Poco después de un día de votaciones — 5
balotas en total — sale el humo blanco de la chimenea más famosa del mundo,
anunciando que los cardenales en el cónclave han elegido a un nuevo Papa. Después de aproximadamente una hora de
suspenso, llega el gran momento — se abren las ventanas del Vaticano y al
asombro de muchos, aparece el nuevo Papa, el Vicario de Cristo, el Sumo
Pontífice ¡Nuestro Dios es un Dios de misterio y sorpresas!
¡Sorpresas!
Hubieron muchas »primera vez que…».
El primer papa latinoamericano, el primer papa argentino, el primer papa
Jesuita, el primer papa que inicia su pontificado con sólo un pulmón, el primer
papa elegido el día 13 (el 13 de Marzo de 2013) y por último, el primer papa
que escoge un nombre nuevo – Papa Francisco!!!!! Nuestro Dios es un Dios que nos sorprende;
nuestro Dios es un Dios de misterio y nos sorprende con misterios!
¿Francisco? ¿Por qué? ¿Cuál? De hecho, el nombre «Francisco» es
común en inglés, y en todas las lenguas que derivan del latín. ¿Qué santos tienen el nombre de «Francisco»? Hay muchos: San Francisco Xavier (amigo de
san Ignacio, considerado por muchos el co-fundador de los Jesuitas, el
misionero más grande después de san Pablo), san Francisco Solano (uno de los
santos patronos de la Argentina), san Francisco Paoli y el pequeño beato
Francisco Marto (uno de los videntes de Fátima) y por último, san Francisco
de Asís.
De los muchos »Franciscos», uno parece acoger el carisma, la espiritualidad y el impulso apostólico del nuevo Papa Francisco– ¡y es san Francisco de Asís!!! ¿Por qué? El Papa explica cómo fue que escogió el nombre de san Francisco de Asís en su discurso a los representantes de los medios de comunicación el día 16 de marzo de 2013 en la Sala Pablo VI. Leamos, meditemos y oremos sobre estas palabras.
«Algunos no
sabían por qué el Obispo de Roma ha querido llamarse Francisco. Les contaré la historia. Durante las elecciones, tenía al lado al
arzobispo emérito de San Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación
para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo, un gran amigo. Y cuando los votos subieron a los dos
tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: «No te
olvides de los pobres». Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los
pobres. De inmediato, en relación con
los pobres, he pensado en Francisco de Asís.
Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que
ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la
creación una relación no tan buena, ¿no?
Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre… ¡Ah,
cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!» (Encuentro con los
Representantes de los Medios de Comunicación, Discurso del Santo Padre
Francisco, Sábado 16 de marzo de 2013)
San Francisco en verdad es ejemplo y es
inspiración para el Papa y para todo verdadero seguidor de Cristo, nos inspira
a que acojamos una actitud auténtica de vida, llena del espíritu de pobreza del
Evangelio. En la primer Bienaventuranza
en el Sermón de la Montaña, Jesús dice sobre el espíritu de pobreza,
»dichosos», en verdad es una bendición:
»Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.» (Mt 5:3)
Poco después de exaltar la pobreza y al
»Poverello de Asís» (el Pobre de Asís), con una afirmación concisa y
inequívoca, el Papa destaca el fundamento de su ministerio Petrino: ¡Jesucristo es el centro!
«Cristo es el Pastor de la Iglesia, pero su presencia en la historia pasa a través de la libertad de los hombres; uno de ellos es elegido para servir como su Vicario, Sucesor del apóstol Pedro; pero Cristo es el centro, no el Sucesor de Pedro. Cristo es el centro. Cristo es la referencia fundamental, el corazón de la Iglesia. Sin Él, ni Pedro ni la Iglesia existirían ni tendrían razón de ser. Como ha repetido tantas veces Benedicto XVI, Cristo está presente y guía a su Iglesia…»
Como arzobispo de Buenos Aires, el cardenal
Jorge Mario Bergoglio manifestó una verdadera pobreza evangélica franciscana. Vivió en un departamento sencillo; preparaba
sus propios alimentos; y más, optó por no tener un auto de lujo propio,
prefirió tomar el transporte publico, el autobús argentino (llamado
«colectivo»), ¡para así estar con y entre los pobres de su país y del
mundo!
Por lo tanto el Papa Francisco señala hacia
san Francisco de Asís, quien señala hacia Jesucristo como el punto de
referencia esencial para la Iglesia – porque Él es para todos el Camino, la
Verdad, la Vida y el Modelo para seguir!
¿Por qué no pasar unos momentos meditando y contemplando la pobreza de
Jesús? Esta meditación puede llevarnos a
que examinemos seriamente nuestra vida para ver si efectivamente hemos acogido
y aceptado, con firme propósito y una determinación de voluntad, vivir la
pobreza evangélica, ¡que es la verdadera libertad de los hijos de Dios!
El Brillante Ejemplo de la
Pobreza de Jesús
Jesús fue rechazado aún antes de nacer —«¡No hubo lugar para Él en el mesón!» ¿El lugar de su nacimiento? No un castillo, ni palacio, ¡ni una espléndida mansión real! Por el contrario, nació en una pobreza extrema, en un establo donde se refugiaban en esa temporada del año, los animales contra las inclemencias del tiempo! El venerable Fulton J. Sheen lo expresa con estas palabras conmovedoras: «¡El creador de todo el universo no tuvo donde nacer en su propia creación!»
Padres humildes y pobres — San José y la Santísima Virgen María, »los anawim»- ¡los
pobres de Yahvé! ¿Y su morada? Un hogar
pobre, sencillo y humilde en la ciudad de Nazaret. Como expresa Natanael con sorpresa, »¿Algo
bueno puede salir de Nazaret?»
¿Su trabajo?– No un profesor universitario, ni un rico millonario, ni un director ejecutivo de una empresa exitosa; más bien, fue un simple artesano, un «carpintero». Jesús, como aprendiz, tuvo que aprender el arte de la carpintería viendo y escuchando a san José: serrar, moldear, montar, ajustar y clavar ¡Tres clavos que años después atravesaría sus Sagrados pies y manos!
¿Sus seguidores? Ninguno de ellos tenía una educación superior; ninguno era un genio; todos manifestaban defectos humanos muy notables; muchos de ellos eran simples pescadores, llamados por Jesús para ser «¡pescadores de hombres! Hombres pobres para llevar a cabo la misión más sublime — ¡la misión de salvar almas!
¿Su alojamiento/morada en los tres años de
su ministerio público? — ¿Dónde estaba su sede? ¿Dónde vivía? ¿Cuál era su
lugar de descanso al final sus días de intenso trabajo, que a veces ni Él ni
sus apóstoles tenían suficiente tiempo para tan solo comer? ¿Dónde acostaba su
cabeza de noche? ¡El Evangelio nos dice
en pocas palabras! No tenía ningún
hogar permanente, un predicador itinerante, que confiaba en Dios en cada
momento. La prueba está en estas pocas
palabras de Jesús: «Los zorros
tienen sus cuevas y las aves sus nidos, pero el hijo del hombre no tiene donde
asentar la cabeza». Qué extrema pobreza. Imagínese vagar de lugar a lugar, sin dinero
en el cinturón y sin lugar en donde quedarse — y no por un día, ni una
semana, ¡sino por tres largos años! ¡Pobreza y confianza absoluta en Dios en
su máxima expresión! ¡He aquí la vida
de Nuestro Señor, Dios y Salvador!
Su pasión y muerte — Para verdaderamente sondear las profundidades
de la pobreza total y extrema de Jesús, debemos levantar la mirada y contemplar
al Siervo Sufriente y su pobreza, ¡contemplando la pasión y muerte de
Jesús! Meditemos y contemplemos su
pasión y muerte con el más profundo sentimiento de gratitud y amor — porque
como señala san Ignacio, ¡Jesús sufrió todo por amor a ti y a mí!
Fue traicionado por un Apóstol a quien llamó
«amigo» y permitió que lo besara (Judas); fue negado tres veces por
Pedro — ¡qué pobreza y carencia de afecto tan extrema!
Dormidos cuando más los necesitaba — En su amarga agonía, sus mejores amigos lo abandonaron rindiéndose al sueño — ¡pobreza de amistad!
¡Atado a una columna y azotado! — Privado de sus vestiduras, privado de su dignidad humana, privado de su Preciosa Sangre en grandes cantidades, privado de amor con burlas sarcásticas (recuerde la película de Mel Gibson). ¡Pobreza en su máxima expresión!
La coronación de espinas — Atado como un vil criminal, vendado de los ojos, privado de la luz, abofeteado, golpeado y escupido y coronado con agudas espinas que penetraron el cráneo hasta el cerebro — ¡la pobreza de la mente!
La Crucifixión — La crucifixión de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo manifiesta el grado más alto, la pobreza total de Jesús nuestro Señor.
Clavos atravesando sus Sagradas manos y pies; privándolo de su
libertad, sin poder mover su cuerpo.
Sangre Preciosa — Su Preciosa Sangre derramándose de sus cinco
heridas, hasta la última gota. Su
Sagrado Corazón traspasado por una lanza, ¡aún después de su muerte! Su Sangre
Preciosa vaciada hasta la última gota, como una esponja seca!
¿Y sus amigos? Debido al
miedo, todos sus Apóstoles lo abandonaron con la excepción de su
«discípulo amado, san Juan.
La respiración– El inhalar
y exhalar le causó a Jesús insoportable dolor, a tal grado que que al final
apenas podía respirar, qué pobreza total de Aquel que nos dio todo, la
privación aún del aliento de vida.
«En Él vivimos, nos movemos y existimos.»
La visión y conocimiento de Dios Padre — Y como si el sufrimiento físico no fuera
suficiente, Jesús experimentó en el fondo de su alma el más intenso sufrimiento
— lo que san Juan de la Cruz llama, «La noche oscura del alma». Las palabras de Jesús, «Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?»
Como explica el venerable Fulton Sheen, hubo un »eclipse» en su
naturaleza humana, en donde por un corto tiempo en su pasión, ¡Jesús fue
privado de la cara de su Padre Celestial!
He aquí una pobreza máxima! ¡Aún
parecía que su Padre Celestial le había abandonado!!!
El entierro de Jesús. Nicodemo y José de Arimatea llevaron el cuerpo de Jesús y lo enterraron en un sepulcro prestado — ¡ni siquiera la tumba de Jesús!
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