«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
JUEVES, 28 de abril Jn 3, 31-36 «Crees en mí, Tomás, porque me has visto, dice el Señor; dichosos los que no han visto, pero creen».
Que pidamos con insistencia la creencia y la confianza de un niño inocente en nuestro caminar con Cristo por esta vida.
LECCIONES DEL NIÑO JESÚS: LA SABIDURÍA DE DIOS Por el P. Ed Broom, OMV
Jesús lo dijo muy claramente: «Si no os hacéis como niños, no podréis entrar en el Reino de los Cielos». (Mt 18,3) Además, en una ocasión en la que los Apóstoles trataban de impedir que los niños se acercaran a Jesús, el Señor dijo enérgicamente: «Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque el reino de los cielos es de los que se acercan a ellos». (Mt 19,14)
NUESTRA SEÑORA DE FATIMA Y LOS NIÑOS Una de las más famosas apariciones modernas aprobadas es la de Nuestra Señora de Fátima. Dios envió a Su Madre desde el cielo a un pequeño pueblo de Portugal, Fátima, en el año 1917, seis veces desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre. ¿A quién se le apareció la Virgen? ¿A los brillantes? ¿A los estudiosos? ¿A los ricos e importantes? ¿A los llamativos y ostentosos? A ninguno de ellos se le apareció la Virgen. Al contrario, se apareció a tres niños pequeños, cuidadores de ovejas y sin educación formal. Los caminos de Dios no son los nuestros, ¡es cierto!
EL DESIGNIO PROVIDENCIAL DE DIOS Dios podría haber elegido posibilidades ilimitadas para rescatar o salvar a la humanidad después del pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva, el pecado que llamamos Pecado Original. Dios podría haber venido como un rey poderoso, o como un rico millonario, o como un genio brillante, o de una plétora de otras formas llamativas y fantásticas. Pero no. Los caminos de Dios son tan diferentes de los nuestros como los cielos están por encima de la tierra. En su designio providencial, Dios quiso salvar al mundo por medio de lo que los teólogos llaman La Encarnación -¿qué significa? Que Dios quiso convertirse en uno de nosotros, en un hombre como todos nosotros, con una excepción: nació sin pecado, vivió una vida sin pecado y murió en la cruz para salvarnos de nuestros pecados.
COMO UN NIÑO. Además, Dios quiso entrar en el mundo por el mismo medio por el que nosotros entramos en el mundo: a través de una mujer. Dios eligió a María para que fuera el canal por el que entraría en la humanidad. La Siempre Virgen María concibió a Jesús por el poder del Espíritu Santo y mantuvo su virginidad incluso en el momento de dar a luz a Jesús.
JESÚS EL NIÑO – EL HIJO DE DIOS Jesús fue el niño nacido de María. Esta Virgen Madre lo tomó en sus tiernos brazos, lo envolvió en pañales y lo acurrucó junto a su purísimo e Inmaculado Corazón. Luego, María colocó a Jesús sobre el heno en el pesebre. La palabra pesebre viene del francés y significa comer. Era el
comedero de los animales. Más tarde, como hombre, Jesús desafiaría a la gente a alimentarse de su Cuerpo y de su Sangre, si querían vivir, y vivir para siempre. «Yo soy el Pan de la vida. El que coma mi Cuerpo y beba mi Sangre tendrá vida eterna y yo lo resucitaré en el último día.» (Jn 6,22-71-Discurso del pan de vida)
BELÉN: CASA DEL PAN. No hay casualidades ni circunstancias imprevistas en el designio providencial de Dios. La palabra Belén significa en realidad Casa del Pan. No es de extrañar que Jesús, que nació en la ciudad de La Casa del Pan, se declare a sí mismo El Pan de la vida y nos desafíe a que nuestra salvación eterna dependa de que lo consumamos en la Misa y en la Sagrada Comunión como El Pan de la vida.
LAS IMPORTANTES LECCIONES DEL NIÑO JESÚS
Hay muchas lecciones que aprender de Dios haciéndose hombre, estando en el vientre de María durante nueve meses, y finalmente naciendo como un pequeño Bebé. Excavemos en esta mina de oro y saquemos abundantes tesoros para nuestra meditación e imitación, transformación, santificación, y perseverancia. ¿Cuáles son, pues, las lecciones del Niño Jesús?
DEPENDENCIA. Aunque el Niño Jesús era Dios, el Hijo de Dios hecho hombre, se hizo totalmente dependiente de los demás, muy especialmente de María y de San José. Jesús viviría esta actitud de dependencia de su Padre Celestial durante todo el transcurso de su vida. En nuestra vida espiritual debemos desarrollar y cultivar una dependencia infantil de Dios en todo momento, lugar y circunstancia. En el Sermón de la Montaña, Jesús nos desafía a confiar en nuestro Padre Celestial contemplando la naturaleza: los lirios del campo y las aves del cielo, que no siembran ni cosechan y, sin embargo, son abastecidos. (Mt 6:25-34). En su vida pública, Jesús no tuvo un hogar permanente diciendo: «Las zorras tienen sus madrigueras y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». (Lc 9,58) Aun así, las necesidades de Jesús estaban cubiertas.
HUMILDAD. La pequeñez del Niño Jesús es un extraordinario ejemplo de humildad. Dios ama a los humildes, pero derriba a los poderosos de sus tronos. (Magnificat de María, Lc 1,52) Eligió al publicano antes que al fariseo, la humildad antes que el orgullo desmedido. (Lc 18,9-14) Siendo ya un hombre adulto, en una ocasión Jesús describió su Sagrado Corazón con dos descripciones: «Soy manso y humilde de corazón». (Mt 11,29) La arrogancia, el engreimiento, la altanería y la prepotencia, son ajenos a la persona del niño, y muy especialmente del Niño-Jesús. ¡Que Él nos inspire a llevar una vida de gran humildad!
LA POBREZA. Una vez más, aunque Jesús fue, es y será siempre Dios, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, eligió entrar en los portales de este mundo no en un palacio, castillo o mansión opulenta. Por el contrario, entró en este mundo naciendo en un establo que servía de refugio para animales. ¡Buena parte del calor de aquella pequeña cueva procedía del calor generado por la presencia y el aliento de los animales que allí se encontraban! ¡Qué sencillo y humilde! Debemos aprender que perseguir el dinero, las posesiones, el poder y la estima no nos llenará de auténtica alegría. El placer, sí, pero la verdadera alegría, no. El Niño Jesús, nacido en un establo de Belén, nos enseña a encontrar la verdadera felicidad no en el mundo creado, sino en el Creador del mundo: Jesús, el Señor. El venerable arzobispo Fulton Sheen lo escribió con gran elocuencia: El Creador del universo no tenía lugar para nacer en su propia creación.
INOCENCIA. En un mundo en el que la inocencia se está perdiendo incluso entre los niños debido al uso incontrolado de la tecnología moderna y las falsas ideologías, el Niño Jesús nos enseña de forma clara e inequívoca la importancia de esforzarnos por vivir una vida de inocencia, libre de pecado. Más aún, el Niño Jesús inocente en los brazos de la Madre María, nos desafía a esforzarnos por proteger la inocencia de nuestros hijos amenazada por tantos lobos modernos.
SENCILLEZ INFANTIL: INSPIRAR CONFIANZA. En el mundo excesivamente complicado que hemos creado, todos deberíamos anhelar un estilo de vida más sencillo, humilde, frugal y transparente, además de desprendido. Modelos para nosotros serían San Francisco de Asís, Santa Madre Teresa de Calcuta y los niños de Fátima -Santa Jacinta Marto, San Francisco Marto y su prima Lucía De los Santos-. Contemplando al Niño Jesús que descansa apaciblemente en los brazos de María, su amorosa Madre, aprendamos a esforzarnos por la pobreza evangélica y la sencillez de vida. San Ignacio de Loyola señala que nadie tiene miedo de acercarse a un pequeño e inocente Bebé -un guerrero fuerte y agresivo, sí- pero no un inocente Bebé.
Que el Niño Jesús, que descansa en los brazos amorosos y tiernos de su Madre María, nos inspire una mayor confianza y una mayor dependencia de Dios, con mayor humildad, mayor sencillez y una vida de desprendimiento de las cosas, para que podamos estar totalmente anclados y enraizados en Dios.