Martes de la IV semana del Tiempo ordinario
«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
MARTES 1 DE FEBRERO Mc 5,21-43 «Tomándola de la mano, le dijo: «Talitha cumi», que significa: «Niña, te digo que te levantes». Y al instante la niña se levantó y empezó a caminar (pues tenía doce años), y al instante quedaron asombrados.»
El hecho de que Jesús resucitara a esta niña de la muerte a la vida es un milagro dramático y asombroso. Dicho esto, un milagro mucho mayor es el del alma resucitada de la muerte del pecado mortal a la nueva vida en la gracia. ¿Cuántos de nosotros nos hemos detenido a considerar, y mucho menos a agradecer a Dios, las súper abundantes gracias que fluyen en nuestra alma a partir de una Confesión bien hecha y completa?
¡AGÁRRATE A LA MANO MISERICORDIOSA DE DIOS-25 FRUTOS DE LA CONFESIÓN! Por el P. Ed Broom, OMV
Como resultado del Pecado Original, todos nosotros, con la excepción de Jesús, y María por el privilegio de la Inmaculada Concepción, somos concebidos con el Pecado Original, cometemos pecados, y somos realmente pecadores.
San Agustín, que vivió como un esclavo del pecado, un esclavo de sus propias pasiones pecaminosas hasta sus 30 años, después de su conversión escribió y enseñó algunas de las más bellas y profundas reflexiones en la historia del mundo. De gran consuelo es la enseñanza de Agustín sobre el pecado de Adán y Eva, que denominó ¡Oh, feliz culpa! ¿Por qué, se preguntarán, el Pecado Original sería considerado una Feliz Culpa? Agustín nos enseña que, como resultado del Pecado Original, Dios trajo al mundo un bien mucho mayor. El bien mayor es la Encarnación del Hijo de Dios. El Padre Eterno, en su infinito amor, envió al mundo, y a cada uno de nosotros individualmente, a Jesús nacido de la Virgen María, para mostrarnos cómo vivir, pero sobre todo para morir en la cruz y resucitar de entre los muertos para darnos una nueva vida y vida en abundancia.
LA MISERICORDIA DE DIOS A TRAVÉS DE LA IGLESIA Y LA CONFESIÓN Antes de subir al cielo, Jesús nos aseguró que estaría con nosotros siempre, incluso hasta el fin del mundo. ¿Cómo? La respuesta es clara e inequívoca: a través de la Iglesia, y muy especialmente a través de los Sacramentos. Todos los Sacramentos comunican la gracia, pero cada uno de ellos comunica una gracia específica propia que lo diferencia de los otros seis Sacramentos. El Sacramento de la Confesión es el Sacramento de la misericordia y de la curación de Dios. Al cometer un pecado, nos herimos a nosotros mismos y a los demás. Al recibir dignamente el Sacramento de la Confesión, recibimos una profunda curación interior.
FRUTOS/EFECTOS DE UNA BUENA CONFESIÓN Hay mucho que se puede decir sobre el Sacramento de la Confesión. Sin embargo, el propósito de este ensayo es destacar los frutos o efectos positivos del Sacramento de la Confesión, también conocido como Penitencia, Perdón, así como Reconciliación.
NOTA IMPORTANTE: LA GRACIA DISPOSITIVA DEL SACRAMENTO Hay que decir que los Sacramentos son dones extraordinarios del Sagrado Corazón de Jesús. Los Sacramentos son depósitos infinitos de gracia. Sin embargo, la teología clásica nos enseña el concepto de Gracia Dispositiva; con esto se quiere decir que se recibe una abundancia de gracias o una cantidad ínfima de gracias en proporción directa a la disposición del corazón. Lo que significa que una mejor preparación, lleva a una mejor disposición del corazón, y a una recepción más fructífera con gracias más abundantes. En otras palabras, la recepción frívola, despreocupada y mediocre de los Sacramentos disminuye en gran medida las gracias que Dios quiere comunicar al alma. En efecto, una tarea espiritual digna y noble sería el deseo ardiente de recibir los Sacramentos con un corazón ferviente y bien dispuesto. ¡Que la Virgen nos ayude!
Pasemos ahora a enumerar las muchas gracias que se derivan de una recepción bien preparada, bien dispuesta y ferviente del Sacramento de la misericordia de Dios. En efecto, ¡¡¡agarrémonos a la Mano Misericordiosa de Dios!!!
1. RESTAURACIÓN DE LA GRACIA SANTIFICANTE. Si tuviéramos la desgracia de caer en pecado mortal, nunca debemos desesperar, sino lanzarnos al abrazo misericordioso del amor de Dios. Por el pecado mortal perdemos la gracia santificante en nuestra alma; una buena confesión restaura la gracia santificante en nuestra alma, es decir, la amistad con las tres Personas de la Santísima Trinidad.
2. AUMENTA LA GRACIA SANTIFICANTE. Si no hemos cometido pecado mortal, podemos recibir el Sacramento de la Confesión confesando nuestros pecados veniales. Al hacerlo, estamos aumentando, incrementando e intensificando la gracia santificante en nuestras almas. En efecto, morir en gracia santificante es nuestro pasaporte al cielo y a la vida eterna. ¡No deberíamos vagar sin rumbo sin este pasaporte!
3. HUMILDAD. En efecto, Dios ama a los humildes y rechaza a los soberbios de corazón. Confesar bien nuestros pecados en el Sacramento de la Confesión exige una cuota de humildad no pequeña. No nos gusta admitir nuestras debilidades, exponer nuestros trapos sucios y confesar que hemos fallado. La confesión vence el orgullo al practicar la humildad, tan agradable al Corazón de Dios, como rezamos en el Salmo 51,17… «Un corazón humilde y contrito, oh Dios, no lo despreciarás.»
4. EL AUTOCONOCIMIENTO. La Teología Espiritual, especialmente la ignaciana, insiste en el carácter indispensable del autoconocimiento. Los Padres del Desierto tienen un axioma de dos palabras: ¡CONOCETE A TI MISMO! Recurrir con frecuencia al sacramento de la Penitencia es una ayuda indispensable para conocer quiénes somos, tanto los nobles como los innobles, tanto los santos como los pecadores, tanto las luces como las sombras y las tinieblas que acechan en el interior de nuestra conciencia. La confesión nos señala quiénes somos realmente, y nos ayuda a dejar de racionalizar, justificar o incluso mentir sobre nuestra verdadera identidad.
5. COMPASIÓN HACIA LOS DEMÁS. La confesión también sirve inmensamente en nuestra
actitud hacia los demás. Un fruto positivo de la confesión es que reconocemos lo mucho que podemos caer, lo pecadores que somos. Esto sirve como plataforma para ayudarnos a no despreciar y condenar a los demás; en otras palabras, nos ayuda a ser más compasivos con los demás. Jesús dijo: «Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso». (Lc. 6:36)
6. SER MÁS CUIDADOSOS Y VIGILANTES. Junto con el fruto del autoconocimiento viene una actitud de velar por nosotros mismos, estar atentos, para no resbalar y caer en las mismas trampas del pecado. Jesús dijo: «Velad y orad; porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil». (Mt. 26:41)
7. EL PODER DE LA SANGRE DEL CORDERO DE DIOS La reserva infinita de gracias que brota del Sagrado Corazón traspasado de Jesús se aplica al pecador penitente. Aunque invisible, de manera mística pero muy real el alma del pecador arrepentido es purificada por la Sangre Preciosa del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.
8. EFECTO LIMPIADOR. El pecado mancha o ensucia nuestra mente, corazón, alma y conciencia. Por el contrario, la Confesión nos limpia. Como señala el profeta Isaías «Aunque vuestros pecados sean negros, yo los haré blancos como la nieve». (Is. 1:18) ¡Lo que una buena ducha, el jabón y el champú hacen al cuerpo sucio, lo hace el Sacramento de la Confesión al alma sucia!
9. LA PAZ INTERIOR DEL ALMA. Todos sabemos por experiencia que uno de los efectos nocivos del pecado es que roba a nuestra vida espiritual la paz, una paz que todos anhelamos tan ardientemente. La confesión nos devuelve esa paz. Al despedir al penitente, el sacerdote suele decir: «El Señor Jesús ha perdonado todos tus pecados; ¡vete ahora en PAZ!». Que todos nosotros seamos un SHALOM viviente y respirante: ¡la paz sea contigo!
10. ALEGRÍA: ALÉGRATE EN EL SEÑOR. Otro efecto venenoso del pecado en nuestras vidas es que amortigua y muchas veces destruye nuestra alegría. San Pablo nos manda: «Alegraos en el Señor; lo repito, alegraos en el Señor». (Flp 4,4) A menudo, al salir del confesionario, se puede ver una alegría radiante en los rostros de los pecadores perdonados. La parábola del hijo pródigo es la historia de la alegría del hijo arrepentido que vuelve a casa al abrazo amoroso del Padre. (Lc. 15: 11-32) El hijo estaba dispuesto a agarrarse a la Mano Misericordiosa del Padre.
11. ALIGERAMIENTO DE LA CARGA. Otro peligro de vivir en pecado es que la carga increíblemente pesada del pecado nos agobia. Confesar nuestros pecados al sacerdote que representa a Jesús, Nuestro Salvador, nos libera del peso del pecado en nuestra mente, corazón y alma. Jesús nos recuerda: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga es ligera. (Mt. 11:28-30)
12. VIVIR EL MISTERIO PASCUAL Al recibir el Sacramento de la Reconciliación con una buena disposición, vivimos lo que se llama El Misterio Pascual— la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús. Con esto queremos decir que, al confesar y tener arrepentimiento de nuestros pecados, realmente morimos al pecado y resucitamos de la tumba para comenzar una nueva vida.
13. LA EXPERIENCIA DE LÁZARO. (Jn. 11:43-44) Lázaro estaba muerto y enterrado, y en la tumba durante cuatro días. Jesús se acercó, les dijo que quitaran la piedra, y luego con una fuerte voz gritó: «¡Lázaro, sal!» El muerto se levantó y salió de la tumba, ¡plenamente vivo, totalmente restaurado a la vida! Jesús es la Resurrección y tiene las llaves de la vida eterna. Al hacer una buena confesión, salimos de la tumba de nuestra vida pecaminosa y caminamos en la vida y la luz del Señor Jesús resucitado, ¡Aleluya!
14. SUPERAR LA DEPRESIÓN. Muchos sufren hoy de depresión aguda. Nos atreveríamos a afirmar que, en muchos casos, esta depresión aguda está en proporción directa a que el individuo está sumergido en el fango del pecado. Al poder descargar todos nuestros pecados y culpas en una buena confesión sacramental, la depresión suele disiparse como la bruma de la madrugada expuesta al sol.
15. LIBERTAD DE LA CULPA. Muchos viven hoy en día con una conciencia culpable y esto puede ser una verdadera tortura. Shakespeare destaca este punto en Macbeth. Como resultado de la participación en el asesinato, Lady Macbeth siente constantemente la necesidad de lavarse las manos, deseando realmente liberarse del derramamiento de sangre en su conciencia. En este contexto, Shakespeare dice: «La conciencia nos hace cobardes a todos». En efecto, ¡qué infierno en la tierra es vivir con una conciencia sucia y acusadora! Una buena confesión nos libera de esta culpa.
16. LIBERTAD DE LA ESCLAVITUD. Jesús dice que el diablo es un mentiroso y un asesino desde el principio. (Jn. 8:44) ¡Jesús también dice que el pecado es ESCLAVITUD! ¡¡¡Jesús vino a liberar a los cautivos!!! ¿Libre de qué? ¡Jesús (que significa Salvador) vino a salvarnos, a liberarnos, a librarnos de la esclavitud causada por el pecado! ¡Una buena confesión rompe las cadenas y los grilletes que nos han mantenido atados como prisioneros!
17. PUREZA DE VIDA, PUREZA DE CONCIENCIA, PUREZA DE ALMA Una de las ocho bienaventuranzas enseñadas por Jesús es la siguiente: «Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios». (Mt. 5:8) El pecado es impureza, en una u otra forma. La confesión purifica la ventana interior de nuestra alma. Como tal, podemos ver a Dios en esta vida a través de la oración contemplativa, y lo veremos para siempre en la Visión Beatífica en el cielo.
18. COMUNIONES MÁS FERVIENTES, PURAS Y EFICACES. Relacionada con la pureza recibida a través de la Confesión está la de una recepción más fecunda y eficaz de la Sagrada Comunión. Si quieres, sigue esta analogía. Una vez que el cristal de una ventana sucia se rocía con Windex y se limpia, la luz del sol puede inundar la habitación mucho más plenamente. Del mismo modo, cuanto más pura es el alma, más abundantes son las gracias que pueden inundar el alma en la recepción de la Sagrada Comunión. Las buenas confesiones nos ayudan a hacer mejores comuniones.
19. DESTRUIR LOS MALOS HÁBITOS. Un mal hábito lo llamamos vicio; un buen hábito lo llamamos virtud. En efecto, es imposible que con nuestros propios recursos naturales superemos los malos hábitos, los vicios y el pecado en nuestra vida. Sólo Dios puede hacerlo. El camino más eficaz es el de las confesiones frecuentes y bien preparadas.
20. LAS VIRTUDES ESTABLECIDAS. Por supuesto que lo contrario de un vicio es una virtud. Las buenas confesiones pueden convertirnos de individuos pecadores, mezquinos y viciosos en personas bondadosas, santas y virtuosas en el Camino de la Santidad.
21. ¡VENCE AL DIABLO! El diablo quiere que cometamos pecados, que vivamos en pecado y que muramos en estado de pecado para que estemos bajo su dominio para siempre en el infierno. Una buena confesión es en realidad más poderosa que un exorcismo. Un exorcismo es un mero sacramental; la confesión ¡es un Sacramento-un poderoso encuentro con Jesús que nos sana y nos salva!
22. LA CONFESIÓN ES UNA MEDICINA PARA EL ALMA. La gracia específica del Sacramento de la Confesión es que cura al alma de su enfermedad contraída por el pecado. Jesús es conocido como el Médico Divino. El sacerdote en el confesionario representa a Jesús como el Médico Divino.
23. MEDICINA PREVENTIVA. Los médicos insisten en la importancia de la medicina preventiva: vacunarse contra la gripe, hacerse revisiones frecuentes, hacerse análisis de sangre. En una palabra, todo esto puede servir para prevenir enfermedades graves, o incluso enfermedades leves. Del mismo modo, la práctica de la confesión frecuente no sólo puede servir como medicina curativa, sino también como lo que podría llamarse medicina preventiva. Más vale prevenir una enfermedad que curarla; más vale prevenir un patrón de pecado que trabajar para superarlo.
24. ¡¡¡VIVIR LA METANOIA!!! La primera predicación de Jesús en su vida pública fue la de la conversión: «Convertíos porque el Reino de Dios está cerca». (Mc. 1,15) ¡Si realmente queremos vivir una verdadera conversión del corazón, una verdadera conversión de la vida, la Confesión es indispensable! El tercer Misterio Luminoso es el Anuncio del Reino y la Llamada a la Conversión. ¡El Papa San Juan Pablo II relaciona este Misterio con la llamada a la recepción de la Confesión como medio eficaz de conversión!
25. REGOCIJO DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA. Una nota mariana: uno de los muchos títulos de María es el de Nuestra Señora de la Misericordia. El Papa San Juan Pablo II afirmó que los Santuarios Marianos -Lourdes, Fátima, Guadalupe- son clínicas espirituales. Esto significa: son hospitales espirituales donde los enfermos espirituales pueden recibir misericordia, curación y fuerza. La Virgen se alegra cada vez que alguien entra y sale del confesionario.
En conclusión, hemos destacado una lista de 25 efectos o frutos positivos de la digna recepción del Sacramento de la Infinita Misericordia de Dios, que llamamos Sacramento de la Confesión. Dios te ha tendido su mano amorosa y misericordiosa. ¿Por qué no te agarras a ella, por qué no te agarras a la mano de tu Padre Misericordioso y haces una buena confesión ahora mismo?