el sufrimiento no tiene valor positivo.
Todo depende de una cosa: que
unamos nuestro sufrimiento al sufrimiento de Nuestro Salvador Jesucristo. Una vez que se haya establecido este »enlace
divino», es entonces, y sólo entonces que el sufrimiento humano tiene valor
redentor.
de distintas formas, duración y grados de intensidad. Pueden manifestarse como sufrimiento físico,
sufrimiento afectivo, sufrimiento psicológico, sufrimiento económico,
sufrimiento familiar, sufrimiento espiritual y sufrimiento moral – son distintas expresiones del sufrimiento.
puede formar o amargar! El sufrimiento
sin ningún vínculo vertical o vínculo divino inevitablemente transforma a la
persona en una persona amargada, enojada y rencorosa. Un «masoquista» sufre sólo por
sufrir y nada más. Un
«sádico» se alegra con el sufrimiento de los demás. Un estoico se esfuerza por eliminar toda
forma y especie de sufrimiento.
a sus seguidores que estarían libres de sufrimiento. Más bien, como condición principal para ser
su discípulo, Jesús afirmó: «Si alguno quiere ser mi seguidor, que
renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga.» Tomar la cruz es otra forma de decir,
aceptar la realidad del sufrimiento en nuestra vida.
predicó sobre la realidad del sufrimiento y su valor, sino practicó lo que
predicó de la forma más contundente — la cruz, el calvario y su
crucifixión. Jesús no huyó de la cruz;
no eludió de la vía dolorosa del Calvario, mucho menos renunció a los clavos,
la cruz y la lanza en la crucifixión.
— Fue por obediencia a la voluntad del
Padre Celestial, y para mostrarnos cuánto nos ama a cada uno de nosotros y a
toda la humanidad.
pasión por la salvación de toda la humanidad, pero en particular por la
salvación de cada uno de nosotros.
Rebasa la imaginación pensar sobre esta realidad, que Jesús sufrió todo
por ti y por mí, como si fuéramos la única persona en toda la creación. Cuán grande es el amor de Dios, cuánto desea
mi salvación eterna, hasta el grado de derramar su Sangre Preciosa.
mi sufrimiento —
Entonces, cuando el sufrimiento me visite, ¿cómo puede ser de provecho para mi?
porque tarde o temprano el sufrimiento llegará, y ¡de esta forma no me
convertiré en una persona amargada sino transformada!
CONTEMPLE LA PASION DE CRISTO. Forme el
hábito de contemplar con frecuencia algún detalle del sufrimiento y muerte de
Jesús. ¿Por qué no apartar el viernes de
cada semana, tomar algún aspecto de la pasión de Cristo y pasar un tiempo en
silencio y en oración, meditando y contemplando la manifestación de amor
suprema de Jesús por ti. Puede meditar
sobre la Preciosa Sangre que derramó Jesús en el jardín; o puede meditar sobre
las llagas abiertas en su Cuerpo sagrado causadas por los azotes; o sobre una
de las muchas espinas que atravesaron su frente sagrada; podría ser un clavo
que perforó sus pies; o por último, la Preciosa Sangre que brota de las heridas
mientras colgaba valientemente en la cruz.
Escoja y contemple algún detalle que le mueva a amar a Jesús más
intensamente.
LA VOLUNTAD DE DIOS. Cuando Dios en sus
designios le envía algún sufrimiento, de inmediato esfuércese por aceptar el
sufrimiento con fe, confianza y pleno conocimiento que Jesús ha enviado este
sufrimiento, porque le ama y quiere compartir su sufrimiento con usted, por
menos a un grado limitado. Todo lo que
Dios manda, es siempre para nuestro beneficio y nuestro bien. Recuerde el concepto de san Agustín: Dios puede permitir el mal (lo que parece ser
un mal) ¡para sacar de el un bien mayor!
GRACIA. No tiene nada de malo pedirle a
Dios que nos libre del sufrimiento.
Jesús en su agonía en el huerto, le pidió al Padre tres veces que le
quitara el cáliz del sufrimiento, pero siempre concluyendo su oración con estas
palabras, «No se haga mi voluntad sino la tuya.» Sin embargo, si Dios considera mejor no
quitarnos esa cruz, nos dará mayores bendiciones. Nosotros vivimos en el momento actual, pero
Dios ve todo a la vez. Dios ve todo de
principio a fin, ve todo el panorama. A
la luz de la salvación de nuestra alma y la eternidad, Dios podría permitir esa
cruz para nuestra purificación, santificación y salvación eterna. Somos como una hormiga al pie de una montaña
enorme; Dios es como un águila que revolotea sobre la montaña. Obviamente, la
perspectiva y el punto de vista de Dios transciende con creces la visión de una
pequeña hormiga — ¡y esta hormiga somos nosotros!
LA MISA Y EL CALVARIO — La relación entre nuestro sufrimiento, la Misa y el
calvario es de máxima importancia. En
cada celebración del Santo Sacrificio de la Misa, Jesús se ofrece a sí mismo
como Víctima sin mancha por la salvación del mundo. Para maximizar a la mayor medida posible, el
valor de nuestro sufrimiento, debemos colocarlo sobre el altar cuando
participemos en el Sacrificio de la Misa.
En el momento de la Consagración, cuando se eleva el Cuerpo de Jesús a
Dios Padre, debemos nuestros colocar nuestro sufrimiento sobre la patena al
lado de Jesús. Entonces, cuando
recibimos la Santa Comunión, y ofrecemos nuestro sufrimiento a Jesús y con
Jesús, brotarán innumerables gracias y bendiciones sobre nosotros, la familia,
la Iglesia y el mundo entero. ¡Dios
Padre nos verá en la cruz con su Hijo amado, en quien tiene todas sus
complacencias!
SEÑORA DE LOS DOLORES (STABAT MATER).
Después de Jesús, nadie jamás ha sufrido, a la medida que María, la
madre de Dios sufrió — conocida también bajo el título de «Nuestra Señora
de los Dolores». Vemos que san Juan
Diego acudió a Nuestra Señora de Guadalupe en su sufrimiento — cuando su tío
Juan Bernardino estaba en peligro de muerte.
Y Nuestra Señora ayudó inmediatamente a Juan Diego, curando
instantáneamente al anciano. En nuestro
sufrimiento, ya sea físico, emocional, familiar, económico, moral o incluso
espiritual, por qué no recurrir a Nuestra Señora de los Dolores y colocar todo
en su Corazón Inmaculado. Ella por medio
de sus oraciones poderosas, cambiará esa espina en una rosa, esa tormenta en un
arco iris, la muerte a vida y el Viernes Santo a la gloria de Jesús resucitado!
Amigos, para
concluir, debemos hacer frente y aceptar la inevitable realidad del sufrimiento
humano. No lo desperdiciemos, sino
unámoslo al sufrimiento, pasión y muerte de Jesús, con una firme convicción e
una esperanza ilimitada, sabiendo que cuando unimos el sufrimiento a Jesús, el
sufrimiento nos purificará, elevará, hará más nobles y nos santificará. Si lo hacemos así, el sufrimiento nos formará
y no nos amargará. »Te adoramos Cristo
y te glorificamos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.’