Todo católico debe conocer el principio central de la teología Sacramental de »disposición a la gracia». Porque si lo ponemos en práctica,cosecharemos abundantes gracias del Sacratísimo Corazón de Jesús al recibir los Sacramentos. Los Sacramentos son la obra maestra de Dios, así lo señala la ley Canónica.
»Disposición a la gracia», requiere por parte del hombre, una preparación o disposición para la gracia, pues quien se prepara mejor para recibir los Sacramentos, la recibe de manera más abundante. La propia disposición del corazón y cooperación de cada uno al preparar su alma, va en proporción directa con la gracia recibida.
Los Sacramentos son como un FUEGO. El fuego puede causar mucho bien o mucho daño. En una noche fría de invierno, no hay nada más agradable que una chimenea con las llamas vivas en la sala. De niño estas llamas en la chimenea de mi casa fueron un regalo del cielo que regresaron el calor a mi cuerpo casi congelado.
Pero igual, un fuego no contenido puede causar enormes incendios forestales. En California, el fuego arrasa con todo que encuentra en su camino.
San Pablo en su carta a los Corintios, en el capítulo 11, nos dice que sepamos a quién es que recibimos en la Santa Comunión. Porque algunos comen y beben e ignoran a los pobres y luego van a la Cena del Señor, reciben la Santa Eucaristía con este estado de alma.
San Pablo, el ferviente Apóstol de los Gentiles, reprende severamente a quienes reciben la Santa Comunión, el Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor sin primero examinar su conciencia. Es por esto que dice que algunos comen y beben el Cuerpo y Sangre de Cristo a su propia condenación. San Pablo nos exhorta, a que nos examinemos antes de recibir el Cuerpo de Cristo, y lo recibamos solo si estamos en estado de gracia.
Cómo podemos aplicar esto a nuestros días, a nosotros los católicos. En los últimos cincuenta años ha habido una decadencia en la formación de la conciencia.
Dice el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica: Para recibir la sagrada Comunión se debe estar plenamente incorporado a la Iglesia Católica y hallarse en gracia de Dios, es decir, sin conciencia de pecado mortal. Al recibir dignamente a Jesús en la Santa Comunión, el alma recibe gracias – paz del alma y mente, gozo del espíritu, crecimiento en la santidad y la salvación eterna.
PECADO MORTAL: ¡NO COMULGUE! El que recibe la Comunión en estado de pecado, sin la debida gracia, comete un pecado muy grave, llamado sacrilegio. Y así como nada aprovecha a un cadáver el mejor de los alimentos, así tampoco aprovecha la Comunión al alma que está muerta a la vida de la gracia por el pecado mortal.
Quizás se pregunte usted ¿qué es PECADO MORTAL? ¿Cuáles son las condiciones para que el pecado sea mortal?
Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones:
1. MATERIA GRAVE: La materia grave es precisada por los Diez Mandamientos. Pecados contra el sexto mandamiento son graves en su naturaleza misma. Faltar a la Santa Misa el domingo, sin un motivo serio que lo justifique – es pecado grave.
2. COMETIDO CON PLENO CONOCIMIENTO: Presupone el conocimiento del carácter pecaminoso del acto y de su oposición a la Ley de Dios. El discípulo de Cristo que aprende y sigue al Maestro habrá de conocer y mantener una compresión adecuada continuamente – está en FORMACIÓN PERMANENTE. Pero hay quienes debido a la pereza o negligencia, dedican poco o nada de esfuerzo en el conocimiento y crecimiento de su fe. Esta ignorancia que imputa debe corregirse.
3. DELIBERADO CONSENTIMIENTO: La tercera condición para que el pecado sea mortal, es plena aceptación por parte de la voluntad. Es decir, la acción no fue un accidente, como resbalarse con una cáscara de un plátano. ¡Claro que no! Más bien a pesar de saber que es malo, lo hacemos.
Dadas estas tres condiciones, es un PECADO MORTAL. Con el pecado mortal, se pierde la gracia santificante, se expulsa a Dios del alma, y estando el alma en este estado, la persona no debe acercarse a recibir la santa Comunión hasta sin primero hacer una confesión sacramental.
LA CONFESIÓN SACRAMENTAL. ¡Sí! Si somos católicos fieles y practicantes, para poder recibir la Sagrada Eucaristía dignamente, primero debemos acudir al sacramento de la Confesión, al sacramento de la Reconciliación, o si prefiere llamarle, el sacramento de la Misericordia de Dios.
Hoy muchos suelen decir con demasiada frecuencia, »Yo me confieso directamente con Dios. Dios me conoce, Dios ve todo, Dios me escucha y me ama.» Si fuéramos Protestantes, sería otra cosa, pero el católico que practica su fe no puede decir esto. Dios dispuso el medio por el cual nos reconciliaríamos con Él. La confesión sacramental de los pecados, prescrita por derecho divino, se hace a un sacerdote debidamente ordenado en el sacramento de la Reconciliación. Al escuchar las palabras del sacerdote de absolución: – “yo te absuelvo de todos tus pecados en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo…” – no es el sacerdote quien perdona – el sacerdote es solo un instrumento – ¡es Jesús mismo quien nos perdona y nos purifica con su Sangre Preciosa que derramó en la cruz el Viernes Santo!
DISPOSICION PARA RECIBIR LA SAGRADA COMUNIÓN DIGNAMENTE. Después de haber hecho una Confesión Sacramental, recibiendo la Santa Comunión en estado de gracia el medio más poderoso de santificación y de alcanzar la salvación eterna.
¡CUIDADO! El verdadero peligro para muchos católicos es evitar caer en la deriva de »Comulgar de rutina». En otras palabras, por el hecho que podemos ir a Misa y comulgar con frecuencia, podemos llegar al punto que no nos preparamos adecuadamente para recibir el Cuerpo de Cristo, quizás aun nuestra participación en la Santa Misa es pobre, en nuestro corazón no hay fuego y después de recibir a Jesús en la Santa Eucaristía no hacemos una buena acción de gracias. ¡Jesús dijo a santa Faustina que muchos lo reciben como si fuera un OBJETO! ¡Qué doloroso es cuando nos tratan como un OBJETO! Pero es más grave cuando se le trata a Jesús como un objeto, ¡porque Jesús es DIOS!
RECORDATORIO ÚTIL. En la sacristía de los conventos de las religiosas dentro del alcance de la vista del sacerdote quién está por celebrar la Santa Misa están estas palabras: »Sacerdote, hombre de Dios, celebra esta Misa como si fuera tu primera Misa, tu última Misa y tu única Misa.» ¿Acaso no deberíamos acercarnos a recibir la Santa Comunión con esta misma disposición de corazón? Debemos recibir a Jesús con el más grande fervor, fe y amor, como si fuera nuestra primera Comunión, nuestra última Comunión y nuestra única Comunión. Si esta fuera la disposición de nuestra alma, la Santa Comunión sería definitivamente el medio más poderoso para nuestra santificación y eterna salvación.
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