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RADIO Y TV GUADALUPE-CONSEJOS PARA CONFESARSE BIEN
Padre Edward Broom, OMV (P.Escobita)
Espiritualidad Católica Ignaciana y Mariana
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RADIO Y TV GUADALUPE-CONSEJOS PARA CONFESARSE BIEN
Santa Catalina de Sena, mística italiana, guerrera de la oración, estigmatizada, Doctora de la Iglesia, dijo que los dos momentos más importantes de nuestra vida son: ahora y la hora de nuestra muerte. ¿Se le hacen conocidas estas palabras? ¡El Ave María! En la última parte de esta hermosa oración tan agradable a Nuestra Madre Santísima, decimos las mismas palabras: …ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dado lo importante que son estos dos momentos, pidamos a Dios que nos conceda la gracia de vivir de forma que agrademos a Jesús, Jesús quien vendrá a juzgar a vivos y muertos. Presentaremos cinco formas de prepararnos para una muerte santa para así poder vivir para siempre con la Santísima Trinidad, María, los ángeles y los santos.
¡PREPARACIÓN! Todo en la vida requiere de algún tipo de preparación. Nos preparamos antes de un evento deportivo, antes de una fiesta sorpresa, antes de acudir a una cita, antes de tomar un examen. ¿No deberíamos prepararnos para el momento más importante, para el momento de nuestra muerte, para tener una muerte santa y llegar al cielo y estar con Dios???
1. EL PECADO Y EL ARREPENTIMIENTO. Todos somos pecadores. La Biblia dice que el hombre justo cae siete veces al día. Si caemos en la desdicha de cometer un pecado mortal, no nos desalentemos, mas bien confiemos en la misericordia de Dios. Pero es necesario hacer inmediatamente un acto de contrición perfecto e ir al confesionario lo más pronto posible. Espiritualmente hablando, vivir en pecado mortal es jugar a la ruleta rusa con el alma. Jesús nos advierte una y otra vez, que estemos preparados porque nos sabemos ni el día ni la hora de nuestra muerte. »Llegará como ladrón de la noche.»
2. IMITEMOS A LOS SANTOS: VIVAMOS CADA DÍA COMO SI FUESE NUESTRO ÚLTIMO DÍA. Una de las características que comparten los santos es que están perfectamente conscientes de la brevedad de la vida. El salmista lo expresó así: »Nuestra vida es como la flor del campo que florece de día, la azota el viento y muere de noche.» Los santos viven cada día como si fuese el último. ¡Porque en verdad lo podría ser! Tan inciertos son los días y las horas de nuestra vida, nuestra existencia es precaria. Cada mañana al abrir los ojos, debemos arrodillarnos y consagrarnos a Jesús y María. Hagamos el firme propósito, en imitación de los santos, de vivir este día con el más intensísimo amor a Jesús y María. ¡Vivámoslo con un celo ardiente de salvar almas, con el firme propósito de cumplir los deberes de nuestro estado de vida con la mayor pureza de intención y la mayor perfección!
3. COMULGAR CON GRAN FERVOR. (Lea Juan 6, 22-71) ElDiscurso del Pan de Vida. Jesús nos enseña con gran claridad quién es Él, lo que Él desea y lo que Él promete a aquellos que le obedezcan. ¿Quién es Jesús? Jesús dice: »Yo soy el pan de vida». Jesús está verdaderamente presente en la Santa Comunión, en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. ¿Qué quiere Jesús? Jesús, el Pan de vida, quiere que cada uno de nosotros lo recibamos en la Santa Comunión con gran fe, gran amor y gran devoción lo más que sea posible. ¿Acaso es posible que en la oración que Jesús nos pidió que rezáramos, el Padre Nuestro -»danos hoy nuestro pan de cada día» – que Jesús nos estaba exhortando a que lo recibamos en la Santa Comunión todos los días? ¡Haga la prueba! Si lo hace, ¡va en camino al cielo! ¿Qué nos promete Jesús? Jesús lo dice con gran claridad. Y no sólo lo dice con gran claridad sino que lo repite una y otra vez el su discurso del Pan de vida — ¡nos promete el CIELO! Pongamos atención a las palabras de nuestro Señor y Salvador. Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.» (Jn 6, 53-54) ¡Claro como el agua! ¡La promesa es el cielo para aquellos que se alimenten con la Eucaristía, el Pan de Vida!
4. VIVIR SIEMPRE EN LA PRESENCIA DE DIOS. El Hermano Lorenzo alcanzó un gran santidad de vida llevando acabo un practica sencilla: ¡vivió en la presencia de Dios! Otra Doctora de la Iglesia, santa Teresa de Ávila, señala que pecamos porque olvidamos o mas bien ignoramos la presencia de Dios. También, no desaproveche el uso de sacramentales como recordatorios de la siempre presente presencia de Diosl. Usemos estos sacramentales: el escapulario, la medalla milagrosa, estampas con la imagen de Dios, imágenes de María, la Divina Misericordia, la medalla de san Benito, un crucifijo, rezar el Angelus a las 9:00, 12:00 y 6 de la tarde y por último decir pequeñas jaculaciones — todo esto nos puede ayudar a estar conscientes de la presencia de Dios. San Pablo nos recuerda citando al poeta griego diciendo: »En Él vivimos, nos movemos y somos.”
5. MARÍA SANTÍSIMA: EL AVE MARÍA Y EL ROSARIO. El medio más poderoso para alcanzar una muerte santa y dichosa es por medio de la siempre presencia de María. No desvaloremos el poder que María tiene en nuestra vida, especialmente en el momento crucial de nuestra muerte, cuando pasamos de esta vida al tribunal de Dios. Si cultivamos el hábito de rezar el Ave María diario, o más bien dicho el santo Rosario, en el momento de nuestra muerte tendremos una poderosa aliada, una poderosa abogada. ¡María Santísima es Señora abogada nuestra, es Madre de Dios, Madre de la Iglesia y es nuestra Madre! Si hemos rezado el santo Rosario con gran amor, fervor y fe todos los días de nuestra vida, »Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén», entonces María estará presente con nosotros en nuestra última agonía para recibir nuestro ultimo suspiro y pedir a Dios misericordia y perdón por nuestros pecados!
Hermanos en Cristo y María, reconozcamos quiénes somos, por qué estamos aquí, hacia dónde vamos y cómo llegar. Por nuestro bautismo somos hijos e hijas de Dios. Estamos aquí para llegar al cielo. ¿Cómo llegamos? Obedeciendo los mandamientos de Dios y amándolo con fervor en todo momento. Si tenemos clara nuestra filosofía de vida entonces tendremos claro nuestro destino, el cielo. Pongamos en práctica estos cinco consejos, confiando que un día con María Santísima contemplaremos el rostro de Dios por toda la eternidad!
Nadie puede presumir que ha dominado a la perfección la virtud de la paciencia. Cuando pensamos que hemos alcanzado un gran logro en cuando a esta virtud, ¡inesperadamente nos asalta una situación y explotamos! ¡Si de hecho nos hemos creado esta ilusión que somos la paciencia andando, ¡en un abrir y cerrar de ojos se asienta la realidad!
Cuán importante es la paciencia que Jesús nos dice: »Por su paciencia salvarán sus almas». En una ocasión un alma piadosa en desesperación pidió: »Señor, dame paciencia, ¡per ya! ¡Quizás ésta ha sido su oración los últimos años!
Numerosas son las formas, veces, momentos y circunstancias en que diremos »me colma la paciencia». ¿Cuales son? ¡Veamos algunas!
La salud decae, dificultades económicas, familiares que ponen a prueba hasta la paciencia de un santo, el clima extremoso, algún fracaso o aún la impaciencia con Dios. A veces parece que Dios esta ausente, que no escucha nuestras suplicas, pensamos que es indiferente a nuestra plegaria. Estas situaciones en verdad pueden ser la prueba de fuego para forjar nuestra paciencia.
De qué forma podemos entonces adquirir tan necesaria e importante virtud, porque Jesús nos dice que es necesaria para la salvación de nuestra alma inmortal. Presentaremos cinco formas concretas de alcanzar la paciencia y la comprensión.
1. LA ORACIÓN. San Ignacio insiste en que pidamos a Dios esta gracia. San Agustin humildemente nos recuerda que todos somos mendigos ante Dios. Dios nos concederá la gracia, pero como la viuda insistente del evangelio, debemos pedir sin desanimarnos. Esta viuda alcanzo el favor del juez cruel y despiadado por su insistencia. Jesús nos dice »Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta.» (Mt 7,7)
2. LA VIDA DE JESÚS. Jesús dice, »Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.» Hay un dicho: »Dime con quién andas y te diré quién eres.» Si pasamos tiempo en oración, meditando los Evangelios, meditando la Palabra de Dios, meditando los gestos y las obras de Jesús, algo se nos quedará. Empezaremos por imitar más y más a Jesús, especialmente la virtud de la paciencia.
3. LA PASIÓN DE CRISTO. Leemos en la vida de los santos, que tenían un hambre insaciable, una atracción irresistible por meditar la más grande historia de amor. »No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos.» Meditar y tener siempre presente la pasión, el sufrimiento, la crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo es una fuente de gran bendiciones y el fuego que forja los corazones más endurecidos en la virtud de la paciencia. Eh aquí algunas sugerencias de cómo meditar la pasión de Cristo: 1) Lea y contemple los cuatro Evangelios; 2) Lea la obra de la beata Anne Catherine Emmerich La Dolorosa Pasión; 3) Vea la película de La Pasión de Cristo de Mel Gibson, pero véala no como una simple película sino contémplela como una oración.
4. PRUEBAS Y OPORTUNIDADES. Cuando lleguen las pruebas como lluvia torrencial, tenga presente alguna escena del la Pasión de Cristo de algún pasaje de los Evangelios, de la película o del libro de Emmerich. Si contempla la pasión de Cristo, verá las cosas de un punto de vista sobrenatural. Esa prueba por la cual está usted pasando es difícil, pero cuando la vea a la luz de la pasión de Nuestro Señor, su prueba se hará liguera. Debemos reconocer también que en cierto sentido, las pruebas pueden ser resultado de nuestro pasado y nuestros pecados. Jesús en cambio, sufrió el dolor más intenso cuando Jesús es la esencia misma de la inocencia. Cuando alguien ponga a prueba nuestra paciencia, pensemos en alguna escena de la pasión que más nos haya movido. El amor de Jesús nos llevará a cargar con humildad nuestra cruz cuan difícil que sea. San Pablo dice: »El amor de Cristo nos impulsa».
5. MARÍA — NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES. En la película de Mel Gibson, La Pasión de Cristo, la presencia de la Santísima Virgen María es una dimensión esencial en toda la película. Después de Jesús, quien sufrió el más intenso dolor es María. La película nos muestra a Nuestra Señora de los Dolores acompañando a Jesús en la vía dolorosa. Estuvo con Él cuando fue clavado en la cruz, mientras colgaba en la cruz y mientras derramaba hasta la última gota de su Preciosa Sangre. Nuestra Señora estaba presente, manifestando la más grande compasión — ¡compasión es sufrir con el ser amado! »Stabat Mater» – María estuvo al pie de la cruz. ¡Qué manifestación heroica de paciencia! En verdad, María Santísima practicó la paciencia toda su vida: cuando iba en camino hacia Belén, cuando huía a Egipto, cuando buscaba a su Hijo por tres largos días, cuando perdió a su esposo san José a quien amaba, cuando acompañó a su amado Hijo en el camino hacia el calvario, cuando vio a su Hijo crucificado y cuando estuvo con Él al pie la cruz hasta que dio su último suspiro diciendo: »Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu.» Cuando nuestra paciencia esté puesta a prueba, alcemos nuestros ojos, corazón y alma a Nuestra Señora, que ella nos alcanzara la paciencia heroica que necesitamos.
CONCLUSIÓN. Todos los días luchamos por ser comprensivos, por ser pacientes con nosotros mismos, con las circunstancias de la vida e incluso con Dios. La paciencia es tan esencial para nuestra vida. Jesús dijo: »Por su paciencia salvarán su alma». Usemos entonces todas las armas a nuestra disposición para lograr tan gran virtud. Pidamos a Dios esta gracia, y acerquémonos a Jesús el »Santo de santos». Meditemos también la pasión de Cristo y cuando surga la oportunidad de ejercer esta virtud, traigamos a la mente a Jesús quien sufrió pacientemente por amor mí. Por último, que Nuestra Señora de los Dolores nos alcance ¡un corazón manso, humilde y comprensivo!
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REZAR EL SANTO ROSARIO