Fr. Ed Broom, OMV
El gesto más grande que podemos hacer en esta vida es recibir a Jesús el Hijo de Dios y el Pan de Vida en el Sacramento de la Santa Eucaristía (Jn 6). No existe otro acto que se asemeje a la comunión eucarística de nuestro Salvador. Por tanto, ignorar este importantísimo gesto podría resultar catastrófico, e incluso fatal, para nuestra salvación eterna. Y es que, en su discurso del Pan de Vida (Jn 6), Jesús afirma con palabras claras, concisas e inequívocas que nuestra salvación depende de que nos alimentemos de Él, el Pan de Vida que da vida al mundo.
BETANIA: CALUROSA ACOGIDA A JESÚS. (Lc 10, 38-42) En Betania, había una familia de buenos amigos que siempre le recibían con los brazos abiertos. A poca distancia de Jerusalén estaba Betania, donde residían los buenos amigos de Jesús: María, Marta y su hermano Lázaro. Ellos amaban profundamente a Jesús y lo apreciaban como a un amigo íntimo. Marta se afanaba en los detalles de la hospitalidad y en servir a Jesús; María, de carácter más contemplativo, agasajaba a Jesús escuchándole, hablándole y, simplemente, dándole una cálida bienvenida con su sola presencia.
LA SANTA COMUNIÓN Y LA BETANÍA En cierto sentido, todos estamos llamados a ser una BETHANÍA para Jesús. Recibir a Jesús en nuestras casas, a imitación de María y Marta, podría ser parte integrante de nuestro propio camino espiritual hacia la Patria celestial. María y Marta solían invitar a Jesús a su casa, pero esta visita no se realizaba a diario dado el trabajo apostólico de Jesús. Nosotros, en este sentido, tenemos una gran ventaja sobre la familia de Betania. Nosotros podemos invitar y recibir a Jesús en nuestras casas todos los días. ¿Cómo? Asistiendo a Misa y recibiendo a Jesús como nuestro Divino Huésped en la Sagrada Comunión.
DISTINTAS FORMAS DE RECIBIR A JESUS. Tanto nos ama Jesús que nos ha dado libre albedrío. Jesús respeta nuestra respuesta libre a su amor, y no nos la impone por la fuerza. Podemos recibirlo de manera olvidadiza, con apatía e indiferencia, con frialdad o incluso con hostilidad; así sucede cuando recibimos la Sagrada Comunión en el Santo Sacrificio de la Misa. Pero deseamos vivamente que todos hagamos, a imitación de María, de Marta y de Lázaro, un esfuerzo sincero y decidido por recibir a Jesús con amor, con atención, con amabilidad y, sobre todo, con intenso amor.
DAR GRACIAS POR EL DON. Profundizando en nuestro tema sobre Jesús – el Divino Huésped de nuestra alma – queremos hacer hincapié, y este punto es de suma importancia, en el modo en que debemos comportarnos, qué debemos hacer, es más, qué debemos expresar después de haber recibido a Jesús en nuestros hogares espirituales – lo más profundo de nuestras almas – en la Sagrada Comunión. Que la experiencia de María, Marta y Lázaro en Betania nos sirva de modelo y de estímulo para mejorar nuestra acogida de Nuestro Amigo y Señor Eucarístico.
Estos puntos enfatizan algunas maneras concretas de cómo podemos hablar o qué podemos decirle a Jesús cuando Él viene a morar en nuestro hogar, en nuestra propia «Betania interior».
1. ACCIÓN DE GRACIAS. Dios ama un corazón agradecido. Jesús valora la gratitud y siente tristeza por su ausencia, como sucedió en el caso de los nueve leprosos que no volvieron para agradecer al Señor su curación (Lc 17, 11-19). Después de comulgar, abundemos en gratitud al Señor. Cultivemos una «actitud de gratitud». Ciertamente, cuanto más rebosemos de gratitud hacia el Señor, sobre todo al recibirle en la Sagrada Comunión, tanto más abundante y copiosa será la efusión de gracias que Él nos conceda. ¿Y por qué cosas podemos dar gracias? ¡Por todo! De hecho, todo lo que tenemos es un don inmerecido y gratuito recibido del Padre de todos los dones, a excepción del pecado. ¡Que las palabras del salmista resuenen en nuestros corazones! «Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia». Los puntos siguientes ponen de relieve algunas formas sencillas de hablar o cosas que podemos decir al Señor después de que Él haya venido a residir en nuestras casas, en nuestra propia “Betania interior”.
2. AMOR. Al recibir a Jesús Eucaristía en la Sagrada Comunión, el Sacramento de Su amor, hay que abundar en actos de amor. Cada vez que le dices al Señor que lo amas, en realidad creces más en la intensidad del amor que arde en tu corazón. Jesús dijo: «El fuego del amor del Sagrado Corazón de Jesús estalla más intensamente en el momento de la Sagrada Comunión, especialmente cuando hay corazones que ansían el fuego de Su amor.
3. PROBLEMAS, TEMORES, ANSIEDADES, LUCHAS. Muy importante después de recibir a Jesús en la Sagrada Comunión es sincerarse con el Señor Jesús y contarle lo que te pasa en la vida. Todos sufrimos de una forma u otra en distintos tiempos, lugares y circunstancias. Todos llevamos alguna cruz: un problema de salud, un problema familiar, una preocupación económica, una debilidad moral, una incertidumbre o inseguridad emocional, por no hablar de las luchas espirituales. Al recibir a Jesús en tu Betania interior en la Sagrada Comunión éste es el momento propicio para que te abras al Señor y le expreses con la mayor sinceridad tus sufrimientos. Jesús nos invita con estas palabras «Venid a mí todos los que estáis cansados y encontráis la vida pesada y yo os daré descanso. Llevad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, porque mi yugo es fácil y mi carga ligera». (Mt 11, 28-30). Ojalá aprendiéramos y pusiéramos en práctica el verdadero significado de este pasaje. No estamos solos en nuestras luchas, nuestras cruces y nuestras penas. Jesús, sobre todo después de recibirlo en la Sagrada Comunión, está ahí dispuesto a escucharnos, a consolarnos, a consolarnos e incluso a llevarnos sobre su hombro, a ofrecernos refugio en su Sagrado Corazón. Dejemos que nuestras fervientes Comuniones transformen nuestras vidas.
4. ALMAS EN PENA QUE ESPERAN NUESTRA AYUDA. Gracias a la misericordia de Dios, las almas del Purgatorio están salvadas por la gracia de Dios y por haber muerto en estado de gracia santificante. Pero sus sufrimientos son más intensos en el Purgatorio. Por eso una Santa Comunión ferviente puede servir no sólo para aliviar o atenuar esos dolores insoportables, sino como medio supremo para sacar a esas almas del fuego del Purgatorio y llevarlas al banquete celestial. De todas las oraciones, sacrificios y prácticas espirituales, el ofrecimiento de la Misa y de las Santas Comuniones es, con mucho, el más eficaz.
5. MIEMBROS DE LA FAMILIA: CONVERSIÓN DE LOS PECADORES. Otra intención de primera importancia que puede formar parte nuestra conversación con el Jesús después de recibirle en la Sagrada Comunión es rezar por los miembros de nuestra familia, nuestros seres queridos, parientes y amigos. Y hay otra clase importante de personas que deben formar parte de nuestra oración y dialogo entrañable después de comulgar: los pecadores, los que han dado la espalda al Señor Jesús, a su Dios, a la Iglesia y a la Luz de la Verdad. Los padres que tienen hijos o hijas pródigos, ovejas descarriadas y errantes, hijos y hermanos disgustados, amargados, confundidos y descontentos – tu mamá y papá, cuando recibas a Jesús en la Sagrada Comunión pídele al Senor con todo el fervor de tu corazón la conversión de tus seres queridos, que regresen a la Iglesia y implora la salvación eterna de sus almas.
Dios, la Madre de la Iglesia, el refugio de los pecadores, así como la Madre del Señor Eucarístico. Debemos pedir también a María la gracia de recibir a Jesús con gran humildad, devoción y amor en la Sagrada Comunión y de alabarle, adorarle, agradecerle e implorarle al recibirle en la Betania de nuestros corazones. María recibió a Jesús con el mayor de los amores en la Encarnación. María rezará por nosotros para que también nosotros recibamos al Señor Eucarístico con una explosión de amor.