Memoria Opcional de San Dionisio, obispo, y compañeros, mártires
«Para cosas más grandes has nacido». (Ven. Madre Luisita)
Sábado, 9 de octubre Lc. 11, 27-28 «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos en los que amamantaste». Jesús respondió: «Más bien, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la observan».
Sólo hubo una discípula perfecta de Jesús, ¡y fue su Madre María! Preservada del pecado original en el momento de su concepción en el vientre de su madre, Santa Ana, María permaneció impecable (es decir, sin pecado) toda su vida.
Así escribió de ella el poeta Wordsworth
Madre, en cuyo seno virgen no hubo ni una sola sombra de pecado.
Mujer! por encima de todas las mujeres glorificadas, el alarde solitario de nuestra naturaleza manchada.
10 MANERAS DE AMAR A LA MADRE MARÍA por el P. Ed Broom, OMV
A menudo discutimos sobre quiénes pueden ser los mejores atletas, los mejores artistas, los mejores escritores, los mejores músicos; también, hay que decirlo, están las mejores madres. La Santísima Virgen María fue, es y será siempre la mejor de todas las madres.
Dicho esto, las madres deben reconocer el hecho de que María es la mejor de todas las madres y contemplar las palabras, las acciones, los gestos, las miradas, las intenciones y la vida de María para ser cada vez mejores madres.
Para nuestro gran consuelo, María es la Madre de Dios y es la Madre de la Iglesia, pero también María es nuestra Madre más querida. Tratemos de complacer a María, nuestra Madre, y como consecuencia, ¡las muchas madres del mundo darán grandes pasos para ser mejores madres todos los días de su vida!
A continuación presentaremos diez maneras diferentes en las que podemos demostrarle a María, nuestra Madre, nuestro gran amor por ella y sin duda, a través de su poderosísima intercesión, nos alcanzará las más selectas gracias para ayudarnos a ser los santos que estamos llamados a ser, y muchos de nosotros como madres.
1. HABLAR CON MARÍA
En primer lugar, tenemos que acostumbrarnos a hablar con María, nuestra queridísima Madre, muy a menudo. Confiar en Ella, hablarle de corazón, amarla y confiarle toda nuestra vida es lo más agradable para Ella, así como para su Hijo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de la Santísima Virgen María. María es nuestro modelo, nuestra guía, nuestra amiga y la más querida de las madres. Ella nos quiere mucho y desea tener conversaciones frecuentes con nosotros. ¡Empecemos hoy mismo! Los buenos amigos piensan el uno en el otro y hablan con frecuencia. María es nuestra Madre, pero también es nuestra amiga y confidente.
2. EMPEZAR EL DÍA CON MARÍA
Al despertarnos cada mañana, nuestra primera acción debería ser la oración, ¿y qué oración? ¿Por qué no empiezas el día entregándote totalmente a Jesús -todo lo que piensas, dices y haces- a través del Corazón Inmaculado de María? Entrega a Jesús, por medio de María, tus ojos, tus oídos, tu mente, tu corazón, tu cuerpo y hasta tus intenciones; en una palabra, dale todo a Jesús por medio de la Madre María. ¡Qué importante es empezar bien el día a través del Corazón de María!
3. AMARLA
Una Madre nunca se cansa de escuchar a su hijo decir: «¡Mamá, te quiero mucho; eres lo más!». La tentación podría ser decir: «Bueno, ella ya lo sabe, por qué decirle algo que ya sabe». Es cierto, lo más probable es que una buena madre ya lo sepa. Sin embargo, hay que expresarlo con palabras. Diciendo: «Mamá, te quiero de verdad», el corazón de tu madre saltará de alegría. Lo mismo hay que decir de la Madre María. Con las palabras más sencillas cuando decimos: «Madre María, te quiero», entonces María, Madre de Dios y nuestra Madre amorosa, experimenta una gran alegría en su purísimo e Inmaculado Corazón. Por eso, en el transcurso del día, debemos decir simplemente: «¡Madre María, te amo!».
4. CAMINAR CON ELLA
Hay una canción muy conocida, tanto en español como en italiano, dedicada a María y relacionada con este tema, cuyo título es Santa María del Camino. Por eso, cuando viajemos, y puede ser un viaje corto o muy largo, debemos invitar a la Madre María a que nos acompañe. Ella es una buena compañera de viaje y puede protegernos de muchos peligros en nuestros viajes, peligros tanto físicos como morales. ¡Cuántos accidentes, físicos y morales, se han evitado seguramente viajando con María-Santa María del Camino!
5. IMITAR A MARÍA
Si llegamos a conocer a alguien de manera muy profunda, eso suele llevar a la imitación, y la imitación al seguimiento, y el seguimiento a un profundo amor por esa persona. San Luis de Montfort subraya las diez principales virtudes de María que debemos esforzarnos por imitar: su profunda humildad, su fe viva, su obediencia ciega, su oración incesante, su abnegación constante, su pureza sobrecogedora, su amor ardiente, su paciencia heroica, su bondad angélica y su sabiduría celestial. (Verdadera Devoción a María, San Luis de Montfort #108) ¿Qué virtud necesitas más? ¡Por qué no empiezas por ahí y le pides a María que te ayude a practicar esa virtud!
6. CONFIAR Y ENCOMENDAR A MARÍA
Si realmente tenemos confianza en una persona, podemos confiarle nuestros cuidados, sabiendo que esa persona especial nos cuidará y protegerá. Dios Padre confió a su Hijo unigénito al cuidado de María. Por lo tanto, podemos confiar nuestra vida totalmente al cuidado de María, nuestra Madre más querida y amorosa. «Nunca se supo que alguien que huyera a tu protección quedara sin ayuda». (El Memorándum, San Bernardo)
7. CUÉNTALE A MARÍA TUS PENAS Y FRACASOS
Podríamos ser tentados por el enemigo, el demonio, que verdaderamente odia a María, a sentirnos inhibidos para contarle a la Madre María nuestras penas y profundos sufrimientos. Debería ser todo lo contrario. La mejor de las madres, María, sabe muy bien que cuando un hijo está más herido y lastimado, es cuando necesita el amor y los cuidados más tiernos. ¡Así debería ser con nosotros! Cuando los días parecen ser los más nublados, sombríos, desolados y francamente deprimentes en el fondo de nuestra alma, es entonces cuando realmente necesitamos abrirnos y hablar con María, nuestra Madre. María es a la vez refugio de los pecadores y salud de los enfermos: ¡dos títulos para María en sus famosas letanías!
8. INVOCAR A MARÍA EN LA TENTACIÓN
Nuestra vida es un combate constante; somos soldados de Jesús y de la Madre María. Eso significa que estamos en un campo de batalla constante. Nuestros enemigos son tres: el demonio, nuestra propia carne débil y el mundo. Conscientes de esta intensa realidad del combate espiritual, debemos invocar el Santo Nombre de María en medio de la batalla y la victoria será nuestra. La famosa batalla de Lepanto (1571) supuso una sorprendente victoria de los católicos contra los musulmanes, gracias a la invocación de María y al rezo del Santísimo Rosario, por insistencia del Papa San Pío V. ¡Que confiemos nuestras batallas a María, más poderosa que todo un ejército en formación de batalla! ¡El mero nombre de María causa miedo y terror en todo el infierno!
9. PROMOVER EL AMOR A MARÍA COMO MADRE
Si realmente hemos experimentado el amor, el cuidado y la ternura de María en nuestra vida diaria, entonces sin duda querremos dar a conocer a la Madre María por todas partes. María no es amada y honrada por una razón principal: ¡no es conocida! ¿Cómo se la puede dar a conocer? De muchas maneras. Animad a la lectura de buenos libros sobre María como Las Glorias de María de San Alfonso de Ligorio y La verdadera devoción a María de San Luis de Montfort. También, para lecturas más breves, la Encíclica Mater Redemptoris, y la Carta Apostólica La Santísima Virgen María y el Rosario, ambas del Papa San Juan Pablo II. Fomentar el rezo del Santo Rosario y rezarlo diariamente, o repartiendo rosarios con folletos sobre cómo rezar el Rosario. Por último, fomentar el uso del Escapulario Marrón de Nuestra Señora del Carmen.
10. MORIR EN LOS BRAZOS DE MARÍA
El momento más importante de nuestra vida es el momento en que morimos. Este momento determinará para toda la eternidad nuestro destino eterno: el cielo o el infierno. ¿Por qué no prepararse para morir santamente al menos 50 veces al día? ¿Cómo? Simplemente rezando el Santísimo Rosario. Cada vez que rezamos el Ave María, nos estamos preparando para una muerte santa y feliz: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Por eso, alegrémonos con la viva conciencia de que todos tenemos una Madre celestial, María la Madre de Dios, la Madre de la Iglesia y nuestra querida Madre. Ella nos conoce, nos cuida, nos protege, pero sobre todo, ¡nos ama! En efecto, en medio de las pruebas, de las luchas y de los intensos combates de la vida, encontremos nuestro refugio en el Corazón Inmaculado de María y en el Sagrado Corazón de Jesús.