Sábado de la 5ta Semana de Pascua.
«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
SÁBADO, 21 de mayo Jn 15, 18-21 Jesús dijo: «Recordad la palabra que os dije: «Ningún esclavo es mayor que su amo». Si me han perseguido a mí, os perseguirán a vosotros. Si ellos cumplieron mi palabra, también cumplirán la vuestra».
La meditación de hoy es una repetición ignaciana de los siete dones del Espíritu Santo. ¿Qué dones te tocan más? ¿Qué dones te sientes llamado a vivir de manera más decidida? ¿Cuál es tu relación con Dios Padre? ¿Dios Hijo? ¿Dios Espíritu Santo? ¿Por qué?
LOS SIETE DONES DE DIOS PARA EL ALMA Por el P. Ed Broom, OMV
Una de las mejores analogías dadas en años pasados para describir la Presencia, el Poder y la Perfección del Espíritu Santo es un BARCO DE VELA. Esto fue antes de la electricidad, los vehículos con motor o el mundo electrónico. El velero es una analogía utilizada en la Edad Media o antes.
EL VELERO Y OTROS MEDIOS DE TRANSPORTE ACUÁTICO. Imagina que quieres cruzar un lago y la distancia es de ocho kilómetros. Rumiando las distintas opciones, éstas afloran en tu mente. ¿Nadar? Tendrías que estar en plena forma, con gran resistencia, saber nadar contra la corriente. ¿Una canoa? Tal vez sea más probable que nadar. ¿Un bote de remos con dos remeros? Más mano de obra y dirección requerida. Finalmente, se te ocurre lo siguiente. Un enorme velero con un excelente capitán y tripulación, pero lo más importante: siete velas fuertes y robustas. ¡Bingo! De todas las opciones, el velero se lleva el premio. Sin embargo, la clave para maniobrar el enorme barco hasta la orilla sería detectar y discernir dónde y cuándo sopla el viento. Entonces el capitán tendría que izar las velas para atrapar el viento, por supuesto con la fuerza y habilidad de los hombres de la tripulación.
INTERPRETACIÓN ESPIRITUAL DE LA ANALOGÍA DEL VELERO
Los Padres de la Iglesia nos ofrecen una interpretación simbólica del Velero y las Velas relacionada con la actuación del Espíritu Santo y sus Siete Dones. Aquí lo tenemos. El Velero es nuestra alma. La orilla es la vida eterna a la que todos aspiramos y anhelamos. Las aguas inciertas y a veces agitadas simbolizan nuestras luchas con el mundo, la carne y el diablo que debemos vencer con la ayuda de la gracia de Dios.
Los siete veleros son los siete dones del Espíritu Santo: Sabiduría, Conocimiento, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Piedad y Temor del Señor. Si estas velas no se izan en el momento y lugar adecuados, son prácticamente inútiles. El viento es el Aliento de Dios, término que define al Espíritu Santo. El Capitán del Velero podría considerarse nuestra voluntad que debe ser dirigida hacia la Voluntad del Padre Celestial. Los otros tripulantes son nuestros amigos espirituales en la tierra, así como nuestros amigos en el Cielo: los llamamos los santos.
Explicada la analogía, ahora vamos a esforzarnos, en la medida de nuestras posibilidades y con la ayuda de la gracia de Dios, y de la actuación del Espíritu Santo, por comprender los siete veleros: los siete Dones del Espíritu Santo.
La naturaleza de Dios es la bondad y la entrega generosa a todas sus criaturas, especialmente al hombre y a la mujer. Entre los muchos Dones que Dios nos ha concedido están los Siete Dones del Espíritu Santo. Estos Dones que Dios da generosamente a los que quieren recibirlos son un medio poderoso para llegar a la meta y al propósito de nuestra existencia: nuestro Hogar Celestial. Dios da generosamente de sí mismo, pero respeta nuestra libertad. Debemos abrir voluntariamente y con docilidad nuestros corazones a estos maravillosos Dones.
¿DÓNDE Y CUÁNDO? Muchos han creído y mantienen que los Dones del Espíritu Santo entran en el alma al recibir el Sacramento de la Confirmación. No es así. Qué fácil es para nosotros subestimar los importantes y abundantes Dones que Dios nos otorga en nuestro Bautismo. El Bautismo no sólo nos transforma en hijos de Dios, en hermanos de Jesús, en amigos íntimos del Espíritu Santo y en templos de la Santísima Trinidad, sino que aún hay más. En el momento del Bautismo, Dios nos regala con suma generosidad los siete dones del Espíritu Santo. Por supuesto, esto no disminuye la importancia y la eficacia del Sacramento de la Confirmación, que fortalece y aviva los Siete Dones del Espíritu Santo.
EJERCICIOS ESPIRITUALES: FORTALECE TUS MÚSCULOS ESPIRITUALES. Al igual que en el ámbito físico, donde el cuerpo y sus músculos deben ejercitarse para ser fuertes y no volverse flácidos, lo mismo ocurre en el ámbito espiritual. Los músculos espirituales -que incluyen los Dones del Espíritu Santo- deben ser ejercitados para mantener la aptitud espiritual. Qué cierto es el dicho de la generación joven: «¡Si no lo usas, lo pierdes!»
CONOCER Y COMPRENDER LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO Habiendo explicado el origen y la recepción de estos Siete Dones, procederemos ahora a explicar sucintamente estos siete Dones celestiales que se originan en la bondad amorosa de Dios Padre, el Dador de todos los buenos dones. Una vez más, demos la lista: Sabiduría, Conocimiento, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Piedad y Temor del Señor. Los tres primeros -Sabiduría, Conocimiento y Entendimiento- perfeccionan el intelecto; el Consejo sirve de puente entre el intelecto y la voluntad; los tres últimos -Fortaleza, Piedad y Temor del Señor- trabajan en la elevación y purificación de la voluntad. Comencemos por el más importante o el más grande, según Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico: el Don de Sabiduría.
1. DON DE LA SABIDURÍA. A continuación, una definición concisa y sintética de la Sabiduría: «La Sabiduría es el Don del Espíritu Santo por el cual saboreamos interiormente todas las cosas que pertenecen a Dios». Santo Tomás de Aquino especifica que este Don perfecciona la virtud teologal de la Caridad. El vicio opuesto a la Sabiduría sería el de la insensatez o la tontería. Una de las mejores Parábolas que ejemplifican la necedad es la Parábola del Rico Necio. Él da importancia a reunir, coleccionar y atesorar posesiones para su futura facilidad, placer y comodidad. La mentalidad de «vivir a lo grande»… Jesús llama a este hombre tonto porque esa misma noche su vida se detendrá. ¿Dónde irán todas sus posesiones? ¡A los pájaros o al Gobierno en el mundo de hoy!
¿Cuáles son entonces las manifestaciones del Don de Sabiduría que operan en una persona dócil y abierta? Podrían ser las siguientes.
1) Palabra de Dios. Disfrutan leyendo y escuchando la Biblia, la verdadera Palabra de Dios.
2) Misa. Anhelan y tienen hambre de la Eucaristía: el Pan de la vida.
3) Los retiros. Si tienen un fin de semana libre, o incluso una semana, anhelan pasar un tiempo de retiro para recargar sus baterías espirituales.
4) La oración. Siguiendo el mandato de Jesús: «Hay que rezar siempre sin perder la esperanza» (Lc 18,1), nunca se cansan de rezar. Cuanto más frecuente sea la oración, mejor.
5) Lectura espiritual. Muy conscientes de su ignorancia de muchas verdades teológicas, anhelan tener tiempo en el día para aplicarse a la lectura espiritual, a fin de llenar las muchas lagunas en su conocimiento de la Fe e incluso profundizar.
6) Estos dos versículos bíblicos pueden poner la guinda al pastel de la Sabiduría. «Sabed y ved la bondad del Señor» (Sal 34,8). «Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así mi alma anhela a ti, mi Dios» (Salmo 42:1).
2. DON DE ENTENDIMIENTO. Este Don también trabaja en la purificación y el perfeccionamiento del intelecto. Este Don dota al intelecto de la Luz Divina para penetrar en la Verdad revelada en la Sagrada Escritura. Me vienen a la mente dos pasajes bíblicos: El encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús; y la aparición de Jesús a los Apóstoles en el Cenáculo. En ambas ocasiones, Él les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras. Volviendo a Emaús, fue el peregrino, el caminante, el compañero amistoso, el propio Jesús, quien les abrió la mente para comprender muchas referencias bíblicas del Antiguo Testamento que apuntaban a Jesús, a su sufrimiento, muerte y resurrección. En consecuencia, sus corazones ardían dentro de ellos mientras Jesús les explicaba la Palabra y les daba a entender la Palabra que se refería a Él.
¿Cómo opera entonces el DON DE LA COMPRENSIÓN en nuestras vidas? Veamos
1) DESEO DE LEER LA BIBLIA. El entendimiento unido a la Sabiduría nos motiva a encontrar tiempo para leer y meditar con hambre la Palabra de Dios.
2) LUZ PARA PENETRAR EN SU SIGNIFICADO. No sólo hay un verdadero anhelo de abrir el pan de la Palabra de Dios, sino que además la Palabra saltará de la página para atraparnos, para ayudarnos a captar su verdadero sentido y significado en nuestras vidas.
3) LA PALABRA NOS MUEVE A LA ACCIÓN. El joven San Antonio del Desierto escuchó dos veces la lectura de la Palabra de Dios. Como resultado, a diferencia del joven rico de la Biblia que estaba motivado por la insensatez, Antonio dio todo su dinero y posesiones a los pobres y llegó a ser uno de los mayores santos de la Iglesia. De hecho, se le considera el padre del monastisismo oriental.
4) LA PALABRA ES UNA LINTERNA PARA NUESTROS PASOS Y UNA LUZ PARA NUESTRO CAMINO.
(Sal 34,8) El salmista acentúa el hecho de que la Palabra de Dios, a través del Don de Entendimiento, se convierte en una Luz para guiarnos en todos nuestros pasos y decisiones.
5) EN OPOSICIÓN AL MUNDO Y SUS VALORES. La persona imbuida y guiada por el Don de Entendimiento se opone al espíritu de la mundanidad y a todas las mentiras que brotan de los valores mundanos. Jesús lo dijo claramente: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura». (Mt 6:33)
3. DON DE CONOCIMIENTO. Este don penetra en el intelecto con la capacidad de percibir
la obra de Dios tanto en la Creación, como en las circunstancias ordinarias de la vida.
1) La cita de San Pablo en Atenas, tomada del poeta, expresa mejor la verdad: «En Él vivimos, nos movemos y somos». En otras palabras, a través del Don del Conocimiento, se nos da la visión espiritual para vivir constantemente en la Presencia de Dios. (Lea el libro del Hermano Lawrence: Vivir en la Presencia de Dios).
2) La belleza de la naturaleza señala al Autor de toda belleza: Dios, el más grande de los artistas. San Francisco de Asís escribió un poema en italiano en el que percibía la belleza de Dios en toda la creación natural. Su inspirado escrito se conoce como «Cántico del hermano sol y la hermana luna». ¡Búscalo y disfrútalo!
3) Además, el Don de Conocimiento nos ilumina con una aguda conciencia de la Mano de Dios presente en lo que se llama PROVIDENCIA DIVINA: ¡nada ocurre por casualidad! Más bien, todas las circunstancias de la vida son permitidas y dirigidas por la mano amorosa y sabia de la Providencia de Dios. Incluso los sufrimientos, los aparentes fracasos, las contradicciones, las persecuciones, son permitidos por Dios para que de ellos se derive el bien. Como subrayan Agustín y los santos «Dios permite el mal aparente para poder sacar de él un bien mayor». Las personas imbuidas y motivadas por el Conocimiento viven en confianza y paz porque permiten que Dios tome el volante y dirija las circunstancias de su vida. «Si Dios está a nuestro favor, ¿quién puede estar en contra de nosotros?» (Rom 8,31)
4. DON DE CONSEJO. Este Don sirve de puente entre el Intelecto y la Voluntad. Este Don en realidad perfecciona la Virtud Moral/Cardinal de la Prudencia que es el arte de la toma de decisiones. Si se quiere, el Consejo es la toma de decisiones correctas en acción. Qué importante es este Don para los padres, los profesores, los educadores, los políticos, los sacerdotes, los superiores, los obispos y todos aquellos que deben tomar decisiones de peso. Santo Tomás de Aquino señala los tres pasos para tomar una decisión prudente que debe llevar a la acción. Es precisamente el Don de Consejo el que ilumina el intelecto y perfecciona la Virtud de la Prudencia para tomar decisiones buenas y correctas. Estos son los tres pasos explicados por Santo Tomás de Aquino, el genial «Doctor Angélico»:
1) LA DELIBERACIÓN. Con esto se quiere decir que el intelecto debe aplicarse a la reflexión seria, a la ponderación, a la rumiación, es decir, a un proceso de pensamiento muy serio. Por supuesto, y es lógico, cuanto más importante sea la decisión y la acción a realizar, más tiempo debe dedicarse a la deliberación.
2) DECISIÓN. Después de dejar tiempo suficiente para la deliberación, hay que tomar la decisión. A veces, en asuntos graves, es muy prudente y aconsejable pedir consejo a un director espiritual cualificado. Esto es tan humilde como sabio. Todos tenemos puntos ciegos y debemos recurrir a expertos en dirección espiritual para que arrojen luz sobre nuestra oscuridad.
3) EJECUCIÓN. Esta es la terminología técnica de Aquino; en términos profanos significa llevar a cabo la decisión, ponerla en acción. Uno de los mayores peligros u obstáculos en la ejecución es el individuo que tiende a la procrastinación, es decir, a posponer la ejecución de la decisión sin motivos suficientes. En una palabra, una vez tomada la decisión, la ejecución de la misma debe ser rápida y decidida, sin vuelta atrás.
Todo lo anterior entra en el ámbito de la virtud cardinal o moral de la Prudencia perfeccionada y motivada por el Don del Espíritu Santo del Consejo. Los ejemplos de mayor importancia en la toma de decisiones serían los siguientes 1) La elección y el lugar de la educación superior -colegio o universidad-, 2) La elección de la profesión, 3) La elección de la vocación, ya sea el matrimonio, el sacerdocio o la vida religiosa. Estas son decisiones trascendentales que deben ser consideradas bajo la guía de la Prudencia perfeccionada por el Don del Espíritu Santo: el Consejo.
De nuevo, es muy prudente y aconsejable buscar el consejo de un director espiritual cualificado en estos importantes asuntos. ¡Que Nuestra Señora del Buen Consejo ruegue por nosotros!
5. EL DON DE LA PIEDAD La virtud de la piedad debe distinguirse del Don del Espíritu Santo-Piedad. La virtud de la piedad podría definirse como una actitud reverencial ante lo Sagrado. Mientras que el DON DE PIEDAD es mucho más profundo y rico y podría definirse así: «El amor filial y confiado que tenemos por Nuestro Padre Celestial que nos ama y cuida verdaderamente a cada uno de nosotros como Su hijo/hija. Lo que nos lleva a un amor universal por la humanidad, así como a todas las personas individualmente, porque todos somos hermanos y hermanas traídos a la existencia y amados por el mismo Padre amoroso.» Una definición un poco larga, pero bastante sustancial y necesaria. ¿Qué implica esto? ¿Cómo influye este don de piedad en nuestra manera de vivir, en nuestra visión de Dios Padre, de los demás y de la vida en general? Enormemente. Pero sobre todo en dos ámbitos o dimensiones: nuestra visión de quién es Dios Padre y de cómo actúa; seguida del modo o manera en que vemos y tratamos a las demás personas con sus propias historias y sufrimientos. Profundicemos en estos dos ámbitos específicos y en la Piedad.
1) LA PIEDAD Y NUESTRA RELACIÓN CON DIOS PADRE: LA ORACIÓN DEL PADRE. Al estar impregnados e influenciados por el Don de Piedad en nuestra relación con Dios, llegamos a una comprensión profunda y penetrante de Dios Padre, más específicamente en la oración, El Padre Nuestro. En concreto, llegamos a reconocer a Dios Padre no como un mito abstracto, abstruso y etéreo del pasado, sino todo lo contrario: Está vivo y presente en nuestra vida. Como Padre, nos ha dado la vida; nos sostiene en la existencia; nos ama tiernamente; nos cuida y desea siempre lo mejor para nosotros en todo tiempo y lugar. Si queréis magnificar el amor del mejor de los padres a nivel humano, sabed que Dios Padre nos ama un millón de veces más y siempre. Su amor y cuidado por nosotros es permanente y sólido como una roca. Incluso cuando el sufrimiento llama a nuestra puerta, y esto es inevitable, seguimos confiando en Dios Padre como nuestro Padre. Sabemos y creemos firmemente que «Dios Padre sabe más». Nosotros vivimos en el momento presente; Dios vive en el eterno-ahora. Él tiene en cuenta lo que es mejor para nosotros en todos los tiempos: pasado, presente y futuro.
2) LA PIEDAD Y NUESTRA RELACIÓN CON LOS DEMÁS. Como consecuencia lógica del Don de Piedad y de nuestra relación con Dios como Padre amoroso, sigue necesariamente nuestra relación con nuestros hermanos y hermanas. Si Dios es nuestro Padre amoroso, entonces todos pertenecemos a la misma familia humana y debemos amarnos unos a otros. Santo Tomás de Aquino define el amor/caridad como el querer el bien del otro. Por lo tanto, lo que es inimitable y diametralmente opuesto al Don de Piedad es cualquier forma de prejuicio. Si miramos, despreciamos, marginamos o rechazamos a cualquier persona por su raza, cultura, situación económica o educativa, edad, enfermedad, esto frustra y bloquea el flujo de la gracia en nuestras almas que opera con el Don de Piedad. En resumen, confiemos y amemos a nuestro Padre Celestial, y como consecuencia, esforcémonos por vivir el último y más grande de los mandamientos de Jesús: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado». (Jn 13,34)
6. EL DON DE LA FORTALEZA Este Don del Espíritu Santo perfecciona la virtud moral de la Fortaleza. De suma importancia en nuestra vida, el Don de Fortaleza nos da fuerza interior para seguir a Cristo, especialmente en el ámbito de la cruz. Jesús dice: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga». (Mt 16,24)
1) LA FORTALEZA Y LA REALIDAD DEL SUFRIMIENTO. Ser humano es entrar en un mundo con muchos momentos de alegría, pero también con muchas circunstancias de sufrimiento. El don del Espíritu Santo de la Fortaleza impregna y vigoriza todo nuestro ser con el valor no sólo de sufrir, sino de santificar nuestros sufrimientos. El adagio es cierto: «El sufrimiento puede hacernos mejores o amargos». ¿Amargo? Sí, cuando sufrimos sin que nuestro sufrimiento tenga sentido o propósito. Las personas enfadadas, amargadas, cáusticas y sarcásticas, y a menudo chismosas, son con mucha frecuencia las que sufren pero sin sentido ni propósito aparente.
2) EL DON DE LA FORTITUD nos une en mente y corazón a los sufrimientos de Jesús. Conscientes de la inmensidad y del poder omnímodo de la Pasión, el sufrimiento, la cruz y la muerte de Jesús, la Fortaleza nos eleva a Jesús en la cruz. Nos hacemos realmente uno con Jesús en la cruz. Aprendemos a vivir aquellas breves tres palabras que aprendimos en las rodillas de nuestra madre: ¡OFRECERLO! ¡¡Por la salvación de una multitud de almas!! (Ver número 3.)
3) EL ALTAR Y LA MISA. Una vez que estos sufrimientos son depositados en el altar en el Santo Sacrificio de la Misa entonces estos sufrimientos tienen un Valor Infinito.
4) LA PACIENCIA Y LA FORTALEZA. La práctica de la virtud de la paciencia está estrechamente relacionada con el don de la fortaleza. Estamos tomando conciencia de que los Dones del Espíritu Santo trabajan en el perfeccionamiento de muchas virtudes. Todos necesitamos paciencia y mucha de esta virtud. El Don del Espíritu Santo de Fortaleza impregna nuestro espíritu de paciencia en el trato con los demás; nos vigoriza para ser pacientes con nosotros mismos y con nuestras muchas limitaciones; finalmente, nos ayuda a ser pacientes con Dios y a aprender a esperar el tiempo de Dios y no el nuestro.
5) CIMA DE LA FORTALEZA: EL MARTIRIO La cúspide, la cumbre, el cenit de la fortaleza es la llamada al martirio y la aceptación de este extraordinario don de Dios. San Ignacio afirma que no tenemos la gracia del martirio sino en el tiempo, modo y momento en que Dios en su Divina Providencia nos llama a ello. Dicho esto, si Dios nos ofrece esta suprema y sublime manera de honrarle, mediante el sufrimiento y el sacrificio de la propia vida, Dios nos dará las gracias suficientes y abundantes para sufrirlo. Es un don supremo y sublime sobre todo porque es la imitación de Cristo que sufrió y sacrificó su vida por nosotros en la cruz.
6) LA FORTALEZA EN LA VIDA COTIDIANA. Sin embargo, el Don del Espíritu Santo de Fortaleza es necesario en nuestro caminar diario con el Señor, en las pequeñas pero difíciles cruces diarias. La fortaleza ilumina nuestra mente para entender nuestros sufrimientos -aunque sean pequeños- como un medio para estar unidos a la cruz de Cristo. Cuando se aceptan y se llevan a cabo, nos santificamos a nosotros mismos, a la Iglesia, a nuestra familia, así como al mundo entero.
7. EL DON DEL TEMOR DEL SEÑOR La Biblia nos enseña: «El temor del Señor es el principio de la sabiduría». (Prov 9,10) Santo Tomás de Aquino señala que la Sabiduría es el mayor de los Dones del Espíritu Santo. Sin embargo, la Piedad debe ser el primero en operar. El Don del Espíritu Santo del Temor del Señor está estrechamente ligado a la virtud de la humildad.
1) El Don de Temor del Señor nos ilumina a una aguda conciencia del hecho de que todos somos muy débiles. Todos somos propensos a caer y a fracasar moralmente. Nos damos cuenta de que sin la gracia preventiva de Dios, su gracia que todo lo mantiene, somos capaces no sólo de pecar, sino de pecar rápida y gravemente. En una palabra, siguiendo la enseñanza de San Agustín, el «Doctor de la Gracia», reconocemos que todo el bien que hemos hecho se debe a la gracia de Dios; y todo el mal que hemos hecho se debe a que no hemos correspondido a la gracia de Dios.
2) Jesús advirtió a los Apóstoles en el Huerto de Getsemaní: «Permaneced despiertos y orad; porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil». (Mt 26,41) San Pablo lo entendió claramente cuando afirmó que el bien que quería hacer, lo hacía exactamente al revés debido a la debilidad de la carne.
3) San Felipe Neri vio a un hombre en la cuneta de las calles de Roma y exclamó «Ahí voy a salvar la gracia de Dios».
4) Santa Teresa reafirmó la afirmación de San Neri diciendo que sería capaz de todos los crímenes y pecados más atroces de la humanidad, salvo la gracia de Dios. Continuó diciendo que la razón principal por la que no cayó en muchos pecados fue simplemente porque «Dios le despejó el camino». En una palabra, Dios intervino y despejó los escollos morales en los que todos podemos caer en cualquier momento y lugar. El peor de los pecadores puede convertirse en el mayor de los santos; pero también el mayor de los santos puede transformarse en el mayor de los pecadores.
5) SALVAGUARDA DE LA CONDENA ETERNA. El Don del Temor del Señor puede servir como un remedio eficacísimo para evitar perder nuestra alma en el Infierno. «El temor del Señor es el principio de la sabiduría». Y: «Si el amor de Dios no nos mueve, al menos el Temor del Señor y el justo castigo de Dios pueden movernos a cambiar y dejar el pecado».
6) MEDITACIÓN SOBRE LA REALIDAD Y LA POSIBILIDAD DEL INFIERNO. Todos queremos un amor a Dios cada vez mayor: ¡ese debe ser nuestro objetivo! Sin embargo, si aún no hemos llegado a un verdadero y sincero amor a Dios, el Temor del Señor, que es el principio de la sabiduría, puede ayudarnos a evitar caer en el pecado mortal, o al menos a salir de él lo antes posible mediante una buena confesión. ¡Muchos santos han sido motivados por el Temor del Señor provocado por la contemplación del Infierno! De hecho, Nuestra Señora de Fátima presentó la realidad del Infierno a los tres niños pequeños -Lucía, Jacinta y Francisco- y los motivó a hacer grandes cosas por Dios sacrificándose por los pecadores, llegando Francisco y Jacinta a ser dos de los santos más jóvenes de la Iglesia Católica. Todo ello relacionado con el Temor del Señor.
En conclusión, amigos en Jesús y María, subamos a la Nave (nuestra alma). Las aguas agitadas representan el mundo tempestuoso en el que vivimos en medio de tantos peligros y tentaciones. Levantemos en alto las siete velas (los siete dones del Espíritu Santo). Como capitán (nuestro libre albedrío) abramos esas velas lo más posible para atrapar el viento (el Aliento de Dios, el Espíritu Santo). Entonces el barco (nuestra alma inmortal, que vale más que todo el mundo creado) navegará sin problemas y con rumbo a la orilla (Nuestro Hogar Celestial). Sí, la orilla es nuestro destino eterno: el Cielo.
Todos estamos llamados a convertirnos en santos, a ser auténticos seguidores de Jesucristo, que es realmente el Camino, la Verdad y la Vida. ¿Por qué no tomar el atajo? Permitir que la ráfaga de viento, el Espíritu Santo, inspire y vigorice esos Dones para que sean activos y operativos en nuestras vidas de forma constante. Además, ¡que nunca nos olvidemos de invocar a María! En efecto, María es la Hija de Dios Padre, la Madre de Dios Hijo y la Esposa Mística del Espíritu Santo. San Luis de Montfort afirma con vigor que María es el atajo hacia Dios, hacia la santidad y hacia el Cielo.
Pidamos a María la gracia de ser abiertos y dóciles a los Dones del Espíritu Santo. María, Sede de la Sabiduría, ruega por nosotros. María, Nuestra Señora del Buen Consejo, ayúdanos a seguir los impulsos del Espíritu Santo. Nuestra Señora de los Dolores, danos fuerza y fortaleza en nuestras pruebas. Nuestra Señora de la Caridad, enséñanos a amar a Dios como nuestro tierno Padre y a todos como nuestros hermanos. María, Santísima, ayúdanos a crecer en santidad y en unión íntima con el Espíritu Santo. Amén.