Memoria de Santo Tomás de Aquino, presbítero y doctor de la Iglesia
«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
VIERNES, 28 DE ENERO Mc 4, 26-34 Verso de aleluya: «Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra; has revelado a los pequeños los misterios del Reino».
Nuestra Santísima Madre reveló a San Ignacio de Loyola los Ejercicios Espirituales, incluido el Discernimiento de Espíritus. Más de 600 años después, estos mismos Ejercicios Espirituales están cambiando vidas. Han cambiado mi vida y la tuya, o no estarías leyendo y meditando estos Puntos. Ayer tratamos seis de las catorce Reglas de Discernimiento. Continuemos con las últimas ocho Reglas de Discernimiento.
REGLAS PARA COMBATIR EL BUEN COMBATE Y GANAR LA BATALLA (Continuación) por el P. Ed Broom, OMV
RESEÑA: Tomado de su propia experiencia, después de la batalla de Pamplona que cambió su vida, San Ignacio de Loyola nos ofrece dos series de Reglas para ayudarnos en nuestra batalla por la salvación de nuestras almas inmortales. La primera serie se compone de 14 Reglas; la segunda, de 8 Reglas. Vamos a hablar de las primeras 14 Reglas.
¿ORIGEN? Tras las graves heridas en sus dos piernas en la batalla de Pamplona, Ignacio tuvo mucho tiempo para recuperarse. En este período de convalecencia, su mente y sus afectos giraban de un lado a otro entre dos objetos contrarios: uno era lo mundano, lo sensual, lo vano, la vida material que había vivido; el otro consistía en leer y reflexionar sobre las vidas de los santos, así como sobre la vida de Cristo. Los pensamientos y los ensueños mundanos le proporcionaban cierto placer inmediato en la superficie de sus emociones, pero luego se hundía en un estado de desolación y tristeza. La alegría de vivir se disipó y se esfumó. Pero cuando elevaba su mente y su corazón al reino espiritual de Jesús y de los santos, su corazón se encendía y tenía el más ferviente deseo y anhelo de imitar a los santos. Ignacio dijo: «Si Francisco pudo hacerlo, yo también; si Domingo pudo hacerlo, yo también».
Entonces, según consta en su Autobiografía, «se le abrieron un poco los ojos y notó que unos pensamientos le traían desolación y tristeza, mientras que los otros, consuelo y alegría». Esta experiencia de San Ignacio establece el trasfondo y el fundamento de sus renombradas Reglas de Discernimiento de Espíritus. Ignacio insiste en la conciencia de estos diversos movimientos interiores. Debemos rechazar los malos que conducen a la desolación; debemos reconocer, aceptar y seguir los buenos que conducen a la consolación. Conocer estas diversas mociones interiores y aplicar estas Reglas es indispensable para vivir la Espiritualidad Ignaciana, y consecuentemente perseguir una apertura al buen espíritu, y una pronta disposición a rechazar el mal espíritu. En este breve ensayo queremos dar un breve resumen de la primera serie de 14
Reglas y algunos medios concretos para aplicarlas a nuestra vida.
AYER cubrimos las Reglas de Discernimiento 1 a 6. Hoy terminamos con las Reglas 7 a 14.
REGLA SIETE: LA LEY DE LA GRACIA SUFICIENTE
Cuando estás sumergido en la noche oscura de la desolación, puede parecerte que estás en un túnel oscuro del que no hay salida; este pensamiento lo provoca el diablo. ¡Siempre hay esperanza! Posiblemente uno de los mejores pasajes bíblicos es el de San Pablo, que cuenta que fue atormentado por una espina en la carne de la que rogó al Señor tres veces que le librara. La respuesta del Señor fue clara: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». (2 Cor. 12:9) Podemos superar el estado de desolación si nos apoyamos en la gracia de Dios y no en nuestros meros esfuerzos humanos. En otras palabras, ¡hay que confiar en Dios y no en uno mismo! La razón fundamental del fracaso y de la caída en el pecado es la falta de confianza en Dios y en sus superabundantes gracias. Invoca a María que es conocida como «La llena de gracia».
REGLA OCHO: CON TU PACIENCIA SALVARÁS TU ALMA
La Regla Octava se puede resumir sucintamente con una sola palabra clave: ¡¡¡PACIENCIA!!! ¡En esta Regla, Ignacio ofrece tres poderosas herramientas!
Perseverar en la paciencia. Puede ser muy útil meditar sobre Jesús cargando su cruz y su infinita paciencia.
A continuación, Ignacio nos recuerda que debemos utilizar las prácticas de la Sexta Regla, que son: la oración, la meditación, el examen diario y alguna penitencia adecuada.
Finalmente, como impulso psicológico, Ignacio nos anima a pensar en el consuelo que pronto llegará. Si se quiere, después de la tormenta, el sol se abre paso entre las nubes. Después de la enfermedad, llegará la salud. El invierno estéril da paso a las flores de la primavera.
Siendo un excelente psicólogo espiritual, Ignacio sabe lo mucho que necesitamos crecer en la virtud de la paciencia con Dios, con nosotros mismos y con los demás.
REGLA NUEVE: ¿POR QUÉ TENEMOS DESOLACIÓN? ¿DE DÓNDE VIENE?
En esta Novena Regla, Ignacio nos enseña las tres razones básicas por las que nuestra alma pasa por este estado de desolación. La primera se debe a nuestra propia culpa; la segunda y la tercera, en realidad Dios permite la desolación para sacar de ella un bien mayor. Analicémoslas.
1. LA PEREZA Y LA TIBIEZA. La primera razón para descender a un estado de DESOLACIÓN es simplemente porque hemos caído en un estado de pereza o tibieza. ¿Ejemplos? Saltarse las oraciones de la mañana y de la noche, no hacer la meditación o la Hora Santa, o hacerla menos, o rezarla mal. O puede ser que tengas la costumbre de de la misa y la comunión frecuentes, y debido a la indolencia, has abandonado la práctica. Por eso, buen Maestro que es, Dios permite que la Desolación nos visite para sacarnos de ese estado despreciable de mediocridad y tibieza. ¡¡¡Qué bueno es Dios al intervenir, para arrancarnos del atolladero de la tibieza!!!
2. UNA PRUEBA DE DIOS. Para que no caigamos en lo que San Juan de la Cruz denomina Gula Espiritual. ¡Debemos buscar al Dios de los consuelos y no los consuelos de Dios! O si se quiere, ¡Buscar el Rostro de Dios, más que la Mano de Dios!
3. HUMILDAD Y CONFIANZA EN DIOS. La última razón que da Ignacio es para que tengamos conciencia de que por nosotros mismos no podemos dar consuelo a nuestra alma. Por el contrario, sólo Dios puede darnos consuelo. Además, Dios nos da consuelo cuando quiere, como quiere, durante el tiempo que quiere y con la intensidad que quiere. En relación con esto, Ignacio nos advierte contra el orgullo y la vanidad. Qué fácil es atribuirnos a nosotros mismos la santidad, el fervor, la consolación y las gracias espirituales; cuando en realidad todos los dones buenos vienen del Dador de todos los dones buenos, el mismo Dios.
REGLA DÉCIMA: ¿QUÉ HACER EN LA CONSOLACIÓN?
Hasta aquí Ignacio nos ha estado instruyendo sobre cuál es nuestra estrategia espiritual, qué hemos de hacer en el estado de desolación. Ahora pasa a la táctica o estrategia de lo que debemos hacer cuando nos encontramos en el estado de CONSOLACIÓN. Esto nos puede resultar muy chocante. Ignacio nos advierte básicamente que cuando nos encontramos en la alegría, la paz, la felicidad y la consolación desbordante, debemos prepararnos para la desolación. En otras palabras, en tiempos de paz, debemos prepararnos para la guerra. El diablo nunca se va de vacaciones y puede colarse fácilmente cuando estamos en la consolación, simplemente porque es cuando podemos empezar a pensar menos en Dios, y empezar a atribuir nuestro estado de Consolación a nuestro propio ingenio y santidad. ¡¡¡Cuidado!!! ¡¡¡Los buenos atletas cuando llevan la delantera en el juego, tratan de avanzar aún más, para que su victoria sea absoluta!!!
REGLA ONCE: QUÉ MÁS HACER EN EL ESTADO DE CONSOLACIÓN.
La palabra clave de la Regla Once es HUMILDAD. Cuando estamos en la consolación no debemos ceder al orgullo, sino humillarnos. De hecho, Ignacio sugiere que rebobinemos la película de nuestras vidas y recordemos cómo estábamos cuando nos encontramos en la desolación: la prueba, la oscuridad, la falta de paz, la tristeza dominante, la gran confusión. Al reflexionar sobre ese difícil estado de desolación, posiblemente nos sentimos enterrados en un pozo oscuro, o perdidos en un túnel sin fin, y sólo Dios podía sacarnos adelante. En otras palabras, Dios ama a los que son humildes de corazón, como la Santísima Virgen María. Además, Dios rechaza a los orgullosos y autosuficientes. Como dijo María: «Ha derribado a los poderosos de sus tronos y ha levantado a los humildes» (Magnificat de María Lc 1,52).
Las tres últimas Reglas de San Ignacio sobre el discernimiento espiritual tratan explícitamente del demonio y de los diversos modos en que actúa sobre el alma. Son, en efecto, obras maestras espirituales que todos deberíamos conocer bien y vivir con frecuencia en nuestro combate diario.
REGLA DUODÉCIMA: VALOR PARA ENFRENTARSE AL ENEMIGO
En esta Regla, Ignacio nos exhorta a ser valientes y no cobardes. En el caso de una mujer de la calle que se esfuerza por seducir a un hombre, si ella intenta tentarlo o seducirlo y él se resiste varonilmente desde el principio y resiste la tentación, ella retrocede, retrocede y desaparece. Sin embargo, si al tentarle observa que él es débil, vacilante, se tambalea y vacila como una hoja arrastrada por el viento, entonces entra con más fuerza para dominarle y conquistarle. Si quieres, el siguiente es un breve resumen: «El diablo es débil con los fuertes, pero fuerte con los débiles». Por lo tanto, la táctica que debemos utilizar con el diablo, aplicada a esta Regla, es la siguiente: Tan pronto como seamos conscientes de que el diablo nos tienta a ir en contra de Dios y a pecar, entonces debemos esforzarnos con toda la energía de nuestra voluntad para rechazar la tentación inmediatamente y con fuerza. ¡Esto, en la mayoría de los casos, resultará en la victoria! El diablo es un cobarde cuando somos fuertes, pero si somos cobardes entonces él se vuelve fuerte y va a por todas.
REGLA DECIMOTERCERA. EVITE EL SECRETO, ¡ABRETE A DECIRLO EN TIEMPOS DE DESOLACIÓN!
Ignacio dice que el diablo es como un amante vano que intenta seducir a una mujer noble a espaldas de un hombre noble. La palabra clave en esta regla es la de SECRETO–¡Mantenga el secreto!
UN RESUMEN DE LA REGLA. Cuando nos encontramos en un estado de desolación y tristeza, asaltados por muchas tentaciones, el trabajo del diablo es conseguir que mantengamos nuestra desolación en secreto, ¡bajo llave! ¡No se lo digas a nadie!
¡RESULTADO DEL SECRETO! Si el diablo vence convenciéndonos de mantener nuestra desolación en secreto para que no nos abramos a nadie, lo que ocurre es lo siguiente, a modo de analogía. El diablo convierte una colina en una montaña. O si se quiere, una corada en la piel que no se trata se infecta con pus, la infección se extiende, hasta que finalmente se produce la gangrena, que termina con la amputación. Lo mismo ocurre con la obra del diablo. Si no tenemos la valentía y los medios para abrirnos a un Director Espiritual o a un Confesor, o a una persona en la que podamos confiar, entonces la tentación se exacerba, se hace más grande y más fuerte, hasta que finalmente capitulamos y cedemos a la tentación. En el Diario de Santa Faustina, Jesús le dijo a la santa que revelar una tentación del demonio a su Confesor, debilita la fortaleza del demonio, y finalmente lo vencerá. Abrirse y revelar nuestra desolación es un acto de humildad, y el demonio odia cualquier forma de humildad.
EN CONCRETO Todos debemos contar con un Confesor o Director Espiritual, o ambos. En los momentos de desolación debemos tener la humildad y la valentía de abrirnos y articular claramente los pensamientos y las tentaciones que estamos experimentando. Si aprendemos
y practicamos esta lección, tenemos una poderosa herramienta en nuestro combate espiritual.
REGLA DECIMOCUARTA. LA REGLA DE LA CRIPTONITA: ¡EL DIABLO CONOCE NUESTRO PUNTO DÉBIL!
En esta última Regla, que es realmente una obra maestra de la literatura, Ignacio compara el alma humana con una fortaleza o castillo feudal. Para no ser saqueado, el dueño del castillo debe tener barricadas, así como muros de protección, tal vez incluso un foso rodeando el castillo. El enemigo, por supuesto, rodea el castillo y lo estudia para ver dónde puede haber alguna abertura. Tal vez una grieta, una fisura, una tabla suelta, una abertura en el tejado, o posiblemente una ventana o una puerta sin cerrar. Una vez que el enemigo se percata de la existencia de una abertura, se lanza rápida y enérgicamente a por la presa. Entrando sin darse cuenta, saquea el castillo y se lleva todo lo que está en su mano para robar.
Esta imagen de la Edad Media de la fortaleza o castillo es una imagen de nuestra alma inmortal. Nuestro enemigo no es un simple capitán militar. Es mucho más peligroso e insidioso: es el diablo. El diablo tiene muchos nombres bíblicos: Lucifer, Satanás, el diablo, el demonio, el Príncipe de este mundo, la serpiente, la serpiente antigua, el seductor, un mentiroso y un asesino desde el principio,
Belcebú (el Señor de las Moscas). San Pedro llega a llamar al diablo un león rugiente que va en busca de quien pueda devorar.
IMAGEN MODERNA DEL ATLETA Una imagen moderna fácil de entender es la de un atleta que compite en el ámbito deportivo o en el estadio. Para concretar, el ejemplo de un lanzador profesional de béisbol. Al lanzador profesional le corresponde conocer a sus adversarios, es decir, a los bateadores. El lanzador estudiará los vídeos anteriores, los análisis y las estadísticas para ver dónde es fuerte el bateador y dónde es débil. Entonces, con este conocimiento, se esforzará por lanzar a la debilidad del bateador, esperando un strike-out. Lo mismo puede aplicarse a un boxeador o luchador profesional. Encuentra el punto débil del oponente, y entonces golpea y ataca para matarlo.
ANALOGÍA CON LA KRIPTONITA. La mayoría de nosotros conocemos a SUPERMAN. Clark Kent como Superman, era indomable, poderoso, fuerte, rápido, capaz de volar sobre enormes edificios. Sin embargo, a pesar de sus proezas, tenía un punto débil y era el famoso mineral alienígena CRITONITA. Una vez expuesto a este elemento mineral, Superman era tan débil y vulnerable como cualquier otro hombre. En una palabra, tenía que evitar la kriptonita. Lo mismo ocurre con nosotros y la Regla Catorce. Todos tenemos nuestra propia kriptonita que debemos detectar y evitar a toda costa, no sea que caigamos y seamos vencidos. Una de las mejores maneras de detectar tu Kriptonita es, una vez más, tener un buen Director Espiritual, y hablar de tus puntos fuertes y débiles. Sin embargo, también es de suma importancia estudiar y conocer los siete Pecados Capitales, para detectar y determinar cuál es tu Pecado Capital básico, tu principal debilidad, en una palabra, ¡tu KRIPTONITA! Luego trata de practicar la virtud opuesta. Los siete Pecados Capitales son los siguientes Gula – virtud opuesta Templanza; Lujuria – virtud opuesta Pureza;
Codicia o Avaricia – virtud opuesta Caridad;
Pereza o pereza -virtud opuesta Diligencia;
Envidia – virtud opuesta Caridad o Amor Fraternal;
Ira – virtud opuesta Mansedumbre (la Mansedumbre no es debilidad, sino una emoción poderosa bajo control);
Orgullo – virtud opuesta Humildad.
En conclusión, hemos llegado al final de nuestro breve estudio de las 14 Reglas para el Discernimiento de Espíritus del gran San Ignacio de Loyola. Esperamos que te conviertas en un estudiante de estas 14 Reglas, no simplemente para tener un conocimiento superficial de estas Reglas, sino sobre todo para implementarlas, ponerlas en práctica, luchar la buena batalla, correr la buena carrera, y ganar la merecida corona de gloria que espera a los fieles soldados de Jesús y María en el Reino de los Cielos.