que es le pecado. En una escena, el sacerdote Jesuita da como penitencia al hombre que había asesinado a su hermano, la tarea de cargar y arrastrar una incomoda bola de objetos a donde quiera que fuera. Y así lo hace, lo vemos siempre con una cuerda arrastrando una maleta pesada y engorrosa. Después de arrastrarla día tras día, de subir y bajar montañas, el sacerdote accede, y le dice que ha cumplido su penitencia, se acerca con un cuchillo, corta la
cuerda, y deja caer el bulto hacia el precipicio. ¡Por fin liberado!
nuestra alma y muestra el efecto liberador para aquel que se arrepiente y
vuelve a Dios haciendo una muy buena confesión sacramental. Uno de los efectos nocivos del pecado es la esclavitud, una esclavitud en donde cargamos una carga pesada a donde quiera
que vamos. Cada paso que damos, la
carga se hace más pesada, al grado de ser insoportable. En la confesión sacramental, encontramos el
amor precioso y transformador de Dios. Si al confesarnos, lo hacemos con humildad y sin ocultar nuestros pecados se rompen las ataduras y experimentamos la libertad de los hijos e hijas de Dios.
la Inmaculada Concepción, inicia el Año de la Misericordia, año jubilar proclamado por el Papa
Francisco. Durante este jubileo, que concluye en la Solemnidad de Cristo Rey, recibamos y apreciemos con confianza infinita, el Sacramento de la penitencia y misericordia de Dios.
Faustina y santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, son unánimes cuando dicen
que el mayor atributo del Corazón de Jesús nuestro salvador es su
MISERICORDIA. ¡La misericordia es el amor infinito de Dios perdonando al pecador!
No son escasos los manuales examenes de conciencia, libros catequéticos sobre los diez
Mandamientos y libros escritos sobre el Sacramento de la Reconciliación. Pero escasos son los libros que hablan de los
maravillosos frutos de una buena confesión.
Esta breve reflexión se centrará precisamente sobre eso, sobre diez espléndidos frutos que se producen en el alma del penitente que hace una buena confesión.
1. SANACIÓN. Con los Sacramentos Dios nos comunica la gracia; y la gracia específica del sacramento de la Confesión es la SANACIÓN. El cáncer, la lepra o cualquier
otra enfermedad daña el cuerpo; el pecado hiere, llaga y lastima y daña el alma. Si acudimos al confesionario y hacemos
una buena confesión, Jesús el Médico Divino, con su toque dulce, suave y
amoroso, toca nuestra alma, derrama sobre ella su Preciosa Sangre y la
sana. En los años de su vida pública,
Jesús santo a los ciegos, los mudos, los paralíticos y resucitó a los
muertos. Hoy Jesús sigue sanando por
medio de los sacerdotes en el confesionario, por medio su Cuerpo Místico – la
Iglesia. ¡Jesús sana y salva, Él quiere sanar todas nuestras heridas causadas por el pecado.
de Dios. Para romper las ataduras de los malos hábitos, fuertes adiciones, malos impulsos y malas acciones,
urge que usemos un poderoso remedio. El remedio es el
contacto directo e inmediato con la persona de Jesús, con su Preciosa Sangre
que derramó en el Calvario el Viernes Santo. Es la Sangre Preciosa de nuestro salvador que se derrama sobre cada
alma que se acerca al confesionario. Puesto que todo hombre huye de toda forma de esclavitud ya que es espantosa, ¿no deberíamos tener mayor aborrecimiento
y horror a la esclavitud interior del alma y buscar la
libertad en cuanto antes? ¡Inténtelo,
acuda al confesionario!
SERENIDAD. Otro de los efectos nocivos
de vivir en pecado es que roba la paz y el alma vive en un estado de
confusión. San Agustín dice que la paz
es la “tranquilidad del orden”. El
pecado es lo opuesto, es el “desorden”, es tener la Torre de Babel dentro del
alma. Quien hace una buena confesión,
pone en práctica las palabras de san Ignacio de Loyola en los Ejercicios
Espirituales y pone “orden al desorden”.
Por lo tanto, si quiere experimentar la fuerza imparable de la paz, haga
la mejor confesión sacramental en su vida y pasará del desorden al orden.
CULPA. Verdadermente, vivir en pecado es
vivir un infierno. Hay quienes llegan a enloquecer o incluso se quitan su
propia vida porque no pueden vivir con su conciencia que les incrimina. En la tragedia de William Shakespear,
encontramos el personaje de Lady Macbeth quien no dejaba de labarse las manos,
porque paz y se lavaba las manos sin cesar, símbolo de que quería limpiar su
conciencia, porque inconcientemente deseaba limpiarse la culpa del asesinato. No soportaba vivir con su conciencia
intranquila, su conciencia le mataba.
Shakespeare acertadamente dijo: “La conciencia nos hace cobardes a
todos.” Sería posible que muchos
recurren a tomar medicina, reprimir o anestesiar la culpa que cargan en la conciencia? Haga la prueba, acuda al confesionario. La realidad es que muchos recurren al consumo
de medicamentos o estupefacientes para suprimir la culpa que inquieta sus
conciencias. Haga la prueba, por qué no
acude al Sacramento de la Confesión para experimentar la tranquilidad que da
una conciencia limpia. Y no olvidemos,
que la confesión no cuesta nada, y no tiene efectos secundarios, como es el
caso de la medicina.
de Aquino, en su doctrina analiza la idea de la felicidad y dice, la felicidad es un bien al que todos
tienden. Ahora
bien, consideremos por un momento los diversos círculos sociales, el ambiente
laboral, escolar y familiar. Con
demasiada frecuencia, encontramos un ambiente banal, insípido y triste. Por qué vivimos así si estamos llamados a
vivir gozosos. Porque buscamos la
felicidad en donde no se encuentra. Peor
aun, hay muchos que confunden el bienestar de sus apetitos, el placer con el
gozo. El placer se puede comprar en
cualquier mercado a un precio; pero el GOZO es fruto del Espíritu Santo. El pecado produce en el alma tristeza; solo
Dios es la fuente del verdadero gozo.
San Pablo nos exhorta: “Alégrense siempre, os lo repito,
alégrense.” (Flp 4, 4) Nuestra Señora, en su poderoso himno de
alabanza, El Magnificat, hace eco a los sentimientos, “Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador.” (Lc 1:46) Veamos otro ejemplo del poder liberador del
sacramento de la Confesión. En los
últimos años, los catequistas de mi parroquia me han dicho, que cuando un niño
está por hacer su Primera Comunión, y se prepara para hacer su primera
Confesión, el niño está lleno de temor y ansiedad, pero después de haberse
confesado, sale del confesionario radiante de alegría! ¿Quiere estar siempre gozoso? Por qué no forma
el hábito de confesarse seguido.
PASCUAL: DE LA MUERTE A LA VIDA. Si por desdicha cometemos un pecado mortal,
perdemos amistad con Dios y perdemos su gracia.
La alabanza de la Divina Misericordia nos pide que no nos desalentemos y
nos desesperemos, sino con gran confianza nos sometamos a la santa Voluntad que es el amor y la
misericordia misma. Jesús dijo a Sor Faustina, que el peor pecado es la
falta de confianza en su misericordia.
Como el hijo prodigo que regresó a la casa de su padre, corramos a los
brazos amorosos de nuestro Padre quien nos perdonará. Sta Teresita de Lisieux con gran confianza
afirmó que aún si hubiese comedito todos los pecados del mundo, correría y se
entregaría a los brazos del Padre Eterno con gran confianza, porque los brazos
amorosos del Padre son el puerto de salvación que nos llevan al cielo. El gran san Agustín, quien antes de los
treinta años había vivido una vida pecaminosa, llegó a decir, que el que hace
una buena confesión, igual que Lázaro, vuelve a la vida! Leemos la historia de Lázaro en el evangelio
de Juan capítulo 11 que después de haber estado muerto en la tumba por cuatro
días, Jesús hace abrir el sepulcro, y
a una orden suya, Lázaro
resucita. Cuando hacemos una buena
confesión, Jesús nos llama a salir de la tumba de nuestros pecados y regresar a
la vida de gracia.
PREVENTIVA. La confesión actua como
medicina que da sanación al alma. Pero
igual, la Confesión sirve como medio para prevenir futuras caídas. La Confesión — por medio de una comparación médica
— puede ser utilizada, ya sea como «medicina curativa» o
«medicina preventiva». Una vez sentí un escalofrío que descendía
sobre mí y un amigo me sujerió que tomara unas pastillas. Lo hice, y gracias a Dios, el resfriado que
me hubiera durado 2 semanas se me cortó. La confesión frecuente, con una buena
preparación y firme propósito de enmienda, puede realmente ayudar a prevenir,
una caída enorme — que es el pecado mortal!
Y sip or desgracia cometemos un pecado mortal, no demoremos, acudamos al
confesionario lo más pronto posible. Es
más, aún la confesión frecuente de los pecados veniales puede ser el remedio
para evitar futuras caidas, es decir, futuros pecados. ¡Es mejor prevenir que lamentar!
espiritual está infectado por la Soberbia.
Muchas veces el orgullo, la soberbia y la vanagloria mueven nuestros actos.
Hacer una buena confesión nos ayuda a crecer en la virtud de la humildad que es
tan necesaria para alcanzar la santidad que es tan agradable a los ojos de
Dios. En el diario de santa Faustina,
leemos que Jesús le reveló las tres cualidades esenciales de una buena
confesión: transparencia (sinceridad total), humildad y obediencia al
confesor que representa a Cristo. Es
importante que cuando nos confesemos, no confesemos el pecado de nuestro
esposo, esposa, vecino o el pecado ajeno.
Igual es importante que nos justifiquemos o tratemos de adornar nuestro
pecado. Mas bien, la humildad es decir
las cosas tal como son. En los años 60
y 70 había un programa de televisión en
Estados Unidos llamado Dragnet, y el protagonista acostumbraba decir – “Señora,
dígame solo los hechos, sólo los hechos”.
Apliquemos estas palabras al sacramento de la Confesión y confesémonos
con humildad, confesemos “Sólo los pecados, solo los pecados.”
CONOCIMIENTO PARA CRECER EN SANTIDAD DE VIDA. Otro fruto de una buena confesión es el crecimiento en auto
conocimiento. Socrates, el filósofo
griego dijo: “Una vida no examinada es
Sócrates, uno de los tres
filosofos más importantes de la
antigüedad griega, solía
expresarlo con esta claridez “Una vida
no examinada -decía- no vale la pena de ser vivida”. Uno de los más destacados historiadores
decía: “Aquel que no conoce la historia, está condenado a repetirla.” La espiritualidad Ignaciana hace hicapié en
la importancia de enfrentarse consigo mismo y la tarea del autoconocimiento, y
el EXAMEN diario en conocer los movimientos del espiritu en nuestra vida. San Ignació afirma que nunca debemos de
omitir nuestro Examen de Conciencia porque la finalidad de esta práctica es el autoconocimiento
y la concientización de la presencia de
Dios. Los Padres del desierto
acostumbraban repetir esta corta exhortación: “Conócete” Una persona que examina bien su conciencia,
se confiesa bien, con un corazón humilde consulta al sacerdote-confesor y de
esta forma crecerá en autoconocimiento.
Aquel que conoce bien sus defectos y virtudes, podrá evitar futuros
pecados y futuras tragedias!
confesión es que nuestra comunión será más eficaz y la haremos con mayor fervor
ya que estos dos sacramentos van íntimamente
entrelazados. Veamos esta analogía: imagine que su alma es un cristal. Cuando la
tierra opaca el cristal, se obstruyen los rayos del sol. Pero al tallar y
limpiar el cristal, los fuertes rayos del sol lo traspasan e inundan el
interior de la habitación. De igual manera, al purificarse el alma con la
Sangre Preciosa de Jesús, cuando recibimos a Jesús Eucaristía, Jesús inunda el
alma con mayor fuerza y resplandor e imparte al alma con un manantial de
gracias y bendiciones. Digámoslo así, si deseamos ser santos como Dios es
santo, ¡acudamos y recibamos con frecuencia los sacramentos de la Confesión y
Comunión! Jesús dijo: “Yo soy la Luz del
mundo.” Pongámos en práctica las
palabras de Jesús, “Sean santos, como es santo vuestro Padre Celestial.” (Mt 5, 48)
EN RESUMEN: San Juan Pablo II hizo esta observación respecto a Nuestra Señora y el Sacramento de la Confesión. Dijo: Los santuarios Marianos como Lourdes, Fátima y Guadalupe, son clínicas espirituales. En otras palabras, en estos santuarios, el pueblo de Dios acude para encontrarse con Jesús el Pan de Vida en la Santa Misa y la Santa Comunión. En este encuentro, Jesús sanador sana nuestro corazón, nuestra mente y nuestra alma. Invoquemos entonces a Nuestra Señora bajo la advocación de “Madre de misericordia” y “Salud de los enfermos” para que podamos vivir intensamente este Año de misericordia, acudiendo al Sacramento de Misericordia – la Confesión – ya que por medio de ella experimentaremos el amor misericordioso de Jesús.
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