Miércoles de Ceniza
«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
MIÉRCOLES, 2 de marzo Mt 6, 1-6, 16-18 Jesús dijo a sus discípulos: «Tened cuidado de no hacer obras justas para que la gente las vea; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial».
Rezamos con este artículo hace menos de un mes. ¡Qué tal si hacemos de esto una propuesta cuaresmal para rogar sincera y fervientemente a Jesús que haga nuestro corazón más parecido al suyo creciendo en humildad usando la hoja de ruta del P. Ed!
JESÚS MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN, HAZ QUE MI CORAZÓN SEA COMO EL TUYO… por el P. Ed Broom, OMV
«Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo». Aunque corta en palabras y en extensión, esta es una de las oraciones más conocidas dirigidas al Sacratísimo Corazón de Jesús. La oración puede ser elevada al Señor Jesús y contemplada en su Sagrado Corazón, en cualquier momento, en cualquier lugar, en cualquier circunstancia, e independientemente de nuestros estados de ánimo, sean buenos o malos.
Por sorprendente que parezca, sólo una vez el Señor Jesús describe las características de su Sacratísimo Corazón, que se encuentra en el Evangelio de San Mateo. El Señor dice: «Venid a mí todos los que encontráis la vida pesada y yo os haré descansar. Llevad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…» (Mt 11,28-30)
Como cristianos bautizados, todos nosotros, independientemente de la edad, la cultura, las circunstancias de vida e incluso nuestra vida pasada, tenemos el reto de seguir las huellas de Cristo; si se quiere, la imitación de Cristo.
De todas las virtudes que Jesús predicó, practicó y vivió en grado sumo, la caridad ocupa el primer lugar. Sin embargo, la virtud de la humildad ocupa un lugar muy destacado en la vida de Cristo. La humildad debe ser una virtud que caracterice nuestro modelo de vida.
¿Qué es la humildad? La virtud de la humildad no es fácil de definir, y mucho menos de practicar. Una definición de trabajo para la humildad podría ser la siguiente: «Una persona humilde reconoce que todo el bien que ha hecho y que hará viene de Dios. Por el contrario, la persona humilde reconoce que todo el mal que ha hecho es obra suya». Santa Teresa de Ávila llega a definir la humildad en una palabra: ¡Verdad! ¡La humildad es la verdad de lo que somos, de lo que hacemos y de lo que Dios ve en nosotros! Santa Teresa de Ávila nos recordará que la humildad es caminar en la verdad.
San Agustín, el Doctor de la Gracia citado en el Catecismo de la Iglesia Católica, dice lo siguiente sobre la humildad «Si me conociera a mí mismo, te conocería a ti, Señor. Sólo cuando el ser humano reconozca su naturaleza caida, se convertirá en receptor dispuesto, alegre y agradecido de la Buena Noticia». (CCC # 2540)
Incluso la más grande de la creación de Dios, la Santísima Virgen María, dotada de tantas gracias, reconoció que todo lo que tenía era un puro don de Dios. En su Magnificat, María proclama: «Mi alma proclama la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador. El Todopoderoso ha hecho grandes cosas por mí y su nombre es santo….» (Lc 1,47.49) María atribuye todo el bien que tiene y ha hecho a la bondad de Dios mismo.
Por lo tanto, dado que la virtud de la humildad tiene efectos tan poderosos en las personas que la abrazan y la practican, así como en las que están en contacto con quienes son verdaderamente humildes de corazón, expongamos las formas en que podemos alcanzar la virtud de la humildad.
HOJA DE RUTA Y SEÑALIZACIÓN DE LA VIRTUD DE LA HUMILDAD…
1. PEDIR LA GRACIA.
San Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales nos invita constantemente a imitar a los mendigos. Es decir: pidamos la gracia para alcanzar la virtud de la humildad. El ciego Bartimeo pidió la vista; pidamos nosotros la humildad.
2. ACEPTAR LAS CORRECCIONES.
Aunque realmente vaya a contracorriente. A ninguno de nosotros nos gusta recibir correcciones, en teología llamadas correcciones fraternas, debido a nuestro orgullo inherente. Sin embargo, cuando Dios permite que alguien nos corrija, en lugar de erizarnos y ponernos a la defensiva, o incluso atacar a esa persona, debemos escuchar con humildad y esforzarnos por corregir dentro de nosotros lo que necesita ser corregido, y aceptar sumisamente a la persona que nos ha hecho la corrección. ¡Ouch!
3. DIRECCIÓN ESPIRITUAL.
Nadie puede dirigirse a sí mismo adecuadamente por la sencilla razón de que todos tenemos puntos ciegos. Por eso Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola y muchos otros santos insisten en el carácter indispensable de tener un director espiritual que nos allane el camino y nos ayude a atravesar los valles serpenteantes, las zarzas, los matorrales y los baches del camino al cielo. La humildad exige que sometamos nuestro juicio a alguien con más experiencia en la vida espiritual, es decir, a un buen director espiritual.
4. CONFESOR.
Algo relacionado con la Dirección Espiritual es el de tener un Confesor estable al que podamos desnudar nuestra conciencia y el estado de nuestra alma. También debemos someternos con humilde obediencia a los consejos de nuestro confesor. Estos son peldaños para crecer en humildad.
5. ACEPTAR LOS CONSEJOS.
Si nuestro propósito en la vida es tomar nuestras propias decisiones en todo momento y lugar, sin consultar a otros para obtener consejos frecuentes y útiles, entonces estamos preparando el camino para caer en muchas trampas y tal vez incluso en el precipicio. Aceptar el consejo de los demás no es fácil, pero a menudo es útil e incluso necesario para crecer en la verdad y la humildad.
6. ACEPTAR LAS HUMILLACIONES.
La mayoría de nosotros se estremecerá ante la mera idea de lo siguiente, pero es un medio seguro para crecer en humildad: aceptar humildemente las humillaciones cuando Dios permite que nos visiten. Vendrán, ¡no hay duda! Sin embargo, aceptarlas exige la gracia de Dios, así como nuestra aceptación de la gracia de Dios que viene con las humillaciones.
7. SERVICIO HUMILDE HACIA LOS DEMÁS.
En la Última Cena, Jesús no sólo sirvió a los Apóstoles, sino que también se arrodilló, se ciñó una toalla y les lavó humildemente los pies. Esta era la tarea de un esclavo en la época de Jesús. Una vez que nos pongamos no al frente, sino en la parte de atrás listos y dispuestos a servir a los demás, entonces habremos dado pasos agigantados en el avance de la virtud de la humildad.
8. LA TENTACIÓN DEL ORGULLO: RECORDAR NUESTROS FRACASOS PASADOS.
El diablo nunca se va de vacaciones y a menudo intentará hincharnos de orgullo. Un remedio muy eficaz cuando los vientos del orgullo azotan la puerta de nuestro corazón es recordar las muchas veces que hemos caído moralmente, que hemos pecado gravemente, y que Dios nos ha perdonado tan rápida y misericordiosamente. Cuando nos sintamos tentados a elevarnos en el orgullo, debemos recordar nuestra propia miseria moral y esto nos mantendrá en la humildad.
9. CONTEMPLAR LA VIDA DE CRISTO: NUESTRO CAMINO, VERDAD Y VIDA El Venerable Arzobispo Fulton J. Sheen ha predicado sobre la humildad de Cristo en tres aspectos diferentes de su Vida y Presencia. La vida de Cristo puede servirnos verdaderamente de modelo, pero sobre todo en el ámbito de la virtud de la humildad. A continuación se presentan los tres aspectos o dimensiones diferentes de la humildad en la Vida de Cristo.
a) LA ENCARNACIÓN. Con esto se quiere decir que Jesucristo, Hijo de Dios vivo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se hizo realmente hombre. Esto sí que fue una enorme humillación: el rebajamiento de sí mismo por amor a nosotros.
b) LA PASIÓN DE CRISTO. Sheen, con su típica elocuencia, predica sobre la asombrosa humildad de Cristo, manifestada con asombrosa claridad en todas las dimensiones de su Pasión: la agonía en el huerto, la flagelación en el pilar, la flagelación con espinas, la carga de la cruz, la amarga crucifixión, los insultos que le lanzaron en la cruz hasta su último aliento. Todos los aspectos y detalles de la Pasión de Jesús reflejaron la más profunda humildad.
c) LA PRESENCIA REAL DE JESÚS EN EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA Y EL SANTÍSIMO SACRAMENTO. Una manifestación de humildad aún más grande, extendida y universal, está relacionada con la PRESENCIA REAL de Jesús en el Santo Sacrificio de la Misa y el Santísimo Sacramento. Cuántas veces se ofrece la Misa los domingos y un gran número de católicos decide no acudir. Luego están los que asisten y no prestan atención a lo que sucede en la Misa. Peor aún, hay católicos que asisten a la Misa pero reciben la Sagrada Comunión indignamente en estado de pecado mortal. Finalmente, hay Iglesias, Capillas y Santuarios donde Jesús está verdaderamente presente en estos lugares sagrados pero nadie viene, ni siquiera para hacer una corta visita. Esto no sólo es doloroso para Jesús, sino también muy humillante. Jesús se somete voluntariamente a esta humillación por amor a nosotros, y como ejemplo para nosotros de la virtud de la humildad.
10. LA CONFESIÓN SACRAMENTAL FRECUENTE.
Por último, hay que mencionar que la práctica bien preparada y asidua de la confesión frecuente puede ser definitivamente un trampolín para lanzarnos al profundo océano de la humildad. Tener que examinar nuestra conciencia y reconocer nuestros pecados ya es suficientemente humillante. Sin embargo, acudir al sacerdote -cara a cara o detrás de la pantalla- y admitir nuestros fallos morales es duro. Pero, al mismo tiempo, es un camino seguro para crecer en humildad.
En conclusión, amigos en Jesús y María, la virtud de la humildad es indispensable en nuestro camino al Cielo. Ciertamente, en el infierno están Satanás, los demonios y todos los que murieron imbuidos de orgullo, el vicio opuesto a la virtud de la humildad. Mientras que en el Cielo sólo están los que abrazaron la humildad. En verdad, reconocieron la grandeza de Dios, su total dependencia de Dios y su gratitud a Dios por todas sus abundantes Gracias y Dones. Terminemos nuestro esfuerzo por la humildad meditando las palabras de San Pedro: «Revestíos de humildad unos con otros, porque Dios se opone a los soberbios, pero da la gracia a los humildes». (I Pedro: 5,5) ¡Que la Virgen, la humilde sierva del Señor, nos alcance un corazón verdaderamente humilde, un espíritu humilde y un estilo de vida humilde!