Se dijo de Jesús, Maestro de maestros, que enseñaba con poder y autoridad a diferencia de los escribas y fariseos. Jesús en efecto se describió a sí mismo de muchas maneras, entre ellas:: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». Dijo también:: «He venido para que tengan vida y vida en abundancia». (Jn. 10:10)
Ahora más que nunca necesitamos imperiosamente maestros y maestros de verdad. Pero en especial necesitamos urgentemente formadores de la doctrina cristiana-católica. De hecho, nunca hemos vivido en una sociedad con tanta información, sobre todo debido a Internet y a todo lo que ofrecen las redes sociales. Pero al mismo tiempo, nunca hemos vivido en un mundo con tanta confusión.
En este breve ensayo señalaremos formas específicas en que podemos dedicarnos a formar maestros sólidos, auténticos y, más concretamente, maestros que transmitan la Verdad de Jesucristo, que es verdaderamente el Verbo encarnado y la Verdad misma.
MEDIDAS CONCRETAS EN LA SÓLIDA FORMACIÓN DEL PROFESORADO CATÓLICO.
1. LA VERDAD. El mundo no necesita dizque maestros que lo único que hacen es dar sus propias opiniones, sus propias ideas, sus propias teorías exóticas y esotéricas, pero alejadas de la esencia de la verdad. Tal vez sea una declaración obvia, pero hay que expresarla: un maestro debe impartir y enseñar la verdad, o mejor no asumir siquiera ser un maestro. Dicho esto, profundicemos en algunas de las fuentes donde podemos encontrar la verdad.
2. LA BIBLIA: LA PALABRA DE DIOS. La máxima y óptima fuente donde podemos nutrirnos de las claras aguas de la verdad es la Biblia, la palabra inspirada de Dios que tiene a Dios mismo como autor. Como católicos deberíamos contar, obviamente, con una Biblia católica de calidad: la Nueva Biblia de Jerusalén estaría entre las mejores traducciones de las lenguas originales de la Biblia.
3. BIBLIA DIDACHE. El libro DIDACHE BIBLE es de reciente publicación. Ésta puede ser inestimable en la búsqueda de la verdad porque no sólo tienes la Biblia sino también un excelente comentario al pie de la página que está tomado del Catecismo de la Iglesia Católica – no hay mejor medio de ayuda en nuestra búsqueda de la comprensión de la auténtica doctrina.
4. LOS DOCUMENTOS DEL VATICANO II. Los Documentos del Concilio Vaticano II revisten una importancia de primera fila: hay 16 en total. Ahora bien, hay cuatro Constituciones Dogmáticas que son esenciales: Dei Verbum sobre la Biblia y la Divina Revelación, Sacrosanctum Concilium sobre la Misa y la Liturgia, Gaudium Spes sobre los problemas que la Iglesia afronta en el mundo moderno, finalmente Lumen Gentium, la estructura jerárquica de la Iglesia y la llamada universal a la santidad.
5. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado bajo la supervisión y los patrocinios del Papa San Juan Pablo II a principios de los años 90, es una guía segura para aprender la auténtica enseñanza de la Santa Madre Iglesia. Los cuatro pilares del catecismo explican claramente la esencia de la doctrina católica: 1) Dogma-Credo-explicando las diversas partes del Credo o Profesión de fe que se dice en la Misa dominical; 2) Los siete Sacramentos-canales de gracia para nuestra santificación y salvación; 3) Moral-la explicación en detalle de los diez Mandamientos; 4) Oración-la comunicación y el diálogo con Dios la clave para nuestra salvación.
6. AMAR EL TEMA. San Agustín señala dos factores importantes que deben acentuarse en la enseñanza auténtica. El primero de ellos es que el profesor debe estar enteramente inmerso en el tema que enseña, así como sentir verdadero amor por la materia que transmite. En una ocasión, una mujer, después de la misa, comentó al sacerdote lo siguiente: «¡Creo en lo que ha dicho, ya que usted lo cree!». El vendedor no venderá su producto si no está convencido de que el producto vale lo que cuesta, lo mismo ocurre con la enseñanza. Para los profesores, catequistas, sacerdotes y misioneros católicos, el tema no es una cosa, ni un producto, ni una mercancía. Más bien, ¡nuestra predicación es la Persona de Jesucristo, el Hijo de Dios vivo!
7. AMAR A LOS PRESENTES. Según Agustín, el segundo punto de esta ecuación es que el profesor debe amar de verdad a sus alumnos. Debe tener un gran deseo de que a través de su enseñanza los alumnos lleguen a conocer a Cristo, amen a Cristo, estén dispuestos a seguir a Cristo y un día estén con Cristo para siempre en el cielo. Este es el verdadero amor, según Santo Tomás de Aquino, «Querer el bien del otro». El bien máximo es estar unidos a Jesús para siempre en el cielo, pero empieza por conocerle y amarle primero aquí en la tierra. Esto se consigue con una enseñanza auténtica.
8. REZAR ANTES Y DESPUÉS DE LA ENSEÑANZA Nuestra labor docente debe estar imbuida y bañada de un auténtico espíritu de oración. En mi calidad de maestro desde hace muchos años, lo primero que hago siempre es invitar a la Santísima Virgen María a que nos ayude con sus oraciones y esté con nosotros. Pero también, de suma importancia, es invitar al Espíritu Santo a estar presente para inspirar todo el desarrollo y la transmisión del mensaje espiritual. Así como el Espíritu Santo inspiró a los Apóstoles hace 2000 años a partir de Pentecostés (Hechos 2), también puede ayudar a los maestros modernos a estar plenamente vivos y encendidos con la Verdad. En conclusión, la oración debe ser recitada para que la Verdad transmitida y escuchada pueda ser asimilada, comprendida plenamente y vivida.
9. LA NARRACIÓN. La mente y los oídos del ser humano se despiertan casi unánimemente ante un relato bien narrado. Tal vez la prueba más palpable de ello sea la presencia del más grande Maestro que jamás haya existido. Este Maestro no sólo era un brillante, simple pero profundo transmisor de la Verdad, sino que también era un consumado narrador de historias. El Nombre de este Maestro era y es JESUCRISTO. Podemos leer Sus enseñanzas en los cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. ¿Cuáles eran esas historias que el maestro-maestro Jesús empleaba en Su método pedagógico? ¡Las Parábolas! El Buen Samaritano (Lc. 10), el Hijo Pródigo (Lc. 15), el Sembrador (Mc. 4), el Rico Tonto (Lc. 12) y la Parábola de los Talentos (Mt. 25), ¡sólo por mencionar algunas! Es tan cierto en la conversación y especialmente en la enseñanza: ¡el poder, el atractivo y la atracción de una buena historia bien contada! Por supuesto, un buen profesor debe saber cuándo contar la historia, en qué contexto y con el significado y la intención adecuados. Gran parte de la buena enseñanza depende también del arte de la oportunidad.
10. UNA VIDA Y UN ESPÍRITU LLENOS DE ORACIÓN Uno de mis escritores, predicadores, profesores y evangelistas de radio y televisión favoritos es el Venerable Fulton J. Sheen. Durante años, millones de estadounidenses fueron cautivados, atraídos y clavados a la pantalla de la televisión mientras él enseñaba. Un obispo verdaderamente talentoso y brillante, que era también un magnífico escritor y misionero, no se atribuía a sí mismo su éxito como comunicador. Muy al contrario, atribuía su éxito oratorio a Dios, a Jesús y a una profunda vida de oración. Lo atribuía a su Hora Santa diaria, que él llamaba LA HORA DEL PODER. En sus más de 50 años como sacerdote, Sheen afirmó que nunca dejó de rezar su Hora Santa -la Hora del Poder- ni una sola vez. Esta era la fuente última de su luz, inspiración, fuerza y elocuencia como maestro. Fue Jesús, el Maestro y Maestro Supremo, quien iluminó su mente y encendió su corazón de predicador.
Por lo tanto, roguemos al Señor de la Mies que suscite más Maestros inspirados que, siguiendo las huellas de Jesús, el Más Grande de todos los Maestros, enseñen la plenitud de la Verdad en todo tiempo y lugar, a fin de recoger una cosecha eterna para el Reino de Dios.