Jueves de la primera semana de Adviento
«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
JUEVES, 2 de diciembre Mt 7,21.24-27 «Jesús dijo a sus discípulos: ‘No todo el que me diga: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los cielos, sino sólo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos'».
Jesús continúa diciendo: «Todo el que escuche estas palabras mías y las ponga en práctica será como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.» ¡Esto es Principio y Fundamento en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola! Siempre es bueno volver al principio, al punto del que partimos, y recordar quién nos creó, por qué estamos aquí y nuestro destino eterno.
LA CREACIÓN: ¡Una hermosa escalera hacia Dios! por el P. Ed Broom, OMV
Después de llegar a la aguda conciencia de la gloria, grandeza y amor de Dios como Creador en mi propia persona, tomamos otro aspecto para elevar todo nuestro ser y ALABAR A DIOS a través de la CREACIÓN.
Nunca debemos olvidar nuestro destino y nuestra dignidad que fluyen de la amorosa bondad y la abundante misericordia de Dios. Fuiste creado a imagen y semejanza de Dios. Luego, como resultado de la infinita bondad de Dios, Él te dotó de uno de los mayores regalos: el Sacramento del Santo Bautismo. A partir de él, entraste en una profunda e íntima unión con la Familia Trinitaria: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En verdad, eres amado infinitamente por Dios. En el Misterio de la Trinidad y en tu vida personal de gracia, Dios es tu Padre Amoroso, Jesús es tu Hermano Mayor y el mejor de los amigos, y el Espíritu Santo es el Dulce Huésped de tu alma. ¡Qué bueno es Dios y cómo debería rebosar de gratitud tu corazón!
Ahora daremos un giro y elevaremos nuestras mentes, corazones y almas a Dios a través de la contemplación de la belleza de la Creación. Todo lo que es noble, puro, bello y digno de alabanza emana de Dios. Para ser claros, ¡la creación no es Dios! Este sería el error del panteísmo. Más bien, ¡la belleza de toda la creación apunta a Dios, que es el Autor de toda la belleza creada! Después de leer el capítulo 1 del Génesis y el capítulo 3 de Daniel, ofreceremos como estímulo para tu meditación algunos tesoros de la creación de Dios como trampolín para una profunda oración de desbordante gratitud a Dios, nuestro amoroso Creador. Con el salmista aclamamos: «Dad gracias al Señor porque es bueno; su misericordia es eterna». (Sal 136,1)
MEDITACIÓN: LEER el capítulo 1 del Génesis / el capítulo 3 de Daniel (Asegúrate de tener una Biblia católica: el capítulo 3 de Daniel tiene 100 versículos).
UNA PREGUNTA IMPORTANTE: En toda la hermosa creación de Dios, ¿qué adorno u
obra maestra te cautiva más y te lleva más profundamente a la oración contemplativa y a la unión con Dios? Mientras lees y reflexionas sobre las diferentes manifestaciones de la belleza de Dios en la creación, ten presente esta pregunta.
1. EL SOL. Qué fácil es contemplar el sol y que tu mente se eleve a Dios por medio de símbolos, alusiones y referencias. Jesús es la Luz del mundo; Jesús es el «Sol de Dios». El sol se eleva en lo alto, igual que la Hostia consagrada se eleva en las manos del sacerdote católico. El sol es circular, y la Hostia Consagrada también lo es. Por medio de sus propiedades, el sol transmite tanto la luz como el calor. Lo mismo hace el Espíritu Santo, como vemos en Pentecostés cuando descendió en Lenguas de Fuego sobre las cabezas de los Apóstoles. Jesús desea que Su Presencia Real en la Eucaristía te llene de la Luz de la verdad y del Fuego del amor ardiente. Jesús dijo: «He venido a echar fuego en la tierra, y no estaré tranquilo hasta que ese fuego se encienda». (Lc 12, 49) Además, el sol naciente simboliza a Jesús que resucitó de entre los muertos para darnos vida y vida en abundancia.
2. LAS ESTRELLAS. Un escritor moderno describe el cielo nocturno con su diversidad y esplendor de estrellas como una imagen del cielo. Así, las estrellas en una amplia gama con diversos grados de luz, algunas más brillantes que otras, simbolizan los diversos santos en el firmamento del cielo. Por eso, al levantar la mirada hacia el cielo nocturno, símbolo del cielo y de los habitantes del cielo, los santos, quizá te sientas movido a abrir tu corazón y hablar con los santos. Si alguna vez hubo una verdadera y enorme multitud de amigos auténticos, éstos son los santos. Ellos anhelan escuchar tus oraciones; anhelan hablar contigo; anhelan interceder por ti ante el trono del Dios Todopoderoso. Acude a tus amigos: acude a las estrellas del cielo, a los santos. ¿Quiénes son tus santos favoritos para hablar con ellos, imitarlos y acudir a ellos con tus peticiones de oración? Por cierto, a San Ignacio de Loyola le encantaba salir a la terraza cuando vivía en Roma y contemplar las estrellas en su majestuosa belleza. Podía pasar largos ratos llegando a Dios a través de la belleza de la creación: ¡el cielo nocturno estrellado!
3. PODEROSAS Y MAJESTUOSAS OLAS DEL OCÉANO. Tal vez te sientas cautivado por otra obra maestra de la mano creadora de Dios: el océano, con sus olas y su inmensidad. De pie en la orilla del mar o caminando por la orilla cerca de las olas, puedes contemplar las enormes, poderosas y majestuosas olas que golpean con fuerza la orilla, para luego volver a las profundidades. Si el tiempo lo permite, podrías pasar horas simplemente contemplando las interminables olas y su enormidad. Una vez más, es Dios quien creó el océano y todas sus propiedades. Dos de los atributos de Dios saltan a la vista cuando las olas se acercan y se alejan de nuevo: La omnipotencia de Dios y la eternidad de Dios. ¿Cómo? Una ola poderosa, como la de un tsunami, puede engullir una ciudad entera y a las personas que la habitan. En efecto, Dios es todopoderoso. Además, no importa cuántas horas, días o años pases caminando por la orilla del mar, las olas seguirán llegando, rompiendo y luego retrocediendo. ¿No apunta esto a la realidad de que Dios es Eterno? Dios no tiene principio ni fin. Nuestra Señora de Fátima dijo que si meditáramos en la realidad de la eternidad,
¡nos convertiríamos en poco tiempo!
4. ROCA SÓLIDA Y ARENA. Al final del Sermón de la Montaña, Jesús nos deja un contraste conmovedor: el de la casa construida sobre roca y la casa construida sobre arena. (Mt 7, 24-27) Cuando se desata la tormenta, llueve a cántaros y los vientos se vuelven feroces, la casa construida sobre la arena se derrumba y queda sumergida bajo las aguas, totalmente destruida. Todo lo contrario que la casa construida sobre roca sólida. A pesar de las inclemencias del tiempo que asaltan a la casa construida sobre roca sólida, ésta se mantiene estable y firme, ¡incluso cuando las tormentas son más violentas y los vientos más furiosos! Esta imagen de la naturaleza puede inducirte a realizar un serio examen de conciencia de tu propia vida espiritual. Está tu vida construida sobre la Roca que es Jesús el Señor o sobre meros sentimientos y emociones transitorias y efímeras?
5. CIELO AZUL: MANTO DE MARÍA. Alguna vez has levantado tu mirada al cielo, al firmamento y te has encontrado casi hipnotizado por el profundo y penetrante ¡¡¡AZUL DEL CIELO!!! Posiblemente este cielo azul que parece cubrirte, arroparte, abrazarte, sea el manto de la Santísima Virgen María. ¡Qué gracia mística: identificar el cielo azul con el manto azul de María y experimentar su amor y protección maternal!
6. LAS GOTAS DE LLUVIA SIGUEN CAYENDO DEL CIELO Al señalar estos diversos aspectos de la naturaleza, nuestro propósito es ayudarte a conectar con la realidad de Dios como Creador. Todo lo que Dios ha creado es hermoso. Por lo tanto, la creación debería elevar nuestras mentes, corazones y almas al Dios de toda belleza. Las gotas de lluvia pueden ser vistas como las lágrimas de Jesús y María debido a la indiferencia de muchos hacia el amor que Jesús y María les tienen, así como a la inmensidad de pecados que se cometen diariamente en todo el mundo. Esto puede moverte con el deseo de consolar los Corazones de Jesús y María y hacer oraciones de reparación.
7. NUBES BLANCAS Y NIEVE BLANCA. Pueden señalar fácilmente la pureza absoluta del Corazón Inmaculado de María y del Sagrado Corazón de Jesús, y el reto de esforzarse por abrazar una vida de pureza en un mundo que ha perdido totalmente el aprecio por esta virtud. «Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios». (Mt 5, 8)
8. LA ROSA ROJA Mucho se puede decir sobre la presencia y la belleza de las flores, muy especialmente de la rosa. El poeta Dante retrata a la Santísima Virgen María en La Divina Comedia como la Rosa Mística. Sin embargo, hay otras interpretaciones simbólicas de la rosa y una muy elocuente es ver la rosa como símbolo del Misterio Pascual: la Pasión, muerte y Resurrección del Señor Jesucristo. ¿Por qué? Antes del florecimiento de la hermosa y fragante rosa roja viene la espina. El P. Fulton Sheen expresa el concepto con esta profundidad y elocuencia: «Sin el Viernes Santo, no hay Domingo de Resurrección». Así sucede en la naturaleza con respecto a la rosa roja: primero viene la espina y la agudeza del dolor, luego la hermosa y floreciente fragancia roja y celestial de la rosa, ¡la flor de la primavera!
9. LA ESTACIÓN DEL FOLLAJE DE NUEVA INGLATERRA Y EL HERMOSO ARCO IRIS EN EL CIELO Dios podría haber creado el mundo en blanco y negro, pero prefirió crear colores. ¡Considera la impresionante y dramática explosión de colores que pintan las hojas en el otoño de Nueva Inglaterra! O mira hacia arriba y contempla la belleza del arco iris que abarca el cielo cuando el sol se abre paso después de una violenta tormenta. San Ignacio nos recuerda que las tormentas de desolación pasarán si somos fieles a la oración, y entonces el sol brillará y el arco iris iluminará nuestro camino.
10. TODA LA BELLEZA DE LA CREACIÓN. Toda la belleza de la creación, en su variedad, inmensidad y majestuosidad, señala con el dedo al Autor de toda la creación y al Autor de toda la belleza, que es DIOS. Como nos recuerda el salmista «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el cielo proclama la obra de sus manos». (Sal 19, 1) ¡Que seas cada vez más consciente de la presencia permanente de Dios en tu vida! En palabras del poeta griego citado por San Pablo: «En Él vivimos, nos movemos y existimos». (Hch 17, 28)