6 de julio 2020
Lunes de la XIV semana del Tiempo ordinario
Primera lectura
Os 2, 16. 17-18. 21-22
Esto dice el Señor:
“Yo conduciré a Israel, mi esposa infiel, al desierto
y le hablaré al corazón.
Ella me responderá allá,
como cuando era joven,
como el día en que salió de Egipto.
Aquel día, palabra del Señor,
ella me llamará ‘Esposo mío’,
y no me volverá a decir ‘Baal mío’.
Israel, yo te desposaré conmigo para siempre.
Nos uniremos en la justicia y la rectitud,
en el amor constante y la ternura;
yo te desposaré en la fidelidad
y entonces tú conocerás al Señor’’.
Salmo Responsorial
Salmo 144, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R. (8a) El Señor es compasivo y misericordioso.
Un día tras otro, Señor, bendeciré tu nombre
y no cesará mi boca de alabarte.
Muy digno de alabanza es el Señor,
por ser su grandeza incalculable. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Cada generación a la que sigue
anunciará tus obras y proezas.
Se hablará de tus hechos portentosos,
del glorioso esplendor de tu grandeza. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Alabarán tus maravillosos prodigios
y contarán tus grandes acciones;
difundirán la memoria de tu inmensa bondad
y aclamarán tus victorias. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
Bueno es el Señor para con todos
y su amor se extiende a todas sus creaturas. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Aclamación antes del Evangelio
Cfr 2 Tim 1, 10
R. Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte
y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.
R. Aleluya.
Evangelio
Mt 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir”.
Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: “Con sólo tocar su manto, me curaré”. Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: “Hija, ten confianza; tu fe te ha curado”. Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.
Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: “Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida”. Y todos se burlaron de él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.
Catechism of the Catholic Church
34 The world, and man, attest that they contain within themselves neither their first principle nor their final end, but rather that they participate in Being itself, which alone is without origin or end. Thus, in different ways, man can come to know that there exists a reality which is the first cause and final end of all things, a reality «that everyone calls God».
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