Solemnidad de Todos los santos
«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
Lunes, 1 de noviembre Mt. 5,1-12a SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS Jesús dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas». La segunda es ésta: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
No hay manera más segura y eficaz de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas, que participando activa, consciente y plenamente en el Santo Sacrificio de la Misa, todos los días, si es humanamente posible.
Y al poner a nuestro prójimo y sus necesidades en el altar de la Santa Misa, ¡también los estamos amando y sirviendo!
GRACIAS EXTRAORDINARIAS QUE FLUYEN DE LA MISA por el P. Ed Broom, OMV
¿Por qué es que montones de católicos están huyendo de la Iglesia Católica como ratas que escapan de un barco que se hunde? ¿Por qué es que el grupo religioso más grande en los Estados Unidos, México, Filipinas y Europa son los católicos no practicantes? ¿Por qué hay tantos católicos enfadados, descontentos y desilusionados con la Iglesia a la que pertenecen? Se pueden ofrecer enormes razones para la pérdida de muchos católicos que solían practicar su fe, muchos de los cuales fueron bautizados, confirmados y casados en la Iglesia. Muchas de las razones dadas tienen una explicación válida hasta cierto punto.
Sin embargo, hay que afirmar con toda sinceridad que una de las principales razones, si no la principal, debe ser la falta de comprensión, creencia y fe en la realidad del Santo Sacrificio de la Misa. Muchos han olvidado lo que es la Santa Misa. Muchos no creen en la Presencia Real de la Eucaristía una vez consagrada la hostia. Más aún, hay muchos que nunca creyeron en primer lugar debido a una catequesis débil, diluida, aguada o errónea, y especialmente en la explicación de la Santa Misa, la Eucaristía y la Santa Comunión.
En este breve ensayo quisiéramos motivar a los católicos que creen en la Santa Misa y en la Eucaristía a fortificar y reforzar aún más su fe. Además, queremos invitar a los que se han alejado a que vuelvan; nunca es demasiado tarde, y el Padre amoroso que encontramos en la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32) siempre tiene los brazos abiertos para recibir a sus hijos e hijas errantes.
Para abrir el apetito, expondremos brevemente sólo algunas de las extraordinarias gracias que se desprenden de la celebración del Santo Sacrificio de la Misa para motivar a todos a amar la Santa Misa, y a participar más activa, consciente y plenamente. Además, invitamos a todos a convertirse en ardientes y fervientes Apóstoles de la Misa. Os animamos a invitar a las muchas ovejas errantes y perdidas a volver a los brazos del amoroso Buen Pastor.
De hecho, si realmente comprendiéramos, aunque sea en un grado limitado, lo que sucede en la Santa Misa, pondríamos la Santa Misa en el centro mismo de nuestras vidas, el corazón de nuestro día, nuestra razón de ser, es decir, la razón de nuestra existencia. Y como consecuencia, vendríamos a Misa
todos los días hasta que Dios nos llame desde el tiempo a la vida eterna.
Lo que sigue son breves notas, ideas o conceptos de lo que realmente sucede cada vez que se celebra el Santo
Sacrificio de la Misa, aunque lo celebre algún sacerdote anónimo en algún país desamparado, celebrando la Misa aunque esté solo. En verdad, cada Misa celebrada tiene un valorLa acción más grande que la persona humana puede hacer en este lado de la eternidad es asistir a la Santa Misa y recibir a Jesús en la Eucaristía en estado de gracia.
GRACIAS QUE EMANAN DEL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA
1. LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS Jesús expresó en términos claros e inequívocos que nuestra salvación depende de la Eucaristía, el Pan de Vida. Las palabras de Jesús son indiscutibles: «Yo soy el Pan de Vida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día». (Jn 6: 35, 54 – Discurso del Pan de Vida)
2. LAS ALMAS DEL PURGATORIO SON PURIFICADAS. Sin duda, el medio más eficaz por el que las almas del Purgatorio pueden ser purificadas de los efectos residuales de sus pecados veniales y mortales que no han sido expiados (expiados) suficientemente, es a través del Santo Sacrificio de la Misa.
3. LAS ALMAS DEL PURGATORIO TOTALMENTE LIBERADAS – ACCESO AL CIELO. Como continuación del concepto anterior, la Misa y la Sagrada Comunión ofrecidas específicamente por el alma o las almas del Purgatorio pueden catapultarlas al Cielo para estar con el Señor por toda la eternidad. Lástima que muchas personas recen y ofrezcan oraciones, sacrificios y misas por las almas del purgatorio sólo en el mes de noviembre.
4. EL CALVARIO SE RENUEVA Y SE REVIVE Qué difícil es comprender la relación entre el Santo Sacrificio de la Misa y el Sacrificio que Jesús ofreció de sí mismo en el Calvario aquel primer Viernes Santo. Sin embargo, ¡es una realidad! ¡En cada Misa, el Señor Jesús crucificado se ofrece a Dios Padre como Víctima inmaculada para la salvación del mundo!
5. . LOS PECADOS VENIALES PUEDEN SER PURIFICADOS EN EL CONTEXTO DE LA SANTA MISA. Es un grave error, a menudo cometido por muchos, privarse de la recepción de la Sagrada Comunión porque se es consciente de haber cometido pecados veniales, y sólo pecados veniales. Por el contrario, en el Rito Penitencial, al comienzo de la Misa, se pide perdón por los pecados veniales, y éstos son perdonados mediante el rezo orante y contrito del Confiteor. Al final del Acto Penitencial el sacerdote imparte la absolución de los pecados venialota: Los pecados mortales tienen que ser confesados al sacerdote antes de recibir la Sagrada Comunión).
6. FUEGO QUE QUEMA LA BASIRA/LA PAJA. En el momento de recibir la Sagrada Comunión, la mera recepción de la misma puede ser comparada con el fuego que quema la escoria, la basura, la maleza o la paja. El amor que arde en el Sacratísimo Corazón de Jesús quema la paja de nuestros pecados veniales. El Catecismo del Concilio de Trento lo expresa con este concepto. La comunión frecuente es el antídoto para nuestras dolencias cotidianas.
7. LA BENDITA TRINIDAD ES ALABADA DE LA MANERA MÁS SUBLIME. San Ignacio de Loyola, en Principio y Fundamentos, especifica el fin primordial de nuestra existencia, el porqué de nuestro propósito en la vida. El santo utiliza las siguientes palabras: «Posiblemente el fin primordial del Santo Sacrificio de la Misa es alabar a Dios Padre, por la ofrenda de Dios Hijo, mediante el poder del Espíritu Santo. Esto se expresa más claramente en la DOXOLOGÍA: «Por Él, y con Él, y en Él, oh Dios, Padre todopoderoso, en la unidad del Espíritu Santo, toda la gloria y el honor es tuyo, por los siglos de los siglos». Amén.
8. LOS PECADOS PERSONALES PUEDEN SER EXPIADOS Aunque su sacerdote-confesor no se lo imponga como penitencia en el Sacramento de la Confesión, el hecho de que un penitente asista a la Misa, y reciba la Sagrada Comunión en reparación o expiación de sus pecados personales, puede ser la mayor y más eficaz penitencia posible. Para reparar los pecados pasados, no hay nada más poderoso, agradable y propicio a Dios que asistir a la Misa y comulgar.
9. PECADO FAMILIAR/PECADOS SOCIALES EXPIADOS. En un plano más amplio, los pecados de toda la humanidad tienen su remedio, reparación y expiación más poderosamente remitidos a través del Santo Sacrificio de la Misa. La oración de la Coronilla de la Divina Misericordia puede rezarse junto con el Santo Sacrificio de la Misa… «Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo, en expiación de nuestros pecados y de los del mundo entero.»
10. INTERVENCIÓN DE LOS ÁNGELES. En el Santo Sacrificio de la Misa intervienen también los ángeles. En el Sanctus, unimos nuestras oraciones con los coros de ángeles al decir: «Santo, santo….» El elocuente y brillante Padre de la Iglesia, San Juan Crisóstomo afirma que numerosos ángeles rodean el Sagrario en vigilia ante su Señor y Rey Eucarístico. Por cierto, los ángeles pueden ayudarnos inmensamente a prestar más atención y a participar más plenamente en el Santo Sacrificio de la Misa si pedimos su ayuda.
Los mayores amantes del Santo Sacrificio de la Misa fueron y son los santos. Las gracias extraordinarias que recibieron llegaron a través de Jesús en su Cuerpo Místico, la Iglesia. Sin embargo, fue a través del Santo Sacrificio de la Misa que la reserva infinita de gracias inundó sus almas, sus vidas, sus sufrimientos y sus extraordinarias empresas y éxitos apostólicos.
Concluiremos nuestro breve ensayo sobre las gracias extraordinarias que brotan de la Misa citando a algunos de los santos, los más grandes amantes de Dios y los más grandes amantes del Santo Sacrificio de la Misa. Os invitamos a meditar en oración las palabras de los santos, a conversar con ellos como si fueran vuestros amigos más queridos y a esforzaros por imitar su amor a Dios y a la Santa Misa.
PALABRAS INSPIRADAS DE LOS SANTOS Y EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA
1. «El hombre debe temblar, el mundo debe estremecerse y el cielo debe conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece en el altar en manos del sacerdote». (San Francisco de Asís)
2. «Sería más fácil para el mundo sobrevivir sin el sol que hacerlo sin la Santa Misa». (San Padre Pío de Pietrelcina)
3. «Ninguna lengua humana puede enumerar los favores que se remontan al Sacrificio de la Misa. El pecador se reconcilia con Dios; el justo se vuelve más recto; los pecados se borran; los vicios se desarraigan; la virtud y el mérito aumentan; y los planes de los demonios se frustran.» (San Lorenzo Justiniano)
4. «Oh, gente engañada, ¿qué hacéis? ¿Por qué no os apresuráis a ir a las iglesias para escuchar todas las misas que podáis? ¿Por qué no imitáis a los ángeles, que, cuando se celebra una Santa Misa, bajan en miríadas desde el Paraíso y toman sus puestos alrededor de nuestros altares en adoración para interceder por nosotros?» (San Leonardo de Puerto Mauricio)
5. «Sabe, oh cristiano, que la misa es el acto más santo de la religión. No puedes hacer nada para glorificar más a Dios, ni beneficiar más a tu alma, que asistiendo devotamente a ella, y asistiendo tan a menudo como sea posible.» (San Pedro Julián Eymard)
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