su inescrutable sabiduría y verdad, que ella imparte a quienes la piden fervientemente, liberándolos de las tinieblas de la ignorancia y el error, de las mentiras y los engaños del enemigo. 

María, la Madre de los Dolores, estuvo al pie de la cruz y sufrió voluntariamente todas las agonías de la Pasión y muerte de su Hijo por amor a nosotros y por nuestra salvación. San Luis de Montfort dice que María es una mártir porque todo lo que Jesús sufrió en su Pasión y muerte en la cruz, María lo sufrió en su Corazón Inmaculado: ¡una mártir de amor con su Divino Hijo por nuestra salvación eterna!

PARTE 2: MARÍA, ESTRELLA DEL MAR… de una homilía de San Bernardo de Claraval

Si surgen borrascas de tentaciones, o caes en las rocas de la tribulación, mira a la estrella, invoca a María. Si te agitan las olas del orgullo o de la ambición, de la detracción o de la envidia, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira o la avaricia, o los deseos de la carne, chocan contra la nave de tu alma, vuelve tus ojos hacia María. Si turbado por la enormidad de tus crímenes, avergonzado por tu conciencia culpable, aterrorizado por el temor al juicio, y comienzas a hundirte en el golfo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. Que esté siempre en tus labios, siempre en tu corazón; y para obtener mejor la ayuda de sus oraciones, imita el ejemplo de su vida. 

Siguiéndola, no te desviarás. Invocándola, no desesperarás. Pensando en ella, no te extraviarás. Sostenido por ella, no caerás. Protegido por ella, no temerás. Guiado por ella, no te cansarás. Favorecido por ella, alcanzarás la meta. Y así experimentarás en ti mismo lo bueno que es ese dicho: Y la Virgen se llamaba María.

PARTE 3: UNA HISTORIA VICTORIA… por el P. Ed Broom, OMV

Cuando era joven, San Francisco se vio asaltado por pensamientos de confusión, tristeza y casi desesperación. Debido a ideas teológicas erróneas -el jansenismo, que enseñaba que la gracia estaba destinada sólo a los elegidos predestinados- Francisco estaba convencido de que se encontraba entre los perdidos. Apenas podía comer o dormir, y su vida se convirtió en una cruz casi insoportable. Sin embargo, ocurrió un hecho que transformó radicalmente la vida de este joven. Al entrar en una iglesia dedicada a María, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Victorias, el joven Francisco se arrodilló ante una hermosa imagen de la Santísima Virgen María. Delante de la imagen había una oración a María, comúnmente conocida como el Memorare, atribuida al último Doctor de la Iglesia, San Bernardo. Con todo su corazón, mente, alma y fuerza, Francisco rezó esta oración a María:

«Acuérdate, oh graciosísima Virgen María, de que nunca se supo que nadie que huyera a tu protección, implorara tu ayuda o buscara tu intercesión quedara sin ayuda. Inspirado por esta confianza, vuelo hacia ti, oh Virgen de las Vírgenes, mi Madre. A ti vengo, ante ti estoy, pecador y dolorido. Oh Madre del Verbo encarnado, no desprecies mis peticiones, sino que en tu misericordia escúchame y respóndeme. Amén».

UN CAMBIO MILAGROSO: ¡LA NUBE SE LEVANTÓ! Después de rezar esta oración con fervor y devoción a la Santísima Virgen María, se produjo un milagro en el joven Francisco. La densa nube de tristeza, casi de desesperación, se levantó, se disipó y se desvaneció, como si fuera, en el aire. La tristeza, la melancolía y la desesperanza que casi lo habían consumido, se transformaron en el fondo de su alma en paz, felicidad, alegría y renovada esperanza. ¡Era un joven nuevo! Esta milagrosa transformación puede atribuirse con toda seguridad a la poderosa intercesión de la Santísima Virgen María, que nunca deja de acudir al rescate de sus hijos. A partir de ese momento, Francisco sintió un amor y una devoción íntimos, filiales, tiernos y dinámicos hacia María, que se manifestaron en el rezo frecuente del Acordaos.

CAMINO A LA SANTIDAD.  Superado este obstáculo interior, el joven Francisco prosiguió sus estudios, el de Derecho. Sin embargo, ¡ésta no era su verdadera vocación! En consecuencia, el joven comenzó a estudiar y fue ordenado sacerdote. Se convirtió en un gran misionero en Chablis, Suiza, donde miles de personas se convirtieron al catolicismo desde el calvinismo, en gran parte debido a la santidad y el celo apostólico de este sacerdote. Fue consagrado obispo cuando sólo tenía treinta años. A partir de entonces, dedicó un enorme bloque de sus esfuerzos evangelizadores a la escritura. Dos de sus obras maestras literarias fueron Introducción a la vida devota y Tratado sobre el amor. Sin haber cumplido los sesenta años, Francisco falleció. Ahora lo conocemos como San Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia (1567-1622)

El propósito de esta breve historia sobre la vida de San Francisco de Sales es destacar la importancia suprema de la Santísima Virgen María en la vida de este santo. Habiendo estado al borde del escarpado precipicio de la desesperación, fue debido a la poderosa intercesión de María a través de la oración mariana atribuida a San Bernardo, el Memorare, que Francisco superó este abrumador obstáculo interior.

NUESTRA ESPERANZA Y ORACIÓN  Es nuestra esperanza y oración final que, a imitación de San Francisco de Sales, este gran Santo y Doctor de la Iglesia, así como de los muchos otros grandes santos y amantes de María, recurráis filialmente y con frecuencia a María. Esperamos y rezamos para que María, tu dulce, amorosa y todopoderosa Madre, ocupe un lugar central en tu vida y en tu corazón con Jesús, tu Señor y Salvador. Tu corazón en los Corazones de Jesús y María, ¡y esto para siempre! 

Por eso, que cada día te levantes y te consagre a Jesús por medio de María. Que a lo largo de tu día camines y hables con María como tu amiga, tu guía, tu compañera y tu Madre, tu vida, tu dulzura y tu esperanza. Que en tus alegrías te alegres con María y en tus penas llores con María. Que en tus momentos de prueba y tentación, busques refugio en María. 

DESEO FINAL.  Y lo más importante, pedimos que la Virgen esté presente en todo momento, pero muy especialmente en la hora de tu muerte, en el último minuto de tu muerte, en el último segundo de tu muerte. Que por la poderosa intercesión de María muráis en estado de gracia, que es la gracia de todas las gracias. Para que al morir, abras los ojos para ser acogido en el abrazo eterno y amoroso de Jesús, el Hijo de María, que será tu Señor, Dios, Rey, Amigo y Amante por toda la eternidad. Por María, ¡que el final de tu vida sea un FINAL FELIZ Y VICTORIOSO! Amén.

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: LECTURAS DEL DIA

Abr 03 2022

LECTURAS DEL DIA | 3 DE ABRIL 2022

V Domingo de Cuaresma 

«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)

DOMINGO 3 DE ABRIL Jn 8,1-11 «Jesús le dijo: ‘Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?’ Ella respondió: ‘Nadie, señor’. Entonces Jesús le dijo: «Yo tampoco te condeno. Vete, y desde ahora no peques más'».

Jesús nos enseña a perdonar. Es aún más enfático en el Padre Nuestro… «¡Perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden!» 

CINCO MANERAS DE PRACTICAR EL PERDÓN por el P. Ed Broom, OMV

El renombrado poeta inglés Alexander Pope afirmó: «Errar es humano; perdonar es divino».  ¡Qué cierta es esta afirmación, pero qué difícil de llevar a cabo! Al mismo tiempo, aferrarse al resentimiento es una esclavitud interior. En cambio, perdonar de verdad es imitar a Dios mismo y liberar al cautivo, ¡y ese cautivo somos nosotros!

Con frecuencia y en términos inequívocos, Jesús ha reafirmado la obligación indispensable de todos de perdonar a los que nos hacen daño, rezar por nuestros enemigos, ¡e incluso hacerles el bien si se presenta la oportunidad! Una vez más, ¡es más fácil decirlo que hacerlo! En realidad, sin la gracia de Dios, perdonar a quienes nos han herido, y amar y rezar por nuestros enemigos, trasciende y supera con creces nuestras facultades naturales. En resumen, necesitamos la gracia de Dios para perdonar a nuestros enemigos.

Jesús es nuestro ejemplo en absolutamente todo lo que decimos, y hacemos, e incluso pensamos en nuestra vida diaria. De hecho, Él lo dijo claramente: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn. 14:6). Primero las acciones, luego las palabras. Su exigente enseñanza sobre el perdón la vivió a la perfección en cada etapa y momento de su existencia terrenal.

¿Cuáles son algunas de las enseñanzas de Jesús sobre la misericordia y el perdón? Meditemos en algunas de ellas. «Sed misericordiosos como vuestro Padre Celestial es misericordioso». (Lc. 6,36) En respuesta a la generosa disposición de Pedro a perdonar siete veces, Jesús no puso límites: «No, te digo que no siete veces, sino que perdones setenta veces siete». (Mt. 18,22) Se trata de una hipérbole de la imperiosa obligación de perdonar siempre, sin límites ni reservas.

Luego Jesús hizo una alusión litúrgica/masiva. Dijo que si vienes a la Iglesia a presentar tu ofrenda y sabes que tu hermano tiene algo contra ti, simplemente deja la ofrenda a los pies del altar, reconcíliate con tu hermano y luego vuelve a ofrecer la ofrenda. En otras palabras, para celebrar dignamente la Liturgia debemos esforzarnos por estar en paz con nuestros hermanos y hermanas, y no estar enfadados ni resentidos con nadie.

Luego, en la oración más famosa del mundo, el Padre Nuestro, Jesús nos da este mandato tan importante «Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». En otras palabras, el perdón de Dios es una calle de doble sentido. Si queremos ser receptores del perdón de Dios, es necesario que perdonemos a quienes nos hacen daño.

Por último, el testimonio más elocuente del perdón de Dios para toda la humanidad y para cada uno de nosotros individualmente, es Jesús colgado en la cruz después de haber sido azotado, coronado de espinas y escupido, burlado y escarnecido incesantemente, y finalmente abandonado por todos los que amaba excepto tres fieles, Nuestra Santa Madre, María Magdalena y San Juan. ¿Cuál es su respuesta mientras cuelga de la cruz listo para exhalar su espíritu? Estas palabras: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». (Lc. 23:34)

Para ayudarnos a imitar a Cristo y obedecer su mandato de perdonar, ampliemos cinco sugerencias concretas que nos ayuden en el camino del perdón y la misericordia.

1. Pedir la gracia

Perdonar a nuestros enemigos, rezar por ellos y amarlos va mucho más allá de nuestra naturaleza humana caída. Necesitamos desesperadamente la gracia desbordante y abundante de Dios. San Agustín dice que todos somos mendigos ante Dios. Por lo tanto, debemos suplicar con fervor la gracia de perdonar a los demás cuando nos pongan a prueba. ¡Dios no nos negará esta sincera petición e importante gracia!

2. Perdonar inmediatamente

Cuando somos ofendidos, la mayoría de las veces el diablo comienza a trabajar en nosotros de inmediato fomentando en nuestra mente pensamientos de venganza. Estos pensamientos tan feos y vengativos pueden aflorar fácilmente: «¡Venganza!» «Darle una lección». «Dale a probar su propia medicina». «Ojo por ojo y diente por diente». Finalmente, «No dejes que se salga con la suya». En el mejor de los casos, esto podría expresar nuestros sentimientos, como un predicador protestante dijo una vez sucintamente: «Le perdonaremos, pero sólo después de verle retorcerse como un gusano en las cenizas calientes, al menos durante un tiempo». Todos estos pensamientos y sentimientos son diametralmente opuestos a las enseñanzas de nuestro Salvador Misericordioso, y debemos resistirlos y rechazarlos tan pronto como seamos conscientes de ellos. En cambio, si respondemos a la gracia del perdón misericordioso de Dios, y perdonamos inmediatamente, hay muchas posibilidades de que la victoria sea nuestra. En resumen, sé rápido en rechazar los pensamientos vengativos y aún más rápido en perdonar, y para lograrlo, reza avemarías por esa persona cada vez que te ataquen los pensamientos vengativos, hasta que esos pensamientos desaparezcan. 

3. Humildad

Otra arma espiritual eficaz que tenemos en nuestro arsenal es la de la humildad. ¿Cómo? 

De esta manera. Si el perdón resulta laborioso y casi imposible, recuerda tus peores y más vergonzosos pecados y el hecho de que Dios te perdonó en cuanto le rogaste 

misericordia y el perdón. Lo más probable es que la ofensa que se te hace ahora sea mínima comparada con tus pecados más graves y vergonzosos. ¡Esto puede ser una herramienta muy poderosa para abrir tu corazón en la misericordia y el perdón para los demás!

4. La misericordia es una calle de doble sentido

A continuación, recuerde que recibir la misericordia de Dios no es una calle de un solo sentido, ¡sino de dos! ¿Qué significa? Jesús dijo: «Sed misericordiosos como vuestro Padre Celestial es misericordioso». (Lc. 6: 36) Por lo tanto, si queremos experimentar la infinita misericordia de Dios en nuestras vidas, primero debemos extender el perdón misericordioso a quienes nos han ofendido. Recordemos una vez más la oración que nos enseñó Jesús, el Padre Nuestro: «Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». ¡Sólo seremos perdonados en la medida en que perdonemos a los demás! Santa Faustina Kowalska en el Diario: La Divina Misericordia en mi alma, afirma inequívocamente que el mayor atributo o virtud de Dios es su infinita misericordia. Los seguidores de Jesús, el Salvador misericordioso, deben practicar esta sublime pero muy exigente virtud, si desean recibir su misericordia. La misericordia es el amor de Dios que perdona al pecador. Nuestra decisión de perdonar a nuestros enemigos es una clara señal de la victoria de la gracia y la misericordia de Dios en nuestras vidas.

5. Jesús sangrando y muriendo en la cruz por ti

Posiblemente la fuerza motivacional más convincente para obligarnos a perdonar a quienes nos ofenden es la contemplación seria y silenciosa de Jesús colgado en la cruz, derramando hasta la última gota de su preciosísima Sangre para salvar a toda la humanidad, pero en particular a tu alma inmortal. Cuando te hayan herido y sigas sin querer perdonar, levanta los ojos para contemplar a Jesús colgado en la cruz. Recuerda lo que Él ya ha pasado: sudando sangre en el Huerto, azotado en el Pilar, coronado de espinas, negado por Pedro, traicionado por Judas, condenado y clavado en la cruz aunque era totalmente inocente, derramando hasta la última gota de Su Preciosa Sangre, todo por amor a ti.

¿Cuáles fueron las primeras palabras que salieron del Sacratísimo Corazón de Jesús en la cruz? Escucha, contempla y reza. «¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!» (Lc. 23: 34) ¡Meditar estas palabras, junto con la contemplación de la amarga Pasión de Jesús mientras colgaba en la cruz y derramaba Su Preciosísima Sangre por ti, debería ser la herramienta/martillo más eficaz para aplastar tu corazón endurecido que no está dispuesto a perdonar!

Por último, pídele a la Virgen de los Dolores y a la Virgen de la Merced la gracia de perdonar. Nadie ha sufrido más que María, aparte del propio Jesús. Sin embargo, al ver a su único Hijo sufrir y morir en la cruz, brutalmente maltratado, nos perdonó desde lo más profundo de su Corazón Inmaculado. Que la Virgen nos alcance la gracia de perdonar, de ser misericordiosos, y así merecer el título de hijo o hija de Dios Padre, hermano o hermana de Jesucristo, y amigo del Espíritu Santo en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: LECTURAS DEL DIA

Abr 02 2022

LA MISERICORDIA

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