El segundo domingo de Pascua es el domingo de la Divina Misericordia. Uno de los momentos más importantes del pontificado de San Juan Pablo II fue el de finales de abril del año 2000. Este gran santo moderno realizó dos hazañas extraordinarias en el mismo día. Realizó la primera canonización del nuevo milenio. Fue la elevación a los altares de Santa Faustina Kowalska (1905-1938), conocida como la Secretaria de la Divina Misericordia. Entonces el Santo Pontífice proclamó el segundo domingo después de Pascua como Domingo de la Divina Misericordia. Según fuentes internas, éste fue el día más feliz en la vida de San Juan Pablo II. Sentía que una de sus principales misiones al entrar en el nuevo milenio era la indispensable necesidad de promover el mensaje de la Divina Misericordia. Ahora lo ha hecho.
Por ello, vamos a presentar un resumen sucinto de algunos de los puntos más destacados de la Doctrina de la Divina Misericordia promovida por Santa María Faustina Kowalska y proclamada oficialmente por Su Santidad, San Juan Pablo II.
DIEZ FORMAS CONCRETAS DE VIVIR LA DOCTRINA DE LA DIVINA MISERICORDIA
- SÉ MISERICORDIOSO COMO TU PADRE CELESTIAL ES MISERICORDIOSO. Cuando alguien te ofende, la reacción natural es buscar el desquite o la venganza. Pero éste no es el Corazón de Jesús. Mientras colgaba de la cruz, la primera palabra de Jesús fue la de la misericordia: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». (Lc. 23,34) Tratemos de perdonar inmediatamente; esto es lo más agradable al Corazón de Jesús y un medio seguro para alcanzar la misericordia de Dios para nosotros. La clave de la victoria es perdonar enseguida. La Biblia nos enseña a no dejar que el sol se ponga sobre nuestra ira.
- HONRAR Y VENERAR LA IMAGEN DE LA DIVINA MISERICORDIA Jesús le dijo a Santa Faustina Kowalska que quería que se pintara una imagen de la Divina Misericordia. Luego le dijo a la santa que quería que esta imagen fuera venerada en todo el mundo. Comprueba si puedes comprar una imagen atractiva de la Divina Misericordia. Hazla bendecir por un sacerdote y entronizarla en tu casa. Asegúrate de que la imagen esté entronizada en un lugar destacado. Esto es muy agradable para el Corazón de Jesús. Al hacerlo, estás diciendo implícitamente a todos los que entran en tu casa que Jesús es el Rey de tu hogar, de tu familia y de tu corazón.
- LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA. Acostúmbrate a rezar la Coronilla de la Divina Misericordia. Corta y fácil de memorizar, esta Coronilla se puede rezar en cualquier momento y lugar. Jesús le dijo a Santa Faustina que la rezara con frecuencia. Si se hace, esto resultará en una constante lluvia del Cielo de la infinita misericordia de Dios sobre el mundo en general. Puedes rezar la Coronilla solo, con otros, en familia, delante del Santísimo, en el coche, incluso mientras esperas en la cola del Supermercado.
- HORA DE LA MISERICORDIA. Recuerda, si es posible, la Hora de la Misericordia. Es la Hora en que Jesús, desde el altar de la cruz, exhaló su espíritu en las manos de su Padre Celestial. «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». (Lc. 23: 46) En esta Hora, Jesús le dijo a Santa Faustina que hiciera el Vía Crucis o que visitara el Santísimo Sacramento. Si debido a las ocupaciones absorbentes esto era imposible, entonces Jesús le dijo a la Santa -como a nosotros- que recordara la pasión y el sufrimiento de Jesús y se uniera a la última agonía y a los momentos de Jesús. Si se hace, a través de la unión con el sufrimiento de Jesús, cualquier cosa que pidamos al Padre, si es su voluntad, nos será concedida. Algunos sabios ponen una alarma en sus relojes o teléfonos como recordatorio, ¡no es mala idea!
- LA MUERTE. El momento más importante de nuestra vida es el momento en que morimos. Cómo morimos, es decir, el estado de nuestra alma, determinará nuestro destino para toda la eternidad. Por lo tanto, debemos rezar constantemente por los moribundos de todo el mundo. Sin embargo, si tienes la oportunidad de estar presente cuando alguien está muriendo, reza por él con mucho fervor. Reza especialmente por ellos la Coronilla de la Divina Misericordia, para que mueran en gracia de Dios y se salven por toda la eternidad. Jesús prometió a Santa Faustina que si una persona está muriendo y otra persona reza la Coronilla por ella en ese momento, esa persona moribunda alcanzará la salvación.
- LA CONFESIÓN Y LA MISERICORDIA DE DIOS La misericordia de Dios se canaliza de manera más plena y eficaz a través del Cuerpo Místico de Cristo y de los Sacramentos. Cada Sacramento comunica una gracia específica. El Sacramento de la Confesión comunica la misericordia infinita de Dios. En cada Confesión Sacramental, la Preciosa Sangre de Jesús, derramada en el Calvario el Viernes Santo, desciende al alma del penitente y la limpia. Cuanto mejor sea la preparación para la confesión, más abundantes serán las gracias de curación y misericordia. Acostúmbrate a confesarte con frecuencia.
- CONOCER EL MENSAJE DE LA MISERICORDIA DIVINA: ¡EL DIARIO! Sin duda, una de las mejores maneras de conocer el mensaje de la Divina Misericordia es adquirir el Diario: La Divina Misericordia en mi alma de Santa María Faustina Kowalska. Luego, adquirir el hábito de leer y meditar al menos un número diario (hay 1828 números o entradas). Sin lugar a dudas, el Diario es una mina de oro de riquezas y tesoros espirituales. Luego, comparte lo que has leído con los demás. Una forma segura de crecer en nuestra fe es compartirla con los demás.
- LA SANTA MISA Y LA DIVINA MISERICORDIA Los dos rayos que emanan de la imagen de la Divina Misericordia tienen un profundo significado e interpretación simbólica. Cuando el Sagrado Corazón de Jesús fue atravesado con la lanza en la cruz, brotaron la Sangre y el Agua. El rayo de color claro simboliza los dos sacramentos de purificación y curación: El Bautismo y la Confesión. El rayo rojo que emana del Corazón de Jesús simboliza la Santísima Eucaristía. Que todos tengamos un ardiente deseo de recibir la Santísima Eucaristía con frecuencia y con fervor. Que estas palabras del salmista caractericen nuestro propio anhelo: «Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así mi alma te anhela a ti, Dios mío». (Salmo 42,1).
- EL DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA Y LA MARAVILLOSA PROMESA Jesús prometió que quienes asistan a la Santa Misa el domingo después de Pascua, que es el Domingo de la Divina Misericordia, y reciban la Sagrada Eucaristía con buena disposición -lo que significa que no están en estado de pecado mortal- podrán recibir la gracia extraordinaria del perdón de todos sus pecados, así como la remisión de toda pena temporal debida a sus pecados, incluidos los pasados. Se trata de una gracia y un don extraordinarios y debemos aprovechar este don gratuito. Esto significa también que debemos hacer una confesión sacramental sincera cerca de la solemnidad del Domingo de la Divina Misericordia. Si muriéramos ese día, iríamos directamente al Cielo. «Dad gracias al Señor porque es bueno; su misericordia es eterna». (Sal. 136,1) Y aunque no muriéramos, sólo acumularíamos el castigo por los pecados cometidos a partir de ese día. ¡Una gracia y un don extraordinarios!
- NUESTRA SEÑORA DE LA MISERICORDIA Uno de los muchos títulos de Nuestra Señora es el de «Nuestra Señora de la Misericordia». En realidad, en la oración que rezamos al final del santísimo Rosario, el Avemaría, clamamos a María con estas palabras: «Salve Santa Reina, Madre de la misericordia, nuestra vida, nuestra dulzura y nuestra esperanza….». En nuestros momentos de prueba, elevemos nuestra mirada a María. Cuando caigamos, clamemos a ella y nos ayudará a levantarnos. Que las palabras de San Bernardo en el Memorare nos inspiren a poner nuestra confianza en la Virgen de la Merced: «Acuérdate, oh graciosísima Virgen María, de que nunca se supo que alguien que huyera a tu protección, implorara tu ayuda o buscara tu intercesión quedara sin ayuda».
Meditemos, recemos, apreciemos y amemos el mayor de todos los atributos del Sacratísimo Corazón de Jesús: su Divina Misericordia. No sólo comprendamos en nuestra mente la Divina Misericordia, sino también vivámosla en nuestras vidas. Un paso más importante: tomemos la decisión, a imitación de Santa Faustina Kowalska, de convertirnos en verdaderos Apóstoles de la Divina Misericordia. Al fin y al cabo, la salvación eterna de nuestra alma inmortal, y de las almas de todos, depende de la confianza en la Divina Misericordia. Que estas palabras resuenen día y noche en nuestras mentes, corazones y almas: JESÚS, CONFÍO EN TI ¡JESÚS, EN TI CONFÍO! ¡JESÚS, EN TI CONFÍO!