A lo largo de los siglos, innumerables hombres y mujeres se han enriquecido con el rezo de los Salmos. En efecto, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, sanos y enfermos, laicos, sacerdotes, religiosos y almas consagradas han gozado de innumerables bendiciones mediante los salmos.
Las bendiciones que brotan de los Salmos abundan, desbordan y son perennes. Es por ello que conviene que dediquemos tiempo, esfuerzo y reflexión a recordar estas copiosas bendiciones. Puesto que hemos aprendido de los Salmos: «Dad gracias al Señor porque es bueno; su misericordia es eterna» (Sal. 107:1), demos un resonante agradecimiento a Dios por habernos enriquecido con la oración de los 150 Salmos.
Este escrito podría convertirse fácilmente en una oración, concretamente en una oración de acción de gracias, ofreciendo al Señor una actitud de agradecimiento. En efecto, imitemos a aquel leproso que volvió a dar las gracias a Jesús, de los diez que fueron curados por el Médico Divino, y postrémonos en espíritu ante el Señor para rendirle un sincero ¡¡¡GRACIAS, SEÑOR!!!
.LAS INNUMERABLES BENDICIONES QUE BROTAN DE LOS SALMOS
- APRENDER EL ARTE DE LA ORACIÓN: EL MEJOR LIBRO DE ORACIÓN
Queridos amigos en el Señor, de todos los libros de oración jamás compuestos, el Libro de los Salmos es el «Libro de Oración por excelencia». Nunca ha habido un libro de oración más perfecto para los principiantes, así como para los expertos y personas muy avanzadas en la vida espiritual, que el Libro de los Salmos. Todas las expresiones más nobles del arte de la oración están expresadas en los Salmos. De hecho, los Salmos son un verdadero regalo de Dios para toda la humanidad.
2. ENCUENTRO CON EL ESPÍRITU SANTO.
Es cierto que Dios se valió del rey David como instrumento clave para componer los Salmos, no obstante, el autor principal del Libro de los Salmos es Dios mismo, el Espíritu Santo. Siendo así, al rezar los Salmos nos encontramos con el Espíritu Santo y su manera de comunicarnos cómo debemos hablar con Dios. Los Salmos pueden transformarnos cada vez más en instrumentos dóciles en manos del Espíritu Santo.
3. APRENDIENDO EL ARTE DE LA ORACIÓN – DIVERSOS MODOS DE ORACIÓN.
Santa Teresa de Ávila define la oración de manera simple como dos amigos pasando tiempo a solas en el arte de la comunicación. Los amigos íntimos suelen comunicarse en diversos niveles. Pues bien, dado que Dios quiere ser nuestro mejor amigo, los Salmos nos enseñan estos diversos modos de expresión, diversos modos o niveles de comunicación. Los siguientes son ejemplos de algunos de estos modos: la alabanza y la adoración, la admiración y el asombro, la acción de gracias abundante, la contrición y el dolor, la súplica y la petición, la oblación y la ofrenda de sí mismo, y la expresión honesta de los miedos, las preocupaciones, las ansiedades y las dudas. Los buenos amigos pueden expresarse con un amigo íntimo en todos estos niveles. Lo mismo puede hacerse con Dios. Los Salmos nos ofrecen un método, un modelo y un catalizador sublimes.
4. LOS SALMOS COMO ORACIÓN LITÚRGICA: LA LITURGIA DE LAS HORAS.
Cuando se rezan en el entorno de la Liturgia de las Horas, los Salmos rezados como tales pasan a formar parte formal de la Oración Oficial de la Iglesia. Esto nos ayuda a rezar por la Iglesia en general, así como por las necesidades, la conversión y la santificación del mundo entero.
5. ORAR SIEMPRE.
Jesús introdujo la parábola de la viuda insistente (Lc. 18, 1-8), para mostrar a sus discípulos que es necesario rezar siempre y no desfallecer. Uno de los principales aspectos y bendiciones que se desprenden de la Liturgia de las Horas es la urgente exhortación del Señor a rezar no sólo esporádicamente, sino a esforzarse por rezar constantemente. La Liturgia de las Horas ofrece cinco momentos diferentes del día en los que se nos invita a rezar, para santificar estas diferentes horas del día.
6. DISCIPLINA EN LA ORACIÓN.
San Ignacio en los Ejercicios Espirituales afirma que el objetivo o propósito principal de hacer los Ejercicios Espirituales es que podamos «ordenar lo desordenado en nuestras vidas, para que podamos descubrir la voluntad de Dios en nuestras vidas y llevarla a cabo». Rezar los Salmos de forma ordenada, metódica y sistemática nos ayuda a tener una mayor disciplina en nuestra vida, una mayor armonía, así como la capacidad de realizar nuestro trabajo con mayor perfección.
7. A IMITACIÓN DE LA SAGRADA FAMILIA.
Si nos transportamos a la época de la Sagrada Familia, Jesús, María y San José, nos daremos cuenta de que cada miembro de la Sagrada Familia rezaba los salmos. ¡Qué mejor objetivo en nuestras vidas que esforzarnos por imitar a Jesús, María y San José, sobre todo en el arte y la práctica de la oración! Es muy probable que Jesús, María y San José rezaban los Salmos en familia, en la Sinagoga, de camino al Templo, en el Templo de Jerusalén, así como personal y privadamente. ¡Qué inspirador y consolador es saber que rezamos los Salmos -las oraciones- que Jesús, María y San José rezaban constantemente!
8. EXCELENTE PREPARACIÓN PARA LA LITURGIA DE LA SANTA MISA.
Las gracias y las bendiciones abundan aún más. Las gracias que fluyen de los Sacramentos, especialmente de la Santa Misa, son infinitas. Sin embargo, las gracias que recibimos dependen de nuestra disposición. En teología, esto se denomina gracia dispositiva. Por lo tanto, cuanto mejor sea la preparación y la disposición para la Misa y la Comunión, más abundante será el flujo de gracias. Dicho esto, la oración de la Liturgia de las Horas antes de la Santa Misa, y como preparación a la Misa, puede ser un medio muy seguro y eficaz para ayudarnos a obtener abundantes frutos de la mayor oración del mundo, el Sacrificio del Calvario renovado, el Santo Sacrificio de la Misa.
9. LA SANTIFICACIÓN PERSONAL, ECLESIAL Y FAMILIAR.
Todos son llamados a la santidad, a ser santos. Las palabras de Jesús son contundentes, claras y convincentes: » Sean santos como su Padre celestial es santo». (Mt. 5,48) La santidad brota del contacto con Dios. La oración ferviente y la vida sacramental son dos de las fuentes más poderosas de la gracia. Para reiterar, el Libro de los Salmos es el «Libro de la oración, por excelencia». Sin duda, si se rezan los Salmos de forma metódica, sistemática, ferviente y atenta, uno de los frutos más soberbios será el crecimiento en la santidad.
10. FUENTE INEFABLE DE CONSUELO.
Habrá momentos en nuestra vida en los que nos encontremos en un estado de desolación. O sea, cuando sentimos que una nube de tristeza, de oscuridad, de soledad, incluso una sensación de inutilidad invade nuestra vida; es en esos momentos cuando los salmos pueden consolarnos con estas o parecidas palabras: «El Señor es mi Pastor, nada me faltará… Aunque camine por valles oscuros, tú estás a mi lado con tu vara y tu cayado». (Salmo 23: 1, 4) ¡Cuánta verdad! Muchos de los Salmos, y especialmente el Salmo 23, pueden servir de luz en medio de las tinieblas, de esperanza cuando nos rodea la desesperación, de apoyo cuando parece que todos y todo está a punto de derrumbarse y sumergirse en la ruina. En medio de la desolación, abrir nuestro corazón a uno de los muchos salmos puede animarnos y convencernos de no abandonar la lucha, sino de luchar, de confiar más confiadamente en el Señor, que está conmigo en todo momento con su vara y su bastón, para guiarme y conducirme por caminos rectos.
Para concluir, les invitamos a todos a emprender la nobilísima iniciativa y empresa de rezar los salmos con regularidad. Rezadlos de la manera que discernáis que es la mejor para vosotros. Consulta a tu Director Espiritual, si lo tienes. Los salmos pueden rezarse desde la Biblia o en el contexto de la Liturgia de las Horas. Pueden rezarse en comunidad con la Iglesia o en tu tiempo de oración privada. Los salmos pueden rezarse por la mañana, a mediodía, por la tarde o incluso antes de acostarse. La clave es simplemente ésta: rezar los Salmos. Si se rezan con fervor y con regularidad, Dios te bendecirá abundantemente con paz, alegría, visión espiritual, crecimiento en la santidad y un camino seguro en la carretera del cielo. Concluyamos con el salmista: «Dad gracias al Señor porque es bueno; su amor es eterno». (Sal. 107:1)