Seguramente, para quienes tomamos nuestra fe con seriedad, al oír hablar de los DIEZ MANDAMIENTOS, surge la idea: cuál de ellos quebré antes de confesarme. Efectivamente, esto es un indicativo de una buena conciencia y del deseo de hacer la voluntad de Dios y de estar en la voluntad de Dios.
Me atrevería a suponer que nunca has pensado, cuando reflexionas sobre los Diez Mandamientos, de qué forma puedes procurar obedecer o cumplir los Mandamientos. ( A propósito, ¡son Mandamientos y no sugerencias!!)
Por lo tanto, sólo para despertar tu gusto espiritual y animarte a refinar tu conciencia con mayor profundidad, enumeraré los Diez Mandamientos y destacaré al menos una forma en la que podemos poner en práctica ese mandamiento a diferencia de romperlo.
Por otra parte, hablando de los Diez Mandamientos, permítame una pregunta retórica: ¿quién fue la primera persona que rompió todos los Diez Mandamientos a la vez? La respuesta: ¡¡¡Moisés, cuando los rompió al ver que los israelitas adoraban al becerro de oro!!!
LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS SON:
1º Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2º No tomarás el Nombre de Dios en vano.
3º Santificarás las fiestas.
4º Honrarás a tu padre y a tu madre.
5º No matarás.
6º No cometerás actos impuros.
7º No robarás.
8º No dirás falso testimonio ni mentirás.
9º No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10º No codiciarás los bienes ajenos.
Lancémonos en esta aventura y señalemos como mínimo una forma en la que podemos aplicar o poner en práctica todos y cada uno de los Diez Mandamientos. Este ejercicio debería contribuir a la formación global de nuestra conciencia. Además, servirá como medio para mejorar nuestra recepción del Sacramento de la Confesión, o sea, la Reconciliación.
PRIMER MANDAMIENTO: Yo soy el Señor, tu Dios. No tendrás otros dioses fuera de mí. Una forma segura de estar observando este primer y principal mandamiento, que es el fundamento de todos los mandamientos, es el concepto de ORACIÓN. Si me esfuerzo realmente por dedicar más tiempo a la oración, leyendo sobre la oración, buscando dirección espiritual para crecer en mi vida de oración, entonces indudablemente, estaré creciendo hacia la vivencia del primer Mandamiento. De hecho, la oración es una relación amorosa de Amistad con el Señor, como lo expresó la Doctora de la oración: Santa Teresa de Ávila.
SEGUNDO MANDAMIENTO: No tomarás el Nombre del Señor en vano. Una práctica que las Hermanas de antaño recomendaban vivamente era la siguiente: al escuchar el Nombre de Jesús inclinar reverentemente la cabeza. San Pablo nos recuerda que ante el Nombre de Jesús toda rodilla debe doblarse en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra. (Filipenses 2). Qué ejemplo tan poderoso y hermoso se muestra a los demás.
TERCER MANDAMIENTO: Santificarás las fiestas. Este mandamiento trata principalmente de nuestra asistencia y participación en el Santo Sacrificio de la Misa los domingos y días de precepto. Mejoremos nuestra participación llegando 20 minutos antes para rezar antes de la Misa, y por qué no el rezo del Santísimo Rosario. El Papa Pablo VI afirmó en su Exhortación Apostólica Marialis Cultus (2 de febrero de 1974) que no debemos rezar el Rosario durante la Santa Misa; sin embargo, como medio de preparación y acción de gracias antes o después de la Misa, ¡el rezo del Santo Rosario es magnífico!
CUARTO MANDAMIENTO: Honra a tu padre y a tu madre. Invirtamos las cosas en el sentido de que este Mandamiento también se refiere a que las Madres y los Padres trabajen para ser mejores padres hacia sus hijos. Sugerencia: Mamá y papá, rogad al buen San José que os ayude a mejorar en vuestra paternidad, a mejorar en el acercamiento de vuestros hijos a la Sagrada Familia: Jesús, María y el buen San José.
QUINTO MANDAMIENTO: No matarás. ¿Cómo? Participa en el MOVIMIENTO PRO-VIDA. Al menos una vez al mes camina frente a una clínica de abortos y reza el Santísimo Rosario -una hermosa oración Pro-Vida- tanto para reparar los pecados del aborto como para reparar los millones ya perpetrados.
SEXTO MANDAMIENTO: No cometerás adulterio. Una forma magnífica de evitar el adulterio y practicar la virtud opuesta de la Fidelidad en el Sacramento del Santo Matrimonio sería que cada cónyuge se esforzara cada día, a diario, en hacer algo para complacer o hacer feliz a su cónyuge. Empiecen hoy mismo, aunque sea algo tan sencillo como una sonrisa radiante y resplandeciente.
SEPTIMO MANDAMIENTO: No robarás. El Papa Francisco, en la Jornada de las Comunicaciones 2022, señaló que debemos esforzarnos por ejercer el apostolado del oído, es decir, el apostolado de la escucha atenta a los demás, especialmente a los de nuestra propia familia. Shakespeare lo dijo sin rodeos: «¡Préstame tus oídos!»
OCTAVO MANDAMIENTO: No levantarás falso testimonio contra tu prójimo. Este mandamiento se refiere a la comunicación y al don de la palabra. ¿Cuál es exactamente el propósito fundamental de que nuestra boca se abra al hablar? Una definición concisa pero sustancial podría ser la siguiente: El propósito del habla o de la comunicación es comunicar o transmitir la verdad con amor. Que el Espíritu Santo, que enseñó a los Apóstoles el arte de la palabra y de la comunicación en aquel primer Pentecostés en lenguas de fuego, venga en nuestra ayuda en esta nobilísima empresa.
NOVENO MANDAMIENTO: No codiciarás la mujer de tu prójimo. Vivimos en un mundo de imágenes -Instagram, Facebook, YouTube, etc. Algunas imágenes son buenas; muchas, en cambio, son feas y degradantes. Un medio muy útil para vivir el 9º Mandamiento es entronizar el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María en nuestros hogares y mirarlos con amor cada día y rezar en familia delante de ellos. En efecto, la familia es la Iglesia doméstica.
DECIMO MANDAMIENTO: No codiciarás los bienes ajenos. El pecado está relacionado con la avaricia, el comparar y querer más y más y realmente nunca estar satisfechos con lo que tenemos. Quizá lo mejor que tenemos en la literatura es el clásico de Charles Dickens, llevado al cine en numerosas ocasiones: El cuento de Navidad. La vivencia positiva de la virtud contraria a la avaricia es el convertido Ebeneezer Scrooge. No el bah-humbug, confabulador, avaro y materialista acaparador. Más bien, el Scrooge que, tras enfrentarse a la realidad de la muerte, aprende que la verdadera felicidad reside en dar con la mano y el corazón abiertos y no en acumular dinero. Que seamos el Scrooge después de su encuentro con la realidad de la muerte. Que busquemos a los pobres, a los discapacitados y a los que sufren «Tiny-Tim» y los elevemos a lo alto de nuestros soldados mediante la donación activa. San Pablo lo expresa claramente: «Hay más alegría en dar que en recibir».
Por último, hagamos todos un esfuerzo deliberado para crecer en edad, sabiduría y gracia ante Dios en el hombre, imitando a Jesús. Examinemos con frecuencia nuestra conciencia cada día y esforcémonos por evitar a toda costa quebrantar los Diez Mandamientos. Sin embargo, esforcémonos aún más por poner en práctica los Diez Mandamientos. Si lo hacemos, experimentaremos verdaderamente la libertad de los hijos e hijas de Dios.