Padre Edward Broom, OMV (P.Escobita)

Espiritualidad Católica Ignaciana y Mariana

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Abr 09 2022

LECTURAS DEL DIA | 9 DE ABRIL 2022

Sábado de la V semana de Cuaresma

«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)

SÁBADO, 9 de abril Jn. 11, 45-56 Verso antes del Evangelio: «Echad de vosotros todos los delitos que habéis cometido, dice el Señor, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo».

Preparémonos para entrar en la Semana de la Pasión meditando y contemplando los siete dolores de María. ¡Pidamos la gracia de sufrir con y por nuestra Madre Dolorosa y Jesus Salvador Sufriente!

LOS SIETE DOLORES DE MARÍA por el P. Ed Broom, OMV 

La Iglesia nos invita a contemplar la Pasión de Jesús a través de los ojos y el Corazón de María. Clásicamente, hay Siete Dolores de María. Especialmente los franciscanos tienen un carisma para promover esta poderosa devoción. Estos siete dolores comienzan cuando Jesús es un pequeño bebé en los brazos de María, hasta el Cuerpo destrozado, ensangrentado y atravesado por la espada de Jesús en los brazos de María al pie de la cruz, si se quiere, la Pieta de Miguel Ángel.

LA LISTA CRONOLÓGICA DE LOS DOLORES DE MARÍA.  A continuación se presenta una lista ordenada y cronológica de los Siete Dolores de María, desde la Infancia de Jesús hasta su muerte y yacimiento en los brazos de María, concluyendo con su sepultura.

PROFECÍA DE SIMEÓN-¡Una espada atravesará tu corazón!

VUELO A EGIPTO-Herodes en persecución para matar al Niño Jesús.

JESÚS PERDIDO EN EL TEMPLO-¡El dolor de María al perder a Jesús durante tres días!

MARÍA SE ENCUENTRA CON JESÚS EN EL CAMINO DEL CALVARIO-Los ojos de María se encuentran con los de Jesús mientras éste lleva su cruz al Calvario. 

CRUCIFICACIÓN DE JESÚS-María está al pie de la cruz presenciando la crucifixión de su amado Hijo.

BAJADA DE JESÚS A LOS BRAZOS DE MARÍA-El cuerpo sin vida de Jesús, ya muerto, es bajado a los brazos de su madre, María.

ENTIERRO DE JESÚS-Separación de Jesús y María con el entierro de Jesús. 

En cada uno de estos Siete Dolores de María, se nos invita a entrar en la mente, el alma y el corazón de María para experimentar al menos parte del dolor de María, y luego consolarla. Si amamos de verdad a una persona, queremos compartir nuestra vida con ella, en los buenos y en los malos momentos, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe (promesas de matrimonio). Nuestro amor a Jesús y a María debe trascender con creces nuestro amor a nivel humano y natural. Como lo expresa el Cantar de los Cantares El amor es más fuerte que la muerte.

Por eso, vamos a ofrecer algunos medios concretos con los que podemos contemplar los dolores de María y, al mismo tiempo, ofrecerle nuestro consuelo. El amante se alegra con el amado, pero también está dispuesto a llorar y sufrir con los dolores y las penas del amado.

1. LA PROFECÍA DE SIMEÓN. 

«Una espada de dolor atravesará tu corazón para que se revelen los pensamientos de muchos». Una forma concreta de consolar al Corazón de María en esta contemplación sería confesarse en honor a María. Las poderosas oraciones y la presencia de María te alcanzarán la gracia de examinar tu conciencia y revelar tus más íntimos secretos de conciencia al sacerdote, que representa a Jesús. El resultado final será la absolución, el perdón y el renacimiento a una vida de gracia. María, cuyo título está lleno de gracia, se alegra cada vez que abres tu mente, tu corazón y tu alma a la Misericordia de Jesús en la Confesión.

2. LA HUIDA A EGIPTO.  

«San José se levantó y tomando a la Madre y al Niño huyó a Egipto». ¿Cómo puedes consolar al Corazón de María en esta dolorosa pena? Todos vivimos en un combate espiritual perpetuo, en una guerra espiritual. Puedes consolar al Corazón de María imitando al buen San José, en este caso huyendo del mal moral, llamado tentación de pecado. Cuando tengas la tentación de pecar, corre a María; échate en los brazos de María; busca refugio en el Corazón Inmaculado de María. ¡Ella es tu refugio seguro!

3. PERDER Y ENCONTRAR A JESÚS EN EL TEMPLO.  

«Después de tres días de dolorosa búsqueda, María y San José encuentran a Jesús en el templo escuchando y enseñando a los maestros judíos». ¿Cuál puede ser una aplicación concreta de este tercer dolor de María? Muchas madres y padres en los últimos cincuenta años han perdido a sus hijos espiritualmente. Es decir, a pesar de los duros esfuerzos de sus padres, los hijos siguen alejándose de la fe, dejan de asistir al Santo Sacrificio de la Misa y, lo que es peor, eligen voluntariamente un estilo de vida pecaminoso. Al igual que Jesús se perdió y María sufrió dolores atroces, ¡los padres sufren intensamente la pérdida moral y espiritual de sus hijos a los que tanto quieren! Al igual que Santa Mónica y la eventual conversión de San Agustín, por qué no rezar, rezar y rezar -especialmente muchos Rosarios- para que sus hijos e hijas pródigos, perdidos y errantes, esas ovejas perdidas del redil, regresen. En otras palabras, por medio del Santo Rosario, poned a estos hijos en el Corazón de María. 

4. JESÚS ENCUENTRA A MARÍA EN EL CAMINO DE LA CRUZ  

Cuando Jesús sube al Calvario camino de su crucifixión, se encuentra con su Madre María. Una manera concreta de consolar a María es imitando a Jesús al llevar sus cruces. Sin embargo, con esta importante estipulación: comparte tus cruces con María primero. La sola presencia de María al contemplar a Jesús con la cruz a cuestas, consoló a Jesús. Profundiza en tu corazón para identificar tu cruz más grande, así como las más pequeñas. Luego, lleva estas cruces al Corazón Doloroso e Inmaculado de María. Imitando a un niño pequeño en brazos de su madre, habla con María sobre estas cruces. Ella está muy interesada en ayudarte a llevar tus cruces con fe, confianza y amor. A menudo nuestras cruces parecen abrumadoras. Son demasiado pesadas, espinosas y astilladas para llevarlas porque intentamos llevarlas solos, sin invitar a María a que nos ayude. ¡Invoca a María! Te adoramos, oh Cristo, y te alabamos, porque por tu santa cruz has redimido al mundo.

5. JESÚS SUFRE Y MUERE EN LA CRUZ, CON MARÍA AL PIE DE LA CRUZ. 

En este dolorosísimo misterio de la crucifixión, pasión, sufrimiento y muerte de Jesús, María, Nuestra Señora de los Dolores, estuvo presente todo el tiempo. Jesús habló desde la cruz a San Juan y a María: «‘Mujer, he aquí a tu hijo; hijo, he aquí a tu madre’. Desde entonces, el discípulo la acogió en su casa». (Jn. 19, 26-27) En ese momento -en la persona de San Juan- Jesús entregó a María al mundo como nuestra Madre espiritual universal, como tu Madre. ¿Tu manera de consolar a María en este doloroso misterio? Imitar a San Juan Diego y al niño de la película Marcelino, Pan Y Vino, alias El Milagro de Marcelino (versión de 1955). ¿De qué manera? Muy sencillo: vuélvete como un niño pequeño y cuéntale a María todo lo que pasa en tu vida. Luego confía totalmente y sin reservas en la Presencia Maternal y en el Corazón de tu amorosa Madre María.

6. JESÚS EN BRAZOS DE MARÍA.  

El artista Miguel Ángel lo representó magistralmente en la famosa Piedad. El productor de cine Mel Gibson lo presentó en la película La Pasión de Cristo de forma impactante y conmovedora. ¿Cómo podemos consolar al Corazón de María? Amar a Jesús es amar a María; ¡son inseparables! El Cuerpo sufriente de Jesús está presente en su Cuerpo Místico, la Iglesia. El Cuerpo de Cristo viene a nosotros, de manera muy poderosa y especial, en el mayor de los Sacramentos, la Santísima Eucaristía, en el contexto del Santo Sacrificio de la Misa. El mayor gesto que podemos hacer sobre la faz de la tierra es recibir a Jesús, el 

Hijo de María, en la Sagrada Comunión. Por lo tanto, una forma magnífica de consolar al 

Corazón de María es rezar para recibir a Jesús en la Sagrada Comunión a través del purísimo e Inmaculado Corazón de María.  Ningún corazón ha recibido a Jesús con mayor amor que el 

Corazón Inmaculado de María.

7. JESÚS ARREBATADO A MARÍA Y ENTERRADO EN EL SEPULCRO 

En este último de los Siete Dolores de María, asistimos a la separación de Jesús y María cuando los restos de Jesús son depositados en el sepulcro. Sin duda, una de las mejores maneras de consolar y alegrar al Corazón Doloroso e Inmaculado de María es rogarle a María la gracia de morir diariamente al pecado, el mayor mal que existe. Luego, lo más importante, pedirle a María la gracia de una muerte santa y feliz. Rezando constantemente a María el Ave María y el Santo Rosario, con la ayuda de María nos preparamos para el momento más importante de nuestra vida: ¡el momento mismo de nuestra muerte! Esto determinará nuestro destino eterno: la salvación eterna o la pérdida eterna. Confiamos en que a través de las oraciones de María alcanzaremos nuestra salvación eterna. 

Que esta sea nuestra oración cada noche, y en el momento de nuestra muerte:  

Jesús, María y José, os doy mi corazón y mi alma. 

Jesús, María y José, haz que mi corazón sea como el tuyo. 

Jesús, María y José, ayúdame en mi última agonía. 

Jesús, María y José, exhala mi alma hacia ti. 

Oh Sacramento santísimo, oh Sacramento divino, toda la alabanza y toda la acción de gracias sean en todo momento tuyas.

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: LECTURAS DEL DIA

Abr 08 2022

EL PADRE NUESTRO

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El padre Ed Broom, OMV (Oblato de la Virgen María), cariñosamente conocido como el Padre Escobita, fue ordenado sacerdote por san Juan Pablo II en 1986. Es asistente del párroco en la Iglesia de San Pedro Chanel en Hawaiian Gardens (California). Allí imparte retiros, da los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. El Padre Broom presenta con regularidad diversos temas en EL SEMBRADOR TV y Radio e organiza e imparte un curso de preparación a los fieles en diversas parroquias de la archidiócesis de Los Ángeles para la Consagración total a Jesús mediante María. Para leer artículos o escuchar audios en inglés o en español, por favor vaya a www.fatherbroom.com

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Abr 08 2022

LECTURAS DEL DIA | 8 DE ABRIL 2022

Viernes de la V semana de Cuaresma

«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)

VIERNES, 8 de abril Jn. 10, 31-42 Verso antes del Evangelio: «Tus palabras, Señor, son Espíritu y vida; tienes palabras de vida eterna».

Tres prácticas tradicionales en nuestro camino diario con Cristo son la Oración, el Ayuno y la Limosna. Éstas se intensifican en Adviento, pero aún más en Cuaresma, cuando meditamos sobre el sufrimiento, la Pasión y la muerte de Nuestro Señor y Salvador. Ayer meditamos sobre el valor del sufrimiento por el P. Ed. El sufrimiento es una forma de ayuno: estamos llamados a rendir nuestra voluntad a la de Dios. 

Isaías 53: 4-6

Ciertamente, él tomó nuestro dolor

    y soportó nuestro sufrimiento,

pero lo consideramos castigado por Dios,

    golpeado por él y afligido.

Pero fue traspasado por nuestras transgresiones

    fue aplastado por nuestras iniquidades;

el castigo que nos trajo la paz recayó sobre él

    y por sus heridas hemos sido curados.

Todos nosotros, como ovejas, nos hemos extraviado,

    cada uno de nosotros se ha desviado hacia su propio camino;

y el Señor ha hecho recaer sobre él

    la iniquidad de todos nosotros.

Hoy nos ocuparemos de la Oración…

LA ORACIÓN ENCIENDE NUESTROS CORAZONES CON EL AMOR A DIOS por el Padre Ed Broom.

Hay una técnica tridimensional para vivir la Cuaresma de forma fructífera y eficaz: ¡¡¡subir, entrar y salir!!! Subir a Dios, a través de una profunda vida de oración. Entrar en nosotros mismos a través de la penitencia y la conversión del pecado. Por último, salir hacia los demás mediante la limosna o la caridad activa.  «Todo lo que hagáis por los demás, lo hacéis por mí». (Mt 25,40)

Es absolutamente imposible encontrar algún santo que no haya comprendido el valor y la importancia de la oración, pero también, la extrema urgencia de ponerla en práctica.

En resumen, independientemente de la época, el lugar, la cultura, el bagaje intelectual o el medio social, todos los santos sabían que sin una vida de oración profunda, dinámica y ferviente, serían perdedores espirituales, desastres morales. Si se quiere, lo que el oxígeno es para los pulmones, así es la oración para el alma: ¡nuestros pulmones espirituales! Si no hay aire, ¡se asfixia! Del mismo modo, sin oración hay asfixia espiritual.

La oración es esencial para todas las personas, en todo momento y lugar, y en cualquier estación del año. Sin embargo, hay que afirmar que la Cuaresma es un tiempo muy propicio para profundizar en nuestra vida de oración, dando un tiempo de calidad para implementar o renovar nuestra práctica de la oración diaria.

Para animarnos y motivarnos a vivir una Cuaresma muy fructífera mediante el crecimiento en la oración, vamos a ofrecer una amplia variedad de santos y su propia experiencia de oración en unos pocos trazos concisos pero penetrantes.

LOS SANTOS SOBRE LA PODEROSA PRESENCIA DE LA ORACIÓN…

1. «Vas a rezar para convertirte en una hoguera, en una llama viva, que da luz y calor». (San Josemaría Escrivá) 

Jesús dijo que había venido a echar fuego en la tierra y que no estará tranquilo hasta que ese fuego se encienda. (Lc 12, 49) La oración nos transforma, en efecto, en hornos espirituales ardientes y explosivos. ¡Que nuestras vidas de oración profunda enciendan los corazones de los fríos e indiferentes!

2. «La oración mental no es otra cosa que estar en términos de amistad con Dios, conversando frecuentemente en secreto con Él». (Santa Teresa de Ávila).  

Jesús llamó a sus Apóstoles «amigos». Él desea ardientemente tu amistad y la mía. En efecto, ¡Él es el Amigo que nunca nos fallará!

3. «La oración es poderosa más allá de los límites cuando nos dirigimos a la Inmaculada, que es Reina incluso del corazón de Dios». (San Maximiliano Kolbe) 

Si rezamos a Dios a través del Corazón de María, esa oración es realmente poderosa. El primer milagro de Jesús se produjo por la poderosa intercesión de María, que dijo: «Haced lo que Él os diga». (Jn 2,5)

4. «No te preocupes por cosas que generan preocupación y ansiedad. Una sola cosa es necesaria: levantar el espíritu y amar a Dios». (San Padre Pío) 

Si queremos vencer la tentación de la preocupación, el verdadero espíritu de oración puede vencer todas las preocupaciones y temores. «Jesús, confío en ti».

5. «El sufrimiento soportado en la voluntad tranquila y pacientemente es una oración continua y muy poderosa ante Dios». (Santa Juana Francisca Chantal) 

Si podemos unir suave pero firmemente nuestros sufrimientos a los sufrimientos de Jesús en la cruz en nuestra oración personal, entonces las montañas pueden ser movidas. La oración, la paciencia y el sufrimiento son poderosos ante el trono de Dios.

6. «La oración del enfermo es su paciencia y su aceptación de la enfermedad por amor a Jesucristo. Haz de la enfermedad misma una oración; porque no hay ninguna más poderosa, salvo el martirio». (Santa Francisca de Sales) 

El sufrimiento puede hacernos mejores o amargarnos. Si va unido a la oración, sin duda el sufrimiento nos hace mejores, más santos y más parecidos a Jesús en su Pasión.

7. «La oración es el lugar de refugio para toda preocupación, un fundamento para la alegría, una fuente de felicidad constante, una protección contra la tristeza». (San Juan Crisóstomo). 

En la caridad, debemos a los demás evitar una apariencia sombría e irradiar alegría. ¿Cómo? ¡Cultivando una profunda vida de oración!

8. «Dadme una persona de oración, y esa persona será capaz de realizar cualquier cosa». (San Vicente de Paúl) 

Las grandes y nobles empresas sólo se pueden realizar ofreciendo en la oración todos los esfuerzos y las obras a Dios, que es ciertamente omnipotente. ¡Nada está fuera del alcance del poder de Dios!

9. «Cuando pases por delante de una capilla y no tengas tiempo de detenerte un rato, dile a tu Ángel de la Guarda que realice tu encargo a Nuestro Señor en el Sagrario. Él lo cumplirá y aún tendrá tiempo de alcanzarte». (Santa Bernadette Soubirous) 

No debemos olvidar nunca caminar, hablar y conversar a menudo con nuestro Ángel de la Guarda. Él reforzará nuestras oraciones -¡enviadas como están en las alas del mensajero de Dios! 

10. «Quien más reza, más recibe». (San Alfonso de Ligorio) 

Hay muchísimas bendiciones que nunca recibimos -en el plano humano y sobrenatural- por una razón: no pedimos/reclamamos a Dios por esos dones y bendiciones. San Agustín lo resume: «Todos somos mendigos ante Dios».

11. «Reza y trabaja». (San Benito)  

No te confundas: ¡la oración no es nuestro trabajo! Debemos orar y trabajar a la vez. Si nuestra oración es nuestro trabajo, esto se traduce en la herejía del Activismo.

12. El camino sencillo… «El fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de la fe es el AMOR; el fruto del amor es el SERVICIO; el fruto del servicio es la PAZ». (Santa Madre Teresa de Calcuta)

La bondad y la virtud están unidas, ¡pero todo a través del superglue de la oración!

13. «No hagas nada en absoluto si no empiezas con la oración». (San Efraín el Sirio) 

Si comenzamos nuestro día con la Ofrenda Matutina, dándole todo a Jesús a través de María, ¡entonces nuestro día estará impregnado de la presencia y la bendición de Dios!

14. «Un alma se arma con la oración para todo tipo de combate». (Santa Faustina Kowalska)

Seguir a Cristo es entrar en un combate espiritual. Nuestra arma más poderosa es la oración. Con poca o ninguna oración, entramos en combate sin arma y la batalla estará perdida.  

15. «Así como una madre sostiene el rostro de su hijo entre sus manos para cubrirlo de besos, así nos sostiene Dios». (San Juan Vianney)

¡Qué puede animarnos más que esta imagen del amor íntimo y tierno de Dios por cada uno de nosotros!

Ojalá todos nos tomemos en serio la llamada universal a la santidad. Todos estamos llamados a ser santos. El camino más corto, más rápido y más eficaz para llegar a la santidad es esforzarse diariamente por crecer en nuestra vida de oración. 

Que la Virgen, con todos los ángeles y los santos, nos anime con sus oraciones a emprender la nobilísima empresa de buscar una vida de oración profunda. Si lo hacemos, nuestra cosecha será rica tanto en esta vida como en la venidera.

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: LECTURAS DEL DIA

Abr 07 2022

LECTURAS DEL DIA | 7 DE ABRIL 2022

Jueves de la V semana de Cuaresma

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Abr 06 2022

LECTURAS DEL DIA | 6 DE ABRIL 2022

Miércoles de la V semana de Cuaresma

«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)

MIÉRCOLES, 6 de abril Jn. 8,31-42 «En verdad, en verdad os digo que todo el que comete un pecado es esclavo del pecado. Un esclavo no siempre permanece en una casa para siempre; pero un hijo siempre permanece. Así que si el Hijo os libera, entonces seréis verdaderamente libres».

Jesús es nuestro Salvador de dos maneras. Primero, a través de su Pasión y muerte en la cruz, Jesús abrió las puertas del cielo que habían estado cerradas para todas las generaciones desde el momento del pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva. En segundo lugar, Jesús nos salva a través del Sacramento de la Confesión, también llamado Sacramento de la Reconciliación, realizado con sinceridad y firme propósito de enmienda. Si no lo hemos hecho ya, ¡que hagamos la mejor confesión de nuestra vida en estos días que quedan de Cuaresma, para participar más plenamente en la Gloria Pascual de Nuestro Señor Resucitado! 

DIEZ MANERAS EN LAS QUE LA CONFESIÓN NOS LIBERA por el P. Ed Broom, OMV

Tristeza, confusión, desorientación, oscuridad, ira y, a menudo, amargura: todas estas palabras describen al alma que vive en estado de pecado mortal. De hecho, Jesús dice que el pecado es la esclavitud. (cf. Jn. 8:34)

Película: La Misión y una imagen del pecado

En la película La Misión, un personaje interpretado por Robert De Niro, después de haber confesado haber asesinado a su hermano que era un sacerdote jesuita, se le impone la penitencia de llevar consigo una pesada bola con sus posesiones. Dondequiera que vaya este hombre que cometió el fratricidio, tiene que arrastrar con él en una cuerda este equipaje verdaderamente engorroso. Después de cumplir esta penitencia durante días, incluso escalando una montaña con ella, subiendo y bajando, el sacerdote acepta que el hombre ha hecho suficiente penitencia. El sacerdote se acerca al pecador y, con un afilado cuchillo, corta y secciona la cuerda y el equipaje, que caen en cascada hasta el fondo de la montaña: ¡la libertad!  

Este trozo de la película La Misión muestra en una escena gráfica una poderosa imagen de lo que es el pecado en nuestras vidas, pero también los poderosos efectos en el alma del pecador que se arrepiente y se vuelve a Dios a través de una buena Confesión Sacramental. Uno de los efectos del pecado es una esclavitud que nos ata y que es como llevar un gran peso allá donde vayamos. El peso se vuelve cada vez más pesado, casi hasta el punto de ser insoportable. Pero entonces llega el momento transformador: una buena Confesión Sacramental.

Al hacer esta confesión bien preparada, honesta y sincera, las ataduras se rompen y se separan, y se experimenta la libertad: ¡la libertad de los hijos e hijas de Dios! Misericordia y confesión 

San Juan Pablo II, Santa Faustina Kowalska, así como el Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, coincidieron unánimemente en que la misericordia es el mayor atributo en el Corazón de Jesús el Salvador. La misericordia es el Amor Infinito de Dios que perdona al pecador.

Ha habido abundante catequesis sobre cómo prepararse para la confesión, folletos sobre los Diez Mandamientos, así como libros escritos sobre el Sacramento de la Confesión. Sin embargo, posiblemente no se ha hablado lo suficiente de los muchos efectos maravillosos que se producen en la persona que hace una buena Confesión.

Este breve artículo se centrará en diez efectos maravillosos y edificantes que se producen en el alma de un buen penitente.

1. Curación   

La gracia sacramental específica del Sacramento de la Confesión es la curación. Jesús es el Médico Divino. El pecado hiere el alma. Lo que el cáncer, la lepra y la enfermedad son para el cuerpo, el pecado lo es para el alma. Cada vez que hacemos una buena confesión, Jesús, el Médico Divino, con su mano suave, tierna y amorosa, toca nuestra alma, derrama su preciosa sangre y hay una curación. Durante su vida pública, Jesús curó a los ciegos, a los sordos, a los mudos, a los paralíticos, a los leprosos, e incluso resucitó a los muertos. Todavía ahora, a través de su Cuerpo Místico, la Iglesia, Jesús sigue curando a sus miembros enfermos a través de los sacerdotes en el confesionario. Es cierto que Jesús nos salva y nos cura. ¡Ahora mismo Jesús quiere curar tus heridas morales!

2. Libertad de la esclavitud

Como se mencionó anteriormente en la escena de la película La Misión, el pecado es una esclavitud interior. La confesión invierte la esclavitud y comunica la verdadera libertad: la libertad de los hijos e hijas de Dios. Para romper las ataduras de nuestros malos hábitos del pasado, nuestras poderosas adicciones, nuestros malos impulsos y acciones, necesitamos un poderoso remedio. Ese remedio es el contacto directo con la Sangre de Jesús, derramada en el Calvario aquel primer Viernes Santo y aplicada a cada alma que hace una buena confesión. Instintivamente aborrecemos la esclavitud física y todo lo que ésta conlleva. ¿No deberíamos tener un aborrecimiento y una repugnancia aún mayores por la esclavitud interior del pecado y buscar la libertad lo antes posible? Por qué no intentar la confesión?

3. De la confusión a la paz

Otro efecto negativo de vivir en pecado es la falta de paz y vivir en un estado de confusión constante. San Agustín define la paz como «la tranquilidad del orden». El pecado es un desorden total: la torre de Babel interior. Una buena confesión tiene como resultado poner en práctica las palabras de San Ignacio de Loyola como uno de los propósitos de los Ejercicios Espirituales: «Ordenar lo desordenado». Por tanto, si realmente quieres experimentar una profunda paz en el fondo de tu alma, ¿por qué no intentas hacer la mejor Confesión de tu vida? Tu desorden dará paso al orden, ¡y la paz seguirá!

4. Libertad de una conciencia llena de culpa

¡Vivir con culpa es un verdadero infierno en la tierra! Las personas pueden volverse locas o ser llevadas al suicidio debido a una conciencia culpable. A Lady Macbeth se la veía constantemente lavándose las manos. Esto era un deseo inconsciente de liberarse de la culpa del derramamiento de sangre y del asesinato. No podía vivir con una conciencia culpable que resultaba ser un verdugo moral. Por eso, Shakespeare afirmó con verdad: «La conciencia nos convierte a todos en cobardes». ¿Será que muchas personas recurren a la medicina, tomando pastillas para tratar de aplacar y suprimir la culpa que llevan en su conciencia? ¿Por qué no probar la Confesión y experimentar la pureza de una conciencia inocente? Con respecto a la confesión, no olvides nunca que es gratuita. Además, no tiene los efectos secundarios negativos que suelen aparecer cuando se toman medicamentos.

5. Alegría: Alégrate en el Señor

Santo Tomás de Aquino afirma que todas las personas están llamadas a experimentar la felicidad o la alegría. Si miramos a nuestro alrededor -en el trabajo, en la escuela, en la carretera o en la autopista-, encontramos con demasiada frecuencia un entorno sin brillo, anodino y triste. ¿Por qué ocurre esto si todos estamos llamados a vivir en la alegría? La razón es la siguiente: muchos buscan la alegría en los lugares equivocados. Además, muchos confunden el placer con la alegría. El placer se puede comprar; la alegría es un fruto del Espíritu Santo. El pecado produce tristeza en el alma. Sólo Dios puede darnos la verdadera alegría. Por eso San Pablo nos recuerda: «Alegraos siempre en el Señor». Lo repito, alegraos en el Señor». (Fil. 4, 4) La Virgen, en su poderoso himno de alabanza, el Magnificat, se hace eco de los mismos sentimientos: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador». (Lc. 1, 46-47)

Los catequistas me han dicho a lo largo de los años que cuando un niño está esperando para hacer su primera confesión, experimenta miedo y ansiedad, pero después de confesarse, sale del confesionario irradiando alegría. ¿Quieres experimentar una alegría constante? ¡Por qué no hacer un hábito para ir a la confesión con frecuencia!

6. El Misterio Pascual: De la muerte a la vida

Si tenemos la desgracia de cometer un pecado mortal, perdemos la gracia de Dios y su Amistad. Sin embargo, nunca debemos caer en la desesperación: ¡ese es el peor de los pecados! Como el Hijo Pródigo, debemos volver a la casa de nuestro Padre amoroso y lanzarnos a sus brazos amorosos, y Él nos perdonará. Santa Teresa de Lisieux afirmó con valentía que, aunque cometiera todos los peores pecados del mundo, correría y se lanzaría a los brazos del Padre con una confianza ilimitada. Los brazos del Padre son como un ascensor al cielo. 

El gran San Agustín, que vivió una vida pecaminosa hasta los treinta años, afirmaba que una buena Confesión es una experiencia de Lázaro. Si recuerdas, Lázaro murió y Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos, sacándolo de la tumba después de haber estado enterrado durante cuatro largos días. (Jn. 11:1-44) ¡Al hacer una buena Confesión somos convocados a dejar la tumba de nuestros pecados y volver a una vida de gracia!

7. Medicina curativa y preventiva

La confesión es como una medicina que cura las heridas de nuestra alma (como se menciona en el primer número). Sin embargo, ¡la confesión también puede servir para prevenir futuras caídas! Recuerdo una vez que estaba cayendo en un resfriado y un amigo me sugirió que me tomara un par de pastillas de Airborne, lo cual hice. ¡Qué bendición! El resfriado que estaba a punto de afectarme durante probablemente diez días o dos semanas se detuvo en seco. Lo mismo puede decirse de la confesión frecuente. Si cometemos un pecado mortal, debemos correr al confesionario lo antes posible. Sin embargo, la confesión frecuente, incluso de los pecados veniales, puede servir de remedio para evitar que caigamos en la enfermedad espiritual que llamamos pecado. Todos sabemos por experiencia, ¡más vale prevenir una caída y una ruptura, que curarse de una!

8. Un acto de humildad para aplastar tu orgullo

Como resultado del Pecado Original todos estamos infectados con el Pecado Capital de la Soberbia y a menudo estamos motivados por el orgullo y el amor propio. Hacer una buena confesión puede ayudarnos a crecer en la virtud opuesta, esencial para la santidad y tan agradable a Dios: la humildad. En el Diario La Divina Misericordia en mi alma, Jesús le reveló a Santa Faustina las tres cualidades esenciales de una buena Confesión: la transparencia (total sinceridad y apertura), la humildad y luego la obediencia al Confesor que representa a Cristo. Es importante que cuando nos confesemos, no confesemos los pecados de nuestro marido (o mujer), de nuestro prójimo o de otros. Tampoco debemos racionalizar, justificar o pasar por alto nuestros pecados. ¡Más bien, la humildad significa que decimos las cosas exactamente como son!

9. Crecimiento en el autoconocimiento

Otra gran bendición que fluye de una confesión bien preparada y confesada es el aumento del autoconocimiento. El filósofo griego Sócrates afirmó: «La vida no examinada no merece la pena ser vivida». Un notable historiador intercala: «Quien no conoce la historia está condenado a repetir los mismos errores». La espiritualidad ignaciana insiste constantemente en la importancia del autoconocimiento, de conocerse a sí mismo y del movimiento de los espíritus en la propia vida.

San Ignacio afirmaba que nunca, jamás, se debe dejar de hacer la oración del examen diario, que está dirigida al autoconocimiento y a la conciencia de la presencia constante de Dios en nuestras vidas. Los Padres del desierto tenían un axioma breve pero importantísimo: «Conócete a ti mismo». Por eso, las personas que examinan bien su conciencia, se confiesan bien y consultan sinceramente al sacerdote-confesor, crecerán definitivamente en el conocimiento de sí mismas. Conociéndose bien a sí mismos -tanto sus virtudes como sus pecados- podrán evitar caer en muchos pecados futuros y evitar futuras tragedias.

10. Comuniones fervientes y eficaces

Otro efecto importantísimo de una buena confesión son las santas comuniones más eficaces y fervientes. Estos dos Sacramentos que debemos recibir con frecuencia están íntimamente interconectados. Una simple analogía puede ser útil: trata de imaginar el cristal de la ventana de tu habitación. No lo has limpiado durante más de un año. En consecuencia, la ventana se ha manchado y ensuciado con el polvo, la suciedad y el smog, es decir, con el ambiente contaminado. Así que llega el día en que decides hacer la limpieza de la casa y en la lista está limpiar esa ventana delantera. Vas a la tienda a comprar Windex, un potente y eficaz spray para ventanas. Ahí estás, rociando generosamente la ventana, y luego con un periódico seco frotas y frotas. ¿Qué notas? La ventana está ahora despejada y la luz del sol entra por ella en su totalidad. Antes, la ventana era medio opaca; ahora es completamente transparente y la luz del sol puede penetrar e inundar la casa. 

Lo mismo puede decirse de nuestra alma, que es como el cristal de una ventana. El pecado ensucia, y mancha nuestra alma. Con la confesión, nuestra alma sucia se limpia con la Preciosa Sangre de Jesús, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Nuestra alma se vuelve pura, limpia y transparente. Luego, cuando recibimos la Sagrada Comunión, Jesús, que es verdaderamente la Luz del mundo, como una bomba atómica explota e irradia luz, y la luz de la Presencia de Jesús inunda toda la habitación de nuestra alma. Por eso Jesús dijo: «Yo soy la Luz del mundo» (Jn. 8,12); luego dijo: «Vosotros sois la luz del mundo». (Mt. 5:14) Así, el resultado final de la recepción frecuente y digna de estos dos sacramentos, la Confesión y la Santa Comunión, es la santidad. Somos capaces de obedecer y poner en práctica el mandato de Jesús: «Sed santos como vuestro Padre celestial es santo». (Mt. 5,48) ¡Y, con Jesús, nos convertimos en luz para los demás!

Conclusión

San Juan Pablo II hizo este comentario con respecto a la Virgen y al Sacramento de la Confesión. Dijo que los santuarios marianos -Lourdes, Fátima, Guadalupe, etc.- son clínicas espirituales. En otras palabras, vamos a los Santuarios Marianos para encontrarnos con Jesús, el Pan de Vida, en la Misa y la Sagrada Comunión, pero también nos encontramos con Jesús que es el Sanador de nuestro corazón, mente y alma en la Confesión.

Acudamos a la Virgen, a la que invocamos como «Madre de la Misericordia» y «Salud de los Enfermos», para que nos ayude a vivir al máximo recurriendo con frecuencia al Sacramento de la Confesión, verdadera expresión del Corazón amoroso y misericordioso de Jesús. 

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Written by Fr. Ed Broom, OMV · Categorized: LECTURAS DEL DIA

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