El psicólogo moderno Erich Fromm
acuño este refrán inmortal: «Si eres lo que tienes y pierdes lo que tienes,
quién eres?» El mejor grupo de Rock N’ Roll, los Beatles compuso una
canción, «El dinero no puede comprar amor.» Otras sabias palabras dicen:
«Tus posesiones te posean!»
La Biblia, la Palabra de Dios,
expresa la misma verdad de una forma sucinta: «¡El amor al dinero es la
raíz de toda clase de males!» La codicia (la avaricia), es uno de los siete pecados capitales. En
este breve ensayo se definirá la codicia, se dará su origen
y se darán pasos prácticos para superar esta actitud interior. Porque todo aquel que
verdaderamente quiera vivir una vida cristiana plena debe superar la avaricia.
¡ORIGEN! La codicia es uno de
los siete pecados capitales, y como los otros seis, su origen se remonta a
nuestros primeros padres cuando cometieron el primer pecado, conocido como el
pecado original. Este pecado tuvo
repercusiones universales sobre toda la raza humana. Es como un Tsunami moral, iniciado por dos
personas pero afecta a todos los miembros de la raza humana, excepto a Jesús y
María. El Doctor Angelical, Santo Tomás de Aquino, lo llama
«Concupiscencia»—¡la tendencia interior, proclividad o inclinación
que nos jala o arrastra hacia el mal o el pecado!
¡DEFINICIÓN! La codicia es el
deseo desordenado por las cosas materiales. El libro del Génesis nos
recuerda constantemente que toda la creación es ‘Buena’. El mal no se
encuentra en la realidad de la creación, ¡sino en el deseo desordenado del
corazón humano!
En verdad dos de los diez
mandamientos se refieren directamente a la codicia: el séptimo y el décimo:
«No robarás». (El séptimo mandamiento); «No codiciarás los
bienes de tu prójimo».(décimo mandamiento).
Un joven rico que conocía los 10
mandamientos y quien los había observado desde sus primeros años, se acercó a
Jesús y le preguntó al Señor cual era el camino a la vida eterna. Jesús le dijo que obedeciera los diez
mandamientos; él orgullosamente admite que los había obedecido. Entonces
Jesús le miró con amor y le retó: «¡Si quieres ser perfecto, ve y vende lo
que tienes; dáselo a los pobres y ven y sígueme!» La cara del joven
cayó y se fue triste ¿Por qué razón? Tenía muchas posesiones,
estaba muy atado a ellas y las prefería por encima de la persona de
Jesucristo. ¡Nunca más se sabe de él en
los Evangelios!
En una sociedad con una
sobreabundancia de cosas puede pasar que uno se apegue excesivamente a las
cosas de una forma imperceptible, ¡como la rana que lentamente hierve en la
bañera, mientras el agua se calienta poco a poco hasta el punto de ebullición!
¡Judas Iscariote se enamoró del
dinero y se desenamoro de Jesus! Ananías y Safira (marido y mujer) que
encontramos en los Hechos de los Apóstoles, contaminados por la avaricia,
cayeron muertos después de mentirle a San Pedro. La causa de esto fue su codicia, su
insaciable deseo de tener «cosas».
relacionada con los peligros de la avaricia, es la parábola de Lázaro y el
hombre rico. (LC. 16) El pobre Lázaro se encontraba afuera de la puerta
del hombre rico día y noche. Él estaba lleno de llagas, muriéndose de
hambre, incluso los perros venían a lamer sus llagas. ¡Qué estado tan lamentable! Por el
contrario, el hombre rico, vestía de púrpura fina, se deleitaba con espléndidos
manjares todos los días. Ni una sola vez
levantó la mano para ofrecerle a Lázaro ni tanto solo un trozo de pan.
Los dos mueren, el hombre rico se
encuentra en el fondo del infierno deseando tan solo una gota de agua para
refrescar su lengua de los tormentos de fuego infernal. Lazaro, el hombre pobre, descansa en el cielo
en el seno del padre Abraham.
¿Cuál fue la razón principal por la
perdición eterna del hombre rico? No fue
por algo que él hizo—un pecado de Comisión; más bien fue por lo que NO hizo —
el pecado de omisión. Su avaricia lo
cegó totalmente al pobre hombre que estaba afuera de su puerta, Lázaro, quien
verdaderamente era Jesus disfrazado. Jesús dijo: «tuve hambre y no me
diste de comer; Tuve sed y no me diste de beber… Cada vez que dejasteis de
hacerlo con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo…
» (Mt 25).
Entonces, ¿cómo podemos vencer el
pecado de la avaricia que podría estar acechando o escondiéndose en lo más
íntimo de nuestra alma? ¡Eh aquí algunos pasos o consejos concretos para
ganar la batalla!
1. ¡ADMÍTELO Y CONFIÉSALO! Si
después de un minucioso examen de conciencia o después de haberlo consultado
con tu director espiritual o con tu confesor has detectado la
«Avaricia» como una lombriz comiéndose tu vida interior, admítelo,
confiésalo y pide sanación. Jesús es el «médico espiritual» de
nuestra alma. ¡Ha venido a curar las
heridas de nuestros pecados!
2. ¡MEDITA LA VIDA
DE CRISTO! Una constante y profunda meditación sobre la vida de Jesús
puede ayudarnos a transformar nuestra perspectiva espiritual, nuestra visión de
la vida, nuestra realidad material y la actitud de nuestro corazón. Sigue
este retrato en miniatura de la vida de Jesus. Nació en un establo de
Belén de padres pobres, trabajó por años como carpintero, 40 días y noches en
el desierto ayunando, tres años sin residencia permanente, «las zorras tienen
sus guaridas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre tiene
donde recostar la cabeza», despojado de sus vestiduras y flagelado, clavado en
la Cruz y abandonado por casi todos, muriendo y derramando casi toda gota de su
Sangre Preciosa y finalmente enterrado en una tumba prestada—todo esto resume
la vida de nuestro Señor Jesucristo, ¡el hijo del Dios vivo!
3. ¡MEDITA LAS ÚLTIMAS COSAS!
Un día moriré, seré juzgado por Jesús e incluso me espera el cielo o el
infierno. ¿Viendo mis muchas posesiones,
serán acaso un escalón al cielo por toda la eternidad? El hombre más
rico del mundo y el más pobre acabarán en el mismo lugar: ¡seis pies bajo
tierra! St. Francis Borgia. S.J., quien había sido el Duque de Gandhi,
admiraba a la hermosa reina. Esta reina
murió repentinamente. Él iba caminando
detrás el ataúd cuando de repente se abre ¡y Francis ve que los gusanos se
comían el rostro! Francis meditó la realidad de lo transitorio que es la
belleza y la riqueza, él dejó todo para ingresar la vida religiosa, ¡fue
Jesuita, sacerdote y luego un gran Santo!
4.
¡APRENDE A DAR GENEROSAMENTE! ¡San Pablo nos desafía a dar!
«Hay más alegría en dar que en recibir!» La Beata Madre
Teresa de Calcuta, quien dio todo para seguir a Jesús por medio del servicio a
los más pobres, afirmó: «¡Hay que dar hasta que duela!» Una de
las grandes santas modernas, el anhelo de toda la vida de la Madre Teresa fue
de calmar la sed de Jesús sirviendo a los más pobres de los pobres. Para ella,
Jesús estaba verdaderamente presente en el «disfraz angustiante de los
pobres».
5.
NO TE PREOCUPES, CONFÍA EN EL CUIDADO PROVIDENCIAL DE DIOS. En el
Sermón de la Montaña Jesús nos dice que no nos preocupemos por las cosas
materiales, alimentos o ropa. Mira a las aves del cielo y los lirios del
campo. Dios cuida de ellos. La clave está en las palabras de Jesús:
«Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se
dará por añadidura». ¡Si recibes a
Jesús en la Sagrada Comunión, entonces eres verdaderamente el más rico de
todos! ¡El tener a al Dios vivo dentro
de tu alma ya es vivir el Reino de Dios! Recuerda, «Si Dios está
con nosotros quien contra nosotros!» Recuerda el Salmo 23, «¡El
Señor es mi Pastor, nada me falta!»