«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
SÁBADO 25 DE JUNIO Lc: 2: 41-51 EL CORAZÓN INMACULADO DE LA BENDITA VIRGEN MARÍA Verso de aleluya: «Bendita la Virgen María que guardó la palabra de Dios y la meditó en su corazón».
CONSOLANDO EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA por el P. Ed Broom, OMV
Después de Jesús, nadie nos ha amado más que María en su purísimo Corazón Inmaculado. También, después de los sufrimientos de Jesús, no hay nadie en la tierra que haya sufrido más que María.
LOS SIETE DOLORES DE MARÍA
La Iglesia nos invita a contemplar la Pasión de Jesús a través de los ojos y el Corazón de María. Clásicamente, existen los Siete Dolores de María. Los franciscanos, especialmente, tienen el carisma de promover esta poderosa devoción. Estos Siete Dolores comienzan cuando Jesús es un pequeño bebé en los brazos de María, hasta el Cuerpo destrozado, ensangrentado y atravesado por la espada de Jesús en los brazos de María al pie de la cruz, si se quiere, la Pieta de Miguel Ángel.
La siguiente es una lista ordenada y cronológica de los Siete Dolores de María, desde la Infancia de Jesús hasta su muerte y terminando con su sepultura:
1. Profecía de Simeón – «Una espada destrozará tu corazón».
2. Huida a Egipto – Herodes en persecución para matar al Niño Jesús.
3. Jesús se pierde en el Templo – ¡El dolor de María al perder a Jesús durante tres días!
4. María se encuentra con Jesús en el camino del Calvario – María se encuentra con los ojos de Jesús mientras lleva la cruz.
5. Crucifixión de Jesús – María presente y testigo de la crucifixión de su Hijo Amado.
6. Bajada de Jesús a los brazos de María – el cuerpo muerto de Jesús es bajado a los brazos de María.
7. Entierro de Jesús – la separación de Jesús y María con el entierro de Jesús en la tumba.
En cada uno de estos siete dolores de María, se nos invita a entrar en la mente, el alma y el Corazón de María para experimentar, al menos en un grado limitado, el dolor de María, y luego consolarla. Si amamos de verdad a una persona, queremos compartir nuestra vida con ella, en los buenos y en los malos momentos, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe (promesas matrimoniales). Nuestro amor por Jesús y María puede y debe trascender con creces nuestro amor a nivel humano y natural. Como lo expresa el Cantar de los Cantares El amor es más fuerte que la muerte.
Por eso, vamos a ofrecer algunos medios concretos con los que podemos contemplar los dolores de María y, al mismo tiempo, ofrecerle nuestro consuelo. El amante se alegra con el amado, pero también está dispuesto a llorar y sufrir con los dolores y las penas del amado.
1. La profecía de Simeón…
«Una espada de dolor atravesará tu corazón para que se revelen los pensamientos de muchos».
Un modo concreto de consolar al Corazón de María en esta contemplación sería acudir a la confesión frecuente en honor de María. Las poderosas oraciones y la presencia de María nos alcanzarán la gracia de examinar nuestra conciencia y luego revelar nuestros más íntimos secretos de conciencia al sacerdote que representa a Jesús. El resultado final será la absolución, el perdón y el renacimiento a una vida de gracia. María, cuyo título está lleno de gracia, se alegrará de que abras tu mente, tu corazón y tu alma a la Misericordia de Jesús en la Confesión.
2. La Huida a Egipto…
San José se levantó y llevando a la Madre y al Niño huyó a Egipto.
¿Cómo podemos consolar al Corazón de María en esta dolorosa pena? Todos vivimos en un combate espiritual perpetuo, en una guerra espiritual. Podemos consolar el Corazón de María imitando al buen San José en la huida del mal moral que llamamos tentación de pecado. Cuando tengas la tentación de pecar, corre a María; échate en los brazos de María; busca refugio en el Corazón Inmaculado de María. ¡Ella es un refugio seguro!
3. Perder y encontrar a Jesús en el Templo…
Después de tres días de dolorosa búsqueda, encontraron a Jesús en el templo escuchando y enseñando a los maestros judíos.
¿Cuál puede ser una aplicación concreta de este tercer dolor de María? Muchas madres y padres en los últimos cincuenta años han perdido a sus hijos espiritualmente. Es decir, a pesar de los esfuerzos de los padres, los hijos pueden alejarse de la fe, dejar de asistir al Santo Sacrificio de la Misa y, lo que es peor, elegir voluntariamente un estilo de vida pecaminoso.
Al igual que Jesús se perdió y María sufrió dolores atroces, ¡los padres sufren intensamente la pérdida moral y espiritual de sus hijos a los que tanto quieren! Como Santa Mónica y la eventual conversión de San Agustín, ¿por qué no rezar? Especialmente rezar el rosario diariamente, como la Virgen exhortó a los tres niños de Fátima, para que vuelvan estos hijos pródigos perdidos y errantes, estas ovejas perdidas del redil. En otras
palabras, a través del Santo Rosario, pon a estos niños en el Corazón de María.
4. Jesús se encuentra con María en el Vía Crucis…
Mientras Jesús sube al Calvario camino de su crucifixión, se encuentra con María. Una manera concreta de consolar a María es imitar a Jesús llevando nuestras cruces. Eso sí, con esta importante salvedad: comparte tus cruces con María. La sola presencia de María contemplando a Jesús con la cruz a cuestas, consoló a Jesús.
Profundiza en tu corazón para identificar tu cruz más grande, así como las más pequeñas. Luego, lleva estas cruces al Corazón Doloroso e Inmaculado de María. Imitando a un niño pequeño en brazos de su madre, habla con María sobre estas cruces. Ella está muy interesada en ayudarte a llevar tu cruz con fe, confianza, seguridad y amor. A menudo, nuestras cruces son abrumadoras; son demasiado pesadas, espinosas y astilladas para llevarlas, porque intentamos llevarlas solos, sin invitar a María a que nos ayude. Te adoramos, oh Cristo, y te alabamos, porque con tu santa cruz has redimido al mundo.
5. María al pie de la cruz…
En este dolorosísimo misterio de la crucifixión, la pasión, el sufrimiento y la muerte de Jesús, María, Nuestra Señora de los Dolores, estuvo presente todo el tiempo. Jesús habló desde la cruz a Juan y a María: «Mujer, he aquí a tu hijo; hijo, he aquí a tu madre». El discípulo la acogió en su casa». (Jn 19,26-27) En ese momento Jesús entregó a María -en la persona de san Juan- al mundo como Madre espiritual universal, como Madre nuestra.
¿Cómo podemos consolar a María en este misterio? Imitando a San Juan Diego con la Virgen de Guadalupe y el niño de la película Marcelino, pan y vino o Milagro de Marcelino (versión 1955). ¿De qué manera? Muy sencillo: sé como un niño pequeño y cuéntale a María todo lo que te pasa en la vida, confiando totalmente y sin reservas en la Presencia Maternal y en el Corazón de tu amorosa Madre María.
6. Jesús colocado en los brazos de María…
El artista Miguel Ángel lo representó magistralmente en la famosa Pieta. El productor de cine Mel Gibson lo presentó en la película La Pasión de Cristo de una manera muy poderosa y conmovedora. ¿Cómo podemos consolar al Corazón de María? Amar a Jesús es amar a María; ¡son inseparables! El Cuerpo sufriente de Jesús está presente ahora en su Cuerpo Místico, la Iglesia. El Cuerpo de Cristo viene a nosotros, de manera muy poderosa y especial, en el mayor de los Sacramentos, la Santísima Eucaristía, en el contexto del Santo Sacrificio de la Misa.
El mayor gesto que podemos hacer sobre la faz de la tierra es recibir a Jesús, el Hijo de María, en la Sagrada Comunión. Por lo tanto, un modo soberbio de consolar al Corazón de María es rezar para recibir a Jesús en la Sagrada Comunión a través del purísimo e Inmaculado Corazón de María, porque nadie recibió jamás a Jesús con mayor y más puro amor que el Inmaculado Corazón de María.
7. Jesús arrebatado a María y enterrado en el sepulcro…
En este último de los siete dolores, asistimos a la separación de Jesús y María cuando Jesús es colocado en el sepulcro y enterrado. Sin duda, una de las mejores maneras de consolar y alegrar al Corazón Doloroso e Inmaculado de María es rogarle a María la gracia de morir diariamente al pecado, el mayor mal que existe. Y, lo que es más importante, pedirle a María la gracia de una muerte santa y feliz.
Rezando constante y fervientemente a María el Ave María y el Santo Rosario, con la ayuda de María nos preparamos para el momento más importante de nuestra vida: ¡el momento mismo de nuestra muerte! Esto determinará nuestro destino eterno: la salvación eterna o la pérdida eterna de nuestra alma. Confiamos en que, gracias a las oraciones de María, obtendremos nuestra salvación eterna.
Que esta sea nuestra oración cada noche, y en el momento en que muramos:
Jesús, María y José, os doy mi corazón y mi alma. Jesús, María y José, haz que mi corazón sea como el tuyo. Jesús, María y José, ayúdame en mi última agonía. Jesús, María y José, exhala mi alma hacia ti. Oh Sacramento santísimo, oh Sacramento divino, toda la alabanza y toda la acción de gracias sean en todo momento tuyas. Amén.