Memoria Opcional de Santas Perpetua y Felícitas, mártires
«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
LUNES, 7 de marzo Mt. 25, 31-46 «Venid, benditos de mi Padre. Heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo».
Recientemente hemos meditado sobre las Obras Corporales de Misericordia, tomadas de Mateo 25. Es necesario atender las necesidades básicas de las personas, como son la alimentación, el vestido y la vivienda, la acogida del extranjero, la visita a los enfermos y a los encarcelados. Pero luego hay que atender sus necesidades espirituales.
Hoy, el Padre Ed nos lleva a través de las Siete Obras de Misericordia Espirituales. Somos seres compuestos de cuerpo y alma; ¡así que debemos servir a nuestro prójimo en cuerpo y alma!
SIETE MANERAS DE PRACTICAR LAS OBRAS ESPIRITUALES DE MISERICORDIA por el Padre Ed Broom, OMV
El Señor nos anima a todos, especialmente leyendo y meditando Mt 25, 31-46, a practicar las Obras Corporales de Misericordia: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al extranjero y visitar al enfermo y al encarcelado.
En resumen, nuestro Juicio Final se basará en gran medida en el amor a Dios, pero manifestado en nuestro amor al prójimo. En efecto, utilizando las palabras de la Santa Madre Teresa de Calcuta: «Debemos encontrar a Jesús presente en el angustioso disfraz de los pobres». San Vicente de Paúl, conocido por su gran amor a los pobres, llegó a llamar a los pobres «sus maestros».
Las obras de misericordia corporales realizadas con la más noble de las intenciones agradan inmensamente al Corazón de Jesús. Sin embargo, es igualmente importante practicar las obras de misericordia espirituales. Jesús dijo: «¿De qué le serviría al hombre ganar el mundo entero y perder su alma en el proceso? ¿Qué puede dar el hombre a cambio de su alma?». (Mt. 16:26) El Papa Francisco lamentó que uno de los descuidos más comunes y graves es no predicar la Palabra de Dios a los pobres. Primero, llenar sus estómagos hambrientos. Pero luego, llenar sus almas con el Pan de la Palabra de Dios y el Pan de Vida que es la Sagrada Comunión.
En este breve ensayo nos gustaría repasar las siete Obras Espirituales de Misericordia y dar algunas maneras de poner en práctica estos importantes mandatos espirituales.
En primer lugar, las Obras Espirituales de Misericordia son las siguientes:
1) Amonestar al pecador
2) Instruir al ignorante
3) Aconsejar a los dudosos
4) Confortar a los tristes
5) Soportar los agravios con paciencia
6) Perdonar todas las injurias
7) Orar por los vivos y los muertos
Ahí tenemos las siete Obras Espirituales de Misericordia. Tomémoslas de una en una.
1. AMONESTAR AL PECADOR
Es más fácil decirlo que hacerlo. Hacer esto puede ser extremadamente difícil, pero es sumamente necesario, ¡ahora más que nunca! ¿Por qué es tan difícil? Por la sencilla razón de que nacemos orgullosos y no deseamos abandonar viejos y arraigados hábitos. Si son malos hábitos, se les llama «vicios». A menudo nos aferramos a lo malo, lo feo, lo impuro, lo insano, lo pecaminoso.
Un ejemplo común merece nuestra atención. Los que conviven antes de casados están viviendo en pecado y alguien debería decírselo, dando razones claras de por qué está mal. ¿Cuáles podrían ser las razones para explicar por qué está mal? He aquí algunas. El sexo prematrimonial o la fornicación es un pecado mortal. Te privas de los Sacramentos, tanto de la Confesión como de la Sagrada Eucaristía. Erosionas tu conciencia. Das escándalo público, por mucho que otros lo hagan. El poder, es decir la mayoría, no hace lo correcto a los ojos de Dios.
Dios valora tanto amonestar al pecador y reconducirlo al buen camino, que promete la salvación y la expiación de muchos de nuestros pecados personales con sólo reconducir a un pecador descarriado. Lee las palabras del Apóstol Santiago:
«Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y alguien lo hace volver, sepa que quien hace volver a un pecador del error de su camino, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados.» (St 5,19-20)
2. INSTRUIR A LOS IGNORANTES
Todos hemos oído el proverbio: «La caridad empieza por casa». Esto es cierto, especialmente en la formación de los niños y adolescentes. Al elegir el estado matrimonial, los esposos se declaran abiertos a la vida mediante la procreación. Este es el primer paso.
A continuación, corresponde a los padres enseñar a sus hijos todo lo que se refiere a Dios: los Diez Mandamientos, los Sacramentos, la oración, la devoción mariana, ¡y mucho más! La principal responsabilidad de los padres que traen hijos a este mundo es llevarlos al cielo.
La escuela no es el primer maestro, ni el profesor de catecismo, ni siquiera el párroco o el sacerdote. ¡No! Los primeros maestros deben ser papá y mamá. ¡Esto implica necesariamente que el proceso de formación continua permanente por parte de los padres! Vale la pena inyectar aquí otro proverbio: «No se puede dar lo que no se tiene».
Un campo que los padres deben dominar en el ámbito de la educación, tanto para ellos como para sus hijos, es el de la moral sexual. Los padres deben esforzarse por conocer la enseñanza bíblica y de la Iglesia sobre la pureza, vivirla en su propia vida, y luego enseñarla con la mayor claridad a sus hijos.
3. ACONSEJAR A LOS DUDOSOS
Mucho se puede decir sobre esta Obra de Misericordia Espiritual, pero mencionaremos brevemente una: la importancia de una sólida dirección espiritual. Santa Teresa de Ávila, Santa Faustina Kowalska, así como Santa Margarita María Alacoque, dependieron mucho de la dirección espiritual para poder discernir la voluntad de Dios en sus vidas. Todas ellas son santas canonizadas y una de las razones es que admitieron humildemente que eran ignorantes en muchos aspectos, que tenían muchas dudas y que tenían que someter sus juicios, inspiraciones y pensamientos a una autoridad superior: su confesor y director espiritual.
Dado que hay escasez de sacerdotes, así como de directores espirituales, todavía nos corresponde encontrar alguna manera de tener una dirección espiritual periódica para expulsar las muchas dudas que pueden fácilmente nublar nuestra mente, nublar nuestro juicio y corromper nuestras acciones. San Juan de la Cruz lo expresó con ironía: «El que se tiene a sí mismo por director espiritual, tiene por director a un idiota». En otras palabras, todos tenemos puntos ciegos que sólo pueden ser iluminados por una adecuada dirección espiritual.
4. CONFORTAR A LOS DOLIENTES
¡Esto es sumamente importante! San Ignacio de Loyola, en sus reglas para el Discernimiento de Espíritus, esboza la estrategia sobre cómo actuar cuando estamos en estado de desolación.
En la desolación podemos sentirnos tristes, desgastados, agotados y solos, como si a nadie le importáramos realmente, hasta el punto de que la vida parece inútil y sin sentido. Todos pasamos por este estado a veces; es parte del ser humano. Cuando te encuentres en un estado de desolación, ábrete a tu Director Espiritual, y si no lo tienes, a un Confesor familiarizado con los Ejercicios Espirituales. Esto es esencial.
Dicho esto, cuando sepas que otra persona está pasando por este estado de desolación, te corresponde hacer todo lo posible para ser una fuente de ánimo para ella. ¿Cómo?
En primer lugar, reza por la persona. En segundo lugar, una cálida sonrisa puede llegar muy lejos. En tercer lugar, di una o dos palabras de ánimo. Cuarto, ofrezca un cumplido sobre alguna buena cualidad de la persona. En quinto lugar, esté dispuesto a escucharles. A veces, el mero hecho de poder hablar de sus miedos y dudas en voz alta los disipa. Esto es muy agradable para Dios. Nos convertimos en Simón de Cirene que ayudó a Jesús a llevar su cruz.
5. SOPORTAR LOS MALES CON PACIENCIA
Una vez más, es más fácil decirlo que hacerlo. En esto necesitamos gracia y mucha gracia. Tal vez en el trabajo hemos sido agraviados por un jefe o un compañero de trabajo. Tanto el jefe como el compañero de trabajo no van a ir a ninguna parte. Cambiar de trabajo es impensable debido a la situación económica. La actitud más agradable a los ojos de Dios es simplemente volver al trabajo con gran humildad y confianza en la Divina Providencia.
Confía en Dios. Él estará a tu lado para ayudarte a llevar la cruz de cada dia con paciencia. De inmensa ayuda sería meditar sobre Jesús cargando su cruz rumbo a su crucifixión. Aunque Jesús cayó tres veces, se levantó de nuevo, con el peso de todos los pecados del mundo sobre sus hombros cansados, golpeados y ensangrentados.
Debemos tener siempre a Jesús ante nuestros ojos como modelo y ejemplo. En efecto, Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Pide a Jesús que te ayude; ¡Él será tu Simón de Cirene!
6. PERDONAR TODAS LAS HERIDAS
¡Que Dios nos ayude! Hemos llegado al corazón de la misericordia en nuestro trato con los demás. La misericordia es una vía de doble sentido. Si queremos recibir misericordia de Dios, debemos ser misericordiosos y perdonar a quienes nos han hecho mal. Los versículos bíblicos sobre este tema son muchos, muchísimos…
«Sed misericordiosos como vuestro Padre Celestial es misericordioso». (Lc 6,36)
«No os venguéis, amados, sino dejad espacio para la ira de Dios, porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré’, dice el Señor». (Rom 12,19)
«No dejes que se ponga el sol sobre tu ira». (Ef 4,26)
«Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mt 6,12 El Padre Nuestro)
«Señor, ¿cuántas veces he de perdonar? ¿Hasta siete veces?»… «No te digo siete veces, sino setenta y siete». (Mt 18,21-22)
«Deja tu ofrenda en el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y luego ven a ofrecer tu ofrenda». (Mt 5,24)
Jesús desde la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». (Lc 23,34)
Jesús al ladrón arrepentido en la cruz. «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso». (Lc 23,43)
Una pista en el ámbito del perdón. Acepta el hecho de que durante toda tu vida la gente te va a herir. El lugar más común donde nos hieren es en el contexto de nuestra familia, con los miembros de la misma. La clave es esta: ¡perdonar inmediatamente! Tan pronto como alguien te hiera o te lastime, reza por esa persona y perdónala inmediatamente. Y tan a menudo como la herida regrese, reza por ellos y perdónalos de nuevo. Si lo haces, habrás ganado una gran victoria sobre el yo, ¡y habrás mostrado a Dios cuánto le amas practicando la misericordia!
7. REZA POR LOS VIVOS Y POR LOS MUERTOS
Jesús dijo a Santa Faustina que desea que practiquemos al menos un acto de misericordia cada día. Especificó que la misericordia puede llevarse a cabo de una de estas tres maneras 1) con palabras amables, 2) con obras amables, 3) con la oración.
Uno de los mayores actos de caridad que podemos hacer en nuestra vida es simplemente rezar por los demás, tanto por los vivos como por los muertos.
Con respecto a los vivos, debe haber una jerarquía de importancia. ¡¡¡Si se está casado y se tiene familia, este debería ser el orden: primero el cónyuge, luego los hijos, los padres, los hermanos, los parientes, los amigos, los compañeros de trabajo y los asociados, y también deberíamos rezar por aquellos que no nos gustan e incluso por nuestros enemigos!!!
Luego, con respecto a los muertos, debemos rezar constantemente por ellos. San Francisco de Sales subraya que éste es uno de los mayores actos de caridad que podemos hacer. ¿Por qué? Por esta sencilla razón: ¡ellos dependen totalmente de la misericordia de Dios y de nuestras oraciones, limosnas o caridad, así como de nuestros sacrificios, para ser liberados del Purgatorio!
La misa gregoriana de un mes de misas consecutivas por los difuntos surgió porque el Santo Papa Gregorio Magno tuvo que rezar treinta misas consecutivas para poder liberar a su amigo difunto del fuego del Purgatorio.
Un error muy común hoy en día es el de las misas de funeral, en las que se canoniza extraoficialmente al difunto, a pesar de sus muchos fallos morales, tanto en la homilía del funeral como en el elogio. Es cierto que debemos ser compasivos con los que han perdido a sus seres queridos. Sin embargo, no debemos canonizar a los difuntos y asumir que están salvados. Sólo el Papa tiene derecho a canonizar a alguien. La Biblia enseña clara e inequívocamente que sólo las almas puras y sin mancha pueden entrar en el Reino de Dios. No dejemos a nuestros seres queridos y amigos difuntos en el fuego del purgatorio por no haber rezado por ellos. Por la gracia de Dios, podemos reparar sus pecados con nuestras oraciones y sacrificios, y así acortar su tiempo en el Purgatorio.
Pregúntate, en humilde oración, ¿cuál de estas Obras de Misericordia Espirituales crees que el Espíritu Santo te inspira a realizar ahora mismo? Observa tus condiciones concretas de vida y pídele al Espíritu Santo que te indique las personas y los ámbitos en los que podrás poner en práctica con gran generosidad una o varias de estas Obras de Misericordia Espirituales. No olvides nunca las inspiradoras y desafiantes palabras de Jesús «Todo lo que hagáis al más pequeño de mis hermanos a mí me lo hacéis». (Mt 25,31-46)