¿Cuál es el motivo de nuestra existencia? Todos sin excepción tienen una filosofía de vida, aunque quizás la desconozcan. Aveces parecen pollos sin cabeza, o marineros sacudidos por las olas en alta mar sin puerto en el horizonte, otros como un cachorro que persigue su propia cola! Y otros como el arquero que se preparan para lanzar la flecha, pero sin apoyar su brazo para darle al blanco. O quizás otros como un conductor que maneja a toda velocidad en el autopista, sin destino y sin prender su sistema personal de navegación GPS. En estos ejemplos, todos ubicuos al mundo, tienen una cosa en común – una profunda confusión en cuanto a su filosofía de vida.
Hoy en día en los Estados Unidos de Norte America, hay un sinnúmero de falsas filosofías que pretenden reinar y hay muchos que se adhieren a ellas como sus fieles seguidores. Hay aquellos que acogen la filosofia del »utilitarismo», que le atribuye valor a la persona según su productividad económica. Otros se apegan a la mentalidad »materialista» que considera que la felicidad va en proporción directa a la ganancia material. Muy parecido a esta filosofia es el »consumismo». Quien se adhiere a esta filosofía quiere siempre comprar con la mucha o poca plata que tiene en el bolsillo. Y el consumismo en torno le abre el paso al »hedonismo», la filosofia cuya finalidad es el placer. Los lemas hedonistas son: »Comamos, bebamos que mañana moriremos,» »Es tiempo de tomarnos una cerveza Miller,» »Sólo se vive una vez,» »Lo paseado y lo bailado nadie me lo quita». Con demasiada frecuencia, quienes acogen estas filosofías acaban acojiendo el ATEISMO — acaban pensando que Dios no existe.
Después de haber presentado las filosofías erróneas que circulan de costa a costa, veamos ahora la filosofia verdadera. Veamos lo que dice el fundador de los Jesuitas, san Ignacio de Loyola y lo que dice el catecismo.
»El hombre es creado para conocer a Dios, amar a Dios, y servir a Dios en esta vida para estar con Él en el cielo por toda la eternidad.» De niño, esta fue una de las primeras verdades catequéticas que aprendí. Y esta verdad se ha quedado conmigo por mas de cincuenta años. Ha influido mi forma de pensar, la forma en que hago decisiones, mis acciones y mis hábitos.
Se dice que uno es lo que come! Cuan cierto es! Pero más cierto y más importante es, uno es lo que piensa. El pensamiento engendra la obra. Nuestros actos son una manifestación externa de nuestros pensamientos. Las malas obras tienen su nacimiento en los pensamientos; las buenas obras igual. Jesús nos dice que el árbol se conoce por sus frutos.
San Ignacio de Loyola, quien legó al mundo su obra maestra espiritual – Los Ejercicios Espirituales – nos presenta primero el fundamento y lo denomina »Principio y Fundamento». La palabra »principio» se refiere al comienzo, el punto de partida. El »fundamento» refiere a la base sobre la cual se edifican los ejercicios. Es decir, la estructura en su totalidad se funda sobre Principio y Fundamento.
En la exposición de Principio y Fundamento, veamos sólo la primera oración, ya que esta oración determina y establece la base para todo lo demás. »El hombre es creado para alabar a Dios, hacer reverencia a Dios, servir a Dios y mediante esto salvar su alma…» (Ejercicios Espirituales de san Ignacio #23)
Estas joyas espirituales tan sucintas y tan acertadas han sido la motivación de mi vida, mis pensamientos, mis decisiones, mis obras y lo serán hasta el día que de mi último suspiro. Y en verdad, toda persona a quien Dios por su generoso amor a traido a la existencia, deberia ser impulsado por esta filosofía.
Dios me ha dado la vida. Dios es el autor y el origen de la vida. Dios sostiene mi vida. »En Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.» Dios ha sido mi protección en toda circunstancia de mi vida, en toda actividad y en todo momento. »El Señor es mi Pastor, nada me falta.» (Salmo 23)
Pero Dios espera con paciencia que yo corresponda a Su amor. ¿Cómo? Alabándolo de palabra y de obra. San Agustín nos recuerda: »Procuremos que la alabanza que sale de nuestros labios no la contradiga la forma en que vivimos!
REVERENCIA A DIOS. ¡Nuestro Dios es santo, es tres veces santo, así lo presenta la visión del profeta Isaías en el templo. Leemos en el Antiguo Testamento, que porque Moises estaba sobre tierra santa, fue llamado a quitarse las sandalias ante la zarza ardiente. Esto era meramente un símbolo del Dios tres veces santo con quien nosotros verdaderamente tenemos un encuentro el Eucaristía – la presencia real de Jesús – el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús. Esta realidad sublime se hace presente en cada Misa en el momento de la »consagración». Como Isaías y Moises, reverenciemos a Dios. Pero la cúspide de esta reverencia es al llegar a Jesús Sacramentado, Jesús quien está verdaderamente presente en el Santo Sacrificio de la Misa, Jesús Eucaristía quien espera nuestra visita. Venid adoremos a Emanuel, Dios con nosotros en la Eucaristía!
SERVIR. No podemos quedarnos sólo en adorar y hacer reverencia a Jesús (la vida contemplativa), este amor se debe desbordar a nuestra vida activa. Por lo tanto, la espiritualidad ignaciana debe movernos hacia la acción; debemos ser »contemplativos en acción». El concepto Tomísta cabe también aquí: »Aquello que hemos contemplado en el silencio de la oración debemos compartirlo.» Una de las principales contemplaciones ignacianas que enlaza la contemplación con la acción es el »llamamiento del Rey». En ésta contemplación se pide la gracia de no estar sordos al llamamiento del Rey. Contemplamos en esta meditación a un rey temporal que quiere conquistar el mundo. usamos esta meditación como plataforma para contemplar al Rey eterno – el Rey eterno es Jesús nuestro Salvador y Señor – quien también tiene una obra espiritual ambiciosa – conquistar al mundo para Si mismo. Esto significa concretamente conquistar y salvar almas para el cielo y la eternidad. La verdadera oración busca alabar a Dios, pero igual de importante es amar lo que Dios ama – la salvación de las almas.
LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS. La última parte de Principio y Fundamento es la »salvación de las almas». Si alabamos y hacemos reverencia a Dios, debemos dar fruto, debemos tener hambre y sed por la salvación de las almas. Santo Tomás de Aquino dice que una sola alma inmortal vale más que todo el universo creado. San Ignacio de Loyola antes de mandar a san Francisco Javier al oriente le dijo »Id, inflamad todas las cosas». En verdad el celo por las almas fue impulsado por Principio y Fundamento. Vemos también en la vida del gran san Juan Bosco, que su amor, alabanza y reverencia a Dios se concretizó en celo por la salvación de los jóvenes. Estas fueron sus palabras que dirigió a Dios: »Dame almas y quítame todo lo demás». En resumen, si amamos a Dios, debemos amar lo que Dios más ama – la salvación de las almas inmortales, las cuales Dios creo para que estén con Él en el cielo por toda la eternidad.
CONCLUSIÓN. Según la tradición ignaciana, en la cueva de Manresa, san Ignacio tuvo una experiencia mística. Mientras absorto en oración, la Santísima Virgen María se le apareció y le entregó la esquema de los Ejercicios Espirituales. Y en verdad, estos Ejercicios han sido la fuente de una conversión radical en la vida de millares de personas, haciendo de grande pecadores grandes santos. s por la presencia de Maria, la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, y Madre nuestra por la divina gracia. Ella quien es »llena de gracia», modelo de contemplación convertida en acción, modelo en la oración, modelo de adoración y reverencia a Dios. Nuestra Madre Santísima puede dirigirnos en una profunda santidad en esta vida para así un día contemplar la visión Beatifica por toda la eternidad. »Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén»
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