tres Doctoras de la Iglesia dice, «El presente y el momento de nuestra
muerte son los dos momentos más importantes de nuestra vida». Esto esta en completa armonía con la oración
que nuestra Señora más ama, el Ave María: «Santa María, Madre de Dios
ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte». Amén
importante y nadie puede evitarlo — el momento de la muerte—debemos hacer todo
para prepararnos. Una de dos, nos salvaremos
e iremos al cielo por toda la eternidad o nos perderemos e iremos al infierno
por toda la eternidad. ¡No hay otra
posibilidad! Por consiguiente, hagamos un plan o propósito para nosotros
mismos seguir y para nuestros seres queridos y de esta forma prepararnos para
este encuentro dichoso con Jesús. ¡Que
Jesús sea nuestro redentor y no nuestro juez! Reflexionemos seriamente
sobre lo siguiente: la realidad de la muerte,
lo que sucede después de la muerte y la grandiosa y imponente realidad de la eternidad—que
es para siempre…
vida espiritual reflexionar sobre la realidad de la muerte. La tendencia
en este mundo moderno y de los medios de comunicación (que solo se preocupan de
lo que este mundo puede ofrecer) es huir de toda reflexión sobre la
muerte. El lema del mundo es «¡Solo
se vive una vez; la vida es para divertirse y pasarla bien! ¡Comamos y
bebamos que mañana moriremos!» O tal vez has escuchado esto:
«¡Descansa, te lo mereces, no te mates, relájate!»
mundo transitorio, entonces esta filosofía tendría lugar y se comprende. Pero como seguidores de Cristo, creemos que
hay mucho más de lo que este mundo nos ofrece.
Jesús nos ofrece mucho más, nos ofrece su amistad en esta vida y si
morimos en su amistad nos ofrece el mayor de los dones, ¡el don de la vida
eterna en el cielo!
realidad de la muerte. Nos dice que en este mundo transitorio debemos estar
alerta, preparados y vivir sobriamente. El Señor dice que la muerte
vendrá como ladrón en la noche, en el momento menos esperado. También nos recuerda de los tiempos de Noé,
cuando se casaban, comían y bebían y llegó el diluvio y casi todos quedaron enterrados
menos unas cuantas personas y unos cuanto animales.
parábola con «El hombre rico insensato». Este hombre tuvo una cosecha abundante y
derribó sus graneros porque no había espacio suficiente para contenerla. Para después de la cosecha, ¡él ya tenía todo
planeado con lujo de detalle! Él dijo: «Ahora tengo abundancia y
una vida larga por delante. Por tal,
comeré, beberé y descansaré.» Jesús rápidamente y severamente le
reprime y su modo de pensar (su filosofía), le llama al hombre ¡tonto!
Porque esta misma noche se te tomará tu vida y ¿dónde irán a dar todas tus
riquezas?
cultivar una perspectiva de profunda espiritualidad en cuanto a nuestra vida y
nuestro fin, y la realidad de la eternidad.
Por cierto, la eternidad es para siempre…..
dice que debemos pensar sobre la muerte dos veces al día. ¡Eso es sabiduría! Igual, san Alfonso Liguori, entre sus muchas
obras escribió un clásico titulado «Preparación para la muerte». Él mismo meditaba su propia muerte semanalmente. Y ahora él está en el cielo alabando al Señor
por toda la eternidad. El libro clásico
de Tomás Kempis, «Imitación de Cristo» dice que lo importante no es
una vida larga sino una vida santa. Este
mismo autor nos recuerda que si meditamos con frecuencia sobre la muerte
entonces cambiaremos nuestra vida sin demora.
San Ignacio de Loyola en su clásico
«Ejercicios Espirituales», (en la sección que trata sobre el pecado)
insiste que los ejercitantes hagan una meditación sobre las «Últimas
cosas»—que son la muerte, el juicio, el cielo e el infierno.
Esta poderosa meditación sobre la brevedad de la vida y la realidad de
las dos opciones cielo e infierno, puede ser un medio eficaz para alejarnos del
pecado y acercarnos a la vida verdadera en Cristo. San Ignacio desafió a san Francisco Xavier a
que hiciera los ejercicios citando a Jesús, «¿De qué le sirve al hombre
ganar el mundo entero si pierde su alma?»
Deberíamos recordar nuestra
mortalidad—que nuestro hogar permanente no está aquí en la tierra, sino somos
peregrinos y viajeros en camino a la patria que no tiene fin—¡a la patria
celestial!
por todos los difuntos cada vez que pasemos por un cementerio para que por
medio de nuestras oraciones lleguen al cielo si es todavía no han llegado. Debemos recordar que un día igual estaremos
bajo tierra al lado de ellos –¡y ese día no está muy lejano! No debemos aferrarnos a ninguna persona,
lugar o cosa y en particular no aferrarnos al pecado—sino sólo a nuestro
Señor Jesús.
funeral debemos orar con fervor por el difunto y no apresurarnos a canonizarlo
antes de tiempo. Pero igual debe ser un
recordatorio para nosotros que un día el ataúd, la Misa de funeral y el
entierro ¡será nuestro! La vida es corta
en comparación con la eternidad. El gran
san Agustín dice que nuestra vida en comparación con la eternidad es sólo un
parpadeo del ojo. San Pedro lo expresa con estas palabras: «Para Dios mil
años es solo un día…» Nuestro
corazón es como el ritmo de una marcha andando hacia la muerte y la
eternidad— la eternidad durará por los siglos de los siglos…
oración para así estar preparados en el momento de la muerte para el encuentro
con Jesucristo nuestro Señor. Pidamos a
María la gracia de una muerte santa y dichosa rezando llenos de fe y fervor y
de modo regular el Ave María. »Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén.»