¡Desde antes de la creación del mundo y cuando Dios creo el mundo la desobediencia causó estragos! Quizás se pregunte usted ¿cómo? Hubieron una multitud de espíritus celestiales – espíritus puros que llamamos ángeles – que de forma deliberada desobedecieron el mandato de Dios. Fue Lucifer quién con toque de corneta alzó su voz desafiante y dijo: »¡non serviam!» – »no serviré». En otras palabras: ¡NO OBEDECERÉ!
Se desató una batalla en el cielo y los ejércitos celestiales encabezados por san Miguel arcángel lucharon contra Satanás. Ganaron san Miguel y sus ángeles con el poder y la gracia de Dios.
ADÁN Y EVA. Nuestros primeros padres, Adán y Eva, igual que los ángeles también fueron probados. Fue la prueba de la obedienica. Dios les mandó a no tocar el árbol ni el fruto del árbol que se encontraban en el centro del jardín, el árbol de la ciencia del bien y del mal. Igual que Satanás y sus compinches, Adán y Eva accedieron a sus antojos y caprichos, desobedeciendo a Dios y comieron el fruto prohibido. A esto le llamamos el Pecado Original, el primer pecado de la raza humana.
Las repercusiones devastadoras de esta desobediencia, como un maremoto moral, se han sentido y han dejado su huella devastadora y permanente a través de todos los tiempos, los lugares, las culturas, las naciones, los continentes y en todo el mundo hasta el fin del mundo y el día del Juicio Final. A raíz de esto, la concupiscencia se insinúa en nosotros insistentemente para arrastrarnos y estancarnos en el fango de la pecaminosidad. ¡Un día llegará la muerte y nuestro cuerpo se descompondrá!
SAUL. Veamos cómo se desató la desobediencia de Saul. Este guerrero poderoso, desobedeció los mandatos del profeta Samuel al no destruir todo el botín de los amalecitas tras su triunfo militar. Con la fuerza de su palabra, el profeta Samuel reprime a Saul y le amonesta ¡que Dios se había apartado de él! Qué aterrador – ¡el abonado de Dios! Pero fue Saul el que en verdad se alejó de Dios con su desobediencia deliberada. (Lea 1 S 15,16-23)
EL CUARTO MANDAMIENTO Y LA OBEDIENCIA. Este concepto de la obediencia está incorporado en el 4o mandamiento del Decálogo: »Honrarás a tu padre y a tu madre.» En la Misa de niños, les hago esta pregunta a los niños y a sus padres: »¿Alguna vez han escuchado la voz de Dios?» Enseguida sigue un silencio de asombro. ¡Nunca se les ha hecho esta pregunta a los niños! ¡Entonces empiezo con una letanía de palabras tan conocidas! »Hijo, ya levántate, ¡es hora de ir a la escuela!» »Apaga la televisión.» »Apaga la computadora.» »Es hora de comer.» »Vamos a rezar el Rosario.» »Saca la basura.» »Para de pelear con tu hermana.» »Tiende tu cama.» »Limpia tu cuarto.» »Súbete al carro, ya es hora de ir a Misa.» »Prepara la mesa, recoge la mesa.» »Haz tu tarea.» Todas estas cosas y muchas más que escuchamos de la boca de mamá y papá son claras manifestaciones de la voz de Dios quien habla a los niños. ¡Los niños deben obedecer inmediatamente y sin reclamar!
En verdad, ¡Dios nos habla por medio de la autoridad legítima y por medio de sus mandamientos! Dios habla por medio de su Iglesia, el magisterio y el Santo Padre que es el Vicario de Cristo. La voz de Dios se escucha con claridad al escuchar las palabras de nuestro director espiritual y confesor. Además, la voz de Dios se escucha en nuestros catequistas, maestros y sacerdotes quienes ejercen su ministerio y legítima autoridad. La voz de estas personas representa la voz de Dios, a quien debemos escuchar y obedecer con humildad.
Sucedió en una ocasión que alguien estaba de visita en los Estados Unidos e hizo esta observación tan acertada: »Qué curioso, en los Estados Unidos, ¡los padres obedecen a sus hijos!» ¡Que fuerte y acertada observación y delicada reprimenda a los padres e hijos de este país!
TRES PEQUEÑOS PENSAMIENTOS, EXHORTACIONES Y PRÁCTICAS para niños, adolescentes y adultos.
1. ¡OBEDIENCIA A LOS PADRES! Los jóvenes con humildad deben reconocer que Dios les dio la vida por medio des sus padres. Con ojos de fe y un corazón humilde deben reconocer la voz de Dios en la voz de sus padres. Sin la obediencia, toda la vida espiritual se detiene, ¡se paraliza! El ejemplo por excelencia es ¡Jesús! El evangelista resalta en las Sagradas Escrituras que cuando sus padres lo encontraron en el templo después de tres tristes días de búsqueda, Jesús les fue obediente y creció en sabiduría, edad y gracia ante Dios y los hombres. Aun en en huerto de los Olivos, cuando Jesús estaba en su agonía, Jesús dijo tres veces: »¡Padre, hágase Tú voluntad y no la mía!» Y también en el Padre Nuestro, la más conocida oración, rezamos: »… venga Tú reino, hágase Tú voluntad, en la tierra como en el cielo…»
2. SIRÁCIDES (Eclesiastés 3, 1-16) (Léalo) Este pasaje es uno de los mejores sobre el tema del deber que tienen los hijos hacia sus padres, concretamente el respeto, el amor y la obediencia! ¡Lea y medite este pasaje clave!
¡Hijos, oíganme, les habla su padre! Sigan mis consejos y se salvarán. Porque el Señor quiso que los hijos respetaran a su padre, estableció la autoridad de la madre sobre sus hijos. El que respeta a su padre obtiene el perdón de sus pecados; el que honra a su madre se prepara un tesoro. Sus propios hijos serán la alegría del que respeta a su padre; el día en que le implore, el Señor lo atenderá. El que respeta a su padre tendrá larga vida; el que obedece al Señor será el consuelo de su madre. (Ec 3, 1-6) ¡Lea y medite los diez versículos que siguen y guárdelos en el corazón!
Después de meditar estos cuantos versículos fuertes no habrá sombra de duda, ambos niños y adolescentes tendrán la convicción que es su deber moral de ver la presencia de Dios en sus padres, y de someterse en obediencia y humildad de corazón, mente, voluntad y obras!
3. UNA OBEDIENCIA ALEGRE. Hay diversas formas de llevar acabo una obra por obediencia. Una es la obediencia obligada. Quizás el niño para obedecer diga »sí», pero lo hace con la actitud de un terrorista. Quizás lo haga con el ceño fruncido, amenazas entre dientes, con palabrotas a espaldas de sus padres, o ¡aventando y tirando platos cuando se le pide que recoja la meza! Esta actitud rebelde y desafiante destruye la obediencia. Entonces, ¿cómo se debe obrar? Por amor a Dios, se debe hacer con prontitud, rapidez, alegremente, ordenadamente, con amabilidad y buenos modos. Dios todo lo ve, hasta las intenciones más secretas del corazón. Por lo tanto, ¡la obediencia y una disposición noble es lo que agrada a Dios! ¡Porque Dios es amor!
Que la Maria Santisima, quién plenamente aceptó la voluntad de Dios – »He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»- inspire a los niños, jóvenes y adolescentes para que comprendan que la obediencia no es esclavitud sino la verdadera libertad de los hijos de Dios.
Mei-O says
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