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MISA – HOMILIA – AMAR A DIOS CON ACCIONES
Padre Edward Broom, OMV (P.Escobita)
Espiritualidad Católica Ignaciana y Mariana
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TODOS LOS PECADOS CAPITALES
Su Santidad, el Papa Benedicto XVI inició el Año de la fe el 11 de octubre de 2013 y concluirá el 24 de noviembre de 2013 el día que se celebra al Solemnidad de Cristo Rey, Rey del Universo.
El Papa Benedicto XVI nos exhortó a que conociésemos más a Jesús como nuestro Amigo íntimo y que lo diésemos a conocer por todo el mundo.
El día de nuestro bautismo, somos ungidos profetas para proclamar la Palabra de Dios de obra y palabra. El nuestra Confirmación, el obispo nos confirmó con estas palabras: »Estas llamado a defender la fe y difundir la fe.»
Las últimas palabras de Jesús en el Evangelio de san Mateo (Mt 28, 16-20) son de ir a todo el mundo y enseñar lo que os he enseñado… ¡Todo bautizado está llamado a ser profeta, misionero y evangelizador!
Sin embargo, el Papa Benedicto XVI nos insiste que el requisito para poder difundir la fe es conocer primero la fe. Por esta razón, el Papa Emérito nos exhorta al estudio de los documentos claves de la Iglesia que apoyan nuestra fe.
Concretamente, el Papa Emérito presenta dos fuentes claves que son la autoridad para todo católico. Estas dos fuentes son el Catecismo de la Iglesia Católica y los documentos del Concilio Vaticano II.
En los documentos del Concilio Vaticano II tenemos cuatro documentos clave llamados Constituciones Dogmáticas. Son Dei Verbum (D.V.), Sacrosanctum Concilium (S.C.), y los otros dos documentos tratan sobre la Iglesia, y son, Gaudium et spes. (G.S.) y Lumen Gentium (L.G.).
Para lograr verdaderamente penetrar el pensamiento de la Iglesia en el mundo moderno, es necesario conocer estas dos obras maestras espirituales. En verdad son una mina de oro.
El quinto capítulo de Lumen Gentium es una verdadera joya religiosa y un reto para todos — El llamado universal a la santidad.
¿Qué es éste llamado? ¡Todos somos llamados a ser santos! No solo algunos o unos cuantos pocos sino ¡TODOS! La llamada es universal, no parcial. Fuimos creados por un Dios santo y amoroso con un solo fin — ¡para ser santos en esta vida, morir en estado de gracia santificante y para contemplar la visión beatífica de un Dios tres veces santo!
Los pasajes bíblicos que nos retan a la santidad de vida son incontables. ¡Dios nos llama a ser santos como Él es santo! Jesús nos dio este mandato: »Sean santos como es santo vuestro Padre Celestial.» (Mt 5, 48) El modo gramatical empleado es el imperativo, Jesús expresa un mandato divino, una orden divina, una solicitud divina! ¡Dios lo manda!
Jesús nos dice en una de las bienaventuranzas: »Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia (santidad) porque serán saciados.» (Mt 5,6) Deberíamos tener más hambre y sed de santidad de vida que hambre y sed del alimentos físicos. ¿Por qué? Porque el bienestar y la santificación de nuestra alma es superior al bienestar del cuerpo.
Jesús también nos reta a la santidad de vida con estas palabras fuertes: »Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?» (Mc 8,31 y Mt 16, 1)
San Pablo en su carta a los Tesalonicenses reitera este llamado a la santidad: »Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación.» (1 Ts 4,3)
La beata Madre Teresa de Calcuta siempre nos imploró a que buscáramos la santidad de vida. Por esto, una de las primeras condiciones para toda mujer que quería ingresar a las Misioneras de la caridad era que tuviera el firme deseo de ser santa. Madre Teresa dijo: »La santidad no es el privilegio de unos cuantos sino el deber de todos.»
Las pruebas son claras. No hay alternativa, debemos emprender el camino que conduce a la santidad. Debemos anhelar ser santos porque Dios desde toda la eternidad así lo ha deseado. PREGUNTA. ¿Qué pasos debo tomar para llegar a ser santo?
Hay muchas maneras de llegar a la santidad. Pero me gustaría dar sólo la forma más segura y directa a la santidad, ¡llamémosle el camino directo!
¡LA SANTA MISA, LA SANTA EUCARISTÍA Y LA SANTA COMUNIÓN!
Jesús es el modelo para nosotros seguir. Jesús dijo: »Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.» El es Rey de reyes, el Señor de señores, el Santo de santos. ¡Jesús es Dios, la segunda Persona de la Santísima Trinidad!
Jesus es la fuente de toda santidad, es el camino mediante el cual nos hacemos santos. Antes de ascender a los cielos, Jesus prometio que estaría siempre con nosotros, hasta el fin de los tiempos. Jesús está presente en su Iglesia y está presente en los Sacramentos. El más grande de ellos siendo el Santísimo Sacramento, la Eucaristía, que es el Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad de Jesús.
¡MISA DIARIA! Si usted no está asistiendo a Misa diaria y recibiendo la Santa Comunión, decídase ahorita, ¡decídase asistir a Misa diaria si sus ocupaciones lo permiten!
PREPÁRESE MEJOR. En cada Misa celebrada, el sacerdote tiene una intención específica a petición de un feligrés, ya sea por un difunto o un feligrés. Pero esto no significa que usted no puede agregar sus propias intenciones privadas cada vez que asista y participe en la santa Misa.
OFREZCA TRES INTENCIONES. Ofrezca su Misa y santa Comunión por alguien que ha fallecido, que si está en el purgatorio, que por medio de su Comunión alance el cielo. Segunda intención, pida por alguien que usted conoce que ha dejado la Iglesia, que está enojado con Dios o que ha perdido la fe. Ofrezca su Comunión por la conversión de esa persona. Tercero, pida que por medio de esta Comunión, usted reciba un »transplante de corazón espiritual».
Al comulgar, recibimos el Cuerpo de Cristo. Recibimos su Sacratísimo Corazón de Jesús. Por eso es que podemos decir por deducción lógica, que recibimos un »transplante de corazón espiritual.»
Si en verdad recibimos a Jesús con mayor frecuencia, con mayor fe, con mayor fervor (con el fuego del amor), indudablemente creceremos en santidad y en el camino al cielo.
El mundo necesita santos hoy más que nunca. ¡Y esto es a lo que somos llamados tú y yo en este momento!
Que Nuestra Señora, Reina de los ángeles y los santos, nos inspire y nos motive por sus oraciones y su ejemplo, a que seamos lo que Dios ha querido desde toda la eternidad – ¡NUESTRA SANTIDAD!
¿Cuánto tiempo y esfuerzo no toma para obtener un título universitario y recibirse de una universidad de renombre? ¿Cuánto sudor, esfuerzo y lágrimas no toma para ganar un trofeo por un logro deportivo? ¿Cuánto tiempo y esfuerzo no toma para preparar un fiesta sorpresa? Si nos desgastamos e invertimos cantidades exageradas de dinero, recursos, tiempo y energía en cosas meramente mundanas ¿acaso no deberíamos ocuparnos más en el arte de artes, en la práctica de la oración? San Alfonso Ligorio, Doctor de la Iglesia, dice que la oración es la llave a la salvación.
Sigamos estos cinco pasos concretos para mejorar nuestra vida de oración. Si lo hacemos, creceremos en santidad y seremos fuente de santidad para otros y reinará la paz y el gozo en nuestro corazón.
1. ¡CONVICCIÓN! Debemos estar convencidos de lo importante que es la oración en nuestra vida y para la salvación de nuestra alma. San Alfonso lo expresó así: »Quién reza se salvará, quién no reza se condenará.» San Juan Damasceno dice que la oración es: »Elevar el alma y el corazón a Dios.» San Agustín con su forma tan propia también afirma lo indispensable que es la oración: »Quién reza bien vive bien, quién vive bien muere bien, quién muere bien todo está bien.» ¡Muy bien dicho! Una última analogía: lo que el aire es para los pulmones, la oración es para el alma. Quien no respira muere, quién no reza cae presa de la tentación, ¡comete pecado mortal y pierde amistad con Dios!
2. CONFESIÓN. Si no estamos en paz con Dios, si nuestra conciencia está intranquila, si nuestra alma alberga pecados no confesados, no es suficiente simplemente hablar directamente con Dios. Es como cuando le causamos algún daño a un amigo, para reconciliarnos primero tenemos que pedirle perdón. Para reconciliarnos con Dios, lo hacemos mediante el sacramento de la confesión.
3. FIJE LA HORA Y EL LUGAR PARA HACER SU ORACIÓN. El hombre es una criatura de hábitos y costumbres. Todos los días, a la misma hora, en el mismo lugar, repetimos la misma acción. Debemos dar más importancia a la oración y formar el buen hábito rezar diariamente. El hábito de la oración procurará nuestro fin, nuestra salvación y la salvación de muchos otros más. Podemos hacer nuestra oración en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia. Pero hay tiempos óptimos para rezar: en la mañana al despertar, antes de consumir los alimentos, antes de salir fuera, el Rosario antes de la cena y la oración de la noche — estos son los momentos tradicionales para hacer oración.
4. SANTA MISA Y SANTA COMUNIÓN. La oración más grande y más sublime es la Santa Misa. La Misa dominical es de precepto, es obligatoria, bajo pena de pecado mortal. Pero si amamos a Dios como lo profesamos, no deberíamos conformarnos con lo mínimo sino con lo máximo. La acción más grande que podemos hacer que nos llevará al cielo es asistir a la Santa Misa y recibir la Santa Comunión con gran fervor, humildad y fe. Si los ángeles pudiesen sentir envidia, nos envidiarían porque podemos recibir la Santa Comunión. ¡Qué privilegiados somos!
5. NUESTRA SEÑORA Y EL SANTO ROSARIO. En 1917 en el mes de mayo y por cinco meses consecutivos hasta octubre, Nuestra Señora se apareció en Fátima. En cada aparición Nuestra Señora insistió en que se rezara el Rosario. El beato Papa Juan Pablo II en su obra maestra literaria La Bienaventurada Virgen María y el Rosario también nos exhorta a que recemos el Santo Rosario por dos intenciones. Primero, por la paz del mundo. Segundo, por la familia. El sacerdote del Rosario el P. Patrick Peyton, acuñó esta frase inmortal: »La familia que reza unida permanece unida.» También dijo: »Un mundo en oración es un mundo en paz.» La familia debe fijar una hora y un lugar para rezar el Santo Rosario todos los días. El padre que es el jefe de familia, debe reunir, dirigir y perseverar en esta oración por la salvación de toda su familia.
Si vivimos estas cinco prácticas, daremos fruto y fruto en abundancia. ¡Que Nuestra Señora nos alcance la gracia y decisión para emprender este camino de crecimiento en la oración!