Cuentan las crónicas que, cuando San Ignacio envió a San Francisco Javier al Oriente a salvar almas, le dijo: “¡Id, inflamad todas las cosas!” Estos dos gran amigos no se volverían a ver hasta el día que se reencontraran en el cielo!
Los santos tienen dos cualidades (como una arma de doble filo): un amor ardiente a Dios que les consumía y hambre y sed insaciable por la salvación de las almas.
El P. John Hardon, S.J. afirma que el Sacramento de confirmación es una llamada ardiente al apostolado. Al recibir una efusión del Espíritu Santo, ¡una pasión ardiente de amor a Dios y la salvación de las almas nos debiera consumir!
San Alberto Hurtado, sacerdote Jesuita, chileno y santo moderno, amó a Dios y las almas hasta el punto de una entrega y agotamiento total. Una de las frases retadoras que decía era: »Hay dos lugares para descansar, el cementerio y el cielo.» En una ocasión un amigo suyo pensaba que se le estaba pasando la mano, que estaba trabajando demasiado, otro santo Jesuita, San Pedro Canisio le replicó: »Tendremos toda la eternidad para descansar, ahora es tiempo de trabajar.»
¿Qué motivaba a estos santos? Un amor ardiente a Dios les motivaba al igual que el perfecto conociemiento del valor de una sola alma inmortal. Santo Tomás de Aquino lo afirmó: »Una sola alma inmortal vale más que todo conjunto de la creación.» Y si eso fuera poco para motivarnos en celo apostólico, pensemos en la Preciosa Sangre de Jesús. Cada gota de la Sangre Preciosa que Jesús derramó el Viernes Santo en el Calvario la derramó por la salvación de todas las almas y en particular por ¡mi alma y tu alma!
San Pedro afirma: »Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo» (1 Pe 1, 18-19)
En la oficina de san Juan Bosco se encontraba escrito sobre la pared en latín. Decía: »Dame almas y quítame todo lo demás.» Esto fue el lema que motivó la vida de este gran santo quien trabajo incansablemente para salvar a tantos jóvenes cuya salvación corría peligro.
San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, nos conduce primero en un ejercicio sobre el pecado, estas meditaciones culminan con la Confesión General y la contemplación del »Llamamiento del Rey temporal». En esta meditación, pedimos la gracia de no ser sordos a su llamamiento. Esta contemplación Ignaciana es para infundir en nosotros una hambre insaciable y celo por la salvación de las almas.
El Doctor místico de la Iglesia, san Juan de la cruz, dijo que el celo apostólico es manifestación de una caridad autentica porque cuando se ama a Dios también se ama lo que Dios ama. ¿Qué es lo que Dios más ama en toda su creación? Sin lugar a dudas, ¡la salvación de las almas!
Si el testimonio de estos santos fuese poco para prender en vuestro corazón el fuego del amor y celo por las almas, que las palabras de Jesús nuestro Salvador, Dios y Señor le mueva! Veamos estos tres versículos alentadores: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?» Estas palabras se las repetía san Ignacio a san Francisco Xavier para llegar a su corazón y moverlo a la conversión. También Nuestro Señor dijo: «He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!» Ahora, en este tercer versículo, Jesús nos da un ejemplo de la naturaleza y nos desafía a vencer la pereza y a que despertemos de la autocomplacencia. «La mies es abundante y los obreros son pocos, rogad pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10, 1-12)
El arzobispo Fulton J. Sheen, predicaba una vez sobre Jesucristo nuestro Salvador y Señor y dijo que Jesús era el más grande de todos los maestros. Pero su misión principal y fundamental y la razón de su venida a la tierra fue para ser nuestro ¡SALVADOR!!!!
Jesús fue concebido en el vientre purísimo de María, nació, vivió, sufrió y murió en la cruz para salvar a la humanidad, y en forma más específica, a ti y a mí de las garras del diablo, de la esclavitud del pecado y del fuego del infierno. Es por esto que su Nombre, que fue dado por el arcángel Gabriel a la Santísima Virgen María en la Anunciación fue JESÚS. ¿Por qué? »Porque Él salvará a su pueblo de sus pecados.» (Lc 1, 31)
Tengamos siempre el más grande respeto por el Nombre que está por encima de todo nombre: ¡JESÚS! ‘‘Al Nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra.» (Flp 2,10)
CONCLUSIÓN: En su oración, ofrezca esta reflexión a Jesús y al Espíritu Santo. Pregúntese, ¿en verdad amo a Dios? Si lo amo, ¿le demuestro mi amor con hechos? ¿Tengo un celo ardiente como los amigos de Dios, los santos? ¿En mi corazón arde la pasión que me consume para oír la voz de Cristo Rey y para trabajar arduamente con Él por la salvación de las almas? Medite sobre esto. Pida a María Santísima, la Reina de los apóstoles, quien con celo llevó a Jesús en su vientre a santa Isabel y Juan Bautista, para que prenda en su corazón un fuego insaciable y celo. “Id, inflamad todas las cosas”
imp source says
We’re a gaggle of volunteers and starting a new scheme in our community.
Your web site offered us with helpful info to work on. You have performed
a formidable process and our whole community will be thankful
to you.
wonka chocolate shroom bar says
I am extremely impressed with your writing skills and also
with the layout on your blog. Is this a paid theme or did you customize
it yourself? Either way keep up the excellent quality writing, it’s rare to see
a great blog like this one these days.