Jueves de la III semana de Cuaresma
«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
JUEVES, 24 de marzo Lc. 11, 14-23 «Ahora mismo, dice el Señor, vuelve a mí con todo tu corazón, porque soy clemente y misericordioso».
Primera parte: JESÚS SE DESPLAZA PARA INUNDARTE DE MISERICORDIA
Segunda parte: Vivir su misericordia en la vida cotidiana con Santa Faustina Kowalska.
PRIMERA PARTE: JESÚS ANHELA INUNDARTE DE MISERICORDIA Por el P. Ed Broom, OMV
El mayor atributo del Sagrado Corazón de Jesús es su misericordia. Él anhela inundarnos en todo momento, en todo lugar y en toda circunstancia con su infinita misericordia. Es como un fuego que todo lo consume en lo más profundo de Su ser, en Su Sagrado Corazón, y sufre una angustia indecible hasta que se derrama en abundancia. Jesús mismo gritó: «He venido a echar fuego en la tierra, y no estaré tranquilo hasta que ese fuego se encienda».
Por tanto, aprovechemos esta reserva infinita de gracia, este fuego que está consumiendo el Corazón de Jesús, esta reserva infinita de misericordia, y al hacerlo, ¡consolamos al Sagrado Corazón de Jesús! En este breve ensayo queremos ofrecer para su lectura y meditación cinco formas sencillas y concretas de sumergirse y sumergir a los demás en el abismo infinito, en el océano infinito de la misericordia del Corazón de Jesús, Nuestro Señor, Dios, Salvador y Amigo. No olvides nunca que quienes viven y promueven la misericordia de Jesús la recibirán en abundancia en el momento de su partida de esta vida a la otra.
1. CONFIANZA. Confiemos en Jesús en todo momento, en todo lugar, en toda circunstancia, en todos los acontecimientos a nivel mundial, nacional y en nuestra propia vida personal. Cuando estemos tentados a dudar, elevemos nuestra mente a Jesús y recemos con todo nuestro corazón estas palabras que están inscritas en la parte inferior del cuadro de la imagen de la Divina Misericordia: ¡JESÚS, CONFÍO EN TI! Que repitamos estas palabras con frecuencia y fervor hasta que la duda se disipe y se desvanezca en el aire.
2. IMITAR. Jesús dijo: «Sed misericordiosos como vuestro Padre Celestial es misericordioso». (Lc. 6:36) El amor lleva a imitar a la persona que amamos. Si realmente nuestro amor por Jesús es sincero, entonces nos esforzaremos por imitarlo en todos los atributos, pero muy especialmente en el más sublime y noble de sus atributos: el de su infinita misericordia. ¿Cómo? Cuando somos ofendidos por otros -especialmente en el contexto de nuestra propia familia- debemos practicar la misericordia mediante el perdón, ¡y el perdón inmediato! La demora en perdonar a quienes nos hieren es una victoria para el demonio, a quien le encanta echar combustible a las llamas de nuestros resentimientos, ¡convirtiendo una chispa de ira en un mar de rabia!
3. PROMOVER. Ahora es el momento en que los verdaderos Apóstoles de la Divina Misericordia deben salir a la superficie y propagarse como un incendio. ¿Por qué no aceptar el reto ahora mismo de convertirse en un verdadero Apóstol de la Divina Misericordia buscando cada ocasión para difundir y propagar la misericordia que rebosa del Corazón de Cristo? ¿Cuáles son algunas de las formas en que uno puede promover la Divina Misericordia?
Hay muchas, pero algunas son dignas de ser sugeridas:
LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA Reza diariamente la Coronilla de la Divina Misericordia. Esfuércese por conseguir que el mayor número posible de personas rece la Coronilla. Es corta, fácil de aprender y fácil de rezar.
TARJETAS SAGRADAS. Compra un paquete de 1000 estampas de la Divina Misericordia que expliquen en el reverso cómo rezar la Coronilla de la Divina Misericordia y distribúyelas por todas partes.
LOS MORIBUNDOS Y LA DIVINA MISERICORDIA. Esfuérzate por rezar lo más a menudo posible la Coronilla de la Divina Misericordia por los que están en su última agonía, los que están a punto de morir. El Padre Eterno, contemplando las Sagradas Llagas de Jesús, tendrá misericordia de esas almas que están a punto de pasar de esta vida al juicio y a su destino eterno.
HORA DE LA MISERICORDIA. A las 15:00 horas, que es la hora de la Misericordia, detente aunque sea un breve momento y únete a la agonía de Jesús en la cruz, y ruega que se salven todos los que mueran en ese momento y durante el resto del día. Unirse a la Pasión y a la última agonía de Jesús es un momento preciosísimo y eficaz para implorar la conversión y la salvación de los pobres pecadores. ¡Un alma vale más que todo el universo creado!
ENTRONIZAR Y HONRAR LA IMAGEN Jesús desea ser conocido y amado de muchas maneras. Sin embargo, Jesús anhela ser conocido y amado a través del cuadro de la Divina Misericordia. Quiere que la imagen sea venerada públicamente en las iglesias en todo momento, pero especialmente el domingo de la Divina Misericordia, el domingo siguiente al de Pascua. ¡También quiere que la imagen sea entronizada y venerada en tu propia casa!
4. LA DIVINA MISERICORDIA Y DOS SANTOS: JUAN PABLO II Y SANTA FAUSTINA. Conozcamos el mensaje de la Divina Misericordia, ante todo, a través de la Biblia, la Palabra de Dios. Pero también, profundicemos en el mensaje de la Divina Misericordia leyendo y meditando sobre los dos grandes santos que promovieron la Divina Misericordia: el Papa San Juan Pablo II y Santa Faustina Kowalska. Se recomienda encarecidamente la Encíclica del Papa Juan Pablo II Dives Misericordia—Dios es rico en misericordia. Se trata de una obra maestra literaria y espiritual que comenta la Misericordia de Dios manifestada a través de «La Parábola del Hijo Pródigo» -incluso podríamos atrevernos a llamarla «La Parábola del Padre Misericordioso». Luego, por supuesto, no podemos recomendar demasiado, Diario–Misericordia divina en mi alma de Santa María Faustina Kowalska. Esta obra maestra espiritual pasará probablemente a ser una de las mayores obras espirituales, místicas y teológicas de la historia del catolicismo. Es una obra imprescindible para su lectura y meditación. ¡Resuélvete ahora a leer un número del Diario cada día!
5. MARÍA MADRE DE LA MISERICORDIA: NUESTRA VIDA, NUESTRA DULZURA Y NUESTRA ESPERANZA
Por último, para apoyar y fortalecer nuestro viaje hacia las profundidades de la Misericordia de Dios, invitamos a todos a adquirir y leer con gran humildad, docilidad y apertura de corazón, la obra maestra espiritual del gran Doctor de la Iglesia, San Alfonso de Ligorio, Las Glorias de María. Una de las mayores obras maestras marianas, Las Glorias de María toma la oración «La Salve Reina» que se reza al final del Santo Rosario, y explica con el más mínimo detalle cada palabra del Ave Santa Reina. San Alfonso recoge una gran cantidad de fuentes para rendir homenaje a la Virgen, como Reina, Madre y Madre de la Misericordia. El santo cita la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, a los Padres y Doctores de la Iglesia, a otros santos -hombres y mujeres-, todo con el fin de retratar a la Virgen en la dimensión más sublime de su tierna misericordia; ésta se manifiesta especialmente en su amor y ternura hacia los pecadores, e incluso hacia los más miserables. Otro libro del que podemos cosechar grandes bendiciones leyendo un breve capítulo al día en tan sólo 15 minutos. ¡Hágalo!
PARTE 2: ORACIÓN PARA SER MISERICORDIOSO… Diario de Santa Faustina #163… ¡Pidamos la gracia de poner en práctica y vivir esta oración diariamente!
¡Oh Santísima Trinidad! Tantas veces como respiro, tantas veces como late mi corazón, tantas veces como late mi sangre en mi cuerpo, tantas mil veces quiero glorificar Tu misericordia.
Quiero transformarme completamente en Tu misericordia y ser Tu reflejo vivo, oh Señor. Que el mayor de todos los atributos divinos, el de Tu insondable misericordia, pase a través de mi corazón y de mi alma al prójimo.
Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que nunca sospeche ni juzgue por las apariencias, sino que busque lo que es bello en el alma de mi prójimo y acuda en su ayuda.
Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos, para que preste atención a las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
Ayúdame, Señor, a que mi lengua sea misericordiosa, para que nunca hable negativamente de mi prójimo, sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos.
Ayúdame, Señor, a que mis manos sean misericordiosas y estén llenas de buenas obras, para que sólo haga el bien a mi prójimo y tome sobre mí las tareas más difíciles y penosas.
Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos, para que me apresure a asistir a mi prójimo,
superando mi propia fatiga y cansancio. Mi verdadero descanso está en el servicio al prójimo.
Ayúdame, Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo mismo pueda sentir todos los sufrimientos de mi prójimo. No negaré mi corazón a nadie. Seré sincero incluso con aquellos que sé, abusarán de mi bondad. Y me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mi propio sufrimiento en silencio. Que Tu misericordia, oh Señor, descanse sobre mí.
Tú mismo me mandas ejercer los tres grados de misericordia. El primero: el acto de misericordia, de cualquier tipo. El segundo: la palabra de misericordia – si no puedo realizar una obra de misericordia, ayudaré con mis palabras. La tercera: la oración – si no puedo mostrar misericordia con hechos o palabras, siempre puedo hacerlo con la oración. Mi oración llega incluso donde no puedo llegar físicamente.
Oh, Jesús mío, transfórmame en Ti mismo, porque Tú puedes hacer todas las cosas.