Jueves de la cuarta semana de Adviento
«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
JUEVES, 23 de diciembre Lc. 1, 57-66 «Todos los que oían estas cosas las tomaban a pecho, diciendo: «¿Qué será, pues, este niño?». Porque ciertamente la mano del Señor estaba con él».
No podemos celebrar la venida de Cristo en Navidad sin reconocer al heraldo que preparó el camino del Señor, y las lecciones que tiene que enseñarnos.
¡SAN JUAN BAUTISTA SEÑALA EL CAMINO A CRISTO! ¡¡UN EJEMPLO GLORIOSO DIGNO DE IMITAR!! Por el P. Ed Broom, OMV
«Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Preparad el camino al Señor'». De nuevo: «No soy el Cristo, ni Elías, ni el Gran Profeta». Luego: «Él debe crecer, y yo disminuir». Y: «Ni siquiera soy digno de desatar las correas de sus sandalias». Todas estas expresiones resuenan de la voz y el corazón de la misma persona: ¡SAN JUAN EL BAUTISTA! Hablando de esta persona, Jesús lo exalta a un grado sublime: «De todos los hombres nacidos de mujer, ninguno es más grande que Juan el Bautista».
Las lecciones que el gran San Juan Bautista puede enseñarnos son muchas. Estas lecciones de virtud pueden fácilmente motivarnos a todos nosotros, en este preciso momento, a abandonar una vida de pecado o de mediocridad y a perseguir una vida de virtud heroica, a perseguir una vida de gran santidad. El capítulo V de la Constitución Dogmática del Vaticano II Lumen Gentium nos manda a la santidad de vida. Este capítulo es la llamada universal a la santidad. Jesús lo expresó de manera sucinta e inequívoca «Sed santos como vuestro Padre celestial es santo». (Mt 5,48)
Por tanto, aprendamos de la persona del gran San Juan Bautista a abandonar una vida de tibieza y apatía y dejemos que el fuego del Espíritu Santo, y el ejemplo y las oraciones de San Juan Bautista, enciendan en nosotros una llama ardiente.
1. MARÍA Y SAN JUAN BAUTISTA.
Existe una íntima conexión y un vínculo de santidad entre María y San Juan Bautista. María visitó a Juan cuando aún estaba en el vientre de su madre, Santa Isabel. La palabra de María, y la presencia silenciosa de Jesús en su vientre, hizo que Juan el Bautista saltara de alegría en el vientre de su madre y se llenara del Espíritu Santo, dando lugar a su santificación. La presencia y la palabra de la Virgen también pueden santificar a todos y cada uno de nosotros.
2. EL SANTO PRO-VIDA.
En un mundo caracterizado por la pérdida de respeto a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, es digno de mención el hecho de que los padres de Juan lo acogieran en su vejez. Más allá de la edad normal de maternidad, Isabel dijo SÍ a la vida y trajo al mundo a San Juan Bautista. Todo niño en el seno materno es precioso y un verdadero regalo de Dios, dotado de una misión especial.
3. EXPERIENCIA EN EL DESIERTO.
San Juan Bautista no se lanzó de inmediato a una actividad desenfrenada, como tampoco lo hizo Jesús. Jesús pasó sus años de formación en la familia de Nazaret. Según la tradición, San Juan Bautista pasó largos años en el desierto preparándose para su gran misión. Fue llamado a preparar el camino del Señor, pero primero tuvo que prepararse a sí mismo. ¡Qué importante es la lección del Bautista para nosotros! Para ser apóstoles de éxito debemos prepararnos mediante la oración, la penitencia y la autodisciplina. ¡Cuanto más exacta y exigente sea la preparación, más abundantes serán los frutos apostólicos!
4. SILENCIO.
En el desierto, lejos del ruido y del estrépito, y de la cacofonía de las protestas estridentes, el Bautista se instaló en el silencio, propicio para escuchar atentamente la Palabra de Dios. Qué lección tan poderosa. El Papa Benedicto XVI, hablando a los seminaristas en Nueva York, comentó lo difícil que es hoy escuchar la voz del Señor por la realidad de estar bombardeados por tantos ruidos ajenos. ¡Que San Juan Bautista nos ayude a valorar el silencio! «Habla, Señor, que tu siervo te escucha». (1 Sam 3,10)
5. PENITENCIA.
Para elevarse a las alturas en la vida espiritual como un águila, necesitamos dos alas: las de la oración y las de la penitencia. En un mundo impregnado de hedonismo, sensualidad, glotonería, borracheras y filosofía del placer, el estilo de vida del Bautista es un signo contrario y muy contracultural. ¡Nada de cenas elegantes y gourmet para el Bautista! Todo lo contrario, su alimentación era de langostas y miel silvestre, alimentándose de los dones gratuitos de la naturaleza de Dios.
6. UN ESTILO DE VIDA SENCILLO Y FRUGAL.
Cuánto tiempo, energía y dinero se desperdicia en compras lujosas y en lo relacionado con el vestuario. San Juan Bautista nos desafía a mirar en profundidad nuestro propio comprar y tener con respecto a nuestro guardarropa y vestimenta. ¿Cómo se vestía el Bautista? Muy sencillo: se ponía una prenda de piel de camello y llevaba un cinturón de cuero alrededor de la cintura. ¡No tenía necesidad de un armario para guardar la ropa extra! Examinemos nuestro vestuario y nuestras compras desde la perspectiva del Bautista.
7. SU ESTILO Y MÉTODO DE PREDICACIÓN
El estilo de predicación del Bautista y su mensaje eran simples, directos y al grano. No tenía pelos en la lengua ni desperdiciaba palabras. La esencia misma de su predicación se podría resumir en una simple palabra: ¡¡¡CONVERSIÓN!!! Muy similar a la primera predicación de Jesús: «Convertíos, el Reino de Dios está cerca». (Mc 1,15)
8. SUS DISCÍPULOS.
Una nota muy interesante es la de sus discípulos cercanos; ¿quiénes eran? En realidad, algunos de los Apóstoles que Jesús eligió ya estaban siendo formados y enseñados por San Juan Bautista. Entre ellos estaban San Juan Evangelista, así como San Andrés. Juan el Bautista señaló a Jesús y dijo: «El Cordero de Dios que quita los pecados del mundo». Al oír esto, Juan y Andrés dejaron al Bautista para seguir a Jesús. (Jn 1, 20. 36-38) ¡Qué profunda humildad en el Bautista, al permitir que sus discípulos y amigos le dejaran para poder seguir en compañía de Jesús! El Bautista se consideraba a sí mismo un mero signo, que preparaba el camino y señalaba a Jesús. ¡Qué ejemplo para nosotros!
9. SU MISIÓN.
San Juan Bautista no tuvo ninguna crisis de identidad. Sabía con toda claridad quién era, dónde estaba llamado a estar y en qué consistía exactamente su misión. Los bautismos. En la última parte de su vida, fue llamado al río Jordán donde convocaría a la gente a una vida de conversión y luego los bautizaría. Un momento culminante de su vida es cuando Jesús entra en escena en el río Jordán y pide ser bautizado por Juan el Bautista. A pesar de sus sentimientos de indignidad, el Bautista se somete humildemente a la petición de Jesús y bautiza al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. En este momento se manifiesta el profundo misterio de la Santísima Trinidad. Se oye la voz de Dios Padre, Jesús entra en las aguas santificando así todas las futuras aguas utilizadas para bautizar, y el Espíritu Santo se manifiesta en presencia de la Paloma.
10. SU GLORIOSO GRAN FINAL
El gran final de la vida de SAN JUAN BAUTISTA fue su gloriosa muerte. Fue martirizado. La razón principal de la muerte gloriosa de San Juan Bautista fue su valentía al denunciar públicamente las acciones adúlteras, incestuosas y escandalosas del rey Herodes. El cobarde y malvado rey había tomado la esposa de su hermano, Felipe, y la había hecho suya. El Reino enmudeció, pero no Juan el Bautista. Levantó una voz clarificadora de denuncia: «¡No está bien que vivas con ella!» (Mt 14,4) Por ello, Juan fue encarcelado. Con motivo del cumpleaños del malvado rey y de un baile lascivo de su hijastra, Herodes hizo la imprudente promesa de dar a la muchacha todo lo que pidiera. Su madre, llena de odio hacia Juan, le dijo rápidamente a su hija que pidiera la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja. El rey Herodes envió verdugos a la prisión y Juan fue decapitado. Este gran santo murió por defender el carácter indisoluble del Santo Matrimonio y el mal del divorcio y el adulterio. Perdió su vida física, pero ganó el Cielo para toda la eternidad.
Su concepción milagrosa, su preparación orante y penitencial en el desierto, y una vida dedicada a llamar al arrepentimiento y a la conversión de la vida, que finalmente desembocó en la gloriosa muerte de San Juan Bautista, pueden servir espléndidamente de modelo para todos los que anhelamos una vida de auténtica santidad. Que deseemos ardientemente vivir sus virtudes: la oración, la penitencia, el silencio, la humildad, el desprendimiento, la misión, el amor a Jesús, el amor a la verdad y la valentía imperturbable para afrontar el mal y el engaño con la voluntad de morir por la verdad, si el Señor nos concede la gracia. ¡Gran y Glorioso San Juan Bautista, ruega por nosotros!