Si te hiciesen esta pregunta, ¿qué responderías? ¿Cuál es la acción más grande que puedes hacer en la tierra, a este lado del tiempo y de la eternidad? Espero que respondas sin titubear: ¡recibir a Jesús, el Pan de Vida, ¡en la Santa Comunión! Ofreceré cinco maneras sencillas y concretas que podemos emprender para mejorar nuestra recepción de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo en la Santa Comunión. Seamos sinceros al respecto: ¡nuestra recepción de Jesús, Pan de Vida, ¡en la Sagrada Comunión siempre puede mejorar! De hecho, nuestra santificación y salvación dependen en gran parte del modo en que recibimos la Eucaristía.
1. CONFESIÓN. Cuanto más transparente, pura y limpia sea el cristal de nuestra alma, más abundarán las gracias que fluyan hacia ella, en la Misa y especialmente en el momento de recibir a Jesús en el Sacramento de la Santísima Eucaristía. El Sacramento de la Confesión es uno de los Sacramentos de Sanación. La Confesión bien recibida nos purifica, nos limpia y santifica nuestro interior para poder recibir a Jesús con la máxima disposición. Una sola Comunión bien recibida puede transformarnos en santos. La culpa nunca está en el Sacramento, ¡sino en quien lo recibe!
2. LLEGAR TEMPRANO Tristemente, muchos católicos llegan tarde a Misa y así se privan de innumerables gracias. ¿Acaso acostumbramos a llegar tarde a otros importantes eventos como: una graduación, una boda, la ópera, a un partido de la Serie Mundial, ¿o al trabajo? Creo que no. La Santa Misa tiene un valor infinito, y las gracias que recibimos de la Misa dependen de nuestra disposición. Por eso, mientras mejor sea nuestra disposición, más abundantes serán las gracias que fluyen del Sagrado Corazón de Jesús y de la Sagrada Hostia.
3. PARTICIPAR DEVOTAMENTE EN LA MISA Y EL “OFERTORIO” Y LO QUE OFRECEMOS A DIOS. Los Documentos del Concilio Vaticano II nos invitan a participar en la Misa con gran devoción (¡no a ser meros espectadores!). La Constitución Dogmática sobre la Liturgia, Sacrosanctum Concilium en relación a la participación en la Misa utiliza tres palabras: participar plena, activa y conscientemente en el Santo Sacrificio de la Misa. Con respecto a la ofrenda, en el contexto y entorno de la Parroquia el sacerdote suele tener una intención para una determinada persona. Sin embargo, esto no te excluye de ofrecer tus propias intenciones. Entre ellas, tres podrían ser de gran importancia para que vivas más plenamente el Santo Sacrificio de la Misa: 1) Ofrecer por las almas del Purgatorio; 2). Luego, por la conversión de un miembro de tu familia; 3) Finalmente, por tu propia conversión de corazón (¡si quieres tu propio «Trasplante de Corazón espiritual!»).
4. ANTES DE COMULGAR, SUPLIQUEMOS A MARÍA QUE NOS PRESTE SU INMACULADO CORAZÓN PARA RECIBIR A SU HIJO, ¡JESÚS! Al acercarte a comulgar y recibir el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús pide a María que te preste su purísimo e Inmaculado Corazón para que recibas a Jesús con profunda fe, ilimitada confianza y ardiente amor. Ciertamente, al recibir la Sagrada Comunión a través del Corazón Inmaculado de María, vuestra recepción de Jesús en la Sagrada Comunión será mucho más fructífera y eficaz. (¡Éste fue uno de los secretos de Santa Madre Teresa de Calcuta para llegar a ser santa!).
5. ACCIÓN DE GRACIAS. La palabra «Eucaristía» de hecho significa «Acción de Gracias». Pasa unos momentos en acción de gracias después de recibir a Jesús en la Sagrada Comunión. Qué descortés sería si fuésemos invitados a cenar a casa de un amigo y «comiéramos y corriéramos» sin siquiera agradecer al anfitrión por la invitación a cenar. ¡Sería realmente impensable! Por esa razón, yo, como sacerdote, después de la Sagrada Comunión, me siento cinco minutos o más en silencio para dar gracias al Señor Jesús, Rey Eucarístico, por tan sublime don de Su Presencia Real -Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad- en la Sagrada Comunión.
Conclusión, cuán privilegiados y bendecidos somos realmente al ser católicos y tener acceso al mayor Regalo que Jesús nos dejó-Su Presencia Real en el Sagrario, pero también presente en el Santo Sacrificio de la Misa. Nunca seamos negligentes o descuidados en nuestra actitud de gratitud, especialmente en relación con la Misa y la Sagrada Comunión. Que resuenen en nuestras mentes, corazones y almas las inspiradas palabras del Salmista: «Dad gracias al Señor porque es bueno; es eterna su misericordia.»